Replicantes.

Replicantes.
España, 2009.

Sunset Boulevard

Sunset Boulevard
España, 2009.

El que Busca Encuentra

lunes, 24 de septiembre de 2007

Sideral

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Para mí columna de este lunes decidí burlarme un poco de este nuevo emperador mediático que es el Internet - tantos años coexistiendo con el y nunca se me había pasado por la mente tratar de adjetivarlo.
Como es mi baja y vaga costumbre – debido a lo cascarrabias de mí personalidad – no le va muy bien en mí escrito, aunque sí opino que la penitencia que carga no es culpa de el sino de sus usuarios, en fin…

SIDERAL.

Abrir el Internet siempre es una sórdida sorpresa, un golpeteo constante a la cabeza que no cesa hasta que alguno de los dos contrincantes, el hombre o la maquina, ceda por completo ante los pedimentos del otro.
Por ejemplo, durante todos estos años en que he tenido que convivir con estas nuevas tecnologías- como vulgarmente se les han nombrado - he descubierto con igual asombro mi alienación ante ellas. Aunque claro, nunca he creído eso de que inmerso en su universo, uno puede viajar por la entereza del mundo, en todo caso, el traslado virtual que uno hace dentro de este espacio, es, para mí, sólo el éxodo de la pena del mundo; la vagancia de todo el errar y posible acertar humano.
Debo aceptar que en ocasiones, cuando me despego un poco del mundo - en pos de un poco de paz - debo retornar a el para encontrar un motiv que explote el texto que debo escribir a cada semana para este espacio; cosa que me agrada en demasía por que me doy cuenta de lo ruin e indignos que somos como raza.
Y apartado, debo enterarme de lleno de todo este ramplón colectivo de referencias sociales. Por lo que me dirijo a la herramienta más pueril y tramposa de todas con la que cuenta este piadoso ordenamiento humano; la afamada red - entonces me queda la eterna duda de si quedamos como las arañas o como las moscas, como la victima o el victimario.
Todas las semanas entonces, llenamos estos espacios virtuales de todo y nada, de pocas cosas que realmente valen la pena y la sobajamos de pura hablilla política, deportiva o del vulgar espectáculo nacional que maltrechamente nos representa en un mundo sobajado por videos de bromas pesadas (humillantes), fotos amarillistas, músicos mediocres y oportunidades sin cesar para echar a perder el lenguaje, con el llamamiento mediático para que todos apliquemos las triviales e improvisadas técnicas de grabación, captura y composición. En fin, al pueblo hay que hacerlo sentir importante, ¿o no?
Para mí es risible y fascinante el adentrarme al mundo del Internet, pues es en su discurso lleva la penitencia, la mentira que ofusca su verdadero brillo. El mundo no se encuentra en nuestras manos, sino el instinto de cada ente a tratar de discernir entre la regla y lo opuesto a ella (abriendo el campo totalmente a la interpretación) para poder expresar algo - y que en muchas de las ocasiones no rebasa esa categoría (del vil intento).
El Internet para mí, en su mayoría, es la más grande broma jamás desarrollada, una más de las promesas del postergado progreso mundial. Es claro, también un pretexto para andar disponiendo de la sapiencia popular y adoptarla al discurso global, es un momento relegado en el tiempo, es la manifestación de la faltante cultura, el disimulo para la creencia de una pertenencia; la del ciudadano mundial.
Cada que me abro paso sobre este campo de información internacional, me percato de lo ya percatado, digamos que sólo puedo evidenciarlo de alguna manera. Percibo más lo que somos y menos lo que no; la lógica pues, revuela ante los incrédulos ojos de las nuevas generaciones que cada vez olvidan más la capacidades reales de expresión artística, acercándose a actividades de la boga contemporánea tratando de ubicarlas como subculturas que parten, según ellos y nadie más, de movimientos de décadas pasadas que en su trasfondo contenían elementos de revelación social; cosa que no logran entender del todo pero que no valen la pena, la imagen es y será la importante. Lo que me hace pensar que la red es usada de la misma forma en que toman un libro, dígase claramente, sólo ven los dibujitos. ¿Por qué la quieren tanto entonces? Pues en ella existe la diametralmente oportunidad de cortar y pegar información sin ser revisada, (ilusos aquellos que impliquen aquí el concepto de análisis). La Internet, pues, es siempre una sórdida sorpresa que nunca cambia, sólo se llena de lo mismo. Bienaventurados.

¿Dónde estas Hermano?

REDONDO.

¿Dónde estas hermano?
(O Brother, Where Art Thou? Ethan & Joel Coen, 2000).

Se escucha un disparo mientras un tranvía pasa, es la década de los 40. Tom Reagan sabe que alguno de los dos que aún quedan con vida ha muerto, su plan está a punto de ser culminado. Lentamente sube por las escaleras mientras se delata el rostro desangrado de Johnny Caspar. Acorralado, en una esquina, se encuentra Bernie Bernbaum. Tom establece una inteligente y muy desarrollada charla para el poco cerebro e inventiva de Bernie, lo desarma y le hace confiar en el por última vez en su vida, minutos después le confiesa que debe matarlo. Bernie cree tener la solución, se arrodilla ante él a llorar como en la anterior ocasión en que debía de matarlo. Bernie sollozadamente le pide que escuche su corazón, a lo que Tom responde: ¿Cual corazón? Y le atraviesa la cabeza con un balazo.
Una de las primeras imágenes con las que me topé al enfrentarme al cine de los Hermanos Coen fue la muerte, aunque estoy seguro de que a muchos les pasó lo mismo, y es que hablar de la inventiva de esta pareja de realizadores uno no puede quedar conforme. Su ingenio traspasa la vida misma de sus personajes que divertidamente matan una y otra vez.
Ocasionalmente se dan a la tarea de aligerar la carga de su excéntrico e impresionante humor negro bajo uno de los discursos más crudos de los últimos años. El círculo narrativo que manejan siempre ha de guiarse temporalmente, originando como solución a sus conflictos más conflictos aún. Sorpresa tras sorpresa en lecturas aparentemente simples, permanentemente complicadas; cargadas siempre de una de las filosofías cinematográficas más originales de las últimas generaciones.
¿Dónde estas hermano? es un viaje regido por todo menos por la fe. Es la miseria, la sordidez y la codicia la que nos guían por esta variación libre de la Odisea de Homero; tres convictos de los años 20, prófugos de la justicia - bendecidos por la inventiva de uno de los héroes más memorables de la historia, Odiseo (Ulises; un líder nato que nos guía por este vagar, no en aras de la libertad, sino en pos de un desarrollo secular) - entablan el mediocre viaje hacía la promesa.
El tesoro prometido está por perderse, el desarrollo ha de llevárselo bajo el manto del futuro venidero, la modernidad - el sur va a cambiar nos dicen, y el sur cambió. El viaje, pues, no es otra cosa más que el despido de toda razón de fe; las esperanzas se han ido, se le ha dejado el destino a las manos de la nueva política, la que no cree en tratos sino en la deshonra del contrincante. La moral, entonces, queda varada en un anillo perdido en medio de un rió hecho por el hombre en pos de la renovación - justo en el mismo sitio en el que el mal es negado y enterrado; justo como para nunca dejar ese lugar. La inundación fue anunciada, el desarrollo prometido. La vida moderna llega en tiempo y forma, sin retrasos ni demoras; la vida no espera y es la vida de estos tres corrientes y grises hombres la que creyentemente se salva, justo después de la noche en que los hombres los habían condonado por sus errores; el desarrolló ahora lavara los pecados.
El mundo ha muerto, el futuro se aproxima y con él las nuevas manías del hombre. El Blues (el grito del individuo común) se ha vendido, se ha dejado vencer en un crucero donde su voz - la del hombre de las penas constantes - le ha cedido su alma al diablo, los hombres se convierten en animales, pues el amor ha descubierto el encantamiento de su veneno, los humanos se han deslumbrado por el artificioso poder capital y han perdido parte de su vista; ahora concentran todos sus sentidos al dinero. El mestizaje ha sido borrado, ahora todos seremos parte del mismo pecado; el génesis de la vida, dictado mucho antes de las doctrinas de Homero, ha sido ostentado en una soez campaña política, en una vulgar fama que es dada por necesidad y talento, por un insignificante viaje sin sentido, inmerso y originado por medio en una mentira y repleto de traidores, ladrones, charlatanes, racistas y asesinos – todos ellos, justificados por la necesidad de ese mundo moderno prometido por una voz silente que se escucha entre las líneas del dolor de aquellos que picaban piedra para curar su pena y rogar su perdón.
Los hermanos Coen nos golpean con risas y burlas, nos arrojan a la cara nuestra propia naturaleza humana, nuestra debilidad principal, nuestro razonamiento pueril sobre los malos actos que siempre se quieren ocultar bajo las faldas de la fe. La natural ignominia que significa ser humanos.
Los Coen desarrollan su trama, nos insultan y se insultan, nos ignoran en un tiempo; - nunca hemos de cambiar parecen decirnos - y se dan el lujo de sacarnos una que otra risotada. ¡Que mejor que burlarnos de nuestra mísera pena, ajena a dios, al diablo y a todos a los que los acompañan ya muertos! ¿Será por eso que maten a tanta gente?
Necesitamos del mal para seguir siendo humanos. Desde muy temprana su carrera nos lo han dicho con magistrales obras que no dejan de sorprender, es un discurso negro - oscuro internamente pero que de frente nos llena de un gran rato de buen cine. ¿Dónde estas hermano? no puede ofuscarse de las obras que le anteceden así como las que le continúan. Es parte del maravilloso discurso del demérito humano, del antisueño americano, de la falaz fragilidad de la naturaleza humana, del saber que la vida es tan sólo un paso más para de nuevo encontrarnos, frente a frente, con la muerte. En está ocasión, como un viaje que ha vencido el mortal paso del tiempo. La musa nos ha escuchado, roguemos.

¿Dónde estas hermano? de Ethan & Joel Coen
Calificación: 3.5 De 5 (Muy Buena).

El Desesperar de los Muertos

REDONDO.

El Desesperar de los Muertos.
(Shaun of the Death. Edward Wright, 2004).

Cuando George Romero presentó al mundo su primer filme “La noche de los muertes vivientes” en 1968, dictaba con un muy bajo presupuesto un discurso más inteligente de lo que implicaba una película independiente acerca de muertos que despertaban de su eterno letargo. En el entramado de su historia advertía un alejamiento humano de la humildad, la compasión y la humanidad misma. Romero ubicaba al humano rendido ante una cultura de consumo bajo el naciente género del cine gore, abrazando parte básica y fundamental de las religiones sincréticas de Haití.
Después de esto, generaciones de realizadores se desbordarían ante la creciente hechura de este tipo de cine, un cine que no muchos aceptaron en ese momento y que aún sigue siendo rechazado. Bien dice Andrés Pascoe Rippey, experto en el cine zombi: “La gente educada, culta y fina suele ver con desprecio las películas de muertos vivientes. En parte tienen razón. Los fans del cine zombi – y del cine de terror en general – son una especia con una gran tolerancia a las malas películas, dispuesta a ver cosas que la mayor parte de la gente nunca vería.”
A casi 40 años de la aparición de los muertos vivientes en el cine, y posterior a que muchos de los cineastas que comenzaron en este estilo pasarán a las grandes ligas de la industria, encontramos a Romero aún enamorado de sus seres, de su doctrina acerca del humano contaminado por la política y la mercadotecnia. En una etapa de rezago ante este culto, salvo remakes que no agregan nada al género, es que nos topamos con el filme “El desesperar de los muertos”; comedia tributo a este mundo dentro del séptimo arte; un entretenido largometraje que nos divierte partiendo del culto que nos atrapa con una hechura pocas veces vista dentro de este tipo de cine.
Lejos de acercarse a la doctrina de Romero de manera eficaz - y en varias partes de fina manera - lo que absorbe a la trama principal de esta película es el quebranto irónico en una avanzada premisa de romance. Un muy sutil humor negro que avanza ironizando el modus vivendi de una contemporánea sociedad inglesa.
Edgard Wright, su director y Simon Pegg, coguionista en conjunto con el director - y a la vez personaje principal - nos contextúan desde el inicio en el bunker que siempre establece el género. Lo irónico se establece desde la naturaleza del tributo, ahora no es un centro comercial el retenedor de la masa consumista, sino un bar inglés el que será el testigo fiel de todas las resoluciones habidas y por haber en un mundo contextuado en el presente. El amor, el dinero, la vida, la muerte y la familia se basarán en las últimos pedimentos que se encargan ante el misterioso ser que ha de verter en nuestros vasos - Algo ya llevado a la pantalla de buena manera por Fred Schepisi en el 2001 en su filme “The Last Orders”.
El desesperar de los muertos despierta bajo el manto tendido de la rendición de un tributo, sin más miramientos que el exacerbar un poco los clichés de una situación de crisis de identidad personal, que se ve reflejado en una homogénea relación amorosa - que pide a gritos un cambio y una renovación - y el alejamiento familiar causado por el rencor de los años que mantienen a Shaun, nuestro protagonista principal, recluido en un trabajo adolescente al ya casi llegar a la tercera década de su vida. ¿Cómo te va?, le pregunta Yvonne, en cada encuentro casual que tienen durante el filme; obviamente el concepto de sobrevivencia cambia, madura. El amor, la lucha por la vida y el derrocamiento de la muerte bajo el ímpetu del consumo por un casual consumidor fiel a su proveedor es, tal vez, el máximo discurso que tiene esta película. Pero no podemos pedirle más a esta enternecedora comedia que garantiza un atrevimiento dentro del género, tal vez el único después de “Bad Taste” del entonces debutante Peter Jackson. Este filme es en realidad lo que promete ser, una divertida comedia romántica británica repleta de zombis de buena manufactura.
El hecho consumado de un buen rato frente a la pantalla y de unas buenas risotadas es algo ya no tan visto ni siquiera en las comedias burdas de los estadounidenses. El desesperar de los muertos es un buen momento, un tiempo ganado en la sonrisa y en el recuerdo de una película que recomendar sin más miramientos que el hecho de disfrutar de una agradable pesadilla.

El Desesperar de los Muertos de Edgard Wright.
Calificación: 2.5 De 5 (Regular, divertida).

lunes, 17 de septiembre de 2007

Eme, e, acento, equis, i, ce y o.

EL BOLISLLO IZQUIERDO

Esta es la primera columna que sale al mismo tiempo en que se publica en cierto diario local.
Como es de algunos sabido, hace unos cuantos días se celebró en nuestro país el dizque grito de independencia; y como bien menciono en alguna parte del siguiente texto, todos los años me doy a la tarea de escribir sobre este disimulo. He aquí la de este año…

EME, E, ACENTO, EQUIS, I, CE Y O.

Los tequilas se fueron traspapelando. Lenta y sigilosamente mutaron “milagrosamente” en unos muy comunes - y por tanto corrientes - whiskys escoceses, en la igual tarda y falsa celebración de la primera quincena de Septiembre.
Los tricolores adornos que engalanaban con mísero intento el techo - muy a principios de la ya tradicional fiestas de pretexto - formaban parte ya de la impureza del suelo; todos los pesos y centavos que habían costado los papeles maché y china eran ahora pisoteados por los ex-bebedores de tequila.
Confieso abiertamente que entre todas las dudas que me han mantenido incesantemente con vida durante todos estos años; una es la que en particular nace y renace siempre cuando se acerca el ya rebasado 15 de septiembre. ¿Por qué si celebramos la independencia disimulamos todo a la usanza de la revolución? Ya saben; sombreros de palma, adelitas, rebozos, nopales, botas de piel tipo charro, hebillas vistosas y el ya exhibido tequila (la fiel voz de la sinceridad del mexicano). En lo personal, preferiría un estilo más Victoriano.
En fin, supongo que hay cosas que no tienen una respuesta del todo clara; cosa que me he respondido románticamente en cada ocasión con el sencillo rezo de vivir en una tierra surrealista por naturaleza. ¿Por qué nos vestimos como revolucionarios en la “celebración” de independencia si eso fue 100 años después? Es el México surrealista me digo, me apapacho y me alejo del tequila, prefiero el Ron y esa es mi libertad.
Los tequilas, pues, se habían traspapelado, mejorado o empeorado según el gusto del cliente. Los tricolores eran ya parte del prado urbano del festejo, el fin se había perdido como en todo fin de semana, el pretexto inicial yacía oculto y sedimentado en la botella de tequila que poco tenía de morir. Y mientras los corazones rotos se zurcían de nueva cuenta en los primeros compases del estereotipado y vulgar cántico puertorícense, los cuerpos se fundían en un candente baile sin sentido, dejando atrás toda tradición vencida, se dejaban conquistar, pues, por el sentido común de una vida cualquiera. Los símbolos eran pisoteados por todo el conjunto.
Algunos - los recalcitrantes puristas - bien pudieron sentirse ofendidos. ¡Miren que dejar atrás todo lo que implica ser conacionales! Pero yo no, no me ofendo, ni cristianizo ni maldigo. Año tras año escribo en este espacio acerca del sobrevaluado festejo de independencia. Todo pasa/ nada pasa.
Mucho se ha dicho ya de que en realidad no somos ni independientes, ni libres y muchos menos autónomos, pero en un discurso ampliamente más vencido como el mío, lo razonó de una manera un poco menos acorde con la moral patriótica que nos debería enorgullecer. Lo más cercano a la libertad que podemos llegar a tener, es simple y llanamente la subordinada elección de la cultura de masas.
El mexicano es una mezcla de todo aquel que nos ha vertido (y de los que nos verterán) un poquito de flagrante cultura populachera (no tanto popular), multiplicada a la potencia de la irracional naturaleza surrealista que siempre he defendido. El mexicano, pues, es un coqueto muñeco voodoo vestido de charro futbolero con cerveza en mano - por aquello de que se nos desarrolle la costumbre del deporte - y actitud de galán machista pueril y contracultural que en ocasiones le da por vestirse con la camisa de moda (en los tonos de la temporada), con la absurda creencia de que siendo una homogénea plasta para con el todo, llamará más la atención. El mexicano es creencia vil, por eso la virgen, la policía y el fútbol, por eso cuando El Papa vino a esta tierra lo inmortalizamos con la rola de un brasileño. Por eso adoptamos a cuanto “artista” de las bajas legiones del mundo; porque somos creencia y creemos en él. Por eso celebramos la independencia con toques mexicanos que después pisamos; porque pretendemos lo que se debe en cada contexto que nos es dado.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Ar-ma-ge-dón

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Un día me encontré con la cruel realidad de un domingo ya entrada la tarde - cuando uno quiere distraerse un poco del mundo y este lo abofetea fuertemente con la programación del televisor. No importa que sistema de cable o satélite se tenga, uno nunca encuentra nada bueno; lo que envuelve con una misteriosa tela de interesante a la programación nacional. En aquella ocasión estuve tentado a ver los maltrechos y penosos “realitys” de televisa. Me detuve, me regañé, me imaginé en el fin del mundo y me petrifiqué. He aquí lo que escribí inspirado en ese instante.

AR-MA-GE-DÓN.

Ruinas, ruinas y más ruinas. Posiblemente debemos irnos acostumbrando a observar dichas imagines en el televisor (el verdadero mejor amigo del hombre… …flojo), instruirnos a la visión del post-apocalíptico mundo que desde niños se nos mostraba en caricaturas como Thundar el Bárbaro. Puentes caídos en estados unidos (sí en minúscula), China y próximamente en… (mejor no profetizo nada), así como la mina derrumbada en Utah que dejó sepultado a todos sus trabajadores, que como severa lección para todos nuestros conacionales, nos demuestra que este tipo de tragedias no son exclusivas de nuestros territorios. Y ya para que todo quedase más claro, dentro de dicha desventura internacional, mandamos a nuestros representantes nacionales; en eso sí nadie nos gana - el otro día, por ejemplo, rememoraba aquello del fuego eterno en Francia que resulto no ser tan eterno después de su encuentro con un paisano en el mundial -.
Y es que con esto de dichos paisajes derruidos, el calentamiento global y sumando el estado de las carreteras que tenemos en el país, así como los agobiantes topics de los reallity shows (con todo su nombre cache), empieza a formarse en mi mente la imagen que muchos han tratado de imponer desde algunas décadas atrás, respondiendo aquella milenaria pregunta ¿Cómo será el futuro?
Es ahora que empiezo a observar el futuro, como presente inmediato y luego como un pasado no lejano que no deja de ser elemento para una lectura más a futuro, que me doy cuenta que malgaste parte de mi fe al confiarles esa visión a algunos de mis directores favoritos. Siendo el 2007, nada de este mundo tiene una connotación con todas esas cintas de ciencia ficción, que en efecto, si mostraban una vida pos-revolucionada después de un cataclismo natural, mora, ético y/o político que había trastocado los mismos nodos de origen social del mundo.
Revalorando todos estos factores y observando los primeros indicios de mutación (¡cuanto feo se encuentra uno ya en la calle!), me he tirado ya a un vicio imprescindible de nostalgia y terror. Jamás me imagine un futuro tan caótico e hilarantemente surrealista como el que estamos viviendo, es más, no creo que ninguna mente, por más imaginativa e inteligente que fuera, lo habría llegado a pensar.
Cautelosamente camino por las calles sin saludar a mucha de esa gente con la que he de luchar por un pedazo de pan y una gota de agua en unos cuantos años, a la que dentro de poco tendré que acusar de traición a la soberanía autoritaria de los que se quedaron con el poder, el dinero, las bellezas naturales y todo lo que nos unía con el medio ambiente para sentirnos parte de una creación divina (sin tener que manifestar un sentido de deidad).
Posiblemente cohabite debajo de uno de los tantos puentes caídos (y no gracias al cataclismo), sobrellevando el hambre, la sed y sobre todo el placer cultural. Me imagino que para esos años podré comprar otro tipo de placer con algún buen disco de antaño, de esos que desde hoy he empezado a cuidar más para poder sobrellevar la post-apocalíptica que nos deparará a todos.
Y varado en ese terreno de lo que alguna vez fue, meditare lo que alguna vez observe y viví, los niños se me acercarán para que les cuente historias fantásticas llenas del ya inexistente color verde. Así será mi vida, sí, un poco cruel y triste pero que a ciencia cierta, debo admitir, tendrá un nexo con el pasado más bochornosa de esta época. Puedo jurar que en ese árido e infecundo mundo que heredaremos, los timbiriches seguirán siendo escuchados y tocados; como una muestra de lo que debimos erradicar para los que recordamos, y aún como una hipnosis social para los ignaros que no deben de pensar en el mal que se le hace a la comuna. No cabe duda, televisa lo logrará.

De Regreso

EL BOLSILLO IZQUIERDO

En forma de cuento escribí en la ocasión en que tuve que presentar esta columna. No tenía mucha tela de donde cortar para una opinión acerca de lo que en ese momento se presentaba en las noticias, así que me dirigí a mi buena e imaginaria banca de parque donde todo pasa… … he aquí otra de esas cosas que suceden.

DE REGRESO.

…Y nos encontrábamos sentados en la misma banca del parque; ella con el sol de frente – había decidido no sentarse en la parte en la que daba sombra el edificio contiguo – contando cierto relato de abandono y desazón; y yo, apacible, únicamente respiraba su historia.
Nos habíamos encontrado súbitamente mientras me sentaba en la banca que ella había elegido para tomar el sol. Su rostro estaba sonriente de lágrimas, deslumbrante ante ese sol que lentamente quemaba el daño de quincenas pasadas – en el último par de años había aprendido a contabilizar las fechas por medio de las fechas de pago -.
En cambio, para mí, ese día no había tenido nada en especial; salvo el instante aquel en que casi nos atropellaba (a unos cuantos y a mí) uno de esos camiones de servicio urbano, y los momentos en que mi miedo “animal” se había manifestado al ladrarme un perro y al abalanzarse sobre mí una de esas malditas palomas del parque; hechos ya bastante comunes y coloquiales, no obstante, eran lo más parecido a algo que pudiesen darle color al grisáceo día que había amanecido para mí, - juro que no volveré a levantarme por la parte de enfrente de la cama.
Cansado de buscar una aventura, y agotado de correr por aquella empinada subida después de oír el rugir de un perro enorme (basándome en el decibel de su consecuente ladrido), opte por buscar una sombra. El único rincón en que se asomaba un lúgubre espacio para descansar del quemante sol era a lado de esta mujer que estaba por conocer.
No puedo decir que no era bella, pero creo que todos sabemos aquí que alguien con un dejo de tristeza nunca ha de mostrar su mejor rostro. Ese siempre viene acompañado con el desfigurado semblante de una buena carcajada, y más si esta proviene de una burla con trasfondo de tragedia humana. En fin, no puedo decir que no era bella; lo que agradezco de sobremanera, digo, era una mujer bastante atractiva, y si bien me la hubiera topado en su rutina de alegría, no se que tantos malos pensamientos habrían pasado por mi cochambrosa mente.
Había dejado de llorar aproximadamente media hora atrás. El tostado de sus lágrimas lo delataban casi con exacta precisión. Yo me senté, un poco consumido por el temor infundido de aquellos pesados ladridos, y segundos después de un ataque aviar.
Al principio no me percate de su desconsuelo; eso sucedió cuando mi perversa naturaleza empezó con su accionar, y mi alocada lógica comenzó a preguntarse porque esta loca mujer – nótese ya como el calificativo predominaba – no había elegido la parte con sombra y dejar a algún mísero ser la parte con sol en este día con exceso de calor (en este caso yo). Estaba en eso cuando mire de reojo el rostro de esta loca mujer, estaba en eso cuando me percate que al parecer, ella ni siquiera sentía el calor de ese sol que quemaba su sonriente olor a tormento.
Al verse acompañada cerró sus ojos y agacho la mirada; pero no pudo contener el habla. Platicaba sola su desgracia, yo respiraba su historia de una manera apacible, tratando de entender el lenguaje extraño pero familiar con el que la contaba.
Éramos dos personas que se habían conocido como sólo las personas se pueden conocer; de una manera tan común que se convierte en especial.
Ella era una mujer bella, alejada por mucho de su hogar – lejos de casa como suele decir un amigo – y que cargaba un penar ajeno, no muy justo que digamos. Yo era un tipo asustado por lo coloquial y común de mi territorio – de mi casa –. Éramos dos personas que no se podían del todo definir…
…Y nos encontrábamos sentados en la misma banca del parque; ella con el sol de frente, y yo, en medio de las sombras…

Hoy

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Esta columna fue escrita pensando un poco en el pesar cotidiano de los días. Vienen, se van y regresan de nueva cuenta. Es un ciclo malicioso que ha de terminar algún día con nuestra vida. Sintiéndome aprisionado, fue que traté de darle un poco más de sentido a esa cárcel.

HOY.

“Los días comienzan y se acaban”, nos dice una canción, y si mal no recuerdo, nos lo decía también una película. “Y es que ahí el tiempo es muy largo” acababa diciendo, repito, si mal no recuerdo.
Pero es que al final de los casos, todos los casos - incluyendo los de la cocina - es de ahí que parte el encanto del cotidiano accionar de todas las funciones que nos dan la vida; el saber que en algún momento han de detenerse para dar paso a un tiempo aún más largo.
“Los días comienzan y se acaban”, y mientras ese transcurrir sucede, a mí me da el tiempo exacto para salir a caminar un rato, saludar a unos cuantos conocidos en el camino y platicar un rato con el aire todas sus historias; mientras ellos van quedado atrás. - Ese de allá es Orlando, un adicto al desamor, ¿Qué cómo es un adicto al desamor? Digamos que le encanta enamorarse de quien sabe, lo va a dejar. De esa manera siempre está un poco a la búsqueda de alguien más (según él, el amor verdadero) y mucho muy triste por aquella que lo acaba de traicionar (el que no lo fue, según él, claro). Posiblemente después de Orlando nos encontremos a Raúl, él cree en la resurrección, es más, dice estar en su sexta vida. Un día le cuestione que si después de tanta experiencia no se ha percatado de la ineficacia de seguir siendo humano, pero no supo que contestarme en realidad.
Orlando y Raúl, o tal vez al revés, o tal vez otras personas; no siempre he de tomar las mismas calles para llegar al mismo sitio. En ocasiones, incluso, camino sin rumbo fijo, sin oficio propio, con faena ajena; dejándome llevar por los momentos que se van suscitando a mis alrededores. Sé que por mucho que me apure, se me irá haciendo tarde; al fin y al cabo, “los días comienzan y se acaban”.
Los días…
Comienzan cuando uno abre los ojos con el objetivo de acabar cansado de trabajar y disfrutar de dichas pláticas, cuando uno requiere de dicha comodidad para acabar en los brazos de una bella mujer, o pareja, o bien de la suma - en importancia - tristeza que corteja desde hace algunos años el buen Orlando, y a la cual, no ha logrado conquistar del todo.
Terminan cuando se decide cerrar los ojos con la esperanza de reabrirlos en un lugar mejor, o bien, por lo menos, en el mismo sitio que uno dejo al retirase para dirigirse a la onírica experiencia de volar, de volar y ser acompañado por esos mismos brazos en los que uno se está reconfortando en la plena experiencia de vivir soñando.
“Los días comienzan y se acaban” Esa es su naturaleza, al igual que la nuestra, en ocasiones hasta pienso que todos estamos hechos, verdaderamente, de tiempo y no de ese amor del que habla todo el mundo.
Claro está que en ocasiones ni siquiera salgo de casa, me guardo un poco de la lluvia, el sol, el polvo, el frío, el calor, o cualquier situación en que nos ponga la eterna y repetitivamente, moribunda jornada.
En ocasiones, únicamente, me doy el tiempo para comer un pequeño pedazo de pan para “bajármelo” con un poco de leche fresca o un buen café en compañía de alguna buena plática; (las pláticas con pan y café son buenas). Y claro, siempre he de encontrarme con aquellas buenas conversiones que me sitúan, no como el que camina y deja todo atrás, sino como el estático que es dejado atrás. Me pongo del otro lado de ese diario rolar y me rió en la soledad del hogar. Espero que la última gota de sangre del día caiga y yo pueda irme con el (de la mano).
Todos tenemos nuestros ratos en que no queremos saber de todas esas “malas-nuevas”, tan sólo queremos recordar las calles como bien las dejamos y no enterarnos del nuevo bache noticioso. Al fin y al cabo, algún día tendremos que volver a sentirnos parte de la lluvia, el sol, el polvo, el frío, en fin, del mundo, “Y es que ahí el tiempo es muy largo.”

De nada y nada más

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Esta columna fue escrita en el tenor de la onda retro-inmediata, dígase, pues, un concepto inventado por mera auto-justificación que implica que no se debe ir muy lejos para recordar lo absurdo que alguna vez fuimos.
En un día de esos en que la inspiración no más no llega, no tuve más remedio que sacar mi libro de frases idiotas de nuestro ex-presidente y soñar que yo quería dedicarme vehemente a la política.

DE NADA Y NADA MÁS.

Desde que Vicente Fox dijo que al ser presidente daban “ñañaras”, debo confesar, vi por truncada toda mi futura carrera política. Aquella donde yo sería regidor de las necesidades del pueblo, y sin más miramientos, obedecería el mandato de los tantos millones o miles de personas que me pusieron en ese lugar para eliminar sus carencias más básicas, impartiendo justicia real y manteniendo una libertad de expresión sin precedentes, así como demás bellas cosas que sólo la democracia nos puede dar. Pero en realidad no quería yo cercenar aquellos valores que he administrado durante los últimos lustros. En primera, no quería parecer un personaje sacado de la programación de una de las dos televisoras que han secuestrado nuestra imaginación y sentido desde hace una década (por parte de una) y ya más de 50 de años (por la otra). Dígase de manera más clara, no quería yo establecerme como un símil de los famosos (en mis tiempos) “Polivoces” y menos de aquellos personajes que construían con una prótesis gigante y aguileña nariz, pants rojo con franja amarilla y camisa del mismo color que la raya lateral de dicho pantalón. Y por último, no quería yo aparentarme a este alto ser que mezclaba los dichos de “sabiduría popular” con experiencias propias para al final confundirlos con la conciencia del mundo, y andar pregonando por ahí este doctorado en experiencias de “chiquillo” mimado que se educo a lado de lo que veía en la televisión.
Ya había logrado concentrar en mi mente la imagen mía con la banda presidencial entrando al pleno de la cámara del congreso para rendir protesta, cuando toda esta vida se acabo con uno de esos maravillosos comentarios por parte de aquel que según…
Entonces me percate, por enésima vez, de todo lo malo y negativo que significa pertenecer a la familia política de este país (y casi puedo jurar que del mundo).
De toda la magna lista que guardo con los alegatos para nunca caer en las garras de esta trivial profesión, y que tengo guardada en un casillero oculto dentro de mí cuarto. He decidido aumentarla con aquella vieja frase del “Chente”.
Muchos años pasaron para evaluar su verdadero peso, ya saben; uno nunca sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido.
Sinceramente no sé porque estoy recordando tales penas ajenas, pero en los pasados días me llego al pensamiento todo esto del pretexto y/o como salir avante de los cuestionamientos populares; que suelen ser bastante fuertes. Entonces pensé, y pensé, y mi mente derrumbe.
Creí haber encontrado la solución para tales interrogantes. Para un cuestionamiento popular, la respuesta deber ser una igualmente multitudinaria y nacional. Pero entonces trate de verificar tal aseveración, encontrándome con la penosa experiencia de sentirme aquel.
Sí, en efecto, al tratar de justificar mi hipotética tramitación para un interrogatorio coloquial, me llego el arduo sazón del temor. Me dieron “ñañaras”. Entonces recordé…
Cuanta razón tenía el presidente chente (sí, en minúsculas). Por algo odio tanto a la política. Quien más que sea uno de ese clan, el que nos diga lo que estar de ese lado.
Así que desde que Vicente Fox dijo que al ser presidente, a uno le agarran las “ñañaras” (que sepa usted que sea eso), mi prometedora carrera política, donde yo demostraría que se puede gobernar siendo una persona de bien y con rectitud en sus valores, con humildad y sencillez, y con el amor de mi pueblo, se trunco con aquel aplastante acierto.
Fue entonces que decidí alejarme de ese territorio adverso y me refugie en la trinchera contraria, las de las “ñañaras”. Y aclarando aquí el vacío sentido de este texto, debo esclarecer, en primera, que nunca quise tener una carrera política (sólo por aquel que de plano no de una y no conozca el sarcasmo). Pero puedo jurar que si alguna vez lo hubiera pensado; con ese comentario, en verdad se me hubieran ido las ganas.

Amnesia

REDONDO.

Amnesia.
(Memento. Christopher Nolan, 2000).

Intrigante, conspirador y traidor resulta todo el entramado que se deja confiado a la memoria; a ese pequeño recoveco olvidado entre la confianza y el perdón, al halito que ubica a la moral como un pequeño momento relegado a la misma evocación del pasado. Los instantes, pues, se pierden, se quedan en el trazado de una historia que no existe, que se debe reencontrar, reescribir y repasar; que jamás ha de contar con el atributo de una resonancia lógica. “Todos necesitamos recuerdos para saber quienes somos”, nos dice el personaje central de Christopher Nolan, justo casi al finalizar el fugitivo y laberíntico relato en el que nos sumerge.
Una foto se revela al revelado mismo, se oculta detrás de su inmaculado velo original para jamás salir de ahí. La culpa, la responsabilidad, el espejo del bien y el mal quedan implícitamente cegados a toda razón durante el viaje que apenas comienza. “Debo creer que cuando cierre los ojos, el mundo sigue ahí.” Estamos, pues, inmersos en el ciclo de un hombre sin memoria ni rutina, en una esquizofrénica tradición con total control en el olvido en pos de una venganza que se debe consumar, cada que la necesidad del recuerdo retoque la culpa tatuada.
El paraje, entonces, ensimisma el abandono, se niega una realidad ya resuelta y se auto-representa en los más oscuros anhelos de codicia, en que los tres personajes centrales se debaten el rol del culpable en esta enmarañada - y posiblemente caótica - cinta perfectamente elaborada.
Nolan nos ubica en un círculo sin fin, en un camino con todos los retornos posibles, en un crimen que flota gris ante la colorida y confusa realidad. Nos adentra a un laberinto que engancha con su ritmo, que siempre que empieza a cuajar, nos regresa a un punto de partida común. Así hasta el final.
Pero esto no es para nada extraño en el mundo del séptimo arte, a través de su historia, el cine ha tratado al olvido y la memoria de muy gustosa manera. Al parecer, el cegar el destino de sus personajes siempre ha tenido consecuencias interesantes; desde los excéntricos viajes atemporales del ”Dr Who” de Sydney Newman, hasta el hombre que olvida su vida después de un atraco en “El hombre sin pasado” de Aki Kaurismäki, así como en las incipientes pesadillas de David Cronenberg en “Spider”.
Christopher Nolan no es un director secular a la doctrina de la industria, su hechura bien puede ser mantenida en un círculo comercial, pero su trasfondo siempre está plagado de la nociva actividad mental del pensar, del trazar, del cometer y no del confesar. Nos ubica y reubica a sus personajes dentro de sus destinos trazados - un Bruce Wayne que se decide por la justicia en un flamante desaire a todos los amigos de su rico padre, redirigiendo su destino hacia la soledad, por ejemplo.
Memento es, pues, un instante que nunca depura la razón en si del entramado contado; es el ciclo de una culpa que no deja respirar, de una enfermedad que justifica los más viles actos. De una guía que no termina pero que siempre ha de comenzar en el reflejo de cualquier espejo, es la historia de un individuo con sed de vengarse del hombre común.
Intrigante, conspiradora y traidora resulta al final esta búsqueda de un culpable inexistente, de un responsable que aún sin memoria, tiene la capacidad de juzgar en pequeñas dosis de odio y coraje. El entramado confiado a la memoria nos pertenece, nos adueña y justifica. Jamás nos evidencia pero, en ocasiones responsabiliza. La justicia ahora ya no es únicamente ciega, ha perdido su memoria y puede volver a juzgar. “Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.” Decía Borges.

Memento de Christopher Nolan
Calificación: 3.5 De 5 (Muy Buena).

La Leyenda de 1900

REDONDO

La leyenda de 1900.
(La Leggenda del pianista su´ll oceano.
Giuseppe Tornatore, 1998).

En una parte clave de la película, Max Tunning – el entonador principal de esta película como bien dice su nombre – y 1900, un hombre que nuca existió, imaginan los escenarios y pormenores de un futuro tan común como el de todos los hombres; ¿vendrás a visitarme?, se preguntan; mientras se figuran habituados a una vida que no será. El destino, pues, se ha trazado ya en aras de la leyenda, de un futuro obituario jamás escrito, jamás leído pero siempre contado. El pasado revisitado se encuentra con el presente en el mismo escenario de todo encuentro y la leyenda se desfonda – tornándose real a cada instante. Luego la explosión, lo perenne, lo realmente indestructible.
Giuseppe Tornatore exterioriza, en esta su octava película, una más de sus bellas y melódicas fabulas. En está ocasión, se da a la tarea de personificar la sutil y volátil voz del océano - el grito del mar que no todos pueden escuchar - y la inexistente presencia de hombre que esperó toda su vida para poder contestar su destino de la única forma en que podría; tocando el piano bajo la lectura implícita de las partituras de la esencia humana. La música es, pues, el lenguaje escogido para poder contarnos está historia que se nos narra desde los maltratados recuerdos de nuestro entonador; Max Tunning, un hombre decidido a olvidar.
El océano convertido en el universo - permisible de todo lo que en el pudiese caber - es tan sólo el pretexto inicial para delimitar lo que será el pequeño mundo (en cuanto a escala) de una infancia jamás rebasada. El barco es y será el terreno que nunca ha de abandonar una leyenda flotante. Al fin de cuentas, es la voz de Max la que le da vida; ¿qué nos hace saber que en realidad todo eso que nos narra realmente sucedió, qué en efecto juntos se balancearon con el oleaje bajo las tonalidades de una música que jamás fue escuchada por el mundo, el mundo real, el terrestre? Estamos inmersos, claramente, en los no olvidados recuerdos de un hombre cuyo destino fue conocer a alguien que nunca sería sin su presencia. Nos hundimos en la premisa humana de querer salvar parte de la vida ya dejada, en las nobles razones de un enmudecido ser -pues ha vendido ya su instrumento-. En la eterna incógnita de la elección correcta, de los límites de una vida que sabemos, un día ha de finalizar ¿Qué elegir entre tanta oportunidad?
Siendo el mundo el piano de Dios, el terreno de un hombre se delimita, pues, por los pasos de una vida, es por eso que viajamos; para no perder la fe ni la esperanza de llegar a más, para poder gritar en conjunto la ilusión de la primera vista, aunque en efecto, hay alguien que siempre la ve primero. ¿Vendrás a visitarme?, se preguntan; sin saber -en la obviedad del momento- que esa es la visita, la única y ultima. Nosotros, únicamente, hemos sido el testigo del viaje.
1900, pues, no existe nunca en la trama; es un sombrío y callado ser que nunca desnuca en la vida ágil del océano (de su universo), es un momento en la vida de un hombre que nos vende en los primeros minutos su vida (entregando su trompeta), es una marca que no significa nada (unas iniciales sin concepto), es el año con el que inicia otro siglo (que no sabemos que depara), es el legado de un hombre destinado a encontrarlo, educarlo en la enorme cuna que es -y que será su mundo- para posteriormente morir. 1900 es su propio destino, es el único fantasma vivo en el Virginia, su hogar. Solamente le hace falta morir.
En la fabula de Tornatore, los vivos no conocen sus límites; hacen ciudades que no quieren tengan fin, pretenden seguir creyendo en su falaz inmortalidad, se dan el lujo de flotar sobre el océano y de escuchar la voz del mar; de elegir si ocultan o no sus secretos. Ostentan aquello llamado amor, abandonan sus inhibiciones y conjuran con ello el orgullo, la banalidad, la sombra que perpetuamente nos radicaliza como seres vivientes. 1900 no era en si un ser como todos, podía ser cualquier cosa menos tradición, había dejado en el puerto toda su humanidad - justo en el sitio en que los hombres hacían nacer su esperanza; América.
1900 nunca logra ser, se mantiene únicamente como leyenda, en un relato generacional que ha perdido su real grado de insignificancia, inscribiéndose en el grito del mar. Estando vivo, sólo le hacía falta volver a el.
La leyenda del pianista del océano de Giuseppe Tornatore agrada porque nunca quebranta ni pone en duda el esquema de su relato – en ocasiones mágico, en ocasiones susceptible. Nos mantiene encerrados en un tenue grito de libertad que se agranda con el amor y se acalla con la inmensa realidad, con el azar implícito de la vida. Es un cuento traído y llevado por el mar, una voz que escucha y habla, es pues, la carta metida en la botella. El testimonio, en si, de la vida común.

La leyenda de 1900 de Giuseppe Tornatore
Calificación: 3.5 de 5 (Buena).

martes, 11 de septiembre de 2007

Odisea

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Es de muchos conocido (y si no, sépanlo), que una de mis más grande inquietudes - y sueños guajiros - es visitar el espacio; observar el mundo como el todo que es realmente y derribar las fronteras visualmente por fin – tal vez de esa manera encontrase mí paz eterna. Pues bien, frente a está alegórica esperanza, escribí hace poco esta columna que me retrata en el regreso de ese viaje espacial imaginado. Mi humor negro obviamente combatió el deseo y ganó el poder. Heme, pues, en este regreso, muriendo en el reintegro de la nave a la atmósfera terrestre.

ODISEA.

El otro día soñé que moría, que lentamente me iba desmembrando despierto; observando con plena conciencia como me despedazaba tranquilamente, en un soplo, en un último suspiro. Nada quedaba de mí, me convertía en esa ceniza que bien dicen fue siempre mi origen. Y efectivamente creí - a medias - en ese añejo y sabio ritual de que cuando uno se va, nada se lleva consigo. Creí a medias porque, en primera, era un sueño. Nada que pudiese palpar con mis manos y decir, ¡es cierto! Me estoy yendo, alejando; poco a poco se separan de mí todos esos pedazos de cuerpo que alguna vez me ayudaron a coexistir con todos esos seres de vagos y bajos pensamientos de los que también fui parte. Empero, en la belleza del sueño, ya no lo era; me estaba yendo. Y todo, lentamente, se iba de mí, nada había de llevarme. Mientras todo ese pequeño espacio se llenaba de mis retazos, yo serenamente cerraba los ojos, no quería que se fuesen. Mí deseo (en un onírico pensar) era que aquellos que me hicieron observar - y observarme - fueran los últimos en despedirse, pues en primera, lo que anhelaba, era ver como todo lo demás se iba de mí. Digamos que un último acto de banalidad ensombrecía mi partida, que puedo decir, mi humanidad fue contagiada de insignificancia, trivialidad y corruptela de embrionaria manera. Aunque, debo advertir que tal puerilidad era también parte de un ritmo de partida; a la par que deseaba observar como todo se retiraba de su natural ubicación (lo que hacía que cuestionara a la propia naturaleza), apetecía de cerrar esos parpados para poder recordar todo esos momentos tragicómicos, que a la par de esos grandes y pequeños pedazos que se marchaban con dolor, se iban para siempre de mí. Entonces me percate que estaba soñando en el mismo sueño, que estaba anhelando en el mismo deseo y que en efecto, como siempre, esa sabiduría popular estaba en lo correcto en un 50 por ciento. Nada había de llevarme, todas esas cosas materiales desaparecían al mismo tiempo que los miembros que alguna vez sostuvo el alma. Empero, todas esas experiencias que sostienen es lo que ha de hacernos inmortales, también se alejaban; sin un despido formal, sin un hasta luego. Únicamente con un dolor más agudo que la carne, la sangre y los huesos. Esa inmortalidad quedará en la tierra me dije, y trate de sonreír con mis faltantes labios; meramente con los dientes más aguerridos que aún podían sostenerse al destino. ¿Qué pasará entonces cuando todos los que bien me conocieron, mueran? ¿Seré una leyenda a caso; una de esas retóricas figuras que la historia hace por bien cambiar en su discurso melodramático de toda la vida? ¿Seré del bando bueno o del bando malo? ¿Qué será de todos cuando todos hagamos por bien desparecer? ¿Quedará escrito algo de nosotros? Posiblemente una especia más avanzada aparezca, y a diferencia de nosotros, miren a futuro, jamás se detendrán a escudriñar en el suelo y polvo del pasado. Si así fuese, nunca se sabrá de mí, o de alguien. Una gota de sangre flotaba alrededor de un pedazo de piel ya marchito. En mi sueño yo regresaba del espacio, en una de esas sesenteras naves que poco se recuerdan. Con mis ojos entreabiertos sentía el calor y empezaba a observar esa muerte anunciada. Cuando mis ojos empezaban a partir, no tuve a mejor hacer que abrir los parpados sobrantes y voltear a mi costado. Ella estaba ahí, viva, observando de igual manera como su cuerpo se iba. Mi mirada se alejo justo cuando ella volteo a mirarme, tal vez para despedirse, tal vez para decirme la verdad en una pequeña frase que no pude alcanzar a leer con mis ojos ya idos. Una duda, que tampoco he de llevarme. Empero estaba vivo, soñando, y esa duda me despertó. Con el interés de querer conocer la verdad, pero con el miedo de seguir viviendo. Todo seguía igual.

Peliculas de Zombies

LOCUCIÓN

El otro día se me ocurrió el nombre para una secuela de películas que no necesitarían guión:

* El hombre que mató a los Zombies I. (El fin de la plaga Satánica).

* El hombre que mató a los Zombies II. El regreso de los muertos vivientes (Que ya habían matado).

* El Hombre que mató a los Zombies III. Ahora él es un Zombie (Lo mataron en la segunda parte).

* El Hombre que mató a los Zombies IV. El baile de los Zombies (Festejando el quien sabe que número regreso de la muerte).

* El Hombre que mató a los Zombies V. Ahora son mayoría. (El Reinicio de la historia).

Espero olvidarme de ti / Cada vez después / Muchas veces

EL AMOR ES ODIO

He aquí, la cabalística – séptima – entrega de estos poemas con poco sentido común pero que bien están basados en experiencias propias y de mis más allegados.

ESPERO OLVIDARME DE TI

Espero olvidarme de ti algún día. En un instante.
Lo digo en serio.
Si vieras que en ocasiones hasta me río por creerlo
Es que imagina; que exista esa vida después de la muerte
Así como soy, capaz que te sigo pensando
En serio, te lo digo
Espero algún día olvidarme de ti. En un instante.

CADA VEZ DESPUÉS.

Tranquila, de pie, casi quieta,
Así estabas, así permaneciste el día en que te abandone
¿Recuerdas?
Cuando en mi mentira te dije que te quería;
Que jamás me alejaría,
Y que después te confesé
Y me mataste de tu adentro,
y permaneciste…
Tranquila, de pie, casi quieta,
Así estabas, así permaneciste en aquel día en que empezaste a odiarme,
Tú a odiarme y yo a no quererte como antes.
¿Recuerdas algo de mí?
¿Qué recuerdas más de mí?
Es en este reencuentro no agendado que me doy cuenta que el tiempo ha pasado.
Y de frente, tranquilos, de pie, casi quietos
Así estamos, viéndonos
Yo sin nada que decirte, tú sin nada por que odiarme
¿Nos queremos acaso?
¿Tanto para odiarnos otra vez?
No,
Así que te dejo,
De nueva cuenta,
Tranquila, de pie, casi quieta, como aquel día.
Hoy yo me marcho.
Con la mirada sombría con la que me despides,
Te pasó de largo,
Lento y pausado,
Con la distancia permanente del adiós,
Con la exacta medida para jamás volver siquiera a extrañar nuestros tactos.
Yo lo sé,
Sé que así será,
Si acaso hemos de volver a vernos, a encontrarnos,
Cada vez.

MUCHAS VECES.

Cuantas veces no te he imaginado entrar por esta puerta para pedirme perdón,
Cuantas,
Cuantas veces no te he perdonado ya en la imaginación.
Sé que lo sabes, que lo sabes aún mejor que yo,
Jamás, jamás, te has visto entrar por esta puerta,
No antes que yo.
Y me pregunto cuando has de volver, si has de volver, si te has imaginado volver,
O por lo menos sí estas cerca, cerca de volver.
Cuantas veces no me he quedado dormido en esta puerta,
Soñando que vuelves, soñando que vuelves sin pedirme perdón
Soñando en mí sueño que te quiero sin recelo,
Sin el recelo con el que escépticamente cuido el espacio para tu perdón.
Cuantas veces no he sonreído mientras imagino,
Cuantas veces no he alzado los brazos mientras dormito,
Cuantas,
Cuantas veces no hemos estado juntos de nueva cuenta en mi ilusión
Cuantas, dime cuantas
Cuantas veces no te he imaginado contar las ocasiones en que me digo que te quiero,
Cuantas.
¿Lo sabes?
Sé que no, que no
Y me pregunto
Me pregunto si me pedirías perdón
Por si un día vuelves,
¿Me pedirías perdón?
O bien, por el amor que conoces,
Sabrías ya que te he perdonado.

Como dice la canción...

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Esta columna me agradó a primera instancia ya que me burlaba mucho de mí mismo. En primera me criticaba sobre ya varios escritos prediciendo el fin del mundo. Así que ahondado en que escribiría de nueva cuenta sobre el tema, decidí ponerme donde mucho no han de querer, justo frente al creador, helo aquí.

COMO DICE LA CANCIÓN…

Por si acaso, yo ya fui por unas láminas bastante largas para crear mi salvación; al parecer, el fin del mundo se acerca…
Lo sé, lo sé de muy buena fuente; siempre he empleado está frase para disfrazar mi real temor a aquel hipotético - espero - momento del juicio final. Y es que a pesar de lo que me cuenten sus interventores de fe, siempre he de imaginarme a lado de este creador de barro humano (posiblemente infértil para el bien), en un estado de pavor total; con todo y sudorcito frío en las manos - y es que no puedo imaginarme repelando todas esas oportunidades de amor a las que me negué.
– Lo siento mi amo, pero es que no me gustan mucho las europeas a las que les atraen los latinos. Tan sólo pedía una paisana bien dotada de cariño, o en su defecto, una extranjera en estado puro, y correctamente “equipada”, a la cual brindarle mí más carnal apego.
En realidad creo que el mundo ha llegado a uno de esos puntos en que no hay más que agarrarse de los grasosos barandales de la fe, y dejar que las entrañas se acomoden en algún costado, mientras uno no tiene de otra que soportar la caída junto al contiguo compañero de experiencia, el cual se pone verde de vértigo mientras se me acerca el final de dicha caída. –No se apure compañero, le digo, la que viene es peor, peor, mucho peor…
Pero es que cual loco barbudo, canoso y poco higiénico profeta de película de verano, me he topado con varios signos que no me hacen creer otra cosa más que el hecho de que una de esas caídas, se acerca. Y en efecto, cual cliché de maniático hollywoodense, los acontecimientos con que me he topado en las noticias como una “mera coincidencia” en últimas fechas; no creo lo sean. Mis más profundos temores se me han presentado como una visión elegantemente aterrante, cual suave reto de guante blanco que enrojece mis mejillas y calienta levemente mí orgullo. – Si yo aún no quiero morir, dejen de moverme el piso.
Todo comenzó la semana pasada al ver el puente este de los norteños vecinillos venirse abajo. .- “¡No! Si allá los hacen a conciencia. No vaya a ser que de pronto allá en la capital lo que tengamos sea un doble aljibe, y seco para acabarla de amolar…” Me comentaba un cercano amigo horas antes de enterarnos que una de las victimas era mexicana. .- “Mínimo se hubiera venido acá a la ciudad, por lo menos sabía que corría ese riesgo…” Concluyó posteriormente.
Después me entero de unos asesinatos y robos muy cerca de donde viví en mis años mozos de infante impopular (claro que una de esas dos cosas cambiaría acomode lugar). Y me dije.- “No me estará persiguiendo la muerte”. Y más con la paranoia de hace un mes que muchos de mis allegados, y sus hijos y sus familiares enfermaron de varicela, y a mí que nunca me ha dado.
Entonces, ahondado a está demencia momentánea - a la que mis camaradas siempre han de mencionar como constante - me sentenció a un rato de descanso en mí casa. Me relajo y me paso un buen tiempo conmigo mismo, es más, por unas cuantas horas disfrute del espectacular ensayo que es la vida; veía al sol desaparecer lentamente. Y fue entonces que me entero de la futura boda de aquellos que quisieron aplicarnos, en sus tiempos, la futura campaña gaucha. La fe se ha derramado en los frágiles barandales de la futura caída.
Mientras tanto ya le puse unas láminas bien gruesas y bien largas (o altas si es que se ponen para arriba) a mí coche. Ya saben, por aquello de que sí se quiere caer el puente, mínimo tenga la esperanza de volar unos segundillos, y sentir que sigo vivo mientras los demás empiezan con el juicio sumario en que rendiré mis cuentas al amor.

Jamás te he querido los 7 días de la Semana

EL AMOR ES ODIO

Uno más de estos escritos que sacan o bien el llanto, o bien la risa de quien los lee y los vive.

JAMÁS TE HE QUERIDO LOS 7 DÍAS DE LA SEMANA.

Jamás te he querido los 7 días de la semana.
Por alguna extraña razón siempre hay un día que me olvido de ti. Esos días son especiales, me los dedico a mí.
Salgo a la calle, me compro un helado, me abrazo, me tiento, me mimo, me quiero.
Si vieras lo bien que me paso los días junto a mi.
Siendo orgulloso, sí, en ocasiones me doy cuenta porque a veces dices que me quieres.
Yo te quiero igual o más, pero sólo seis días a la semana, porque hay un día en que me quiero a mí (casi como te quiero a ti).
Jamás te he deseado en ese día en que no te quiero.
A veces, sí, me pongo a pensar en otras personas, en otras mujeres. Algunas, incluso, mucho más bellas que tu. Sentado en el parque, con mí helado, mimado por mi mismo me imagino una vida con otra mujer.
Y soy feliz, me rió, en mi imaginación, imagino esa vida con aquella que no conozco, con aquella que veo pasar, coqueta, en frente de mi banca.
Jamás, amor, jamás te he querido los 7 días de la semana.
Siempre existe un día en que me quiero a mí. Y ese día, no te quiero.
Te extraño y nada más.

Todo

EL BOLSILLO IZQUIERDO

La siguiente columna fue escrita en el tenor de saber que en ésta ciudad si se dan todos esos bellos incidentes que se ven en los noticieros nacionales; los arreglos de cuenta de los narcos. La redacté, en forma de guión, a muy pocos días que unos sicarios matarán a un jefe policiaco municipal.

TODO.

Escena I.- Ext. Tarde. Calle.
Un hombre camina como usualmente hace todos los días; lenta y sigilosamente. Su andar se dirige a cualquier lugar que no sea su casa; es una tarde de posible descanso. “He aquí donde hay que hacer notar que la ubicación del lugar hacia donde se dirige no es del todo necesaria, el asunto aquí radicará en los acontecimientos a seguir.”
Un hombre, pues, camina; como un simple acto de naturalidad en su cotidiana manera de pasar los días. Sin percatarse, un automóvil (una camioneta) se acerca disimuladamente hacia los pasos de este tipo que presentamos en las primeras imágenes de nuestro ejercicio audiovisual. Como analogía de ganga, observamos las llantas de dicho vehiculo moverse lentamente, cayendo posteriormente a los pies de este individuo que también camina de pausada manera “hay que remarcar que sus botines denotan un buen sueldo”. Entonces, llantas y botines, llantas y botines, creando un ritmo lento que genera un poco de tensión. Este ritmo de suspenso se corta de tajo cuando vemos que las llantas de dicha camioneta se aceleran precipidamente. Un individuo que no termina por distinguirse, asalta con una metralleta en dirección del cuerpo de este hombre caminante; un impetuoso paneo nos lleva a de tajo - al unísono que los primeros balazos - a una pausada toma del cielo. Ahí, en cámara lenta, oímos los demás balazos junto a una que otra maldición que muta en quejidos de dolor. Al fondo se oyen gritos de miedo y espanto, pero quedamente se desvanecen cuando se empieza a escuchar una melodía de Bo Didley and The Flamingos.
Esta escena que bien podría salir de las peores ocurrencias de un estudiante que bien intenta, de la manera más sutil y humilde, rendirle un tributo al maestro Hitchcock, no lo es del todo. Resulta lo que resulta que ya todos conocemos. Sí, paso, más o menos así, que puedo decir, la vida se oye mejor cuando se cuenta posteriormente.
Pero digamos que como todo, esta premisa básica; la del hombre que sin presentarse formalmente dentro de una historia, tiene un cambio radical en su vida como pretexto para comenzar una narración, no termino ahí. Esta sería, elegante y hasta quisquillosa apertura, se hecho a perder por el factor de una realidad cultural que no podemos negar. Creo que hasta este punto no teníamos inconveniente en que el público se mantuviera cautivo. Preguntándose todo tipo de cuestionamientos sin podérselos responder del todo. Teníamos todas las betas abiertas para poder explorar una historia, hasta ese entonces, misteriosa y seductora.
Empero la realidad es más cruda que los mejores (o peores, según sea el caso) dramas del séptimo arte. Sin tener más elementos a los que pudiese recurrir, el factor improvisación partió sin rumbo hacia este aristocrático inicio.
Escena II.- Ext. Tarde. Carretera.
La camioneta se había dado a la fuga cuando algunos elementos se percataron de lo sucedido. Corte a: Carretera, dos camionetas se corretean por esta a alta velocidad, no hay ninguna novedad en el estilo de esta persecución. Vemos los clásicos planos “movidos” por el devenir de la velocidad que se imprime a cada apretada de pedal, vemos el tacómetro tomar cada vez más velocidad, y uno que otro volantazo para evadir a algún carro civil y poder tener en franca mira al enemigo. La camioneta de los asesinos se detienen, y cual película de aquel que ahora osa ser gobernador, encuentran en el asiento trasero las armas más letales para sus malévolos planes. Tiroteo variado, uno de los buenos cae, y desde una toma de helicóptero, vemos a los malos tomar retirada por un área boscosa. Uno de los buenos lo sigue pero vemos como no logra su cometido al también caer. Entonces, una buena trama de suspenso cae ante al sensacionalismo de hollywood. No cabe duda, en verdad lo tenemos todo.

El Otro Día/ Amor y Odio

EL AMOR ES ODIO

Quinta entrega de este adiestramiento de dolor.

EL OTRO DÍA.

El otro día me encontré moviendo las manos como tú, de esa forma en que te critico tanto. Sonreí. No dejaba de pensar en lo que me dirías.
Mejor me puse a escuchar una canción; de esas viejas como bien les dices y reprochas. Y volví a reír. No dejaba de pensar en como las defendería.
Luego desperté; aletargado por el ritmo del carro que me había adormecido y fui feliz.
Tú estabas ahí, conduciendo lentamente ese vehiculo, conduciendo quedamente mi sueño y pensamiento; y reí.
Esa canción que tanto me gusta estaba sonando, tú la habías colocado. En cambio, yo, seguía haciendo ese movimiento extraño con las manos.
¿Lo concibes? Aún sin habernos acostado y odiosamente vencido en el sexo de una cama costumbrista, pude percatarme que aún solemos ser uno mismo.
Y sin decirnos nada, aún acostumbramos a simplemente amarnos.


AMOR Y ODIO.

El amor es odio.
Es odio porque yo a ti te odio tanto.
¿Conoces a ese amante que se la pasa todo el día planeando como acercarte a ti para tan sólo llevarte a la cama?
Yo soy igual. No hay un segundo del día que no piense como dañarte, como hacerte sufrir, como hacerte mal
Y así, llevarte a la cama para hacerte llorar
El amor es odio
Odio del que no deja amar.
¿Cuántas veces no te he dicho que me haces mal, con tal de hacerte sentir como un harapo viejo?
Tú no eres diferente a los demás. En ocasiones has hecho que me tire en la calle, a media noche, a morderme las uñas por tu amor
El tiempo ha hecho que nos veamos con rencor
El tiempo nos ha llenado de su polvo, de su polvo de odio
El amor es odio mujer.
Y créeme; porque yo lo creo.
El amor es odio
Y soy yo el que más te odia en este planeta.

lunes, 10 de septiembre de 2007

De Monos y otras cosas

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Fue después de una premiación de fotografías de la World Press que escribí lo siguiente acompañado de mi cotidiana divagues. En aquella ocasión (cuando escribí la consecuente columna que podrán leer) me imagine; no una buena foto, sino un fatídico e hilarante momento para plasmar una; así como su invariable historia detrás. Todo lo combiné con un poco de moneros (que en ese momento leía mucho) y le di fin.

DE MONOS Y OTRAS COSAS.

Estaba pues divirtiéndome con estos personajes de los moneros mexicanos, y es que ante todo debo admitir que mi parte favorita del día es cuando el diario llega a mi casa. Extraña esta palabra con que también se nombra a los periódicos: diario. No es más que certera y a la vez no tan apta, pues si bien en estos ejemplares de diversos tamaños se coloca el acontecer del país, la región y el mundo entero, no deja de tener un hueco en la realidad tan extensa que no logra redactar: ese espacio vació que nos deja (a nosotros los lectores humanos) por el simple hecho de saber más que el. El diario del mundo tal vez tenga los ojos un poco cerrados para los eventos que gratamente recordaremos en nuestros últimos días de vida.
Mi diario no muestra la figura de Don Pedro cayéndose del techo de la tienda de la esquina segundos después de haberse robado el cable, ni enseña la fotografía de este en su cama de hospital con la otrora y legendaria bendita pata goleadora del barrio allá por los 80´s. No señala en su titular la historia de tantos campeonatos ganados ni las palabras de este arquetipo de campeón en la colonia en forma de declaración oficial. No obstante, encuentro parecida su manifestación con la de aquel que dijo que no nos volverían a saquear.
Las medias horas se empiezan a conjugar en medios días cuando llego a la sección Internacional, es ahí cuando me dirijo a las fotos de las agencias internacionales, no dejo de especular en como una tragedia puede ser una imagen tan bella, bien compuesta tanto en líneas como en color, esos ángulos tratando de captar la poca luz de esos cuerpos necesitados a través del sol y sus siempre acompañantes rayos.
Así que no paro de imaginarme como sería la foto de Don Pedro en esa sección, tal vez lo hubieran captado cayéndose, o tal vez su rostro lleno de dolor cerca de su cabecera en la habitación de hospital, claro que la mejor imagen hubiera sido la de él robándose el cable de la tienda de la esquina dando espacio, en la misma fotografía, a ver como existen estas ilegales conexiones en todos los techos de la colonia. En fin, esto es un hecho implícito en la sociedad, nunca aparecerá en mi tan querido diario. ¿Qué sería si el presidente se cayera frente a los reporteros, aunque no le pase nada? Recuerdo de aquel que se quedo atorado en el elevador.
Justamente es mi parte favorita del día cuando abro la puerta y veo a sus pies mi periódico, me encanta leer el encabezado principal desde el aire y en dirección opuesta, después le trato de tomar forma a la foto y levanto ese conjunto de papel, le doy la vuelta y puedo observar todas esas noticias secundarias. Don Pedro no apareció en esta edición, tal vez en la diurna.
Pero seamos sinceros, ¿quien pone las cosas habituales en su diario personal? (si es que alguien todavía tiene ese vago recurso de autoestima y apoyo de memoria y desenfreno al miedo del olvido total). Todos tratan de colocar esas cosas especiales, de tal forma que si alguien abre ese libro, tan mal redactado, piense que está leyendo la vida de alguien que tuvo la fortuna de vivir todas esas experiencias maravillosas que la vida nos da. Todos editamos parte de nosotros todos los días, por eso sigo queriendo mi diario.
Me encanta saber que alguien ve al mundo de forma general (en ocasiones de forma más que general), dejándome contar la historia de Don Pedro como se me plazca. Yo también edito cosas que pasan por estos lares.
Así que leo el periódico todos los días, para recordar las pequeñas historias que pasan y que nadie sabrá, entonces me detengo con los moneros, me rió media hora y sigo leyendo.

El Milagro

EL BOLSILLO IZQUIERDO

La presente columna nació al encontrarse una obra en curso en la casa de mis vecinos – he ahí lo anecdótico. Después, claro, mi mente voló y me encontre en una situación en demasía hilarante.


EL MILAGRO.

Muchos creían que era un ángel, un milagro o una presencia inmaculada que podría significar un milagro, o lo que es lo mismo, una silueta que realizaría para nosotros, nuestros más ocultos deseos (por aquello de la impotencia de realizarlos nosotros).
No recuerdo exactamente el día ni la primera imagen, sólo que regresaba de algún paseo matutino cuando observe como la casa de a lado empezaba a perder su forma, todo empezó ese día, cuando la remodelación de la casa marcada con el número 18 intentaba embellecerse.
En las semanas posteriores todo era un caos en la calle: cemento en las banquetas, polvo dentro nuestras casas y para colmo, la temporada de lluvias se aproximaba, tornando de gris el color naturalmente azul en la colonia.
Un mes más tarde se vino el suceso trágico: una monumental lluvia que acabo con varias colonias al norte de la ciudad, cientos de personas se quedaron sin hogar, algunos otros, sin familiares. Cuando el mundo despertó, había una imagen un tanto extraña, un tanto familiar en la pared de mi cuarto. Era una mancha sin forma, aunque la gente creyó que era un ángel, convirtiendo mi cuarto en una zona de visitas cotidianas. Nunca he ido a la iglesia pero ahora mi casa forma parte de la fe del pueblo.
El mito recorrió un rato las ciudades aledañas, incluso un canal latino del extranjero vino a hacer una nota. La conductora afirmo que esta aparición era una respuesta a las plegarias de los habitantes que habían perdido algo en el “Diluvio moderno” como ella lo llamo.
La figura seguía ahí, como un borrego de oro. Una figura que día a día, a pesar de la sugestión humana, yo veía con menos forma de algo divino. Incluso los trabajadores de la obra de a lado se habían convertido en algunos de los visitantes más recurrentes. Ahora el caos es mucho mayor que cuando comenzaron a trabajar. Mi hogar ha sido testigo de mítines, platicas y oratorias religiosas, igualmente ha sido visitado por padres de varias religiones y por gentes de diferentes posiciones económicas pero de entendimiento parecido.
Realmente todo este evento fue ocasionado por la humedad que produjo la construcción aledaña; la incompleta terminación del techo, en conjunto con la fuerte lluvia de la semanas posteriores. El agua se había infiltrado en la pared de mi cuarto formando una silueta que para el tipo de obras públicas (que la vio cuando me queje de la construcción) resulto ser un milagro.
Severas semanas después, mi cansancio estaba a punto del desmayo (y a pesar del astral viaje por la baja de azúcar en mi cuerpo, mi visión aún no encontraba forma a ese supuesto ángel). Decidí tomar medidas.
Si ese era un milagro de verdad pues era mí milagro y no dejaría que mis fuerzas se abatieran por un hecho imprevisto de negligencia en el negocio de la construcción. Desde hace algunos días cobro unos cuantos pesos por la entrada a ver “el milagrito” y si bien algunos diarios y sermones dominicales me han tachado de oportunista, la gente no ha dejado de presenciar mi hogar, es más, ya hasta le puse marquito a la humedad esa que la gente suele llamar como el “ángel del diluvio”. Por cierto, el otro día me entere que ya había hecho su primera curación milagrosa. Un amigo medico me explico la razón verdadera de la cura del tipo pero le dije que la ocultara y subí el precio de ingreso a mi casa, ahora soy gerente de un milagro. Lo que me hace sentir mal con lo verdaderos creadores de mi fortuna, los albañiles, ¿Qué dirían si supieran que ellos hicieron todo esto?

Nosotros/ A veces

EL AMOR ES ODIO

Cuarta entrega…

NOSOTROS.

Nosotros somos los que no dejamos en paz al amor, amor mió.
Cuando peleamos, cuando reímos, cuando nos contentamos. Cuando te abandono y cuando regreso con la ropa sucia y me perdonas después de que me traicionaras con aquel.
Nosotros somos los que no dejamos dormir el amor.
Cuando nos gritamos, él agacha su mirada y triste recoge esos pedazos de corazón que hemos cristalizado con el banal paso del tiempo.
Cuando nos besamos, ligeramente una sonrisa se tuerce en su boca. No ríe, ni cree en nosotros. Sabe que no será para siempre, sabe que habremos de hacernos daño una vez más, todos los días, todas las horas, toda la vida.
Nosotros somos los que hablamos con el silencio guardado de los años. Sabemos que nos odiamos y aún así, nos seguimos queriendo y revolcando en la cama un par de noches cada mes, cada vez que nos odiamos tanto.
Nosotros somos los que torturamos el amor.
Los que siempre lo ponemos en duda y al final le damos una sorpresa con un beso falso, en un falso sueño. Cuando te quiero y me quieres, cuando te veo caminar y me ves verte caminando. Cuando lo digo y tú lo guardas en tu mirada, con la respuesta que todo hombre cansado quisiera escuchar antes de seguir matando al amor.
Nosotros somos los que cansamos al amor, lo agotamos hasta sangrarlo.
Cuando reñimos y te insulto, y lloras, y me pegas, y me arrepiento y en vez de un beso, un abrazo, te dejo sola y me voy corriendo a engañarte con cualquiera. O cuando en las noches en sueños digo tu nombre y tú lo escuchas, y me tapas, y me das un beso que jamás sabré fue dado. Cuando te hago feliz y cuando tu me haces odiarte.
Nosotros somos los que no creemos en el amor.
Porque cuando te recuerdo, tan sólo lo distraigo para que puedas engañarme. Para que no recoja la sangre de nuestra traición. Porque cuando me piensas, bosteza por verme tomando una cerveza en vez de estar contigo, en los brazos de quien yo elegí, sería no él, ni yo, ni tú, sino nosotros.
Nosotros los que no amamos el amor. Un par de malditos, celosos y narcisistas amantes, que tan sólo nos amamos entre nosotros, sin la necesidad del amor.


A VECES.

A veces me pregunto que tanto sé usar este lenguaje cuando te digo; Te quiero.
De una u otra forma sé que te estoy mintiendo.
A veces no, no siento eso por ti; no lo siento. Quisiera estar solo; debería de decir.
Al contrario, en otras ocasiones; tampoco lo siento. Me rebasa el sentimiento, es incontenible, quisiera matarte, quisiera darte un beso pero no, no lo confieso.
Sábelo
A veces me pregunto que tanto sé decirte que Te quiero.

Día de Muertos

EL BOLSILLO IZQUIERDO

La muerte siempre ha sido una de mis constantes favoritas. Personalmente, siempre ha sido una de las detonantes más hermosas para comenzar una historia; es un factor clave para la negación de un objeto y su inminente representación. La presente columna se originó en una más de las celebraciones de día de muertos - como bien dice su nombre.

DÍA DE MUERTOS.

Que bonito ha de ser morir. Uno hace tantas cosas para poder lograrlo.
Siempre he querido, sépalo usted antes que nadie; que en ese fatídico día - fatídico para los demás, para mí en lo absoluto - en que mi cuerpo empiece su retozo eterno: me incineren. Mis cenizas, como ultimo deseo (del cual no tendré posibilidad alguna de observar), deberán ser depositadas en un agujero mediocre en medio de un gran jardín público y encima sembrar un manzano; por lo menos creo así tener un simbolismo de seguir vivo sin tener que ir a ese desesperanzador sitio llamado cementerio.
Mis amistades y enemistades (ganadas a pulso durante el transcurso llamado vida) podrán ir a depositar sus pensamientos a un objeto físicamente visible y golpeable, según sea el caso - por eso lo hago.
Que bonito ha de ser morir: separarte de esos sentimientos grises, cotidianos en la vida de un ser que habita una pseudo-metrópoli.
La vida no es un sueño - no creo despertar al morir, al cerrar mis ojos. Si así lo fuese sería la peor de las decepciones: saber que mi único amor (Ella) ha sido falsa, a menos que me encontrara de nuevo con todas las oportunidades que tuve en “vida”. ¿Ahora cometería menos errores?
Un amigo me comentaba que no entendía el porque de los matices del azul, el color. No encontraba la diferencia entre ese tono del cielo que se junta con el del mar y que nunca se mezcla. Trataba yo de explicarle que el cielo era un reflejo del mar pero no entendió, o más bien no quiso entender. Quería seguir viviendo de su fantasía, para él era una especie de razón que lo llevase a entender lo triste de las caras y el amor. Decía que el mar era eterno, usted entenderá, por aquello de que lo perfecto no existe.
Ese amigo está muerto, falleció ahogado en el amor; podría ponerlo así. Una mujer acabo con él, poco a poco.
Que bonito ha de ser morir: he enunciado esta frase en forma de interrogante en múltiples ocasiones esperando que él la conteste, pero está muerto y no hay más que una lapida triste y oxidada que me lo recuerda. ¿Es bonito morir? Le digo.
Uno hace tantas cosas en este mundo con el único objetivo, inconciente, de alcanzar ese mortal deseo de descanso. Morir ha de ser agradable pero sobre todo el volver; encontrarte en ese día de festejo luctuoso, un altar a tu memoria, a tu altanería y flojera, a tu intrascendente paso por este mundo. Darte cuenta de la gente que te quería y que todos los años te acercan a la inmortalidad por unas cuantas horas. El amor se ha ido, el amor ha muerto, es más, se encuentra a lado de ti en ese altar, entre la cerveza caliente y el mole de olla, donde te gusta sentarte a tomar el aire libre. No te preocupes, estas muerto.
Me gustaría escribir un libro que me inmortalice, uno de esos relatos que todo mundo conoce - que por consiguiente hicieran que mi nombre pasará de ser del de un ente extraño al de un tipo con común relación entre la familia mundial - pero seré un manzano en el jardín publico; recordando con mi fruto el pecado original (trastocada mi inmortalidad con el paso generacional de este mismo).
Tarde será el momento en que me de cuenta que mi sueño de inmortalidad ha sido rebasado por los niño que juegan arriba de mi - y que tumban mis hojas hasta gastarme y convertirme en hojarasca. No vendré el día de muertos, entonces.
Un día escribiré ese libro, será de un tipo que flotó por los aires viajando ciegamente sin buscar algo en específico; ahora está detenido por encontrar lo no buscado. Ese hombre seré yo, de pie, quieto y en silencio, parado sobre la arena. Observando hacia el horizonte el eterno mar, con mí amigo – sin saber de razones.

El Beso

EL BOLSILLO IZQUIERDO.

Al igual que muchas de las columnas aquí publicadas, esta que presento, también tenía bastante polvo en su haber… …fue redactada hace bastante, bastante tiempo. La escribí cuando nuestra ex-primera dama, la celebre “Martha Sahagún” daba los primeros indicios de ser la sucesora de su también ya sagaz marido.

EL BESO.

Así que ahí estábamos, ella y yo, frente a ese enorme reloj que marcaba las 5:45 de la tarde. Era un parque desteñido, detrás de nosotros no había más que esa sombra que tapaba discretamente el sol de la hora gris y el raquítico árbol que la generaba - que no era más que el recuerdo de lo frondoso que alguna vez fue. El organillo sonaba tan sólo en los recuerdos del imposible amor perfecto.
La observe de reojo, tan sólo sonreía, pareciese que el tiempo no era importante para ella, como si esperara algo, algo que no tardara tanto. Sonreía, pues, a un futuro que parecía, era seguro para sus aspiraciones de seguir sonriendo.
A la vez que la sombra se movía de lugar poco a poco, el reloj cambiaba sus manecillas, eran casi las seis de la tarde, la sombra ahora empezaba a rozar el estante de los gordos peces que alimentaba la gente.
Nunca pensé en preguntarle su nombre, realmente no era muy bella, me llamo la atención al caminar sin rumbo alguno: esa sonrisa tan maliciosa no la tiene cualquier mujer. Me senté a su lado, el enorme reloj que nos quedaba enfrente marcaba las 5:45, ahora son las 5:50, su sonrisa está, cada instante, más cerca de la locura total.
Al parecer era atractiva para los habitantes del pueblo, la observaban con vehemencia y pasaban rápido enfrente de ella, tal vez su lectura era importante, pensé.
Tal vez era un gran atrevimiento mió el estar a su lado, estaba cansado y mañana me iría del pueblo. Un poco de pecado nunca cae mal ante los ojos de la realidad. Soy real, lo dudo bastante de mi compañera de asiento.
Hasta hace una media hora mi vida no tenia ese cierto misterio que le había dado la sonrisa de esa mujer vestida de rosa en medio de ese parque desteñido que sólo contaba con un triste árbol sin ramas, una fuente con regordetes peces y un reloj gigante que iba retrasado por dos minutos. Esa la hora real para el pueblo, tal vez era yo el inadaptado, el adelantado.
5:55; la sonrisa se perdía entre la sombra que causaba su operada nariz y sus labios que tocaban casi sus orejas. El árbol otorgaba, ya, toda su sombra a los peces de la fuente.
Las manecillas del reloj no me tentaron a preguntarle su nombre, no sé que extraño sentimiento tuve pero estuve a punto de tirarle su revista al suelo y subir a arreglar ese reloj a la hora correcta. Su sonrisa estaba ya pérdida entre el ocio y la maldad; de la ira pase al miedo, es lo más cercano que he estado de ser una persona normal.
El reloj gigante marcaba las 5:58, el mió las 6:00 en punto, me levante al tiempo en que el sacerdote se asomaba en la puerta de la catedral, en la esquina norte del parque desteñido.
En estos momentos voy completamente sólo, mi reloj marca las 7:12 y me encuentro demasiado lejos del pueblo en el que estaba esa pequeña mujer de sonrisa diabólica en la silla de un parque desteñido leyendo una revista.
Dice la leyenda de un futuro no concreto pero si certero que ella se levanto de esa banca a las 6 en punto de la tarde, mi reloj hubiera marcado otra hora, que saludó con un beso en la mano al cura, entro en la iglesia y empezó a llover. El reloj gigante se detuvo justo a las 6:01 y nunca más volvió a correr, el árbol fue robado pero los peces cuentan ahora con un techo de plástico fino para que no los queme el sol.
Cuando mi reloj se para cambio su pila, trato de que su hora sea la correcta, por lo menos en mi vida intento dar una respuesta certera a uno de los cuestionamientos populares.
Por cierto, el pueblo ya no existe.

Frases III

LOCUCIÓN

La tercera entrega…

* Uso lentes porque la vida se me ha ido por los ojos, tengo barba porque los sueños se me escaparon por los poros, tengo brazos y piernas para poder alcanzar el resto. Te tengo a ti, para desperdiciar el destino.

* La vida es una caja de herramientas; la tenemos arrumbada en él lugar más oculto de la casa y para cuando la necesidad llega, uno siempre encuentra alguna forma creativa para no ir por ella.

* ¡Nunca llamaste! ¿Cómo saber que aún vivías para odiarme? Tenía que venir a preguntártelo. Por cierto, sigues siendo muy bella. ¿Me invitas a pasar?

* Cuando me encuentro en la barra de algún bar pienso mucho en ti. Siempre pido té para dos.

* El amor está fabricado con polvos de odio sedimentados por el tiempo. Habría que dejar de estornudar entre tanta pasión desbordada.

* Anoche me enamore. Aún sigo investigando quien fue el responsable.

* Para olvidarla se necesitará un amor, siempre un amor; igualmente fresco como aquel día en el que ella logro hacerme borrar aquel otro.

* La vida es un poco más que andar por ahí rompiéndole el corazón a medio mundo y dejar que te lo rompan. Es un poco más que eso combinado con un poco menos de fidelidad a la pareja. La vida es vivir, únicamente, ¿qué más se puede pedir?

* Si la vida tuviera música de fondo, la tristeza jamás sería el silencio. En todo caso, sería la belleza la que pidiera ser contemplada.

* Habrá un momento en que el olvido nos haga recordar que antes había algo en la memoria.

* Cada que me de me dejan de gustar un poco The Beatles, siento que maduro un poco.

Algún Lado, Alguna Cosa

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Esta columna nunca fue de mí total agrado, siempre se me ha hecho un poco presuntuosa, sin mucha forma y con un rencor que nunca llega a cuajar. Empero, aquí esta; tal vez para recordarme de vez en cuando sonreír un poco. Esto como respuesta para aquellos que me han dicho que le eche un poco de azúcar a la vida.

ALGÚN LADO, ALGUNA COSA

“Te llevare a algún lado”. Todos deberíamos tener una voz que nos dijera eso repetida y diariamente: “Te llevare a algún lado”
Todos deberíamos tener algún lugar a donde querer ir y un lugar a donde llegar; no creo, sea el mismo en todos los casos. Somos reales, no lo olvide.
Examinemos el mundo por un instante, pero no en el aspecto propositivo de los optimistas, examinemos el mundo, no el milagro de la vida - pues de ese aún tengo mis dudas.
¿Apoco no le gustaría salir del mundo en ocasiones? Al fin y al cabo no deja de ser una casota, tiene de todo: un jardín y una pecerota enorme. Sí, sería sano de vez en cuando ir a dar una vuelta a otra parte; salir del bullicio cotidiano del milagro de la vida - ahí si estoy de acuerdo.
Olvidarnos un rato del tiempo, de los segundos que nos acribillan la existencia, de la belleza, de cualquier tipo de concepto y forma, de los sonidos, del amor, sobre todo del amor.
Tal vez en el regreso decida no volver, o bien observe las cosas de una manera distinta. ¿Cómo le dicen, de una forma más fresca? Tal vez sea un sueño bastante extraño, lo que me daría un poco de rabia, ya que el sueño no deja de ser parte de esta realidad “milagrosa” que alguien nos creó (él mismo que nos encerró en este planeta).
Y si es un sueño, pues sólo seria una forma distinta de esta misma realidad, que muy lejos de ser algo en lo que pueda creer como total libertad, es lo mismo que si deseara, en estos momentos, comer una hamburguesa. El mundo no tiene salvación. Debería tener una voz que me diera alientos a seguir. “Te llevare a algún lado”.
Noche y día, bueno y malo, tierno y no, cada que sale el sol y la luz llega no encuentro esperanza, tan sólo veo lo mismo que todos los días. Es como esa canción; “Lo más grande de esta noche que se hizo de día/ Si saliera el sol/ Aquí me verías”.
Nunca he creído en eso de los caminos, mucho menos en los pasos, a mí que me digan donde está ese mítico lugar o bien, que me lo recuerden sin cesar, necesito de una voz, necesito de un poquito de fe, la misma que mueve montañas – y sinceramente yo las he visto en el mismo sitio desde hace años y desde hace siglos (gracias a esos instantes gastados del pasado color sepia que llamamos fotos).
No pido paraísos, nunca he creído encajar en uno de ellos, tan sólo pido tener un lugar distinto a esto, lo repito; todos deberíamos tener algún lugar a donde querer ir y un lugar a donde llegar. Creo saber que algunos ya tienen en mente su lugar a donde querer ir, mediocremente para la mayoría de ellos, ese lugar no deja de estar en este mismo sitio de encierro.
Acepto mi encierro sólo por aquello de que existe algo mejor después de estos instantes que en ocasiones me dan alegría, pero que nunca me han acercado a escuchar esa voz que pido con ahínco diciendo esa frase que llego a mi mente el día de hoy. “Te llevare a algún lado”. Eso es fe, eso es esperanza.
Encerrado estoy, y lo estaré, seguro, por algunas décadas más, si algo no llega a cegar el oscuro rincón con flores y peces gigantes debajo de sus aguas. He visto este mundo cambiar y a sus habitantes morir y matarse, creo que mi anhelo podría considerarse como sensato.
Sólo pido una voz dentro de mi cabeza; alguien que complete mis ansias y reconstruya mi aliento, me diría: “Te llevare algún lado, pero sólo si muero antes”. Debería ser yo.

No confío en mí/ Anhelo / Un pequeño espacio

EL AMOR ES ODIO

Tercera entrega de esta terca aventura de cariño ensombrecido por un natural resentimiento.

NO CONFIÓ EN MÍ.

No confió en mí cuando salgo a visitar la eterna costumbre que te rodea, que me rodea, que nos mantiene rodeándonos día a día; entre los brazos del sol y los cantos de esa nube que asegura una tarde de lluvia.
No confió en mí, debido a ti. Por la eterna costumbre que has impuesto aún cuando la lluvia no aparece. No puedo, aun así asegure el odio que te tengo (porque acostumbrado estoy a gritarlo al medio día). ¡Cuanto te odio, cuanto daño me has hecho! ¿Porque no te mueres?, o mejor aun, ¿porque no visitas mi odio? Te puedo llevar de la mano en mis visitas a la eterna costumbre que me has dictado; cuando grito como un loco que te odio, cuando lo hago tan sólo para que sepan que algún día te ame y yo me recuerde, brevemente, que aún suelo hacerlo cuando más te odio.
No confió en mí, debido a ti; eterna costumbre que me rodea y me alienta a seguir amando la muerte, a pesar de la vida, a pesar de ti; que tanto odio y quiero vida mía.

ANHELO.

Que más quisiera yo que dejar de quererte; que dejar de soñarte, de pensarte, de reírte. Pero ayer lo hice ¿sabes? Mientras te engañaba con el abrigo olvidado del día en que dejaste de soñarme, de pensarme, reírme, quererme.
Que más quisiera yo que dejar de vivirme. (De habitarte).

UN PEQUEÑO ESPACIO.

Te quiero cuando no te quiero y te amo cuando dejo de quererte.
¿Ves? Siempre guardo, en mi corazón, un pequeño espacio para tenerte.

Olvido

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Dicho sea de paso, está columna fue escrita alrededor de un año y medio en el pasado. Sin mucha inspiración, divague entre lo que en ese momento sentía: la presión de escribir algo sin tener en demasía inspiración. Lo primero que se me vino a la mente fue, obviamente, el olvido; posteriormente se me ocurrió al relatar en primera persona a alguien que se le había olvidado la mejor idea que había tenido en toda su vida.


OLVIDO.

Se me olvido lo que iba a decir, lo que tal vez, iba a contar; no sé porque, si lo supiera, tal vez no se me hubiera olvidado.
No tengo ni la más mínima clave de lo que supuestamente iba a escribir, si es que realmente lo iba a hacer. El olvido se llevo mis ideas y todos los argumentos que había para poder establecer mi primera columna decente; tenía el tema perfecto y la frase inicial que cambiaria al mundo, el final era sorprendente, daba un cambio inesperado para cualquier lector, así fuera el más imaginativo del mundo.
Creo, porque el olvido toma cada vez mas fuerza, que iba a escribir esa historia perfecta, creo que estaba a punto de sentarme a escribir esa palabra que nunca ha sido utilizada para el inicio de algo cuando se me olvido la palabra en cuestión y todo lo demás también.
No sé realmente lo que paso, ya que tengo tres formas de olvido; el tiempo, el orgullo y la simple forma de querer que las cosas pasen a ser otras; la transformación.
La mente me da vueltas, ¿Cómo sé realmente que iba escribir algo?, y lo que es peor ¿Cómo sé que iba a escribir algo que era excelentemente bueno?, ¿cómo, si me conozco más que nadie?
El olvido se subió a mi ego y se dejo caer sobre mi gran invención, mi única defensa es que el olvido no logro quitarme el recuerdo por completo, por lo menos sé que iba a escribir algo. Conozco gente así, creo que tienen una profesión, se me olvido también quienes son, creo que realmente existen (¿políticos?)
A lo mejor me senté a escribir una carta de amor, una canción de protesta, un reclamo a la sociedad o un insulto a mi mismo. No lo sé, dudo de mí, al pensar en mí.
Tal vez simplemente me senté a descansar, me duelen las piernas, ¿camine hace un rato?, si fue así: no sé si más de lo normal, no sé si lo normal o menos. Tal vez mi edad me quiere decir algo que quiera olvidar.
Existe también la posibilidad que me haya sentado a llorar las penas que me acongojan a diario y simplemente las haya querido olvidar tratando de escribir algo o inventándome que detallaría la más grande lectura de todos los tiempos en menos de 5 líneas, ¿si era esa mi intención, lo logre?
El olvido me ha llevado a dudar de mi mismo, realmente no sé si por lo menos he escrito algo bueno en mi vida como para pensar que escribiría lo mejor de toda ella, en realidad me olvide si estoy viviendo. El olvido me ha hecho un ser lleno de incertidumbres, a su vez, un soñador, un hombre que cree que escribir es una profesión con futuro. La gente se ha olvidado de la lectura. ¿Realmente alguna vez leyeron?
Me olvide de mis sueños de ayer, ahora tengo unas ganas increíbles de escribir algo con lo que fantasee el mundo de increíble manera, ahora tengo otros sueños.
Cuando el olvido aparte su brazo de mi, tendré más sueños que ayer, más conocidos, más ganas de recordar y mucho más olvido. Tal vez me olvide de mi escritura, tal vez me encuentre sentado en un lote baldío cuando ese recuerdo de la infancia me domine y quiera ser aviador, volteare al cielo y tal vez me olvide de los aviones, tal vez se me venga a la mente una palabra que nunca ha sido utilizada para comenzar algo, tal vez eso pasó, pero se me olvido también y de nuevo.
Ahora que lo pienso y el olvido se esta yendo, no hay ningún instrumento de escritura en este cuarto, tal vez me este desconociendo. Tal vez me olvide de mi mismo.
No tengo espejo en mi cuarto.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Instant Karma

REDONDO

Instant Karma: The Amnesty International Campaign to Save Darfur ó como salvar el mundo desde un Samborns.

Debo confesar que siempre he dimitido de aquellos frenéticos seguidores de la pseudo-doctrina de Lennon. Claro que creo en la posibilidad certera de un mundo mejor y pacifista; no así por completo pacifico, conciente estoy de nuestra humanidad; algo que no deberíamos olvidar en los incipientes pasos de nuestra propia naturaleza. Somos seres reales, no oníricos; para cambiar hay que trabajar no soñar.
En una época en que se explota a gritos la nostalgia de una época que prometía un futuro mejor, no queda de otra que llenar el mercado con vistosas precuelas de filmes, diseños que atraen al mismo recuerdo y una serie de compilaciones y tributos melódicos a las décadas que prometían el cambio. El futuro, pues, llegó, presentándonos una realidad alterna sin color, idea o camino. ¿Qué hemos hecho? Hemos volteado a otras culturas y a nuestro implícito pasado con los lemas de la globalización y la onda retro. Nos hemos cegado al presente real y hemos tratado de revivir las promesas de un pasado que nos hablaba con aroma de promesas.
En este mismo tenor arribó, hace unos cuantos meses, el tributo colectivo que se le hace a John Lennon, Instant Karma. La mejor excusa para ponernos otra vez a soñar y dejar que las cosas se arreglen por arte de magia; al final de cuentas, siempre son los demás lo que tienen toda la culpa.
El disco en sí es agradable al oído; fácil de escuchar pero nunca interesante, las versiones no aterrizan ni siquiera en los estilos propios de las bandas que las interpretan - salvo una que otra excepción como la de The Cure- pero ni siquiera esta llega a quebrar el sentido estricto del estilo de Lennon.
El contexto aquí resulta importante para atizar la necesidad e importancia de este disco, puesto que los melómanos “pos-hippies” de antaño conocerán de manera escueta a las bandas representativamente “altruistas” del presente (mezclando por ahí a uno que otro “clásico” con intenciones de retornar), así como los “chavales” se encararán por primera vez con la mencionada pseudo-doctrina del otrora ídolo de masas, que a punto estaba de ver por terminado su original legado - ¿Cuántas veces no escuché que Green Day tenía una nueva canción llamada Working Class Hero? ¡Bien pensado Yoko!
Es así como se nos presentan las más clásicas, pegajosas y sonoramente lindas y contra-revolucionaras canciones de John Lennon. Bandas relativamente nuevas como The Flaming Lips, Snow Patrol y Los Lonely Boys ceden parte de las cualidades del sonido que los caracteriza para obviar las canciones del homenajeado. Se trata, pues, de un disco lleno de remakes más que de versiones.
Escuchamos por ejemplo el retorno de Youssou N´ Dour al ámbito plenamente comercial, o tal vez en lo que únicamente fue una invitación moral por aquello de ser Africano, a los R.E.M con la suplica de volverlos a escuchar (o bien para hacer saber a las nuevas generaciones que hace años tuvieron tres/cuatro canciones), a un Lenny Kravitz con la amenaza de volver (y más monótono en esta ocasión), a lo tipos de Black Eyed Peace apareciendo para salvar a sus hermanos – que son todo el mundo salvo y cuando se los enseñen en un mapa, a Mick Fletwood como confesión por todos sus pecados (en realidad siempre fui una buena persona), a los Areosmith con ritmo “refuge” para mostrarnos que en realidad sí pueden tocar una balada que no suene siempre igual, un Jakob Dylan cansado y poco inspirado que ambiguamente nos podría estar mencionando su entrada al mundo de los solistas, a una Avril Lavigne en un sentido de total ironía interpretando “Imagine” (aunque entiendo su participación con objetivos meramente comerciales), a una Cristhina Aguilera, sin necesidades comerciales, con verdaderas buenas intenciones (creo siendo la única honesta), a un Ben Gibbard como Postal Service dándole un grado más kitch a una ya naturalmente cursi melodía (sólo queda preguntarse qué habría sido si se hubiera aparecido con los Death Cab for Cuttie). De igual forma tenemos a un Jack Johnson que aún no pega de lleno después de aparecer en cualquier banda sonora donde ha podido inmiscuirse (en lo que es uno de los mejores tracks del disco, la misma Imagine que interpreta la Lavigne), y para no dejar pasar la oportunidad, a los ya chocantes U2 con su eterna campaña por el Nóbel de la paz de Bono, así como a un puñado de solistas y grupos “menores comercialmente” (algunos ya con trayectoria), tratando de hacer el llamado masivo. Me refiero a gente como Ben Harper (que en efecto es bueno y refrescante; sobre todo en las mañanas) así como a otros tantos.
Claro está que no podemos dejar de lado la participación de nuestros conacionales, los autodenominados chamanes de este nuestro país, Los Jaguares. Debo mencionar, en primera, que mucho he escuchado de su versión en español de Gimme Some Truth; el noventa por ciento de mis allegados dice que es detestable, mientras el otro 10 se saltó el track al escuchar el disco. Pero admito que a mí no me pareció tan mala. Si la ponemos en contexto, descubriremos que es lo mejor que han hecho en los últimos 6, 7 años. La producción se oye un poco mejor que la de sus discos y la letra tiene más "coherencia" (digamos) que sus alegatos infumables de creerse emperadores mesoamericanos. Lo que queda de la voz de Saúl se rescata al oírla bien mezclada con lo que también queda del resto de su banda; la sucia guitarra del “Vampiro” y la mediana batería de André. Para mí es un muy digno intento que no pasa de ser eso - poniéndolo en contexto claro está.
Instant Karma es y sería comercialmente, pues, un disco más en los estantes de las tiendas de discos sin la tesitura de su realización, que no implica otra cosa más que el mercadeo de la nostalgia. El escucharlo no agrega nada a lo que ya tanto habíamos oído en múltiples compilaciones piratas del ex-beatle. Su mercado, al final de cuentas, no se delimita generacionalmente, trata de abarcar más con su “altruista” y “moral” objetivo; es tal vez por eso que dejan de lado algunas buenas canciones de Lennon como “God” para poner dos veces Gimme Some Truth e Imagine (en versiones lindas y dulces) ¿Por qué no poner aquella oscura adaptación de A Perfect Circle? En fin, el comercio tiene sus reglas, lo entiendo.
Instant Karma no deja de ser un ligero momento, un disco mediano, pasable, audible y divertido al que debe de agradecérsele el contemporaneizar (no modernizar) a John Lennon; muy a pesar de que nos digan que salvaremos el mundo, pues cuado Lennon gritó que el sueño había terminado, no implicaba otra cosa que su explicito abandono a dedicarse a realizar el cambio de la manera que el contexto requería (luchando, no metiéndose en su cama por todo un año para las fotos del recuerdo).
El otro día, por ejemplo, me encontraba pagando el exagerado precio de un yogurt en un Samborns junto a otros tantos yuppies (que al igual que yo querían quedar bien con su karma) y al tratar de ignorarlos, me dí cuenta del verdadero poder de la globalización, pues bien pude pedir que anotaran en mi cuenta el mentado disco de Yoko Onno y salvar, desde ahí, un pedazo de la tierra que nos vio nacer como raza. ¡¿Impresionante no?! ¿Qué será de África si lo compro pirata?

Instant Karma – Varios Artistas a John Lennon
Calificación: 2.5 (de 5)