Replicantes.

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España, 2009.

Sunset Boulevard

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España, 2009.

El que Busca Encuentra

lunes, 26 de marzo de 2018

Sin Amor

REDONDO.

Nelyubov
Sin Amor (Andrey Zvyagintsev, 2017)

La exposición de las triviales dimensiones en las exigencias modernas; requisitos, apetencias, menesteres y demás “formalidades” en el actual gravamen de la necesidad, se esparce con un volumen de catarsis tan agudamente delicado durante el embiste inicial de Nelyubov, quinto largometraje de Zvyagintsev, que el empalme de sus elementos en su recorrido discursivo termina por ser un brutal reflejo de la narcisista sociedad contemporánea. Sus personajes, todos ellos vacíos y bajo el manto de un fútil afán de cambio, se ensimisman abnegándose a sus cargas de vida; responsabilidades, compromisos y deberes. La inmadurez con la que caminan durante el entramado es tan implicante que la naturaleza y sensibilidad de todo lo que acalla el mérito de lo benigno y compasivo, detiene de tajo su efecto y encuentra salida únicamente en la desesperación, el dolo y el odio ante los actos imperantes, pero nunca explorando las causas y las consecuencias de estos. 

La invisibilidad moral con que juega la disertación del filme resulta una muy delgada linea entre el escape y el anhelo, la evasión y el miedo, la flaqueza y el acorralamiento. La prisión en que viven nuestros figurantes centrales no sólo se evoca a las paredes y metros cuadrados del departamento que han puesto en venta so pretexto de su divorcio, sino que es una sombra que se añade a los espacios físicos e invade con un peso y carga específicos que frena de lleno los avances de sus deseos futuros: un hijo. El estigma de su unión se valoriza como una afrenta, una barrera ante sus aspiraciones en un manejo plenamente ególatra, codicioso y sórdido. Su conveniencia como prioridad los ciega y es sobre este campo emotivo tan sombrío, atroz e inquietante que hemos de andar junto al emergente campo de su realidad, la desaparición del chico: expectante del quebranto de sus padres como matrimonio, testigo del sin-amor que se gesta a cada día en lo único que conoce como hogar. Decidido ahora a alejarse, se niega ante los hechos –y a los suyos– posterior a ver que en su silencio no ha encontrado los argumentos claros de las pretensiones del mundo moderno. 

Ataviada en una estética bucólica, la cinta se apoya en la agraciada fotografía de Mikhail Krichman, misma que utiliza como lienzo los abrumadoramente francos y habituales decorados de Andrey Ponkratov, para generar un abismado universo donde el libre albedrío y los escrúpulos se debaten en una claroscura dimensión que nos irradia, nos reverbera y nos devela la medida de nuestra comodidad; la extensión del aislamiento. Con un ritmo semilento que teje de manera puntual el montaje de Anna Mass, la puesta actoral se acrecenta a un peso mayúsculo y su fuerza se denota entre sombras y tensiones pretéritas nunca liberadas. Sus elegantes cortes dejan correr la acción, no resquebrajan las emociones sino que las revisten de incertidumbre y nos traducen de fieles testigos a plenos participantes del horror dentro de la angustia y la zozobra. Las punzantes notas de la partitura de Evgueni y Sacha Galparine amalgama la unidad del filme, unifica la disposición de los elementos y se torna nativa a los grises sucesos. 

Sin Amor, pues, termina por ser una cinta bellamente cruel en su accionar, veraz en su lamento, temible como espejo pero leal ante su construcción; integra/honesta. Su camino es áspero pero en si nos acentúa, nos coloca frente al aparador de la aspiraciones cotidianas, del día a día, así como las posibilidades de nuestros procederes. El trabajo de Zvyagintsev se denota fino, pujante: desenvuelto. Su mano es clara y recatada, su labor en esta su más reciente entrega es de un portento que une atenta y acertadamente los desahogos de un drama digno de nuestros tiempos. 


Sin Amor de Andrey Zvyagintsev
Calificación: 4 de 5 (Excelente).