Replicantes.

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España, 2009.

Sunset Boulevard

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España, 2009.

El que Busca Encuentra

martes, 9 de mayo de 2023

Texto 41

 41 asaltos sobre

el ring de asfalto.


Desde que tengo uso de razón siempre he sido una persona mucho más cercana a lo cristalino que a lo honesto; dado mi caso particular resulta ser la arista más franca con la que puedo describirme. ¡Vaya!, desde que pude hacerme de la viva imagen de uno de los crepusculares personajes de Chandler o Hammett, supe de primera mano que jamás algún sastre podría hacerme ver como alguien mínimamente interesante debajo de una farola en medio de la noche. Las telas se hicieron para taparme y no para lucirme. Si bien he logrado algo medianamente cercano al respeto en todos estos años, eso se lo debo a que desaliñado he caminado errante en medio de la calle en vez de ir andando sobre la banqueta; la mayoría termina por cambiarse de acera. De niño recuerdo que siempre me interesaron más los trenes que los aviones, pero eran estos últimos los que siempre surcaban los cielos en el patio trasero de la casa donde crecí, fueron sus motores rugiendo a la distancia los primeros acordes que crearon mi muy personal banda sonora; quizá por ello sea que me gusta tanto ese álbum de Brian Eno… Cuando por fin tuve la oportunidad de conocer una vía ferroviaria, el tren tenía más de un lustro de haber dejado de pasar por allí. El lejano horizonte que se me presentaba en ambas direcciones estaba incluso vacío de nostalgia; el polvo no se movía ni un ápice y el ruido seguía siendo el de aleteos. Quizá, pensé, mi destino sea volar y desde ahí, en algún punto álgido, desplomarme. Si he de presumir algo quizá eso deba ser la constancia con la que he fracasado en todo aquello que me inculcaron bajo la lupa y etiqueta de plan de vida.


La sucia libreta de mis recuerdos, ahora más parecida a un bestiario contemporáneo que a un diario formal, jamás ha tenido alguna anotación sobre algún piropo obtenido con sinceridad; lejos de las burdas presiones sociales. Jamás he sabido a ciencia cierta si alguien se ha enorgullecido de mí por algunas de las tantas cosas inconclusas que he comenzado y he tenido que dejar sobre el tintero. Cuando era un adolescente, por ejemplo, se me vino a la mente esa loca idea de que en las películas ganasen los malos. Como no hallaba alguna me decidí a escribirla pero prontamente comenzaron a aparecerse varias y todas ellas eran en realidad muy malas. Cuando pude hacerme de una con mayor cuerpo y hechura ya no pensaba igual; deseaba ahora que en el mundo no hubiese ganadores -ni perdedores… Sobre mis pasos tan sólo he ido develando que todo aquello que he anhelado crear ya ha sido realizado. Debido a ello quizá lo más polémico que haya hecho hasta el momento haya sido el enamorarme de algún imposible. Justo como aquel personaje que al encontrar al amor de su vida lo espera por siempre para poder decirle al menos que tuvo una vida a su lado, y es que nunca dejó de pensar en ella. Dicho sujeto lo hace en su imaginario mientras camina, ya en sus últimos alientos, hacia la puerta de su amada y confesárselo con el corazón en la mano, pero se desvanece antes de que le abran. Después no sé que pasa pues nunca terminé de escribirle. 


Digamos que si quisiese adornar un tanto mis memorias podría tranquilamente afirmar que he sorteado los golpes más brillantes que me han lanzado tras las cuerdas, dentro de aquel ring de asfalto en el que lo único que he aprendido es a no ahogarme entre el oleaje de los malos pensamientos, pero la verdad es que no me he logrado defender ni en una pista de baile. Mis ilusiones de escapar de los problemas solo me hicieron ser un corredor cuyo único podio no le fue avisado y se fue del estadio antes de la premiación. La vida nunca me ha resultado fácil pero jamás he optado por el canto del reclamo, pocas veces en realidad me he quejado de algo. A pesar de todo siempre he intentado sonreír y andar por los ruedos como quien espera algo a cambio, pero sé que soy de ese tipo de individuos que tan sólo deben de cerrar los ojos para obtener lo merecido. Supongamos que me pasa lo mismo que a Arsenio López Agravio, que un día a sus 71 se ha levantado con una resaca enorme y antes siquiera de tomar un vaso de agua, se acerca a la única ventana con la que cuenta su humilde morada para ver el paisaje que tanto le ha acompañado en vida; trabajadores desmontan las vías del ferrocarril una a una; vigas enormes y oxidadas que son cargadas por grúas hacía vetustos camiones de destino incierto. No puede sino sentir el sinsazón del hecho; el tren jamás habrá de volver a pasar tras la cabecera de su cama. Decide entonces taparse la vista con la palma de sus manos y cegarse al hecho. Mágicamente sucede, acaso por el efecto del desvelo y el alcohol, pero comienza a sentir sobre su rostro el vapor de aquella maquinaría que jamás habrá de volverle a indicar la mañana de un nuevo día, o el transcurso de las horas. Ni el inicio o el final de algo… Y ambos se despiden así, el hombre y la máquina, en la duermevela del hastío… Y no lo sé, ¿quién podría? pero esa historia, quizá, en realidad algún día termine de escribirla.



A.G.V.

Mayo 2023. 

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