Replicantes.

Replicantes.
España, 2009.

Sunset Boulevard

Sunset Boulevard
España, 2009.

El que Busca Encuentra

sábado, 29 de octubre de 2011

Fortuna

Fortuna.

A. Güiris V.

Si un par de meses atrás alguien se le hubiera acercado a Horacio Medellín para decirle lo que estaba por suceder, créanme que no lo hubiera tomado a loco, ni a mal. Suficientemente se conocía como para no tomar por sorpresa futuros inciertos y hasta cierto grado surrealistas. Así que, si alguien, aún con pinta de perturbado, lo hubiera flanqueado para desglosarle los acontecimientos próximos que habrían de cambiarle la vida, simple y llanamente hubiera asumido con un gesto el hecho y simulado sorpresa cuando el acto en si se presentara.

No hubiera importado si la noticia le indicará que habría de fallecer en 15, 20, o 25 minutos, que un cataclismo mundial prontamente llegaría por detrás de la luna para exterminar a la humanidad en segundos (dejándolo como el único sobreviviente sobre la faz de la tierra), o bien que el ladrón que habría de amargarle la noche, el ligue y su quinta cerveza de la noche, se encontraba doblando la esquina del callejón en el cual se encontraba el sitio donde se hallaba departiendo la velada con algunos de sus mejores amigos, incluyéndome. Nada en realidad le hubiera puesto en alarma. Indistinta y displicentemente hubiera saludado de mano al misterio revelado, esforzándose con todas las ganas por colocar su mejor rostro de asombro y extrañeza. Así era, pues, Horacio Medellín Mendiguchia, además de obeso, calvo y ojeroso.

Muchos de ustedes, entonces, podrán asumir inteligentemente las resolutivas pertinentes, 1: Horacio no murió, continúa vivo, 2: El mundo no llego a su final, aún se encuentra en su imparable ciclo de consumación, y 3: Lo más acertado es que nos hallan despojado de nuestro capital. Pero no, la verdad es que el único atraco que hubo aquella noche fue el del corazón de Horacio por parte de Claudette, sorprendentemente opuesta a él en todo sentido. Claramente, como se han de imaginar, lo primero en la lista de la percepción, fue el físico.

La boda se lleva a cabo, pues, en estos precisos momentos bajo el cobijo de las estrellas en una pequeña hacienda ubicada en las orillas de la ciudad. Todos los colegas, según sé, han asistido. Tanto los que se encontraban ese día en que los novios se conocieron, sedujeron y procedieron a la simulación (del orgasmo), como los que simplemente se enteraron a la mañana siguiente de tan extraño suceso. Yo, como se han des suponer, no he asistido, pero no por alguna razón personal o de celos; es sabido que soy renuente a las relaciones con mujeres hermosas que usan en demasía perfume, sino debido a que el día de ayer un tipo con total pinta de maniaco se me acercó en plena calle para indicarme, según él, mi futuro: Que a la alborada siguiente, osease hoy, encontraría al amor de mi vida. Y la verdad, estarán de acuerdo conmigo, ¿quién en realidad podría fingir sorpresa en un momento así? Así que heme aquí, encerrado en la comodidad de mi casa, esperando que las manos se me llenen lentamente y paso a paso de cariño.

viernes, 21 de octubre de 2011

SUBMARINO. La Serie, Vol. 2


SUBMARINO. La Serie, Vol. 2

Avísame cuando hayas de morir. No quisiera, en esa ocasión, ganarte la partida.
A. Güiris V.

Por ejemplo… el pequeño, tímido y virginal Job siempre se sentía nauseabundamente atraído por los folclóricos zapatos de Jacobo. Jacobo & Job, (Job & Jacobo), aquellas estatuas de polvo y sal a las que pocos se atrevían siquiera lejanamentea saludar, y cuyo sitio se encontraba siempre en la zona más oscura del lugar –la esquina septentrional, como le decía Mauricio cuando aún no hallaba las sombras del mezcal en las tapas de solvente que compraba antes de iniciar una más de sus “orgánicas” pinturas. Aquellas casi míticas siluetas de nostalgia que quedaron retratadas por la lente de Paulina en un otoño cualquiera y cuya impresión vagó y divagó por todos los rincones del sitio hasta que encontró su idónea ubicación detrás del espejo de la barra, donde se decía –a secretas voces– se encontraba un viejo mapa que rezaba las verdaderas razones del amor.

A Eva, en alguna ocasión, le germinaron unas incansables ganas de acariciarles de los hombros, pero hacerlo, nos dijo en otro momento de amansada cavilación, hubiera sido como quedarse en las comisuras con la sangre que le escurre al campeón de los pesos pesados después de la más cruenta pelea de box; no sabes en realidad de la de quien se trata. Así que, cual cinturón de campeonato recién curtido, se enamoró de ellos –primero de uno y luego del otro–engañando así, imaginariamente, a su novio, Marcos, profesor decano de la facultad de música y ejecutante de tuba en la orquesta sinfónica, que se refería a ellos con su vieja, conocida y repetida –hasta el cansancio– fabula del violín viejo: “Si un violín acaso tiene más polvo que música, estimados compañeros, los extremos de sus razones siempre han de ser evocativos. Bien puede que se trate de un objeto históricamente invaluable, claro, pero si lo pensamos bien y le damos la vuelta a la moneda de la desdicha, puede que retrate una extraordinaria función de ornamento y decoración”. Raúl, que solía hacerle caso más por respeto a su mal gusto que por sus canas, optó por su teoría y en ocasiones les mandaba un par de cervezas a cuenta de la casa.

Joder tío, dijo Frankie en la semana que le estuvo de moda la madre patria; ocasión en que se me encargó insistentemente la tarea de llevarles un par de mojitos gratis, si estos chavales tuvieran al menos un poco de valor y de conciencia, harían prontamente una fortuna como espectáculo de circo. Piénsalo bien, me dijo casi litúrgicamente, si a ese Job le marcáramos un poco más la venas y el labio leporino y al tal Jacobo le alargáramos unos centímetros más las patas, tendríamos a un par de personajes de los que la gente pagaría una buena cantidad de perras. Puedo jurarlo. Créeme tío, yo sé de lo que habló. Recuerda aquel viejo refrán: “Hasta de una sabana puede salir una gran carpa.”

Testarudamente, Francisco Arreola González, el “Pancho”, otrora mesero del lugar, los buscaba diariamente en las paginas centrales de la nota roja con un enervante ímpetu. Apalabraba su honor al hecho de que algún día habría de encontrarlos allí, atrapados infraganti en una de sus fechorías. Lo hacía principalmente para compensar aquella ocasión en que le detuvo la policía por orinar en la vía pública cerca de una casa de citas y fue inmortalizado en el obituario de la decencia, a un costado de los masajes. Pero su misterio no quedaba allí, en el propenso alejamiento a los problemas a citar, no. Ampliamente rebasaban el empacho y el candor, dando paso a la inercia y dejadez como lo descubrió en cierta tarde Darío, el considerado cocinero del Submarino, cuando instó por preguntarles sus aficiones y obtuvo por respuesta que le pidieran la cuenta. Nadie en realidad lograba dar con el nexo que nos hacía saber sus verdaderos nombres.

En realidad eran recónditos, viajeros de otro tiempo: el futuro, no podía ser de otra forma. Solía decir Mauricio que nunca había tenido tanta certeza de que lo mejor de la vida siempre es lo que se ha ido quedando y no lo que está por venir. No podían ser divisiblemente pretéritos, no, su olor era demasiado moderno… Turbiamente, el color de su piel, así como su vida misma –y todo lo que les rodeaba– era igualmente material de un inagotable debate en las horas de hastío en el bar. Algunos, como Kasuo y Mike, los perneaban de una tonalidad rosácea, alrededor de los 34 y con un oficio de construcción estéril. Otros, como José y El Ballenas, los miraban de diferente color; un tanto más sesgado hacía el morado, de unos 27 y sin labor afianzada. Raúl y yo, que optamos siempre por no opinar, coincidíamos que cuando se avecinaba la madrugada, bien podrían formar parte del elenco secundario de una película de la época de oro del cine mexicano.

Eran quietos, callados y eminentes como lo ha de ser un blasón hecho de plomo el día de su debelación; la jornada en que hasta las palomas le respetan. De tan monótono sigilo que uno no podía hacer otra cosa que hablar, rezar y amar por ellos. No es que no tuvieran corazón, era únicamente que la vida les había cobrado sin descuento el estreno de su alma. Bien decía Kasuo que a ese tipo de personas hay que recordarles con magra sorpresa, como si 15 minutos atrás te hubieras enterado de su deceso. Simple y llanamente hay algo que no cuadra en el universo.

viernes, 14 de octubre de 2011

Biografías del Rockero Desconocido Vol. VIII

Biografías del

Rockero Desconocido VIII.


VIII.- H. Elías Castillo Familiar (1960 - )

De inagotable talento, este polifacético multiinstrumentista se encargó de engalanar y fusionar los géneros del norte en el rock nacional tanto en imagen como –diría él– en “silbido”. De claras influencias populares, “H”, como era mejor conocido por sus allegados, fue un eterno viajero e incansable amante de las ciencias populares reinantes en la costa del golfo mexicano. Su visión, siempre atenta antes las necesidades básicas de la sociedad, le otorgaron un reconocimiento profundo por parte de varios sectores de la colectividad musical. Su legado, ante todo, queda sostenido en las actuales entregas y aceptaciones mutuas de ambos géneros.

Sin haber tenido una educación formal en lo que respecta a la música, “H” se destaco en su adolescencia por la naturalidad de ejecutar diversos instrumentos como la harmónica, la tarola, la guitarra, el bajo, el acordeón y la flauta. Su particular uso de la voz, en clara alusión a una mezcla del sureste mexicano con los territorios más al norte, así como una lírica públicamente resonante (inteligiblemente haciendo uso de la burla y el doble sentido) le fueron abriendo espacios rápidamente en los pocos foros de su ciudad natal. Es incluso, debido a él, que algunos cuantos más (actualmente operando) se abrieran… De una personalidad marcadamente introspectiva, activó su carrera debido el empuje de sus amigos, “una pequeña tropa de callejeros con hogar” como solía introducirlos en sus presentaciones, los cuales mediante una colecta asumieron el gasto de su primer material: “Al sol se le mira con la espalda, al mudo se le habla con las manos” (1982), con el cual obtuvo un animoso éxito que se reflejó en un llamado a la capital para un breve número de presentaciones que rápidamente se extendió a otros territorios, incluyendo Guatemala y Canadá.

Con la salida de su segundo material, “Templo” (1986), su carrera explotó en un éxito que involucraba meticulosamente el son, la trova, el rock, la tambora y la música norteña. La crítica especializada, cabe resaltar, alabó dicho lanzamiento haciendo que “H” se convirtiera rápidamente en un personaje público, asunto al que fue renuente desde un inicio ocultándose en ciertos poblados del bajío por años. Aunque gran parte de su circulo de amigos conocía su paradero, nunca lo indicaron a pesar de las presiones de la anodina prensa de espectáculos.

Para 1989, un tercer material, “Casi Hermanos”, salió a la venta siendo un éxito inmediato en las listas de popularidad de todo el país y algunos países de Latinoamérica. No obstante, la crítica lo hizo a menos debido al rencor que se le tenía ya por la nula atención (entrevistas, ruedas de prensa, reportajes de color, etc.). Cercano más a la música norteña, este último material consistió en la fusión total de los géneros más populares de aquellas latitudes del país con el rock que se hacía en la capital.

Adelantado a su época, sus tres álbumes permanecieron en el olvido durante los años consecuentes debido al boom del denominado “Rock en tu idioma”. A partir de 1991, desaparece sin que nadie sepa, hasta presentes fechas, su paradero. En la actualidad, su material ha sido remasterizado y vuelto a colocar en el mercado debido a la fuerte influencia que ha tenido la música folclórica en el denominado pop. La crítica ha reevaluado sus apreciaciones y han avalado mayúsculamente su carrera.

A pesar de que su búsqueda a resultado un tanto en vano, el reconocimiento de su legado ha sido ya asegurado debido, ante todo, por su candidez humana.

Artistas Favoritos : “Los Tigres del Norte” & “Willie Nelson”

Canciones Favoritas “Distante Instante” & “El Hijo Desobediente”

viernes, 7 de octubre de 2011

SUBMARINO. La Serie, Vol. 1

SUBMARINO. La Serie, Vol. 1

Las promesas se comprometen mejor bajo el agua. Recuerda que lo que bien nace hundido, siempre ha de querer rebeldemente respirar.

A. Güiris V.


Hemos de reconocer, estimada Estefanía, que ocasionalmente Raúl se acercaba a tu lugar en la barra con las cuentas pendientes para hacer un compendio de ellas. De esta manera, si recuerdas bien, mediante una sonrisa tan amarilla como las hojas y desteñida como la tinta de la más antigua, las sumaba frente a ti en convenio atestiguado por los demás morosos dejando sólo una cifra en el costado superior izquierdo de una nueva y fresca nota que abanicaba, según los más asiduos comensales –y entre los cuales nos destacábamos– el tajante grosor del pasivo. Y es que al fin y al cabo, de un momento a otro, se convertían (todas ellas) flagrantemente en una simple, llana y ligera hoja… Seamos sinceros, ¿a quién en realidad no le quitaba eso, literalmente, un peso de encima?... Lo hemos de reconocer ya, estimada Estefanía. Aquellos fueron nuestros tiempos dorados, los tiempos que fuimos forrando en estaño.

Frankie, tu flamante admirador, que era en demasía un tipo práctico, solía acercársele a un indulgente Raúl encarecidamente antes de que se suscitará cualquier situación similar, no para sentir que resarcía de manera menos dolosa sus compromisos, sino para ahorrarle un poco de papel y tinta. No hemos de negar, pues, que cuando las compras no habían sido del todo efectivas en El Submarino, y el papel de baño se agotaba, debíamos de utilizar las comandas como tal. “Pero que forma más catártica de limpiarte el espíritu y los pedos” solía menguar el hecho Kasuo, ¿lo recuerdas?; aquel petulante reportero japonés venido a menos que encontraba más sazón en el fondo de un vaso de whiskey barato (y en los retozantes intentos de entender a Sabina), que en las malintencionadas notas que surgían a cada instante dentro del bar por parte de los estudiantes de periodismo, y/o los periodista noveles. Era en parte cierto, sí, como innegable era también el hecho de que, a pesar de lo que se rumoraba por allí (en la competencia), mujeres, muchas mujeres –como Eva y como tu– iban y venían. Buscaban y rebuscaban el lugar. Otra de ellas, si bien rememoramos, era Susie; la rubia de plata que jamás había subido al podio. Amante de Frankie. Aunque en Frankie, todos los sabíamos bien ­–tú más que nadie– sólo podía existir el nombre y calor de una sola mujer... Era por eso, quizá, que su relación en realidad funcionaba. Susie y Frankie, pues, eran una pareja casi perfecta. Él se aferraba a todo aquello que sonará y oliera a dinero, ahorro y apuesta. Y ella lo amaba porque era el único que podía ofrecerle seguridad económica. Él era alto, sí, mucho. Ella guapa, casi en extremo; no recuerdo a alguien que no volteara a verla cuando cruzaba el umbral de bienvenida… Era muy bella, sí. Y él alto... Bien podríamos resumirlos así.

¿Pero que podemos o podíamos decir? Era el amor Estefanía, el amor. Aquel que flota sobre el aire cual partículas de polvo embalsaman un lugar cuando intentan hacerle el aseo; jirones de aserrín que bailan alrededor con olor a cloro y humedad bajo los haces de luces moradas y verduscas que pronta y raudamente han de dejarte, si bien te va, con una aguardentosa voz como carta de presentación para la mañana siguiente, o bien con una vociferante tos canina como timbre de atención para el doctor. Hemos de reconocerlo, amiga mía, con un poco de rubor en la entrepierna, en realidad, no era otra cosa más que el amor. Aquella sensación formada en parte por el encanto del lugar y en parte por el embrujo del alcohol. Al fin y al cabo, lo entenderás, la formula más precaria y pura de este resulta siempre ser, en ese tipo de terrenos, suciedad fermentada cariñosamente que se antoja así haga frío o calor, así llueva o seque la agonía del tormento en medio del oasis del retiro. Amores de aliento, pues, como alguna vez dijiste, amores de aliento que se borran con la compra de una menta en la farmacia más cercana...

Días fueron, sí, de escritura, sonrisas y mitos locos. Días en que el respiro no podía dejar de olernos a otra cosa que no fuera anís, tequila y hierbabuena. Días en que por ratos indagábamos someramente en la naturaleza humana al escuchar relatos sorpresivamente parecidos cada quince minutos cuyo ritmo, tensión, destreza y soberbia, cambiaban proporcionalmente con el grado de licor que ingería el narrador. Yo, al menos, aún recuerdo cuando Frankie desapareció, ¿y tu? Lo hizo de la misma manera que Mike, su mejor amigo; de quien se decía contaba con mucho dinero, una enorme casa con alberca en el centro de la ciudad y tratos miles con la mafia serbia... De quién no se podía hablar, ni visitar sus aposentos pues una maldición cerniría sobre ti por el resto de tus días. Y no es que su fantasma, momia o demonio se te fuera a aparecer ni mucho menos, no. La realidad misma, si lo recuerdas bien, se jactaba de ello, o al menos hasta que a las puertas de tu hogar –si es que te atrevías a desobedecer la sapìencia popular– recibías la lúgubre y sombría visita de su abogado.

…En fin, has de imaginarte ya, a estas alturas, que he traído buenas nuevas de Frankie. Y es que resulta que el otro día me lo he encontrado. Se halla aquí, en el mismo cementerio que tu. A unos cuantos pasos, ni tan lejos… La otra vez, después de traerte tus azucenas –y mientras deambulaba por los recovecos del lugar buscando algunos nombres para mi nuevo guión– me lo encontré. Si lo vieras, la tierra que le precede tiene ese particular color con el que maquillaba sus ojeras el cansancio. Me imagino que ahora, por fin, ¡por fin!, se encuentra retozando. No quisiera sonar jocoso, ya me conoces, pero, ¿me perdonarías si acaso dijera que, tal vez, era su destino acabar uno cerca del otro? ¿Qué en ocasiones, en muchas de ellas, uno no escucha el llamado de la jungla a la cual realmente pertenece?... Me has de disculpar, pero ya te veo de su mano entre nubes y nubes de cigarro jugando a las cartas mientras cuidan los pasos de quienes seguimos aquí. Por mi parte no te apures, yo al menos espero que lo sigas haciendo por un rato más sin represalias. Al fin de cuentas, heme aquí, extrañándote a tal forma de venir a hablarle al montón de tierra en que te has convertido. Pero créeme, en serio, créeme, hasta incluso lo he preguntado, algo tiene este espacio que todos creen que fuiste una mujer muy atractiva. Siempre te lo dije, “a ti la arena te ha de hacer mejor justicia que a nosotros”…

…Del bar, bueno, ha desparecido en estadía pero no en memoria. Nada extraño realmente, siempre supimos que sería una especie de romance perdido y encontrado, un amor pasional que va tomando interés al calor de las copas, pero que se enfría con el rozar blando de las colchas de un hotel. El hotel más cercano, la casa más lejana… Pero bueno, debo retirarme, estimada Estefanía, el ocaso llega y debemos descansar. He de esperar la próxima vez que encuentre tus azucenas. No te preocupes, me supongo que ha de ser muy pronto. Mientras tanto, que tengas una bella noche. Me imagino que allá siempre es así…