EL BOLSILLO IZQUIERDO
Como es de adivinar, cada que se acerca el último día del año, justifico en un texto mi rencoroso odio a tal fecha. Esta es la del 2006.
COMANDA.
Y de nuevo un año nuevo termina, ¿o debería decir un año viejo que muere para dar paso a uno verdaderamente nuevo? La verdad nunca he logrado entender esto de los cambios mágicos que uno osa otorgar y recoger cuando termina el mes de diciembre. Por más que le de vueltas al asunto, jamás he de verme más guapetón en el espejo después de levantarme en una de las más memorables borracheras del año. No sé usted, pero por lo menos yo termino el año de una forma muy similar al anterior, y al anterior, y al anterior, y al anterior, y así sucesivamente hasta que la memoria me recuerda mis dulces pensamientos de ignorancia infantil y colectiva; cuando todo era un poco más sencillo por el bendito factor de que nada me importaba realmente.
Hoy es un día bastante común para mí, me despierto a media luz como suelo hacer después de las jornadas maratónicas y recurrentes a las que me apego con mis allegados compañeros de bebida. Lo más seguro es que aquel al que le asignamos el sobrenombre de “Maximus” no despertará, o bien, aún sigue en actividad por algún extraño sector de la ciudad.
Y como acostumbrado estoy a pasearme, algo así como si fuese el perro del mundo, pues hoy saldré a ver la ciudad tal cual la conozco, con los locales cerrados y con poca gente en sus banquetas, y es que como siempre salgo a altas horas de la noche, sólo me queda extrañarme por el sol. Pero esa sí es una de las actividades mágicas a las que me apego como tradición de inicios de año; “la noche con sol.”
No prometo, ni hago conjuros, ni me aferro a las actividades sosas que popularmente designan la buena fortuna. Aunque algo han de tener de ciertas, digo, jamás las he hecho y jamás he tenido buena suerte. Pero es que el hecho de la promesa siempre es un discurso de bastante opulencia. Sentémonos un rato a pensar, ¿quien demonios promete algo que va a cumplir, qué sabe que puede hacerlo? En todo caso, ¿dónde está el reto?
Uno siempre ha de ubicar el juramento sobre acciones que no comparten su propia naturaleza, el pensamiento profundo de “debo verme como un verdadero contendiente de la adversidad” siempre ha de ser derribado por las más sencillas trabas de la vida. De todas esas alusiones a una mejora de vida y de salud que he atendido alrededor de los últimos fines de año, siempre he visto salir avante a la comida, el trago, la humareda, la amarga soledad y sobre todo, el temible y venidero fin de los tiempos.
”No por mucho manejar hemos de llegar más lejos, en algún momento del camino hemos de cansarnos y chocar.” Suele decir uno de mis compañeros de “cuartito” cuando el dinero se ha acabado como para seguir dañando nuestros malgastados cuerpos. Si acaso debo de hacer voto sobre alguna acción futura dentro del marco de los festejos presentes, esa sería que seguiré siendo igual, cosa nada sencilla. Molestare a más gente este año, no tendré piedad con aquellos a los que me toque verlos en penurias ajenas, seguiré siendo un férreo enemigo de la instituciones político-moralista-pseudo-optimista-casi dioses terrenales, y he de mantenerme en el limite de mi acidez contra la vida y el tiempo. Con el pasar de ciertos ciclos nos hemos vuelto un rostro familiar, en ocasiones se asoma a ese bar al que suelo recurrir para olvidarla. Y claro, Ella estará presente en este año que comienza, como dejarla atrás después de tantos dolores. Es como salir con aspirinas al viaje y olvidar el dolor de cabeza en la casa. En fin, todos estos pesares que he coleccionado durante mi vida estarán en este año que empieza a mostrarse, misteriosamente, muy similar al recién fallecido. Las risas también estarán, y entonces todo caerá en su orden natural. Ese que dictamina que en la vida no sé es por completo feliz, ni eternamente triste. ¡Buen año!
Como es de adivinar, cada que se acerca el último día del año, justifico en un texto mi rencoroso odio a tal fecha. Esta es la del 2006.
COMANDA.
Y de nuevo un año nuevo termina, ¿o debería decir un año viejo que muere para dar paso a uno verdaderamente nuevo? La verdad nunca he logrado entender esto de los cambios mágicos que uno osa otorgar y recoger cuando termina el mes de diciembre. Por más que le de vueltas al asunto, jamás he de verme más guapetón en el espejo después de levantarme en una de las más memorables borracheras del año. No sé usted, pero por lo menos yo termino el año de una forma muy similar al anterior, y al anterior, y al anterior, y al anterior, y así sucesivamente hasta que la memoria me recuerda mis dulces pensamientos de ignorancia infantil y colectiva; cuando todo era un poco más sencillo por el bendito factor de que nada me importaba realmente.
Hoy es un día bastante común para mí, me despierto a media luz como suelo hacer después de las jornadas maratónicas y recurrentes a las que me apego con mis allegados compañeros de bebida. Lo más seguro es que aquel al que le asignamos el sobrenombre de “Maximus” no despertará, o bien, aún sigue en actividad por algún extraño sector de la ciudad.
Y como acostumbrado estoy a pasearme, algo así como si fuese el perro del mundo, pues hoy saldré a ver la ciudad tal cual la conozco, con los locales cerrados y con poca gente en sus banquetas, y es que como siempre salgo a altas horas de la noche, sólo me queda extrañarme por el sol. Pero esa sí es una de las actividades mágicas a las que me apego como tradición de inicios de año; “la noche con sol.”
No prometo, ni hago conjuros, ni me aferro a las actividades sosas que popularmente designan la buena fortuna. Aunque algo han de tener de ciertas, digo, jamás las he hecho y jamás he tenido buena suerte. Pero es que el hecho de la promesa siempre es un discurso de bastante opulencia. Sentémonos un rato a pensar, ¿quien demonios promete algo que va a cumplir, qué sabe que puede hacerlo? En todo caso, ¿dónde está el reto?
Uno siempre ha de ubicar el juramento sobre acciones que no comparten su propia naturaleza, el pensamiento profundo de “debo verme como un verdadero contendiente de la adversidad” siempre ha de ser derribado por las más sencillas trabas de la vida. De todas esas alusiones a una mejora de vida y de salud que he atendido alrededor de los últimos fines de año, siempre he visto salir avante a la comida, el trago, la humareda, la amarga soledad y sobre todo, el temible y venidero fin de los tiempos.
”No por mucho manejar hemos de llegar más lejos, en algún momento del camino hemos de cansarnos y chocar.” Suele decir uno de mis compañeros de “cuartito” cuando el dinero se ha acabado como para seguir dañando nuestros malgastados cuerpos. Si acaso debo de hacer voto sobre alguna acción futura dentro del marco de los festejos presentes, esa sería que seguiré siendo igual, cosa nada sencilla. Molestare a más gente este año, no tendré piedad con aquellos a los que me toque verlos en penurias ajenas, seguiré siendo un férreo enemigo de la instituciones político-moralista-pseudo-optimista-casi dioses terrenales, y he de mantenerme en el limite de mi acidez contra la vida y el tiempo. Con el pasar de ciertos ciclos nos hemos vuelto un rostro familiar, en ocasiones se asoma a ese bar al que suelo recurrir para olvidarla. Y claro, Ella estará presente en este año que comienza, como dejarla atrás después de tantos dolores. Es como salir con aspirinas al viaje y olvidar el dolor de cabeza en la casa. En fin, todos estos pesares que he coleccionado durante mi vida estarán en este año que empieza a mostrarse, misteriosamente, muy similar al recién fallecido. Las risas también estarán, y entonces todo caerá en su orden natural. Ese que dictamina que en la vida no sé es por completo feliz, ni eternamente triste. ¡Buen año!
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