Jeff Beck
(1944 - 2023)
i.
Resulta curioso como Jeff Beck siempre estuvo en medio de todo, a la sombra de muchos espacios pero siempre dotándolos de luz. Como su personalidad y presencia son una especie de nudo donde varios hilos se conectan, donde se encuentran y se separan. Si hiciéramos una especie de genealogía sobre su carrera nos toparíamos con muchos proyectos que cambiaron la faz de la música popular del siglo pasado. Muchas de esas raíces, es cierto, son ya harto conocidas, claro; algunas tantas otras terminarían tal vez por definirse un poco más como meras curiosidades. Pero no por ello son menos importantes. Es así que por los brazos rítmicos de su ruedo musical nos podemos topar con gente a la altura de Eric Clapton y Jimmy Page con los Yardbirds, con Ron Wood de los Stones -agrupación de la que casi forma parte-, con Rod Stewart, que se dio a conocer bajo su manto, con Cactus como resultado de ese proyecto fallido tras un aparatoso accidente, con George Martin, el quinto beatle, en un resurgimiento abismal que haría madurar para siempre el Rock Instrumental. Bajo su tutela conocimos a Tal Wilkenfeld, una de las mejores bajistas en la actualidad y demás, y demás, y demás… Si a colaboraciones nos vamos la lista se hace interminable, Jeff Beck quería tocar con todos y todos querían tocar con él. Sus notan pasaron por cuasi todo género conocido; Rock, Jazz, Blues, Electrónico, Clásico, Pop, Swing, Rockabilly, Progresivo y un larguísimo etcétera. Sumarse en su discografía es reconocer y redescubrir la evolución de la música popular en los últimos 50 años. Su legado es enorme, incalculable, y ahora que nos ha dejado repentinamente no sólo se hace inmortal sino indispensable para todo amante serio de la música. ¡Larga vida a Jeff!
ii.
Como muchas cosas que fui aprehendiendo en mi juventud, Jeff Beck apareció en mi vida a través de discos usados y kcts piratas. No recuerdo a bien las fechas y momentos exactos pero su arribo a mi vida se dio cuando era un niñato torpe que solo entendía la música a base de guitarrazos; no podía tomar nada en serio si el riff de la guitarra no era una de las voces principales de la canción. Todo aquello que pareciese suave lo descartaba de inmediato; inmadurez plena que cambiaría con mucha ayuda del hoy homenajeado. Eran mis primeros pasos en esto que denominamos Rock; mi búsqueda era plenamente básica. Y como a muchos nos habrá sucedido, en su momento, llegó a mí la historia de los Yardbirds, una icónica agrupación que entre sus filas habían desfilado tres de los más grandes guitarristas de la historia: Eric Clapton, Jimmy Page y uno más, un tal Jeff Beck. En mi empecinamiento por llevar la contra, y a manera de capricho, me establecí en conocer a fondo el que para mí en ese momento resultaba ser el menos popular. En mi poco sentido común quería tomar el camino “más arriesgado”, y fue así, que con base en esa excentricidad me di a la tarea de investigar un poco sobre la obra de ese ex-Yardbird. No sé a bien como, no logro recordarlo, pero a mis manos llegaron unas fotocopias de una revista donde hablaban de algunos discos de Beck; nada del otro mundo, los títulos eran aquellos con los que imagino que el gran cuerpo de seguidores se iniciaron: “Blow by Blow” y “Wired”. Raudo y veloz, con los ahorros de un par de semanas, me dirigí a una pequeña tienda donde te grababan en kcts los discos que tenían en su catálogo. Ambos discos estaban, obviamente, y los ordené. Para mi sorpresa me dijeron que el gasto sería menor pues ambos cabían en una cinta de 90 minutos, así que lo cobraban como solo uno. Esperé unos días y pasé a recogerlos con mi walkman listo para su escucha.
Aquel día me subí al camión y di play. Y aquí, claro, caemos en los peligrosos terrenos que todo aquel que escribe tiende a romantizar para darle más carisma a un texto, pero trataré de ser muy claro y honesto. La música que contenía esa cinta magnética me atrapó de inmediato. El mundo se tornó en una serie de imágenes de viaje; por mi mente comenzaron a construirse colores, texturas, emociones a las que no daba crédito. ¿Cómo unas simples notas podían construir todo un mundo alrededor tuyo? Bien, la respuesta aún no la conozco y quizá nunca nadie lo haga, pero fue la primera vez que tomé gran conciencia de ese poder sanador de la música. No tuve otra opción que bajarme del vehículo y caminar hasta la casa. Las canciones me dictaban a ello: andar, ir, moverme. No podía estarme quieto. Recuerdo muy bien aún la subida por la que andaba cuando llegó el momento de “Cause We've Ended as Lovers"; me detuve, vi las cosas a mi alrededor, había algo seductor en el ambiente. ¿Podía ser una canción erotizante? Me daba miedo el describir algo con esos términos, excitante: había toda una historia detrás de todas esas frases musicales. Dos cuerpos hablándose de manera sedosa. Con todo y el pavor inicial me dije que sí, que la música podía serlo. Fue esa, entonces, la primera vez que interpreté algo en rededor del arte, que describí un lenguaje etéreo y abstracto a través de mis emociones. Hoy, claro, me dedico en gran parte a ello, así que rememoro con mucho agrado ese momento de total lozanía. Igualmente lo agradezco, siempre lo haré.
Lo curioso aquí es que ambos álbumes no estaban completos. A bien no cabían realmente en un soporte de 90 minutos. A ambos discos se les perdían los últimos segundos, casi minutos, de las últimas canciones. Pero no me importó, no me quejé de ello. Volví a la tienda y pedí que me consiguieran un disco de éxitos de Jeff Beck, ¡un disco original! Lo que implicaba un gasto mayúsculo de mis ahorros, pero era una necesidad mía el indagar más sobre ese sujeto. A las cuantas semanas me llegó su disco compilatorio de 1995 y no entendí nada. En ese álbum se disparaban por todas partes los estilos y las formas. Dudé al principio de si se trataba del mismo interprete el de todas esas canciones, dudé de si era un error o bien una mala broma, pero resultó ser verdad. Todo ello era Jeff Beck, quien se tornó todo un misterio y no tuve otra opción que tratar de descifrarlo al consumir todo lo que se pudiese acerca de él. “Where were you” me sigue emocionando como la primera vez que la escuché. Es sin duda una de las más bellas canciones que jamás haya escuchado.
Y ahora que lo pienso, tampoco recuerdo cuándo fue que por fin pude oír completos dichos álbumes.
iii.
Convertirme en un peregrino de la carrera de Jeff Beck ha sido una de las decisiones que más han enriquecido mi camino como melómano. Fue por él que inyecté en mis venas mis primeras dosis ligeras de Jazz. Lógicamente fue por él que oí hablar por vez primera de un tal Mingus, de un tal Thelonius. Fue por él que me acerqué al Funk, al Soul, fue por él que descubrí que el camino de un músico es siempre mirar hacia adelante. No estancarse sino dosificar y compartir su estilo. Con Jeff Beck perdí el miedo a explorar. Irónicamente fue un guitarrista el que me hizo olvidarme de mi necedad de solo querer guitarras en las canciones. Fue por él que comencé a derribar fronteras de géneros, que me hice a la fiel idea de que la música debe establecer un vínculo personal antes que cercarle en una clasificación o etiqueta. Y, dicho sea de paso, la suya siempre me ha tocado en lo más hondo.
Al día de hoy han pasado años, obvio. Me encuentro en una situación un tanto más privilegiado que en mis años mozos. Soy un fanático de la música mucho más complejo, estudiado incluso. Le he dedicado mucho de mi vida y de mi ser a este fascinante mundo de las notas, los ritmos y los tiempos. He tenido mis facetas, he caminado por andares oscuros y luminosos. Algunos conjuntos o músicos han ido y venido en mi ruedo y mis andanzas, pero Jeff Beck siempre se ha mantenido ahí, consolando y enseñando de sobremanera. Presumo también de tener una amplia colección de su trabajo, presumo de sobremanera haberlo visto en vivo en los Veranos de la Villa en Madrid en 2009. Y añoró, claro, que después vino a México y aunque no pude asistir sí que convencí a un gran amigo de ir a su concierto convirtiéndose de inmediato en un amplio seguidor de él. Dicho sea de paso, ese estimado amigo ya tampoco se encuentra entre nosotros; optó a creer que ahora comparten la mesa. ¡Que así sea!
Es curioso, claro, como mencioné al inicio de este texto, como Jeff Beck siempre estuvo en medio de todo. No hace mucho redacté una carta sumamente especial en la que utilicé mis anécdotas en su concierto para establecer una analogía de mis sentimientos y mis emociones. No sé porque lo hice, pero algo me dijo que era el mejor camino posible. Lo que puedo llegar a considerar como una respuesta, o bien un efecto sobre la entrega de dicha misiva, se dio el mismo día en que se anunció su fallecimiento. Resulta curioso, claro, como alrededor de Jeff Beck se dieron paso muchos andares del Rock, como forma parte central de varias raíces muy importantes para la música de las últimas décadas. Quisiera creer, claro, sin pretensión alguna, que también hay una -de las más ligeras y escondidas- que llega hasta mí, porque él me hizo en muchos aspectos. Le debo mucho, siempre le deberé.
Hoy Jeff Beck se ha ido en parte, muy poca parte realmente, porque para mí seguirá siendo siempre ese misterio que gustosamente trataré de indagar sin lograrlo jamás, sin obtener mayor respuesta que seguir sumergido en la magnífica música que nos regaló. ¡Larga vida a Jeff!
Enero
2023.
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