Replicantes.

Replicantes.
España, 2009.

Sunset Boulevard

Sunset Boulevard
España, 2009.

El que Busca Encuentra

lunes, 29 de enero de 2018

Tres Anuncios Por Un Crimen

REDONDO.

Three Billboards Outside Ebbing, Missouri
Tres Anuncios Por Un Crimen (Martin McDonagh, 2017)

Parecerá contrastante a la linealidad dramática de la cinta –sobre todo por algunos de los subtextos de violencia que se avivan hasta los primeros planos narrativos– pero la más reciente entrega de Martin McDonagh está construida bajo sutiles matices que apelan a un manejo sobrio y elegante en sus disertaciones. La mesura que se logra a lo largo del entramado no sólo realza la buena contienda histriónica que se halla en los interiores de su puesta en escena, sino que más allá de su álgido y negruzco sentido del humor, es su heterogeneidad moral la que le aporta un tono de distinción.

En el microcosmos de Tres Anuncios por un Crimen nos encontramos de lleno y sin tapujos frente a un pequeño grupo de personajes que no sólo delimitan nuestras fronteras diegéticas bajo su personalidad, sino también por los ataviados nudos de sus creencias; todos ellos en busca de un significado y un valor de la equidad que se conjugue a plenitud con sus necesidades; limitadas estas por sus capacidades, su estados de confort (animo/salud), o bien pura reticencia. Son sus comunes deseos, pues, los que vistos desde distintas aristas habrán de enfrentarlos no sólo en un campo ajeno y externo a sus territorios, sino dentro de sí: escrutinios personales y oficiosos que les harán captar que la propia naturaleza del mundo es la imperfección y el aplazamiento. La antesala del conflicto que habrá de sortearse no es sólo el crimen no resuelto que apoya el titulo, sino el sentido social del escrutinio, del rencor y la antipatía. El vacuo ambiente de apoyo y sostén que evoca desde años atrás a los Estados Unidos. No resulta gratuito que dentro de las actuales luchas por igualdad dentro de la industria hollywoodense, la llama que desate la disputa en esta trama sea la denuncia mediática. El hecho de volver pública una imputación que parece razonable de primera mano pero que entreteje demasiados factores de forma y fondo en su interior. Golpe directo al idealista discurso del sueño americano. 

La mano del realizador inglés se nota confiada de la capacidad actoral de su elenco, permite respirar su desenvolvimiento con uso formal y moderado del lenguaje. Sobre los naturales decorados de Inbal Weinberg y Jesse Rosenthal nos sentimos en un sitio común, desinteresado e impotente ante los objetivos de una concepto de ley que no obliga ni se impone, geografías habituales que abrazan un campo emotivo al que auxilia la bella partitura de Carter Burwell; casi imperceptible compañía que ahonda en los resquebrajados y desdoblados ánimos de quien se encuentra en medio de los tropiezos. Mucho apoya en ello el montaje de John Gregory, que no abate ni fragmenta el espacio-tiempo y permite que el lenguaje se nutra de ese histrionismo antes detallado. Igualmente la fotografía de Ben Davis, cuya densidad lumínica crea un número interesante de atmósferas que marcan sutilmente las pautas que conducen el encadenado a sus últimas causas/consecuencias. 

Tres Anuncios por un Crimen, entonces, termina por dotarse de un decoro moral que concierne a la honesta esencia de quien ha perdido algo o a alguien. En su camino no existen las figuras buenas o malas, el manejo de ellas dentro de los escenarios no tiene un orden por el simple hecho de que han de perseguir apasionadamente aquello en que especulan y no razonan del todo. Las secuelas de sus actos son sólo puertas abiertas de un laberinto donde la armonía, el progreso y la justicia siempre quedan pasos adelante, a una distancia clara e inamovible cuyo objetivo es simple: llamar a su búsqueda y su caza sin importar que es lo que pase.

Tres Anuncios por un Crimen de Martin McDonagh

3 de 5 (Buena).

martes, 16 de enero de 2018

La Forma del Agua

REDONDO.

The Shape Of Water
La Forma del Agua (Guillermo del Toro, 2017)

La relación de Guillermo del Toro con los monstruos se explica de manera por demás sencilla, el propio discurso que diera al recibir el Globo de Oro a mejor director lo resume de primera mano; amor y salvación. Un amor que bien ha presentado y construido a través de eslabones y elementos durante toda su filmografía y que se reedifican y redireccionan en esta su más reciente entrega a favor de una excelsa plástica pero una previsible narrativa. El afecto e idilio que emerge como uno de los ejes narrativos principales tras la silueta de un poema en la diégesis del filme, termina por ser una romántica misiva del propio director a sus creaciones. 

Bajo un código plenamente melodrámatico, las disertaciones sobre la discriminación, el aislamiento y la incomprensión que han mantenido el curso de la obra del realizador mexicano se mantienen y acrecientan en una etapa marcada por un moralino espectro de imputaciones en Hollywood, así como el racismo latente del gobierno estadunidense. El conjunto de sus personajes se autojustifica en un collage de minorías: desde nuestra discapacitada y sensible protagonista hasta la postergada criatura que le acompañará en la aventura, pasando claro por el sospechoso y relegado extranjero, el adulto e introvertido artesano homosexual y, so pretexto del espacio temporal, varios guiños a los afroamericanos y su falta de derechos. 

El nuevo cuento de hadas de Guillermo del Toro contiene las nociones que le han influenciado así como los fundamentos técnicos y artísticos con los que ha construido un sello sumamente distinguible en la actualidad. No obstante, ciertos manejos ornamentales de su manufactura comienzan por ser reiterativos y pronosticables. Su manejo en el campo emotivo recae en mismas dimensiones y en vez de profundizar en ciertas aristas de la propia historia, pasa de largo y se encubre en el aspecto visual dejándonos algunas de las más bellas imágenes que nos haya regalado hasta ahora; lleva de paseo a su monstruo y lo coloca en la comunidad de tal forma que casi es posible permanecer allí para poder ser querido. Cosa que, de alguna u otra forma logra. 

La soledad, pues, juega el papel predominante ante el comunicativo silencio con que se manifiestan las compasivas y vengativas fuerzas de aquellos a quienes se le ha negado cuasi por completo la tolerancia, la simpatía y la agudeza del deseo y la pasión. La puesta en escena resulta gentil y como es costumbre en del Toro, los pormenores están manejados con lujo del detalle para un eficiente funcionamiento en la lógica de su universo. La fotografía de Dan Luastsen reafirma el colorido especifico de las atmósferas a las que nos veremos sumergidos, al igual la partitura de Alexandre Desplat, cuyos acentos generan una bella entonación cuasi imperceptible pero sumamente afectuosa y esencial para la ilación de la trama. El montaje de Sidney Wolinsky pauta un ritmo entendible y permite que la película avance de manera conexa a pesar de los visibles huecos que tiene el guión escrito por Vanessa Taylor y el propio director. De sobra está decir el excelso trabajo que llevan acabo Paul D. Austerberry y Nigel Churcher con el diseño de producción y la dirección del arte correspondientemente. El mundo físico que crean le ofrece una dosis mayor de belleza a algunos de los mejores momentos del filme. 

La Forma del Agua termina, entonces, por ser una carta abierta a ese bestiario tan integrado en la visión de Guillermo del Toro. A ellos, sus creaciones, les presenta un espacio donde pueden convivir junto a las emociones humanas, hacerlas suyas y luchar por ellas; tener el derecho a vencer y ser vencidos. No todo les será fácil, claro, habrá que sortear dificultades reacias y triviales en espera de que al final los buenos prevalezcan. Y queda más que claro, ya, para todos, que en esa gama polarizada del bien y el mal, la esquina que les corresponde estará casi siempre lejos de las sombras, pues esa la naturaleza que les ha conferido. 

La Forma del Agua de Guillermo del Toro

Calificación: 3 de 5 (Buena a secas).