Replicantes.

Replicantes.
España, 2009.

Sunset Boulevard

Sunset Boulevard
España, 2009.

El que Busca Encuentra

lunes, 20 de julio de 2009

Y como Tributo al Duque.

VÍA LIBRE.

Este es otro de los ejercicios que hemos realizado en los talleres de relato corto. En este caso se nos pidió la creación express de un cuento sobre la irascibilidad de un personaje. Yo basé esta ficción en una vieja anécdota mental que me había regresado a la mente un día antes, al asistir a un concierto de Jazz.

Y COMO TRIBUTO AL DUQUE.

A. Güiris V.

Me le eché encima cuando cuando interpretaban Prelude to a Kiss de Ellington, la última canción que aparecía en el mediocre programa que me habían obsequiado en la entrada -me había decidido a asistir a la presentación tan sólo media hora antes- los platillos salieron disparados por todos lados mientras los que emulaban a Thelonius Monk y Ray Brown se quedaron en sus puestos sin hacer nada, protegiendo quizás sus instrumentos, manteniendo la vista en los golpes que le propinaba al pobre líder del trío mientras le insultaba internacionalmente (cabrón, mama-huevos, gilipollas) supongo que tampoco les caía bien del todo; el público expectante, ecos de sus impresiones. Me mantuve a nivel durante todo el primer bloque de canciones, las de su disco, su primer disco; el mismo lo dijo, lo pidió de buena gana: “Son canciones mías, de mi único disco, cómprenlo. Ahora con la crisis los músicos también necesitamos ayuda”, y yo de imbécil que le hago caso y que la ayudo. 15 malditos euros gasté en el intermedio por tenerlo, en realidad las dos últimas canciones que habían tocado me sorprendieron, el contrapunto entre el cencerro, el bombo y la tarola me había dejado con la boca abierta. La calidad musical siempre va aparte, siempre, muy a lado del corazón.
En la portada su rostro, no tanto él en realidad como su representación, entonces recordé por lo que había ido, por las deudas a saldar, por todas esas indagaciones mentales, pesadillas de medio día, en que lo imaginaba encima de ella. Miren que ya estaba grandecito en esos años y ahora más, y si yo era ya grande para ella en ese tiempo; no, no, no. No quiero ni pensarlo, no otra vez. Aún no comprendo que le pudo haber dicho, con que palabras la habrá atraído. Casi estoy seguro que ni siquiera tuvo que abrir la boca, sólo dando golpes burdos con sus palitos de madera a las membranas de su DW de colección la mantuvo cautiva, pero ¿por cuantos años?, ¿los mismos que a mi? Juro que no vuelvo a enamorarme de una tipa que le guste lo mismo que a mi.
Y miren que es bueno el cabrón; volver en el segundo bloque con standards de jazz y hacer con ellos tal maravilla; no cualquiera. Prelude to a Kiss, preludio a un beso, la última del programa, ni siquiera di tiempo para las exigencias de los encores. No, pude contenerme; en la mente la imagen de él rozando su cuerpo después de improvisar de esa manera, en privado, y ella como yo, con la boca abierta. No, no, no. No esperé ni siquiera a que avanzará su improvisación cuando ya me encontraba encima de la tarima-escenario y me le aventé, mis manos tratando de llegar a sus hombros para safarselos y jamás pudiera volver a tocar, ni a ella ni a nadie, mi cabeza hacía su pecho para ver si de una vez por todas se le detenía el corazón; y de paso a ver si así dejaba de quererla, de amarla, de llamarla con los latidos de su tambor. Unas manos negras, las manos del guardia de la sala pudieron conmigo a la primera, aunque también le di un par de golpes a esa bestia, fue más por inercia que por efecto pensado, con tres cachetadas bien puestas pudo conmigo totalmente. Cuando me retiraron del lugar, o más bien cuando me votaron a la calle como bolsa de papel, aún tenía en las manos el disco de la banda, iba ya un poco doblado y ensangrentado. ¡Miren que en vivo lo hacían muy bien!
¡Pero que buenos son!, le digo a Rocío, la mujer que me cuida desde entonces, ella también les ha ido cogiendo gusto. Claro esta que no me deja ponerlo muy seguido, por salud (mental y física), y es que justo en la última canción, cuando siento que ya va a terminar el disco y no quiero que haga una vez más de la suyas, me aviento estrepitosamente a los altavoces y termino con el cuerpo ensangrentado. ¿Qué siempre he de terminar con el cuerpo dolorido cuando la recuerdo? ¿Por cuantos años?, ¿los mismos que él? La calidad del amor siempre separada de la musical, siempre.

Las Cosas que he de Ser

VÍA LIBRE.

Desde hace ya un par de semanas, mientras el verano se acercaba y las actividades cesaban un poco, ingrese a un curso de relato corto; para ejercitar esa vena que nunca debe dejar de emplearse, y de paso para conocer a más gente encantada por la fascinación del leer y escribir. He aquí, pues, un pequeño ejercicio que realizamos para conocernos entre los miembros del grupo. Un pequeño ensamble de cosas que nos gustan y disgustan. Este es el mío.

LAS COSAS QUE HE DE SER.

A. Güiris V.

Aún no sé del todo como sucedió pero ahora ya está hecho y en síntomas de recuperación, así que puedo decirlo - uno debe, o debería más bien, decir las cosas cuando ya han sucedido y no cuando están a punto de - porque ya no recuerdo bien como es que se dio: mi capacidad visual fue perdiendo su fuerza, o vitalidad, o que sé yo, el caso es que me gusta, no deparo en ello con ahínco de terror y antipatía: siempre quise tenerlos y ahora, ya pasados los años, puedo recordarlo; de niño siempre quise utilizar anteojos, quizás porque siempre me han gustado (los artefactos), o más bien porque me han llamado la atención las personas que los llevan, sobre todo porque son ellas las que me han alentado a ser “yo”, cualquiera que sea el significado de eso (muy a pesar de lo que se pueda o decir o suponer, que siempre es errar y viceversa). Me agrada utilizar gafas, sí, alguna vez incluso llevé algunas de pasta gruesa porque me gusta como se le veían a Elvis Costello en sus primeros discos, hay un par de canciones que me gustan más de lo suficiente, aunque no me agrada del todo que se haya casado con Diana Krall, sobre todo porque hace de una mujer bella e interesante algo ya ajeno a la propiedad del sueño colectivo, no así del anhelo, que no me interesa en lo más mínimo, incluso de mis sueños, pero no soy muy soñador; no me gustan las fantasías que me hacen vencedor sino los retos, me gustan las pruebas que me imponen los limites a los que me ha llevado el transcurrir de los días. Me gustan los atardeceres, sentado en algún rincón de un un parque, o plaza, seguido construyo conversaciones largas (más largas de lo apetecible) sobre y “de” personas que tienden sus vidas para desnudar el pasado que pesa; me gusta escribir y relatar, me gusta imaginar, que no es lo mismo que soñar, no para mí; no me gustan por ende los sinónimos, cada palabra tiene su poder y sus significado, no me gustan los parecidos, me gusta en todo caso deshacerlos con impropios ficticios; suelo convivir con personajes que me invento y recapitulo; algunos de ellos no me gustan pero sí el definirlos ¿por qué no? Me gusta subirme al servicio público, encontrar un par de víctimas, no más de 4 individuos - entre más coloridos y folclóricos mejor - e inventarles una historia; responderme de dónde vienen (¿qué génesis los ha colocado aquí?), a dónde van (¿cuál es su dirección?), que misterio los aqueja (¿qué oscuridad se oculta bajo ese manto de humanidad?), que tragedia les está por suceder (¿como terminarán?), ¿cómo se les ha de echar a perder la vida por alguna peripecia trágica?, un drama griego o casi griego, pero del cual uno puede salir riendo, o por lo menos no aquejado - como una comedia igualmente griega - si no es a uno, claro, al que le atañe el pesar: esto es en si una regla de oro en los guiones del cine norteamericano, no así el del cine de Europa del este, que es más intimista; de tesis le llaman algunos - no obstante, como buen latinoamericano que soy, y no me quejo de ello; no me apetece hacerlo ni la gente que lo hace; siempre he de terminar buscando en los recovecos de mis personajes que siempre optan bajo mi obligación de autoria, a dedicarse a labores que enriquecen los bajos mundos y empobrecen la bella ilusión de un mundo más sofisticado: me gusta inventar, crear de lo ya creado, no genero sólo construyo. Me gusta el humor negro y un tanto desenfrenado, me gusta contar y no mucho ser contado (pero esto es algo que a muchos no gusta, está claro, es en parte lógico y obvio), soy introvertido en suma; me gusta ser mexicano, lo soy, claro, y mí país: y sus colores, y sus fantasmas y demonios, y sus risas, sus burlas a la muerte (siempre colorida o de colores, que no es lo mismo pero suena igual), y me gusta la muerte, y el pasado, y la soledad; me gusta estar solo y escuchar jazz, soy un melómano consumado y redimido pero me inclino siempre por este genero negro norteamericano en mis ratos de vaguedad. Me gusta el bop y más el bebop, también el swing y el sonido “Chicago”, me gustan las baladas de Chet Baker, y saber que fue un adicto y murió porque su cuerpo ya no pudo más con las inyecciones, me gusta la técnica de Joe Pass a la guitarra, y también saber que murió, al igual que Baker, porque sus entrañas habían ya sido rebosadas del etílico veneno de los fines de semana. No es que yo sea como ellos, es sólo que me gusta saber que aún los “perdidos” encuentran el sentido de la belleza para el mundo y así se hacen un lugar en la historia, me gusta saber que los perdidos aún encuentran. Casi nunca escucho el “fusion” de mediados de los 80s, no le encuentro mucho sentido al sonido de los bajos electrónicos de aquellos años, me gusta la guitarra y el piano, me gustan los metales y sobre todo la trompeta, más que el saxofón - Gillespie, Farmer y Terry antes que Miles - soy vernáculo y amante del sonido puro de los instrumentos hechos a mano y con sonido a manufactura rudimentaria. También las voces de las negras damiselas que avivan la noche como Sarah Vaughan me agradan; me gustaría algún día encontrar a una mujer con ese afín, con ese sentido musical, como Elvis Costello ya lo ha hecho, y del cual también me gusta su música, ya lo he dicho, porque me gusta el rock de décadas pasadas - por mis hermanas: por herencia - no me gustan las nuevas tendencias de las culturas populares y masivas, no me gustan esos términos: lo popular y lo masivo, todo lo es. Me gustan los pequeños placeres de la vida, o lo que yo llamó los pequeños placeres de la vida; comer una buena pasta y tomar un buen vino, pero eso ya casi le gusta a todo el mundo y no me puede adjetivar más que en en lo popular y lo masivo, ¿pero qué no lo es? Me agrada escuchar la música que me gusta, básico, y hacerme el occiso cuando no resuena la que me agrada, no me gusta discutir ni criticar lo que no es de mi entero agrado con gente sin criterio en la que siempre imperan los axiomas, porque a lo mejor nunca han estado siquiera cerca del amor a la composición vertical que es la música: no me gusta andar robando corazones, ni ser infiel - ni pensar en serlo - ni que me lo roben, ni que me digan que el amor está a la vuelta de la esquina, me gusta amar lo que amo; porque lo amo, porque sé lo que no siento con tal pasión, lo que no me gusta: porque lo he comprobado: cómo decirlo, no lo sé, lo dubitativo es siempre negación, quizás me gustan más las películas en blanco y negro porque conozco ya las de color; ¿así estaría más claro? Me gustan las cosas dejadas al aire que con un poco de razón caen en la verdad. Amo el cine y los libros, no veo la tele, no me gusta, no me llama la atención, tampoco me gustan los videojuegos ni todos esos pasatiempos que considero inútiles y que siempre se parecen, más cada día, pues han pervertido a mis mejores amigos cuando mas creía que en realidad terminarían siendo gente de bien, o así he oído mencionar a los viejos, y sobre todo porque van dejando ciego, paso a paso y poco a poco, o por lo menos porque hacen que la visión de los sujetos activos a estos, como mis amigos, vayan - irónicamente - observando como decrece, como a mí me sucedió pero no por las mismas razones (me gusta vivir, que conlleva en sí lo que agrada y lo que no, ¿pero quién osa negarlo?), pero de eso ya hace tiempo, sólo que no recuerdo como, tan sólo que paso y ya es un hecho. Soy parecido a todos, igual que como soy de particular, me gusta más así.

domingo, 19 de abril de 2009

The Visitor

REDONDO.

The Visitor
The Visitor (Thomas McCarthy, 2007)

A Thomas McCarthy se le ha de reconocer más por sus trabajos actorales que por su labor detrás de cámara, ya que es mínima en comparación con su currículo como interprete en personajes de filmes o cintas de televisión que en ocasiones, no sé si irónica o agradecidamente, se acercan lo menos posible a lo que como realizador ha logrado con las dos únicas cintas que ha realizado.
Si aquella primera incursión como director, The Station Agent (2003), le fue suficiente como para que algunos de los premios más importantes del cine independiente le volteasen a ver, así como la industria que aplaudió su logro ante tan moderado presupuesto, en esta su segunda película, su mano se denota mucho más fuerte y madura en un sentido total dentro de la cinematografía. The Visitor es una historia muy sencilla, casi básica si se le quiere ver, pero está tratada de una manera tan fina que se convierte desde el inicio en una trama firme, muy firme; lo que casi no resulta de una historia sencilla, pues la mayoría de las veces se peca al querer complicar la historia y no la puesta en escena o bien la esencia de la historia, que como siempre he dicho y diré, es de lo que el cine trata, de narrar.
The Visitor pues nos denota el viaje de varios personajes que se encuentran ante la contemporaneidad de la vida estadounidense, sin embargo, y como uno de los puntos a más elogiar de esta película, estos ambientes de tal actualidad no son el punto álgido o de interés de los personajes o la historia en si, es más, el director nos lo deja rebasar en ningún sentido la historia y hace a un lado lo que casi todos hubieran hecho, hacer un uso panfletista de ciertos criterio sociales de la multi-cultural New York, sobre todo el penoso asunto de la migración, que aunque si es central en la trama, los ataques a este, así como la critica, se una tanto a la historia que no se convierte en un grito de reclamo, sino algo más íntegro y por ende, más efectivo y hondo para el espectador. En este caso en particular, el Sr. McCarthy nos de una lección de como tratar este tipo de elementos que tanto existen en el cine independiente.
La historia pues no se rebasa nunca así misma, no da espacio para vaguedades, está sobriamente construida, una redondez que te deja entrever los subtextos, lo que la enriquece y formula como algo de mayor peso. No obstante, la misma sobriedad de todo lo que gira sobre la historia, gira sobre los demás aspectos del lenguaje, lo que denota, como es lógico, la poca experticia del director, pues es su segunda película; la cámara, el montaje y el uso de la música en este caso, pues es punto medular de la trama, están bien pensadas y planeadas pero pudieron llevarse acabo de mejor manera con simples ajustes. Lo que no daña en ningún sentido la película, pero que siempre denota ese look indie, que tanto gusta a tantos, y la siempre afectiva sensación de una cinta “novata”, pero que, siendo sinceros, siempre deja una sensación de que en manos de alguien con mayores años de trabajo, pudo haber conseguido mayor emoción.
No obstante, el punto de mayor cohesión dentro de este entramado que deja un muy buen sabor de boca, es el trabajo actoral, algo que definió en buena parte la primera cinta de McCarthy, y que en este también se hace notar. Con un elenco casi por completo desconocido y que encabeza Richard Jenkins, en un muy raro protagónico (pues estamos acostumbrados a verle como personaje secundario o terciario) la película da sorpresas en todo sentido, con grandes interpretaciones que no dejan cabida a que la emoción se escape en ninguna sensación, logrando escenas que motivan, enternecen y enervan con una modestia que está para contemplarse. Con un ritmo homologado y pocos tirones, que llegan cuando son meramente necesarios, la cinta se construye a base de sus personajes, que están detallados desde el guión del mismo McCarthy y en base a un trabajo de dirección actoral que no deja a nadie duda de una preparación inmejorable y del talento como director de este más actor que realizador.
The Visitor es pues una cinta independiente, de look independiente, que refresca el sentido. Es una prueba más de una historia sencilla pero fuerte, planeada, construida, bien llevada, que como siempre en este tipo de cintas, tiene su detalle en las cuestiones técnicas, pero no obstante tiene mucha alma, enriquece y nos deja entrever un mundo más “real” (esto nunca será posible) sobre asuntos de alta importancia social, no nos vende a nadie como salvador o diablo, nos cuenta una historia que emerge de los problemas comunes.
Lamentablemente esta cinta, que obtuvo para Jenkins una muy merecida nominación al Oscar, no tiene aún distribuidora en nuestro país, por lo que casi podemos afirmar que se tendrá que obsvervar en casa por medio del DVD. Cosa que ya no nos parece rara, y más cuando ya se avecina la temporada de los efectos especiales. En fin, yo tuve la grata fortuna de poder observarle en pantalla grande y dejo aquí mis impresiones. Para mí ha sido todo un placer el poder verle.

The Visitor de Tomas McCarthy
Calificación: 3.5 de 5 (Buena).

viernes, 3 de abril de 2009

Leonard Cohen - Live in London

REDONDO.

Leonard Cohen - Live in London (2009)

Hablar de Leonard Cohen resulta complejo por el hecho de ser una de las figuras más emblemáticas en la historia de la música, sus influencias han repercutido en distintos géneros musicales que se han relegado - y buscado la forma de ensombrecerse a su vez. Su estilo, aunque sencillo, vernáculo y bastante imitable, es característico (sobre todo por esa voz dura que caracteriza la segunda parte de su carrera); es suyo propiamente dicho y sin excepción. Nadie puede negar la fuerza de sus letras, la potencia de su lírica, la explosión de emociones que se desatan con tan sólo las pocas notas que siempre le acompañan y la honestidad brutal y belleza inusitada con que acentúa sus centrados tópicos; la desgracia, el desamor, amor, el desapego, la tristeza, soledad, la política y todo aquello que embellece el lado más bajo del ser humano. Bandas de lo más dispar en cuanto a forma comercial como lo es el Punk, Pop, Rock, Folk, Progresivo, Blues, etcétera, han levantado en ya más de una ocasión la mano para señalar estar agradecidos con este señor, leyenda incuestionable de las letras y notas del contemporáneo tiempo, cuya vida personal es aún más mística que su carrera y la cual comenzase perteneciendo a aquella ya desaparecida generación de poetas malditos de la era Beat.
Reservado desde hace ya más 20 años, su último disco de estudio se remonta al 2004, seguido de uno salido en el 2001, y el cual apareció después casi diez años después a su antecesor, esto debido al encierro espiritual al que se consigno con unos monjes para la calma de sus mayores temores. Hacía más de 15 años que no se presentaba en vivo para interpretar sus éxitos, los himnos; las canciones que tanto han marcado a generaciones enteras que hoy se regodean con éxitos más pueriles en el mercado, algunos no tanto, algunos con los suyos, claro, en sentido de homenaje.
El 2008 fue un año histórico para la obra de este señor, pues ya entrado en la séptima década de su vida, se aventuró con una gira mundial para tocar en vivo después de los 3 lustros de desaparición que tenía en los escenarios. Los resultados no se hicieron esperar, la venta de boletajes fue rápidamente vendida a la par que los ritmos con que las bandas de moda suelen agotar en estos años, un eco de éxito se hizo escuchar, los aforos siempre llenos fueron participes de su regreso a los escenarios. No sobra decir que parte de la realidad que subraya esta gira fue el hecho, siempre humano, de que su contador (o bien el que le llevaba su capital), hizo de las suyas mientras este se mantuvo recluido en el monasterio. Cuando la crisis llegó, las siempre latentes peticiones de conciertos habrán sido una tentación mayúscula, no lo sé, lo supongo. No obstante de esto tan natural dentro del ámbito musical, cuando se trata de alguien como Cohen, que siempre cuida hasta la más mínimo detalle en cuanto a la calidad de sus presentaciones, la gira fue más allá de lo esperado, de una exigencia mayor. Una belleza, las criticas positivas no cesaron en ninguna fecha. Y para que el momento no pasara inadvertido, así como para hacer de paso un poco más de dinero con todo el aparato, su disquera grabó uno de los conciertos más dignos de aquel tour, la presentación que hiciera Cohen en la Sala 02 de Londres. Es así como para todos aquellos que no pudimos estar cerca de la gira mundial del 2008, el Sr. Cohen nos regala esta compilación en vivo de sus mayores éxitos y algunas de sus más bellas composiciones.
Debo indicar que siempre que aconsejo a algunos de mis allegados escuchar al Sr. Cohen, del cual soy seguidor desde que era un pre-adolescente, detalló que lo más relevante de su trabajo es el poder lírico que contiene su obra, pues no obstante, esa voz particular que lo caracteriza suele a sus “nuevos” escuchas parecerles un poco discordante. No así, yo acostumbrado, esperaba románticamente que esa voz reaparecía con fuerza en este disco, pero para mi sorpresa - ¿qué voy a saber yo de estas cosas?, sólo creo que esa inclusión en el monasterio sirvió de más cosas que para la liberación de su alma, si es que eso llego a pasar - ese canto ha retornado con una belleza particular no esperada por este humilde servidor. No así que el disco me ha dejado con más gratas sorpresas y sonrisas de las ya esperadas con el simple hecho de escucharlo en vivo después de los ya 15 años citados. Es cierto, Leonard Cohen ha vuelto, y no ha vuelto a darse un paseo como hacen ahora los grupillos modernos que se separan, haciendo de su adiós una gira de alto capital y que en menos de 7 años asombran con la gira del regreso; algunos incluso con el estricto y petulante pretexto de ser sólo ser una pasarela por falta de dinero; sucesos en los que no profundizaré porque no hace falta y no se lo ameritan. Pues, repito, Leonard Cohen ha vuelto, ha regresado con una fuerza mayúscula, con un poder ensombrecedor para todos aquellos que osan decir que hacen música de calidad. Acompañado de un puñado de músicos de alta calidad, ganas profundas que se leen en su devuelta voz, y su siempre retórica agradecida, bañada con un apego a un original sentido del humor, sus canciones toman nueva vida en este concierto, no son la re-visitación esperada de sus composiciones, no, sus temas renacen con arreglos mínimos pero que con ayuda del apego a sus esencias, resurgen con roces fuertes a géneros como el jazz, sobre todo, logrando que la fineza que ya existía en ellas, se engrandezca, se agradezca y se disfrute como si fuera la primera vez. La verdad es que este disco es un disfrute de principio a fin, es un ejemplo de la maestría que da la edad, es una muestra global de lo que ha sido una carrera apegada a la letra, a la melodía, a la calidad, la calidad; no me canso de repetir esta palabra, pues creo es la que engloba por completo el disco, el concierto, la gira, la carrera del Sr. Cohen, quien ahora se envuelve en una segunda gira mundial, ésta un poco más extensa. Con la consigna de hacer resurgir de las aún llamas encendidas - nunca apagadas - de su carrera: himnos, gritos, poemas, sensaciones que ha creado, dejará a más de uno, como lo ha hecho con este disco, con la boca temblorosa y el corazón a flor de piel. El Sr. Cohen ha retornado como sólo los grandes lo pueden hacer, haciéndonos deambular como taciturnos caminantes que sienten parte de su vida transcurrir mientras suenan sus melodías, su 40 años de existencia musical. Bienvenido sea.

Live in London de Leonard Cohen
Calificación: 5 de 5 (Sin Mejorías).

Pearl Jam - Ten Redux

REDONDO.

Pearl Jam - Ten Redux (2009)

Algunos de mis más cercanos colegas conocen y reconocen bien al rock como una de mis más grandes inclinaciones musicales, no basta recitar más lo enlistado ya en este mismo espacio que al explorarse es algo un tanto obvio. Ahora bien, este gusto generacional por un sonido ya añejado y alejado de una realidad temporal (en la mayoría de los casos), me comenzó desde temprana edad gracias a la influencia siempre acertada de mis hermanas mayores, quienes “pertenecen” a aquella generación “X” que se hiciera notar por no quererse hacer notar del todo; fracaso generacional que nos trajo estas repercusiones actuales de sobre-llamamientos y egos alzados que se evocan cual reflejo de la bruja de Blanca Nieves; Cosa aparte, en fin.
Para aquellos años de virginal infancia en una década que marcaría el inicio del internet, la adolescencia de mis hermanas, como la de la mayoría del mundo, se regodeaba por el artefacto de moda; algo que personalmente creo ha quedado en los anaqueles de la mercadotecnia musical como el último gran golpe de falsedad y inventiva, pues ha ser sinceros, lograron vender con la etiqueta “Grunge” un supuesto sonido de un puñado de bandas que en realidad era más que heterogéneo. Re-estructuraron el hartazgo de una juventud olvidada en su expresión artística, pero sobre todo musical, por el hecho de estar alejada del eje que aún se conserva en el mercado melódico de los Estados Unidos - y lamentablemente del mundo - Nueva York - Los Anegles, o viceversa, logrando al final venderlo como un sonido que se creyó existía y que años después nadie supo definir, por lo que se optó nombrarlo “movimiento”, cosa que tan poco fue. Hoy ya desentrañada un poco más de verdad, sobre todo por ese magnifico documental de Doug Pray, Hype! (1996), podemos re-visitar esos recuerdos y entender que ese paso fashionista se debió al grito de un puñado de jóvenes que se encontraban en la olvidada ciudad de Seattle, situada irónicamente al noroeste de los Estado Unidos, en el estado de Washington, un también olvidado estado que lleva el nombre de unos de ss más queridos presidentes; donde al no tener ningún ojo critico sobre ellos, se aventuraron a tocar - y expresarse - como sólo ellos se daban a entender, es decir; más cercanamente a sus influencias personales, las que cada uno obtuvo en sus años más receptivos, y no a parecerse tanto a lo que las listas colocaban como lo número 1 a mediados de los 80s. Así fue como bandas como Soundgarden, Nirvana, Screaming Trees, Mudhoney, Alice in Chains, Tad, y un puñado más se abrieron paso, algunas de ellas logrando caer fácilmente en el juego de la industria e influyendo a bandas del eje comercial como Stone Temple Pilots, Smashing Pumpkins, Soul Asylum y tantos otros que se dirigieron, a la par, rápidamente a la fama.
De entre todo ese mar de bandas, y de un sonido no existente (grunge), repito, como fue vendido y consumido por todos en aquellos años, se encuentra esta banda que citamos hoy aquí, Pearl Jam, una de las que más rápido se dieron camino al éxito comercial, una de las que más rápido se vendieron, quizá la segunda después de Nirvana.
Formada de los restos de bandas como Mother Love Bone y Green River en una historia ya muchas veces contada por lo fans y revistas especializadas, y en donde también se ha de citar aquel proyecto llamado Temple of the Dog - y que hoy es un disco de culto para los gustosos de ese “Grunge” que cada vez tiene menos sentido como palabra, concepto, y ya no se diga movimiento o sonido - Pearl Jam se lanzó al ring con un disco que hoy, innegablemente es histórico.
Ten fue el disco debut de esta ya mítica agrupación, abanderada lógica de las pocas sobrevivientes a esos años que se han llevado ya entre si carreras, vidas y caminos. Un disco al que le costó el convencer de su calidad originalmente pero que a finales del año de su lanzamiento, 1992, logró posicionarse como uno de los mejores y más vendidos. Esto también gracias a que la onda grunge ya era una ola que nadie podía detener. Sin embargo la historia no es tan cruda como se cuenta o se lee en esta reseña, pues en efecto el disco valía le pena, y la historia, como siempre, lo sitúo en su preciso lugar, hoy ya en relación con los discos más emblemáticos e influyentes en la historia del género. Ten fue un debut como pocos, un disco redondo que contenía la fuerza de toda una generación aquejumbrada y apresada entre presiones sociales, políticas y sentimentales. Un trabajo repleto de himnos generacionales instantáneos que recitaban y exploraban las necesidades de aquella generación “X” ya mencionada. Alejado del punk característico de Nirvana, Pearl Jam más rozaba el estilo clásico del rock de los 70s, con estructuras más solidas y menos “salvajes”, con coros emblemáticos, solos que recordaban los años dorados del rock y la presentación de una de las mejores voces en el rock en los últimos años, Eddie Veder.
De esta manera, con esta combinación de factores, Ten se ganó y se ha ganado al pasar de los años el prefijo de clásico, y en algunos casos más particulares, por preceptos generacionales, claro, el de imprescindible. Empero, lejos de lo que ya mucho se ha hablado o podido decir del mismo en sus ya 18 años de existencia, hoy la banda vuelve a colocarlo a la venta en una campaña que ya se hace cada vez más frecuente en la industria contemporánea; la reedición. Como antesala de los ya próximos 20 años de carrera de la agrupación, Pearl Jam ha decidido relanzar su producción debut con ciertos elementos de gracia; como es costumbre en esta agrupación. Es así como muchos demos, canciones no oficialmente lanzadas, el material visual oficializado por vez primera de su Mtv Unplugged y alguna otra sorpresa, se encuentran en este nada nuevo disco. Lanzado en varias ediciones, como también es costumbre en la banda, donde cada una contiene más “juguetitos” que la anterior y que acrecentan el precio, por supuesto.
No obstante, el elemento común y verdadero de la supuesta celebración, es que el disco original venga acompañado de una remezcla recién elaborada sobre los masters originales de grabación. Esta mezcla corrió a cargo, como ya se nos había anunciado en su disco de éxitos Rearviewmirror, por Brendan O Brien, el productor que les elaborara su verdadero sonido con sus cuatro producciones posteriores.
Así pues, el Ten Redux, como se le ha nombrado, no da mayor cabida que a los fans que se conocen de memoria el Ten original, y más aún, a los sabedores del sonido actual de la banda. En esta reedición de su disco debut, las guitarras ganan mucha más fuerza, como es ahora su sonido, claro, y las baterías despegan en tiempo, no se apagan tan de imprevisto y la voz no gana en demasía, salvo algunos coros que logran sobre-saltar y que antes se perdieron en la mezcla original. La mayoría de las canciones ganan, sí, en comparación con ese sonido primario y el actual, ya evolucionado en 18 años de experticia, pero eso es algo lógico. No le veo del todo el caso a lo que ha hecho la banda.
El Ten Redux no deja nada a un escucha nuevo, recién, no creo que sea muy apetecible particularmente para alguien que quiera acercarse por vez primera a Pearl Jam; en todo caso aconsejaría escuchar el original, por ese sentido de purismo histórico, claro, además de que el costo se dispara bastante como para optar por el más económico. El Ten Redux pasa la prueba del fan redentor, pero no así puede consignarse como una joya. No existen joyas sobre joyas. Es un premio, un placebo, para el adepto a la banda que espera su nueva producción; prometida bajo ciertos rumores para finales de año y que no deja más que un recuerdo sobre un recuero más bello. Mercadeo de Nostalgia.
Pearl Jam, pues, se pone un disfraz de cordero al emprender una caza envuelta en discurso de rebeldía. Se propone relanzar todos sus discos hasta llegar a esa fecha de los 20 años de existencia donde se rumora una sorpresa mayor, esto aunado también a una supuesta “revancha” con su ex-disquera, Sony, pues ya ha concluido su contrato,. Metas idealistas que tan sólo hacen sangrar el bolsillo del seguidor.
Pues, estos años le suenan de buena ganancia monetaria a los señores de Pearl Jam, por lo pronto yo salgo de la trinchera y observo de fuera el fenómeno, nunca me ha gustado del todo que los músicos emprendan el camino hacía una supuesta salvación del mundo cuando la educación la dejaron para dedicarse a la rebeldía del rock. De un rockero espero rock, siempre, no más, no quiero que me digan que es lo que debo hacer, como ellos exigieron en sus tiempo para dedicarse a ello; aunque acepto que muchos de sus seguidores se pierden irremediablemente en el camino. El Rock buscado pues, lo he obtenido casi siempre con Pearl Jam, la considero una de las mejores bandas de los últimos 20 años, lo que no me agrada son estas técnicas de espera y premios con poco sentido. Este Ten - Redux, entonces, sólo me ha dejado con ganas de saber lo que viene, ósea, como ya estaba desde antes de que saliera, no me ha servido de mucho. Ya lo he dicho, se me ha dado únicamente un pequeño sinsabor sazonado de nostalgia. Cosa muy común en este mundo que no mira nunca para adelante.

Ten Redux de Pearl Jam
Calificación: 3 de 5 (No más bueno de lo bueno que ya es).

lunes, 30 de marzo de 2009

Los Vigilantes

REDONDO.

Los Vigilantes
Watchmen (Zack Snyder, 2009).

Sin lugar a duda la cultura del cómic estadounidense revolucionó - notoria y potentemente - durante los años 80s, las obras cambiaron gráfica y líricamente. Sus componentes dejaron de ser los de aquella vieja guardia pro-nacionalista que hacían un uso nada ambiguo de los temores infundidos por un gobierno ante una sociedad sumida en la guerra fría, sus tópicos se manifestaron en lo que una expresión artística siempre osa permitirse; la critica social y humana. Hay que detallar que para aquellos años, también hundidos en una crisis de valores, depresiones políticas y recesiones económicas, una serie de personajes se volcaron a esta nueva modalidad, haciendo de la simple publicación semanal de aventuras, historias con un desarrollo de mayores pretensiones y nudos/estructuras con notoriedad más desarrolladas. En un punto, como lo hay en toda generación, los talentos y discursos más interesantes se cruzan, he aquí el siempre nudo de un movimiento (aunque este no exista como tal), no es en si una época de oro, sino la génesis del legado de dicho grito de revolución. Para el cómic, por lo que se escucha decir, pues indico honestamente que no es mi campo con mayor experticia, la novela gráfica de Alan Moore y Dave Gibbons fue - y al parecer aún lo es - el pico ha alcanzar para las consecuentes obras. Ahora bien; ¿qué tanto es valido que un discurso que roza ciertas semejanzas siempre presentes en las generaciones, cómo he dicho antes, se presenté ahora ante una nostalgia de temores nucleares y batallas políticas entre soviéticos y estadounidenses cuando las nuevas amenazas ya nos han rebasado?, ¿artilugio explícito de Hollywood? Claro, es sentido común, ¿dónde quedan los autores en todo caso?, porque las obras tienen autores, ¿sobre las sombras de una simple compra/venta de derechos de autor?, ¿no hay quien defienda sus ornamentos legados? En todo caso, para mí, esto no recaería más allá de esa silueta de egolatría que se remarca fuertemente en ese mundo de la anteriormente mal nombrada historieta y ahora novela gráfica, cómic, y que se ha hecho cada vez más presente en los últimos años con la explotación de sus personajes en la pantalla grande. Y es que no hay nada más sencillo que percatarse del asunto: criticar lo incriticable hace 20 años, 20 años después, es seguir negándose a criticar lo incriticable.
Ahora bien, ante esa explotación citada de caracteres e historias, no había más que esperar para que un día llegara al cine la novela gráfica presente, Watchmen, un parte-aguas, al parecer, en este mundo de héroes, heroínas y villanos, sobre todo villanos. El director nombrado para esta tarea fue el señor Zack Snyder, al cual aún no le concedo confianza y sigo sin hacerlo pasar de un realizador bastante mediano que en ocasiones, sí, ha estado cerca de explotar un talento cinematográfico, pero siempre lo derriba su propia naturaleza de escoger las artimañas técnicas a las dramáticas. No podremos comparar, nunca, el trabajo de dirección actoral de Nolan con cualquiera de las anteriores cintas de Snyder o cualquier otro director que ahora se incrementado sus bolsillos al llevar acabo una franquicia más de súper héroes.
Hablando de la versión cinematográfica de Watchmen, podemos decir que contiene el clásico error de muchas tantas otras obras llevadas al cine y que se originan de un material ajeno, como mencionara oficialmente la industria. La alta fidelidad a la obra original en este caso, como en tantos otros, origina que a esta obra, cinematográficamente, le sobren bastantes minutos. Se deambula en un ritmo peligroso, que si bien pasa inadvertido para el público en general por su uso estratégico de la llamada estética “pos-moderna” de un cine que ya no se encuentra dentro del cine mismo, sino dentro de la asimilación y copia del uso audiovisual de la publicidad y la televisión, pero que se estanca narrativamente en diversos momentos de su metraje, algo que no está de por más decir, por obvio, pero que es un error grave dentro de una expresión que se dedica a narrar principalmente, o bien que debería a ello. De acuerdo estoy que en el mundo del cómic los paradojas temporales y de ubicación estén a servicio de ciertos elementos de lucidez interna, y que en parte formen la armadura estilística del género, y que sus más fervientes fanáticos disfruten de las frases cuasi surrealistas que se van conformando obligadamente por acciones que aparecen casi como desaparecen, pero en el cine eso no es del todo una estrategia de mucha sapiencia. Hay que hacer notar que el dialogo en el séptimo arte es considerado un traje a la medida del personaje, es por ello, en parte, que los guionistas han logrado tal nivel de reconocimiento. Ya lo he comentado en otra ocasión, pero es cierto, la adaptación no se debe enfocar en la fidelidad y devoción a la obra citada, sino a la honestidad y compromiso para llevar a cabo su esencia a otra forma de expresión (y cuidado que para algunos estos conceptos pueden ser sinónimos), en otras palabras; puede que no sea vea todo tal cual aparecía en el material original, pero eso no se busca, sino que el espectador salga en la cabeza con lo mismo que cuando termino su lectura de la obra original. Esta película, como otras tantas que tratan de evocarse a ser películas de culto, esta tal vez lo logre, se manifiestan por seguir más con un juego de la estética y no con los subtextos que en el año del lanzamiento original se buscaron. En este caso, una critica lo bastante irónica y en ocasiones divertida, del mundo mismo del cómic y un gobierno que hasta el día de hoy sigue siendo uno de los más impopulares. A lo que me repito, ¿qué tanto vale la pena ahora escuchar lo que se debió hacer en sus tiempos?, ¿ya que valor tiene una obra añeja que ya logró el valor que se merece, el histórico que tiene?, no lo lograra de nueva cuenta, eso es algo que no se debe estudiar del todo.
Watchmen se sucede en casi tres horas de duración, no largas estas del todo, lo digo honestamente, pero siendo efectivos, es mucho más larga de lo que debía, sus personajes no están creados a partir de una elaborada dirección actoral, eso no se le puede pedir a un director como Snyder, y en cambio sí están construidos a base de una parafernalia de ostentosa mercadotecnia y efectos visuales que en realidad, no me sorprendieron tanto. Lleva al espectador por las uñas a través de su historia, no le suelta jamás, eso sí, algo que debemos adornar en esta cinta, pues mantiene el interés a pesar de los cambios anímicos y rítmicos bastante irregulares, esto debido, todo, a la magistral secuencia de créditos iniciales, que debe decirse, es una de las mejores que se han visto en mucho tiempo en este cine-industria. Nótese la maravillosa manera de situarnos dentro de la compleja historia de los anti-héroes y el universo paralelo en que se centrará la historia. Pensarse que con ese nivel de análisis y capacidad de síntesis se podía llevar a cabo el resto de la cinta no es difícil de imaginar. Claro, esto haría que los fanáticos saltarán de su silla porque les habrían robado el “cachito” de magia en el que suelen esconderse del mundo habitual, y lógicamente, por añadidura, haría que muchos más espectadores se sintieran preocupados por una serie de eventos bien homologados y representados simbólicamente (todo esto por los autores originales de la obra) que ya no tienen valor social actual. Repito, no puedo dejar de hacerlo, ¿qué tanto vale la pena hacerlo ahora? si bien me dijeran que no es tan sólo como un producto comercial para estas generaciones que se tragan todo - hasta una cinta de tres horas que no entienden bajo los preceptos en que se habrá manifestado en sus tiempos - habría un serio problema, pero no lo es así, yo tampoco estuve allí, no, pero se logra captar parte de esencia al denotar los contextos temporales y ciertos tópicos que se desdibujan en esta versión de Snyder - pero que más he entendido, eso sí, al leer algunas paginas de la obra y buscar información precisa de la misma.
Nos venden pues, también, a Zack Snyder como un director visionario, visionario dicen, pero esta palabra debe ser utilizada de manera más inteligente, pues no siempre evoca a la grandeza, sino a los retos que muchas veces quedan debajo de lo esperado. Boorman lo fue en su época, y sí, nos trajo Excalibur (una cinta que ahora estas generaciones verían con lo peores ojos) pero que es una cinta de calidad, para después mostrarnos The Heretic, la segunda parte de la trilogía de The Exorcist, y ya sabrán los resultados.
Watchmen pasa pues una prueba de manera sobria, sin sobresaltos, sin alzamientos más que los estéticos que siempre ponen en boga este tipo de cintas, quien se detiene a hacer alusiones es que no se percata de lo cíclico de estas obras. Yo no me inclino por alabarla, ni “hacerle el feo”, es una cinta que me hizo pasar el tiempo, que se subraya sola y que por ende hace efímeros los momentos de estancamiento. Yo no puedo decir nada más que después de que salí del cine, me topé con una manifestación a una cuadra de la sala que exigía más protección por parte del gobierno, protección en todo sentido, y bueno, esas siempre endebles voces mortales que tenemos los humanos, me hicieron olvidar del todo y casi al momento, todo el rollo que me fue desfigurado en la cinta. Una simple reunión de gente.

Los Vigilantes de Zack Snyder
Calificación: 3 de 5 (Regularmente Buena).

viernes, 27 de marzo de 2009

Gran Torino

REDONDO.

Gran Torino
Gran Torino (Clint Eastwood, 2008).

Siempre que me manifiesto sobre alguna película realizada por Clint Eastwood, o bien, cada que puedo hacer alusión a la cinematografía de este icono del cine mundial, no me canso de aplaudir su mano fina, fuerte y sobre todo eficiente para con su narrativa; siempre de suma elegancia. Y es que en los últimos años no ha dejado más que hacerse notar por buenos filmes, no da cabida a malas interpretaciones y no se permite que las cosas se le salgan de la manos. Siempre que puedo hablar de Clint Eastwood y honrar su trabajo no es implícitamente porque así lo quiera yo, sino porque no hay otra opción.
Con Gran Torino, realizada casi a la par que Changeling, el señor Eastwood nos da una prueba más de su maestra mano al tratar una película, una cinta que tiene claramente dos visiones y perspectivas; ambas de manufactura inquietante y de gran calidad. Por una parte, esta cinta se puede ver independiente de saber y conocer el contexto de los personajes y películas que hicieron grande a Clint Eastwood, siendo así, la trama nos retrata la vida de un hombre en la etapa final de su vida que se ha quedado solo y ahora se percata del mundo real y contemporáneo en el que vive, de los problemas que se aquejan en cada esquina y como alguien de su generación, veterano de guerra, tiene o no la capacidad para entenderlo e intentar llevar acabo la justicia sobre un entramado que se balancea entres los asuntos de la moral, la obligación, la vida y la muerte, después de encontrarse repentinamente no con una amistad, sino con los sentimientos perdidos hace ya muchos años. Un hombre que no tiene en mente más que esos gruñidos y malos tratos de repente se ve envuelto en los recuerdos de las aflicciones humanas; ira, risa, alegría y llanto.
Ahora bien, si observamos esta película desde este ángulo, uno particularmente un tanto alejado del director y lo que se nota cómodamente como el ajuste de cuentas para con uno de sus más emblemáticos caracteres, la película resulta ser un entramado inteligentemente llevado hasta la suma que juega de manera muy sobria - pero con una eficacia enorme - sobre las emociones del espectador, una audiencia ya rendida ante los abates de este amargado personaje que permuta ligeramente a un corazón enternecido por esa educación mutuamente recibida por sus vecinos, y sobre todo, en ese cambio tan bien realizado y que nos lleva al terror, al miedo, a la zozobra y la impotencia de una escena a otra. Pocos directores, en la actualidad, lo he dicho consecutivamente, se pueden dar el lujo de jugar así con las emociones de un publico sin agredirlos de ninguna manera, sino al contrario, de acompañarlos ante esos cambios y justificar las razones de un relato que como es costumbre ante la mano del talento - y la experiencia - siempre están muy bien narrados.
Por otra parte, no podemos negar las señas que esta cinta retoma de aquel ya mítico personaje; Harry Callahan. No está por más decir e interpretar que a estas alturas, el Sr. Eastwood se ha tomado la modestia de rendir cuentas morales con él, de hacerle pagar sus actos y dejarlo rendido en un césped que se convierte en toda esa justicia desperdigada de aquellos años. Vista de esta manera, podemos incluso acrecentar la cinta y degustarla de manera de una manera aún más espectacular, más grande. La cinta nos muestra a un Dirty Harry cansado, en su ultima etapa de vida, solitario y perdido en ese barrio ya rendido ante la migración oriental, un territorio inhóspito donde las pandillas han ganado el terreno de la quietud y donde el extraño no es más que él.
Visto de ambas maneras, la cinta despega y no recae nunca, plantea de manera soberbia los hechos que pronto a pronto irán haciendo explotar los artilugios narrativos y juega con nosotros, la audiencia, como si fuéramos parte de ese entramado, de ese vecindario y muy apesar de conocer las consecuencias de los actos sociales modernos, no nos deja de hacer sorprender sobre las acciones que se suscitan , nos mantiene en el filo del asiento, ya sea por medio de las risas, las carcajadas o la impotencia, o la tristeza, o ese bello final que nos deja entrever un cierto aire de esperanza para con los años a seguir. Basta decirlo una vez, no importa que me repita una vez más, pero al mundo le hace falta educación. Las películas y autores que se toman en serio su tarea, hacen referencia claro bien alusiones a este gran problema mundial.
Gran Torino pasa de manera ágil y veloz a ser una cinta que se disfruta de principio a fin sin baches y sin momentos que desperdiciar, la siempre efectiva y clásica puesta en escena de Clint Eastwood no nos deja librar el pensamiento y nos mantiene centrados en lo que él quiere que pensemos, su uso de la cámara es de un virtuosismo cada vez mayor, sobre todo ahora que ya ha encontrado su pareja en la fotografía Tom Stern. Asimismo, lo que corresponde a los demás departamentos, como montaje, casting y música (en esta ocasión a cargo de su hijo, el bajista de Jazz Kyle Eastwood) no dan píe a una critica negativa. Gran Torino pasa las pruebas exigentes de un cine exigente, de un cine que no trastoca los estilos generacionales, ni los roza, sino que se manifiesta para romper la barrera de las modas, como todas las cintas de Clint Eastwood, y posiblemente, sin miedo a equivocarme, puedo decir que esta cinta se irá haciendo más grande con los años.
Gran Torino es una cinta que observar para presenciar ese cine ya pocas veces realizado, ese cine enorme en narración, grande en calidad y de ahorro y sobriedad cinematográfica, un cine “moderno” que ya pocas veces se da el lujo de contar historias. Al parecer ahora el asunto de la estética y la sobre-explotación visual, tan común, siempre recae en una lamentable mediocridad - en la mayoría de los casos.
Por mi parte puedo decir que hacía años que no disfrutaba tanto una cinta, una historia tan bellamente contada, tan sencilla y potente. Juega contigo de manera soberbia, te hace reír y llorar, disfrutar de temas tan complejos como la vida y la muerte, te saca de si y te vuelve a enternecer. Es una cinta que degustar si es que el verdadero cine es lo que se busca. Una vez más, el señor Eastwood lo ha conseguido.

Gran Torino de Clint Eastwood
Calificación: 4 de 5 (Muy Buena).

lunes, 23 de marzo de 2009

The Killers. Palacio de los Deportes. Madrid 2009.

REDONDO.

The Killers. Palacio de los Deportes. Madrid 2009.

O COMO LAS LUCES LE GANAN AL PODER DEL AMPLIFICADOR.

Les hacen nombrar muchos como la “banda del momento”, pero los momentos cambian, mutan, se dan paso unos a otros y se desfiguran. Al final siempre permanece el símil de una era; el momento de las siempre bandas del momento. Los momentos musicales no dejan que la historia los contagie y deciden evaporarse ante el llamamiento de algunos años de gloria y el siempre benéfico recuerdo nostálgico de quienes presenciaron los tiempos perdidos.
The Killers es, pues, para muchos, la “banda del momento”, uno de tantos grupos generacionales que aún no definen su permanencia en dichas mentes con las que coexisten, aunque, claro, como es costumbre, hay que hacer de lo vivido algo un poco más embellecido; ¿sino qué es lo que uno asumirá con presunción ante la nueva oleada? La afamada banda de Las Vegas cerro la gira europea de su tercer material en un Palacio de los Deportes abarrotado de jóvenes que desconocían del todo sus anteriores discos, que se presentaban ante un llamamiento snob por seguir la fuerza con que han atacado en su nuevo sencillo, el cual reza en su estribillo la banal y vaga cuestión de si somos humanos o bailarines, lo cual pretende venderse como un hito, un grito generacional que la mercancía oficial y el juego de la pantalla central no dejaron en duda; cosa tanto inquietante como irónica ante un aforo lleno que no hizo más que saltar y dejarse llevar por los espectaculares juegos de luces y visuales con que interpretaron sus canciones, algunas de ellas seguidas más por la masa que por el conocimiento pleno de ellas.
The Killers, pues, dio un viaje irregular por algunos de los temas de sus cuatro producciones, incluyendo el improvisado Sawdust (que da lógica total al porque la mayoría de esas canciones no se incluyeron en los anteriores discos) y pasearon cómodos ante la oleada de coros en sus más conocidas canciones, aunque se dieron un par de lujos al interpretar algunos temas alejados de los singles y que gustan a los fans más efectivos de la banda como Bling y Shadowplay, un cover de la mítica banda Joy Division mientras se proyectaban imágenes de la película Control de Anton Corbijn en lo que intentó ser un momento cumbre - y de rendición de cuentas y honores - pero que paso desapercibido por ese desconocimiento generacional, irónicamente lo que los tiene en ese alzado popular.
The Killers pues conquistó a la juventud Madrileña - y foránea - que se dio cita para eso mismo, para ser conquistados sin resistencia alguna a la exigencia o critica (propio de cada generación, esta no exenta) y se dejaron vencer por los excéntricos juegos de luces e imágenes que soltaron ante unas interpretaciones grisáceas de la banda que en ocasiones se torneaban de color debido al manejo del cantante pero que nunca explotaron. El terreno fue vencido con los coros pegadizos de canciones como Mr Brightside, Smile Like You Mean It, All These Things That I've Done, Jenny Was A Friend Of Mine, Sam's Town, Read My Mind, Bones, When you were Young, Space Man, Dustland Fairytale, This Is Your Life, The World We Live In, entre otras. De más está decir la obviedad en que se convierten este tipo de conciertos. The Killers es una banda del momento, es una banda de singles fuertes y rompedores de marcas ante sus seguidores que se incrementan y se han acrecentado enormemente en lo que va de su corta carrera, no obstante es una banda de estudio, que requiere de producción y artilugios técnicos para sonar adecuadamente, la técnica como músicos queda alejado de todo propósito y es tal vez por eso que el concierto se lo llevaron esos muy bonitos juegos de luces. Después de dos horas de la banda principal y tres cuartos de hora de la banda abridora Louis XIV - que pasó casi por completo desapercibida y que en ocasiones llego a ser somnolienta - las luces de sala se encendieron para despedir a la audiencia bajo las notas de aquella ya clásica melodía de Johnny Mercer y Henry Mancini, Moon River y que interpretara por primera vez Audrey Hepburn en el clásico cinematográfico de Blake Edwards, Breakfast at Tiffany's, en una clara alusión a su tema balada de su último disco, Dustland Fairytale.
The Killers llegó como lo debe de hacer una banda del momento, al momento exacto (y es que por curiosos que parezca no siempre suceda así) y dejó a estas tierras europeas hablando de ella, ante los gustosos de los siempre cambiantes sucesos sonoros y una nueva oleada de jóvenes que se volcarán a descargar sus discos o bien comprar algunos de ellos. No podemos negarles la energía que en ocasiones parecía que iba a salir de ese escenario, pero tampoco podemos decir que el grupo se dejará conquistar por su público, lo cual siempre resta los más importantes méritos. Ha acabado pues la gira europea de una banda digna de representar, eso sí, la música propia de estos años, de este concepto aún indefinible para mi como lo Indie; este sonido que no es grito, que no pide ni reclama, que tan sólo se escucha y se pierde, propio de estas nuestras generaciones, propias de este desleal acto de de consumir y desechar al instante - en mi viaje de regreso a casa observé a varios de los asistentes como si nada hubiera pasado en el metro, como si vinieran de ver a cualquiera de sus amigos un sábado por la tarde, sin esa energía no agotada, ni ilusión en la mirada por ser protagonistas de un concierto de música, cuando me lo pensé, yo estaba de igual manera.
¿Qué si somos humanos o bailarines?, ¿más humanos o más bailarines?, la verdad lo tomó como el coro de una canción que busca atacar la ironía que presenta el precepto vago con que fue compuesto, un simple juego de palabras. Es obvio que donde se toque convertirá el foro en una discoteca, pero que más daría si no hubiera gente allí. En realidad no me importa, lo que sí me queda claro es que The Killers es más una bonita banda de luces que algo trascendental. De eso no hay cuestión alguna.

The Killers en el Palacio de los Deportes, Madrid 2009.
2.5 de 5 (Agradable).

sábado, 28 de febrero de 2009

El Luchador

REDONDO.

El Luchador
The Wrestler (Darren Aronofsky, 2008).

Darren Aronofsky se hizo de un apego a cierto criterio generacional gracias a sus dos primeros filmes, en los cuales retrataba una sociedad caótica envuelta en una atmósfera de criterios morales desentendidos de la lógica común y envueltos en un look deslavado y sazonado con un uso muy mercantil de la música empleada (remixes como una droga más del contexto), a su vez que el misterio y un a dosis sutil pero efectiva de un surrealismo avivado formaba el entramado de un estilo que le daba frescura a un cine que como siempre, en ciertos momentos de las décadas, se empezaba a repetir. Con este nuevo estilo, influenciado en base al cine de los 70s (no se puede negar el apego de las escenas de los efectos de las drogas en su Requiem y la cinta de Bob Fosse, All That Jazz) se hizo de fama y cierto respeto, repito, entre cierto criterio general formado en parte por una sociedad de jóvenes que veían enfocados sus problemas y anhelos dentro de esos montajes que mezclaban una sencillez potente con técnicas sacadas de la cultura del video clip pero muy bien utilizadas. No obstante, en su tercer filme, el Sr. Arronofsky mostró una ambición mayor, cayendo en ciertos errores básicos, dejándose subordinar a sus propios pensamientos/sueños/pesadillas en vez de servir a su cine/sus historias /su narrativa. No obstante de no ser una mala película.
Para cuando se decidió por el presente proyecto, supongo que quiso demostrar que también podía realizar una formalidad narrativa ante su cine, y uno de los mayores temores que hubo, tal vez, al saberlo, fue que se perdiera por completo entre el devenir de una industria que siempre depara ante un espectador que requiere de saberlo todo. No obstante, el Sr. Aronofsky no deparo en esto pero tampoco podemos decir que salió bien librado. Al obtener este proyecto, muchos temieron al igual que la película resultará demasiado bonita, por decirlo de alguna manera, pero no, se quedo en medio de una vía que es difícil de denotar, dejando algunas cosas que desear.
The Wrestler es una película que es comida por las dos actuaciones principales, que en efecto son muy buenas, pero tampoco soberbias, como se nos ha vendido, es una película que no decae pero que nunca levanta, lo cual es un error muy grave ante una cinta de este género. Comienza como termina, ante varias secuencias que se repiten en forma y no van tomando fuerza alguna, que no sirven de mucho para describir algo nuevo dentro del universo de la historia o expresar emotividad alguna a nuestro personaje, algo parecido a los planos secuencia de Boogie Nights de P. T. Anderson pero con resultados diametralmente opuestos. Nuestro personajes, dígase de más, se nos presenta de espaldas, como lo veremos en muchas de las escenas, pero se tarda en demasía en aparecer ese rostro con el que debemos apegarnos para las situaciones de catarsis, logradas mayormente, repito, por una buena actuación que por una dirección que nos llevase a sentirla de mayor manera.
El grave problema de esta cinta es que el conflicto no se presenta de la manera adecuada, no se delimita y la cinta vaga únicamente entre la historia de un personaje maldito, con una vida maldita y que no muestra más que lo que se ve. No hay momentos de gloria sino secuencias que se gastan ante una desenvoltura de artificios técnicos para denotar la vida de los luchadores venidos a menos de los Estados Unidos, pero es obvio comentar que de eso no trata en realidad la cinta, sino que esto es sólo el artificioso pretexto para poder arribar una vez más al cine con la historia de un personaje en la decadencia de su vida que ha de darse cuenta que requiere de una segunda oportunidad. El guión de le película requería de un estudio mayor, de algunos pares de tratamientos más y de encontrar un fin en común para que no quedase tan sosa. No obstante, el guión no es del todo el culpable en esta ocasión, hay que decir que el Sr. Arronofsky no dejó avivar la historia. No se fue nunca de las manos, la quiso tanto hacerla suya que se le olvido el resto de los elementos dentro de una realización cinematográfica. Dejó de lado el trabajo de sus actores y le dieron una tremenda sorpresa al llevarse el premio al ser lo más vistoso. Está de más decir que una cinta, en base a los pretextos que incluso alguna vez Eisenstein mencionará, debe estar homologada ante todos sus elementos, ninguno de ellos debe sobresalir, incluyendo las actuaciones, que se incrementan mediante el uso del lenguaje cinematográfico. Los elementos trabajan, deben de, en pos del film. Los elementos se apoyan no se desnudan unos a otros. Bien logrado esto, le da redondez a una obra - no obstante que por eso se llama así esta sección - y nos acerca a un trabajo de respeto. Faltará, claro, ese discurso al que tanto apelan los analistas y críticos para convertir la hechura en una obra maestra.
Podemos concluir de manera coloquial que el Sr. Aronofsky quiso ponerse serio y fue vencido,. The Wrestler no es una cinta del todo mala, es una cinta que se mantiene en un ritmo punzante nada creciente, es una película plana que no da de si, nunca explota ni tiene elementos o escenas de fuerza, no emociona y es un gran defecto ante una cinta de estas características (sobra ver el trailer y como fue promocionada). Ahora se rumora ya que los futuros proyectos del Sr. Aronofsky van más encaminados a su vieja forma, a lo que mejor sabe hacer. No podemos mencionar esta cinta como un logro pero tampoco es algo grave, quizás sólo es el llamado a regresar a ese estilo caótico y visceralmente temático de sus primeros filmes.

El Luchador de Darren Aronofsky
Calificación: 3 de 5 (Regular).

martes, 17 de febrero de 2009

El Lector

REDONDO.

El Lector
The Reader (Stephen Daldry, 2008).

Dentro de los pormenores de una vida de por si austera, en estos años de “modernidad”, el mundo aún requiere, creo yo, de saber que hubo antes una generación que hizo un mal más conocido y que aún da - y dará - para contar muchas historias. ¿Me preguntó si algún día se hablará así de las atrocidades cometidas por aquellos que rigen una industria? ¿Si se permitirá a gente con el talento de Stepehen Daldry llevar a la pantalla ciertas historias que en este mismo momento son vividas por algunos desafortunados?
Hacía ya más de 5 años que Stepehen Daldry no reparaba en planear una producción detrás de las cámaras, pues hay que recordar que su vocación principal es el teatro, hasta que este proyecto, que antes había pasado ya por varias manos, le fue cedido. Afortunadamente el Sr. Daldry tiene un tacto especial en varios de los elementos que se requieren para llevar a acabo una cinta de una calidad mayor a la aceptable. No inmerso únicamente en lo que sería la dirección actoral, se presta como un estudioso y conocedor del lenguaje cinematográfico en un grado de efectividad potente que combina, a la perfección, como pocos realizadores en estos años, con la sencillez, una sencillez tan notoria que carga las emociones en los conflictos internos de sus personajes y nos hace comprometernos con esas miradas perdidas y misteriosas que poco cuentan pero todo dicen.
El génesis de esta cinta, resta decirlo, es el secreto, el ocultamiento de toda una verdad atroz que debía ser relatada a una generación creciente y que poca conciencia tenía del pasado. En manos de un director de menor peso, esto tal vez se hubiera vuelto una critica - más - a los ya de por si atacados alemanes en todo este tipo de cintas, pero que en la mano de un director con talento, dejan abierto los campos a la redención, sí, paso básico, pero sobre todo a la comprensión de la naturaleza humana. Los dilemas morales a los que debemos enfrentarnos cada uno con nuestro incipiente y siempre fiel pasado.
Bajo una estructura un poco dispar, la historia se va relatando sola, con un manejo sobrio de la puesta en escena que no requiere de más que simples y sencillos acentos en partes que el espectador coloca con maestría gracias a las grandes actuaciones que nos presentan los actores en pantalla. Una Kate Winslet en el papel que le llevará a su merecido Oscar en ya su sexta nominación y que será, como pocas veces es, merecido, pues es sin dudad el mejor papel que ha hecho en toda su carrera.
Basada en una novela corta donde los sueños de una generación chocan con la verdad juzgada de los actos realizados por sus padres, madres, tíos, etcétera, la cinta despega rápidamente, haciéndonos participes de una casualidad que ha de llevar a un hombre a silenciar y silenciarse los hechos de su adolescencia, el primer amor, y que le harán cargar un peso que de un momento a otro debe expulsar, y es aquí, al final, donde la película decae un poco, hay que reconocer que todo el entramado en los primeros tres cuartos del filme se sostienen de manera precisa, pero que es pasado este limite que la cinta viene a menos, llegando a un clímax muy bien realizado pero que minutos después nos presenta una secuencia final que deja un espacio en blanco que el espectador requiere. El final es tal vez muy precipitado para el ritmo y entretejido de emociones tan hábil que había logrado el Sr. Daldry.
The Reader es sin duda, lejos de todo lo dicho anteriormente, una prueba magistral de como llevar un estilo alejado de la industria a la industria en si, es la película con el look más europeo desde hace muchos años, es una magistral puesta en escena que se aleja de todo ese disfraz que se coloca para convencer a una audiencia de cierta calidad, aquí la calidad es mostrada por un equipo en pos de una visión de director. La fotografía de Chris Menges y Roger Deakins lejos de ser dispares se complementan y no sobresaltan ante la sencillez indicada y leía por el director en una trama que debía recaer en el peso de esas cargas emocionales en las vidas de sus personajes. El montaje de Claire Simpson es tan natural que te dirige a los puntos más importantes sin que existan variantes de interés, incluso en ese montaje tan clásico como lo es la secuencia de los cassettes grabados encuentra una fuerza inusitada. No obstante de ser una película que se denota estudiada, bien trabajada, también describe todo los problemas que hubo dentro de su producción. Fue dentro de ella que sus dos productores principales, los también afamados directores Sydney Pollac y Anthony Minghella murieron. Algunas ideas que se dibujan, que se asoman, en varias partes de la cinta, posiblemente podrían haberse llegado a concretar de una manera sin tantos desvíos de interés en una producción con este tipo de complicaciones. No obstante, es una cinta que gana su nominación al Oscar por todo ese estilo tan gustado por la academia, esas actuaciones que tanto le atraen, esos momentos que revuelven el estomago y la puesta de escena épica y clásica que de tanto vive el purista de Hollywood.
Stephen Daldry consigue de nuevo asomarse al séptimo arte con fuerte pisada, no es la mejor cinta, - de las tres que lleva - pero logra una fuerza que sólo alguien con su experticia y talento logra. The Reader es una cinta que envuelve, que intriga, que te mantiene con una extraña sensación de duda por casi todo su entramado. Es una cinta que debe de verse, no será el mejor de los disfrutes emotivos, pero en efecto lo será como placer cinematográfico en la gran mayoría de su duración.

El Lector de Stephen Daldry
Calificación: 3.5 de 5 (Buena).

La Clase

REDONDO.

La Clase
Entre les Murs (Laurent Cantet, 2008).

Como una propuesta que ya deja entrever lo que muchos teóricos empiezan a replantearse como un género o mezcla de técnicas, aparece Entre les Murs, cinta que se alzó como la ganadora de la Palma de Oro del pasado festival de Cann, una película que lejos de plantearse uno de los temas de moda por parte de las producciones serias; la falta de educación en las nuevas generaciones, explora un estilo de fabricación casi documental, alejado de actores profesionales y encontrando sus entramados en base a talleres de improvisaciones que posteriormente se rodaran en base a esa misma, ya aceptada, y que mezclada con una planeación abierta, basa su uso en tres cámaras, una para cada uno de los ejes de interés y una al servicio de lo que podría pasar espontáneamente dentro de la escena. Esto, llevado de manera certera y asertiva, como lo es ésta producción, crea una frescura completamente nueva dentro de lo ya existente en la cinematografía mundial, lo que no es de sorprenderse al ver que varias producciones en diversas partes del globo adoptan estos mecanismo con agilidad.
Laurent Cantet se suma a este concepto con la presente cinta, que abarca más su discurso en el titulo original en francés, en inglés también se le ha colocado es desleal “The Class”, que en realidad redondea el concepto de esta cinta. Entre les Murs deja dicho todo este proceso de la educación formal de nuestros tiempos, siendo prisioneros todos de ella, los profesores, como lo es nuestro protagonista por medio de los alumnos, que a su vez se ven presos dentro de su salón de clases, al igual que el saber mismo, la educación, que se ve envuelta y cautiva por el desinterés generacional, sin que halla en realidad una extrapolación, un espacio donde reglamentar las situaciones más que en la disciplina, asunto que por implicaciones mismas de la educación, cambiante y en pos de los valores liberales ya prostituidos o pésimamente interpretados, es en la mayoría de las veces, vista como algo autoritario, esto, claro, por la falta real de educación, lo que conlleva una vez más, a ver que en realidad, el verdadero afectado aquí, es principalmente el valor de la enseñanza y con el cual, perdemos todos. Todos, pues, somos parte de ese eco de errores, de ese ensimismamiento que nos tiene dentro de los muros, entre ellos.
Con una puesta en escena, repito, de libertad casi total, con textos y secuencias que se entremezclan, aclimatando de manera fresca el ambiente de un salón de clases, real (en la mayoría de las escenas dentro del salón uno pareciera que fuera parte de la clase, antecediendo a las directrices de los roles magistralmente presentados) van incrementando un conflicto que detona y atañe a todos, incluso a nosotros los espectadores, que nos sentimos parte de el y que, como bien ha logrado el director, no nos deja apostarnos en ninguna de las dos inclinaciones posibles, somos en parte acusados y acusantes, somos testigos, somos espectadores de una película de cine.
El cine cambia, eso es visible al revisar los textos de análisis de las revistas especializadas más importantes en el mundo, algunos de ellos toman partida y aceptan el enriquecimiento de este tipo de artilugios creativos, no técnicos pero que bien se apoyan de ellos para la creación de una narrativa por medio de elementos nuevos dentro de los preceptos de una organización como lo era antes la planificación de un filme en el sentido clásico.
Entre les Murs es un buen ejemplo de lo que los ejercicios cinematográficos de esta índole pueden lograr, es una cinta de calidad y frescura inusitada. Es una cinta que alejada de los debates de su fabricación, recrea fuertemente un discurso y un mensaje del que se debe preocupar cierta parte de la sociedad, es un relato que preocupa y que manifiesta esa misma preocupación por parte del director y el autor del libro en el que se basa libremente el proyecto (que es al igual el protagonista principal).
Es una cinta que conquista rápidamente, sencilla y comprensible, es una cinta que manifiesta como el buen cine suele hacer cuando se requiere, es una cinta que se presenta ante un público que debe empezar a denotar las urgencias de un mundo que cambia vertiginosamente y que se pierde con la misma velocidad.
El Sr. Cantet se ha decidido por incursionar en estas técnicas con el afán de acercar su cine a nuevas generaciones, que es a quien también va dirigida la cinta, y al mismo tiempo da herramientas para la creación de lo que ahora se pelea como un nuevo género o una nueva técnica, aunque honestamente creo que el debate está de más y el cine es el que prevalece siempre como una herramienta efectiva, cuando se logra, de denuncia.
Entre les Murs, pues, se alza como una de las cinta más relevantes del año pasado, con algunos de los premios más importantes del mundo a cuestas, no obstante de la polémica que circunda a una serie de películas que se acercan y que utilizan una planeación similar. El cine cambia, sí, pero no sus efectos, no su ardua tarea - y disciplina y educación - de narrar, siempre narrar, lo que uno cree conveniente y debe saberse, para si y para el mundo.

La Clase de Laurent Cantet
Calificación: 4 de 5 (Muy Buena).

Arropiero, El Vagabundo de la Muerte

REDONDO.

Arropiero, El Vagabundo de la Muerte
Arropiero, El Vagabundo de la Muerte (Carles Balagué, 2008)

Manuel Delgado Villegas es tal vez uno de los asesinos seriales más relevantes en toda la historia de España, empero lo que pudo haber sido toda una leyenda se perdió entre los archiveros policiacos por años, mientras a él, con terapias de choque y demás brutalidades, le fue borrado su pasado, sin que jamás se le realizará algún juicio por todos los asesinatos en los que él mismo se implico, más de 48, 22 investigados y comprobada su participación en 7.
El documental citado desvela e indaga, no obstante estos datos fríos de la vida de un asesino, la vida de aquel que realizo alguno de los más crueles y enfermizos asesinatos en territorios españoles, italianos y franceses. Con una propuesta meramente sencilla, clásica; el director intenta desde el inicio presentarnos la mente de un criminal que entendemos, lo único que requería era de reconocimiento, una persona inculta pero con un coeficiente elevado que le hacía perder en varias ocasiones los estribos y cometer de manera impulsiva algunos de los más absurdos asesinatos, seguidos, ocasionalmente, de actos necrofilicos por varias semanas.
En base de entrevistas a todos aquellos que le conocieron en diversas partes de su vida; jueces, investigadores policiales, peritos, psicólogos, investigadores, forenses, amigos y material de archivo, se nos relata esta historia en base de capítulos que no vienen precedidos de una presentación de antesala pero que sí están logradamente divididos. Estos se van revelando y relevando uno a uno bajo secuencias que se van efectuando con mejoras a lo largo de este documental que en su inicio tiene su punto más bajo pero que ágilmente se compone y que a la mitad de su segunda parte, cuando se nos relatan los periodos de investigaciones después de ser apresado, no te deja ir. Los argumentos de todas las personas elegidas para contar su visión de la historia se van formando una a una, conformando el universo dispar por el que vivía el asesino, denotando las siempre faltantes pruebas de crímenes que aún hoy se tienen sin resolver.
Mediante una música original y un montaje lo bastante efectivo y sencillo, la historia va tornándose importante frente a nosotros, contando con la honestidad de una narración que de por sí y como siempre fue en realidad, un tanto ilógica, deja soltar los puntos más fuertes en momentos claves, esto no con el pretexto de impactar, sino de entender de lo que realmente trata la historia, no sólo la historia del asesino, sino la vida del hombre que lo fue y que bajo años de brutalidad y olvido, lograron despojarle de eso por lo que había siempre luchado, ese reconocimiento que siempre buscó y que fue lo que lo llevó a cometer sus primeros asesinatos.
El director Carles Balagué logra un documental fresco, clásico, sobrio y eficaz en una época en que este género trata de relevarse ante las nuevas tecnologías y trata de incluirse en las ficciones de una manera predominante. Arropiero, El Vagabundo de la Muerte es un ejercicio tanto periodístico como cinematográfico que va de menos a más, concluyendo en el punto más alto de una tensión y emotividad lograda, trabajada a lo largo de la cinta. Es un documental honesto, simple, básico y oportuno. Nos revela la vida de uno más de los resultados de presiones sociales, nos revela los destinos de ciertos desaparecidos, nos revela las necesidades y conclusiones de un sistema que se vive y adapta en todas partes del mundo, nos desdibuja un éxito casi logrado y nos describe el camino de alguien que simplemente quiso ser importante a cualquier coste. Nos fragmenta su fracaso, no en manos propias, e intenta darle un poco de justicia con la fabricación de la misma película. Porque lo es, porque lo fue, fue y es cierto. Hay vidas que deben ser contadas.

Arropiero, El Vagabundo de la Muerte de Carles Balagué
Calificación: 3.5 de 5 (Buena).

lunes, 16 de febrero de 2009

Quisiera ser Millonario

REDONDO.

Quisiera ser Millonario
Slumdog Millonarie (Danny Boyle, 2008).

Si hay algún director al cual todas las generaciones de cineastas existentes, tanto nuevas como las más hechas y maduras, deberían tener cierta envidia es a Danny Boyle. Lo anterior me lo permito decir porque es él tal vez, la gran figura del verdadero cine independiente, del director que aún gobierna su estilo como nadie, con una soltura que deja a cualquier profesional embellecido con su puesta en escena, con su discurso, con su estructuración de entramados, con su sencillez en la dirección actoral, con sus diversos proyectos que se relevan uno a uno sin aparente nexo pero que lo tienen en demasía y sobre todo, con su frescura. Es el cine independiente maduro en toda la extensión de la palabra, se abre campos entre diversos géneros y sale siempre bien librado, se da la libertad de crear cine en cualquier región, temática y geográfica, del mundo (y también alejado de el). Se le ve y siente alegre al hacer su cine, al contar las cosas que él cree pertinente se debe de contar, relatar, decir, hacer cine, en estos tiempos, como debería cualquier director que se toma con seriedad y fortuna su oficio, que es el de crear. Para detallar esto último no queda más que no restar méritos a su última cinta, Slumdog Millonarie, que es sin duda la cinta que llegó a la temporada de premios con amplia ventaja artística ante sus competidoras, siendo esto, como siempre, no una garantía.
Con un atrevimiento jovial y juvenil, el señor Danny Boyle viaja a la India y arma una trama de por si compleja, en medio de todos los problemas de organización que se suscitan en un país con carencias sociales más que evidentes, retratándolas con una veracidad pocas veces vista en el cine, para esto contando con todo un mundo de experiencia en técnicas por más que trucadas a la antigua y usando las nuevas tecnologías como cámaras pequeñas, bajo el mando de su fotógrafo Anthony Dod Mantle, logrando integrarse de una manera impresionante a las calles, barrios y vida de los habitantes de las zonas que nos presenta esta historia que no deja de entretejer uno de los discursos centrales del Sr. Boyle, esa decadencia humana en pos de la artificiosa vida material, sobre todo el dinero.
Y es que es Slumdog Millonaire no tiene respiro en su técnica, entrelaza un viaje por los difíciles años de una vida que recién comienza y debe buscarse, pelearse y dejarse vencer en una ciudad que no tiene nada de alejamiento con las grandes urbes de este mundo moderno, cosa aparte es que otra industria trate de negarlas. Con una frescura inusitada y un estilo más que reconocible (algo que posiblemente sea más difícil de lograr de lo que suena), esta cinta no es más que una muestra de aquello con lo que comencé diciendo, una prueba del porque el Sr. Boyle debería ser uno de los directores más envidiados por todas las generaciones actuales del cine, sobre todo las que apenas dan sus primeros pasos. Es una muestra de lo que el cine debería ser en estos tiempo modernos, cuando las tecnologías acercan a muchos al fastuoso, complicado y mal leído arte de contar alguna historia mediante el cine, que se crea mediante análisis y estudio de sus estructuras (de las más sencillas a las más complejas), siendo estas siempre narrativas, siempre, narrativas, y nunca creando a partir de imágenes sueltas que deben unificarse en pos de una banal pretensión de creación plástica. El cine es de carácter narrativo, pues, esa es y debe ser su génesis.
Mención aparte merece la codirectora hindú Loveleen Tandan por su parte colaborativa en esta obra que se denota fue ardua en su proceso, pero que se enriquece, no me canso de repetirlo, por esa pasión que se entrega por parte de un equipo que gusta de su oficio. El guión de Simon Beaufoy no se queda detrás, unifica una novela que entresaca momentos de la vida del protagonista pero que no logra unificar del todo como lo hace la cinta. El montaje de Chris Dickens se percibe ante ese estilo fresco del cine independiente que se entre-ve con la madurez de alguien como Danny Boyle.
El trabajo actoral es destacable, se inunda de una veracidad fiable que te mantiene inmerso dentro de la trama desde los primeros minutos y no te deja salir, te presiona hasta el grado en que deseas, al igual que ese mundo presentado, la respuesta final de un concurso que todo damos ya por sentado desde el inicio. Mucho me han comentado algunos colegas sobre el feliz final de la cinta, ¿pero es que acaso una obra debe siempre negarse al optimismo para mantenerse del lado más artístico, maduro? ¿debe siempre mostrar el lado visceral de nuestras almas? No lo creo, menos en estos años de tanta vaguedad. Algo que destacar es esto mismo, pues Danny Boyle sortea lo que me parece hubiera sido el principal tratamiento de cualquier otro director, la critica a los mass media, el golpeteo - constante o breve - a los programas contemporáneos a los que hace alusión la cinta. No se mete con ellos, los utiliza únicamente como pretexto de su narración principal, que es la vida detrás de las verdades, de la falta de educación, de la veracidad y la falta de fe en la gente común. El Sr. Boyle muestra aquí su faceta más madura, al pasar de lado ese tópico que era sin duda alguna una gran tentación.
El trabajo musical es más que destacable. A. R. Rahman nos regala una selección de temas compuestos para esta cinta como hacía años no escuchaba, es un trabajo de impresionante envergadura, una música que recrea esa globalización que roza la cinta de manera frágil, la necesaria, siendo tal vez la música su mayor nexo y a la vez un camino de presentación de la música local en India. Una partitura como pocas veces se crea en una cinta, un trabajo impresionante que no deja de adaptarse a una película de igual fabricación. No obstante, su belleza no obstruye nunca el paso de las reales emociones a conseguir.
Slumdog Millonaire se alza como la más justa ganadora en esta temporada de premios, es de las cintas que siempre se asoman en el pequeño grupo de diversos premiaciones; la más redonda, la más entera, la más fresca, la más sería cinematográficamente, la más divertida, emotiva y sabia de todas ellas. Es una cinta que se merece los premios que lleva a cuestas, y esto no siempre es así. Basta decir una vez más que Danny Boyle es, o debería ser, la imagen real del cineasta independiente, un director del que tomar las ganas de soñar y hacer un cine personal, sí, pero sobre todo, honesto.

Quisiera ser Millonario de Danny Boyle
Calificación: 4 de 5 (Muy buena).

El Curioso caso de Benjamin Button

REDONDO.

El Curioso Caso de Benjamin Button.
The Curious Case of Benjamin Button (David Fincher, 2008).

Inspirado bajo un relato corto de Francis Scott Fitzgerald, y este a su vez sobre una cuestión dialogada por diversos autores, entre ellos el querido y tan gustado Quino, que no reparaba en una muerte siendo apenas un ser de “brazos” sino en el extremo factor de placer que sería el orgasmo, esta cinta desvía la visión acostumbrada de uno de los cineastas más iconoclastas de la década pasada, incluyendo en su filmografía dos de los títulos de culto más recientes en el gusto de diversos estilos generacionales.
Si bien David Fincher había mostrado ya un desempeño más adulto, por decirlo de alguna manera, en su anterior cinta, Zodiac, y que paso desapercibido, siendo una película mal entendida por algunos de sus más fervientes fanáticos al criticarla temáticamente, y mostrando obvio desconocimiento en la fabricación de un mensaje y estilo cinematográfico, dígase lo que el cine requiere para serlo - y yo aún me preguntó porque las nuevas generaciones requieren de repeticiones para seguir creyendo en sus directores sin el menor margen de crecimiento, en esta su nueva cinta su devenir es obvio en pos de un acercamiento a los estantes de lujo como son los premios de su industria. Esto era obvio, no nos dejemos sorprender, desde la elección de un guión de Eric Roth, uno de los favoritos de esa purista sección de la academia americana de cine.
Podemos, pues, hacer, toda una lista de las similitudes, algunas de ellas muy golpeadas, de esta cinta con aquella otra que le hiciera ganar su estatuilla al señor Roth, Forrest Gump, una cinta que con el paso del tiempo encuentro cada vez con más gusto por su detallada dirección y magistral visión (en este caso de Zemeckis) al realizarla, pero no es el caso aquí. Cualquiera con el mínimo sentido común las verá de igual manera, pero con esto no obligo a pensar que esta nueva cinta sea una especia de copia de la anterior, no, ni mucho menos, sólo trato de afianzar que el estilo del guionista , sus constantes, se desnudan por completo al tener ambas en la mente. La estructura, los personajes y hasta puntos claves se dibujan sobre mismos elementos. No obstante, creo que la dirección contenida, pues no es del todo el perfil entero de Fincher, hace que se desdibuje parte del entramado sentimental de la cinta, quitándole parte de su brillo, de su alma.
Con una actuación a medias del señor Brad Pitt - pues honestamente hay que aceptar que en la mitad de la película, la mitad de su actuación son los efectos especiales que le circundan - la cinta logra sostenerse en este departamento gracias a las siempre agradecidas presencias de Tilda Swinton y Cate Blanchett que se dirigen casi solas (esto en termino de sus siempre buenas actuaciones, nada que reniegue el trabajo de los directores con los que han trabajado) y de Faune A. Chambers como la madre de nuestro protagonista, así como de un muy buen cast, que se logra siempre en este tipo de producciones, que desde un inicio se sabe que darán sus pleitos serios para con los premios más rebosantes de la industria estadounidense.
Creo que la cinta se queda corta para con los objetivos iniciales que tiene una producción de esta índole; falta de escenas cargadas de emoción total, fabricadas por un uso determinado de los elementos cinematográficos al servicio del director, una dirección de actores cargada de sencillez e intensidad, una fotografía honesta cargada de belleza y de nuevo sencillez (esto último faltante en la excelsa pero sobrecargada de artilugios de belleza de la presente cinta), un manejo sutil pero efectivo de la partitura y música a utilizar y un montaje fino y perfectamente pensado desde la planeación de la grabación, cosas que tenía y tiene, de manera magistral la cinta de Zemeckis y no del todo esta del Sr. Fincher.
Lamentablemente la cinta se queda en una armadura estética que engaña y maneja a ciertos de los espectadores a un sentimentalismo obligado, engaña en pos de eso que he citado ya tanto en anteriores reseñas, ese sobre-encantamiento del aspecto visual que hace que el verdadero discurso despegue - en el mejor de los casos - y que se asome apenas en los estilos más fallados. Siendo en este caso el primero, pues hay que decir que la película no es del todo malograda, sólo que se reserva todo esa magia con que se venden este tipo de cintas. No es tan difícil de entenderlo al notar que los pasajes técnicos de su hechura son los que más sobresaltan, dejando a un lado los más humanamente artísticos. No es tan difícil de verlo cuando sabemos ahora que el señor Fincher ha decidido verterse de nuevo sobre el estilo que lo volviera popular ante toda una generación de jóvenes y alejarse de esa madurez que había empezado a lograr con Zodiac. Ahora prepara una versión de la mítica película de animación Heavy Metal que marcó a toda una generación en los 80s.
El Curioso caso de Benjamin Button es un curioso caso en si mismo, lo sería más aún si logra llevarse alguno de los Oscars más duros, más buscados, los más importantes, los técnicos los tiene casi asegurados. No es una mala película, es sólo una re-búsqueda de lo ya logrado en anteriores años y en manos de un cineasta que no busco y/o encontró del todo la fortuna de hacer suya la historia y hacerla sentir al público. El Curiosos caso de Benjamin Button tendrá una vida parecida a la de su protagonista, con los años empezará, creo yo, a hacerse un poco menos, a envejecer notándose joven en varios de sus artilugios técnicos. Ya se verá, ese será su verdadero juicio; cuando tenga los años que hoy tiene Forrest Gump, veremos que tanto poder tuvo realmente en la audiencia.

El Curioso Caso de Benjamin Button de David Fincher
Calificación: 3 de 5 (Buena a Secas).

domingo, 25 de enero de 2009

Sólo un Sueño

REDONDO.

Sólo un Sueño.
Revolutionary Road (Sam Mendes, 2008).

Si bien Sam Mendes ya había emprendido un viaje hacía un estilo con mayor inteligibilidad en Jarhead (con respecto a sus dos primeros filmes), donde la tensión se desarrollaba en una gala de gran manufactura con respecto al manejo del tiempo y los instintos adquiridos de sus personajes durante casi todo el metraje, explotando en aquella ya memorable escena de los soldados disparando al are cuasi como pubertos tocando sus cuerpos en una necesidad expresa de violencia y recibiendo como respuesta el petróleo de los pozos quemados, en una analogía perfectamente lograda de los sinsabores de la guerra, ahora este mismo sentido estricto de un cine tenso, dramático e inteligible le revienta en las manos como a aquellos personajes suyos, recibiendo tal vez la calificaciones regulares por parte de varios críticos.
Al observar Revolutionary Road no podemos negar que existe un director serio y conocedor en Sam Mendes, se ha convertido con tan sólo 4 largometrajes en uno de los directores más fiables de la industria, cosa nada fácil de lograr ante la critica y el público, no obstante, creo que en esta su última película, ese aire de inteligibilidad que ha adaptado ya a su estilo se le escapa un tanto de las manos, revolviendo las lecturas básicas de una película, cosa no alarmante, claro, pero que sí encierra más su mensaje, enmarcándolo a un público menor. A lo que si bien le otorgamos el beneficio de la duda , cabría la cuestión de si lo errado no esta en como ha sido vendida.
Revolutionary Road no es una cinta fácil de ver, hay que decirlo con claridad, los entramados que va creando exigen de un público un criterio y un conocimiento especifico, una neutralidad de parte suya ante ciertos abates que ocurren impulsivamente ante un ritmo constante que divaga entre una serie de guiños arrítmicos que creo, hacen una película con mucho color para cierto tipo de audiencia (por lo menos yo lo disfrute así), tiempos que recorren una habitación fílmica de manera monótona en un aire de patetismo constante y que revientan de la nada ante la ira contenida de la costumbre no vencida o el humor sardónico de la locura. Sam Mendes se ensimisma en el arte de su cinta que la devela, la desnuda ante esa segunda lectura que un espectador siempre busca en los subtextos de las unidades dramáticas que conforman un discurso fílmico, es por eso que esa segunda lectura no existe, puesto que es lo que vemos frente a nosotros, lo que, repito, crea ese aire de inteligibilidad, sí, pero que rebasa en ciertas partes a la cinta misma, lo que conlleva a que ciertas partes de esta se alcen ante el todo de manera estricta y visible, reduciendo la cinta a una categoría que bien pudo ser mayor, estamos pues ante una cinta que no termina por ser enteramente redonda debido a ese estilo y aire que la sobreprotege, es una cinta con escenas de una calidad mayúscula pero que deja al espectador con ánimos de una sutileza más tangible, que confía toda la humanidad de la obra a la desarrollada de manera notable mediante sus personajes, hay que recordar aquí el génesis teatral de Sam Mendes
No dudo que el director hubiera tenido esta visión desde el inicio, que apostará por componer esta película de esa manera, que haya tomado ciertos riesgos personales que se ven enfrentados ahora ante la mirada cautiva de la critica y la gente, cosa normal. Sí, lo he dicho, Revolutionary Road no es una cinta del todo fácil de degustar, tampoco ofusca del todo, pero que bien merece la pena.
Rodeado de su equipo habitual, Sam Mendes nos entreteje como espectadores ante la verdadera vida del idealismo, nos coloca dentro de la verdadera razón de lo bien visto, lo bien vivido; los anhelos, las crisis, los sueños pedidos y perdidos, los temores y los sacrificios, los sacrificios de una vida real que sólo la conocen sus habitantes, sus prisioneros. Con una edición notable va cortejando esa pesadumbre para con nosotros, haciendo que los momentos de traición sean justificables, incluso antes de haberlos mostrado o bien acercado a ellos. La siempre eficiente cámara de Roger Deakins auxilia en esta ocasión de manera seria al discurso de Sam Mendes, denotando en sus movimientos y encuadres relaciones que después serán de relevancia en la trama, denotando de manera, igual de inteligible, emociones que dentro del marco de la cinta, los personajes son incapaces de hacerlo por su propia humanidad pueril, cosa que a mi parecer, corto un poco el estricto estilo de la mano de Deakins (haciendo cosas que pocas veces se le ve hacer). El caso de la música termina por ser uno de los más pobres de la cinta, y no es el caso que la partitura del también ya colega constante de Mendes, Thomas Newman, este errada o bien que el director no la haya sabido utilizar, no, podríamos decir todo lo contrario incluso, pero bien, es algo que también se debe decir de igual manera; desde su primera cinta, todos los fondos de Mendes son de una similitud más que evidente, al parecer ha exigido a su compositor un leit motiv para la obra de toda su vida. No dejan de ser pedazos que parecen salidos de su cinta primera. No obstante, ayuda como ha ayudado a todas sus anteriores cintas, cosa lógica, obvia y que no termina por convencer, ahora menos ya en un cuarto filme.
Revolutionary Road logra el cometido, cumple el objetivo de enfrascarte en una situación incomoda y repensarte varias situaciones que acontecen, uno no sale de la sala completamente resuelto a la primera, tarda un poco el sentir de los sinsabores de una vida social y culturalmente ideal como la que se trataba de justificar una sociedad ya perdida en el tiempo, signo de debilidad y ocultamiento, como lo fue la de los Estadounidenses en los años 50s.
Sam Mendes se atreve, maquilla su cine y lo empolva más de ese aire de inteligibilidad ya descrito antes que ya hacía emerger en su anterior cinta, no sale del todo victorioso; esto en el sentido de que una obra puede -y/o debe - llegar a cualquiera, aquí esto se reduce de manera tangible como he mencionado, eso sí, siempre a conciencia del director, eso se entiende claramente; fue su apuesta, su estilo, su gusto, por tanto tampoco es el derrotado, ha brindado una alternativa a un entramado de difícil acceso. Revolutionary Road es una cinta que debe de verse, experimentarse, sentirse, incomodarse y reacomodarse. Es una cinta que lleva el sello de Sam Mendes y que, como uno de los directores más serios en la escena actual, debe de acercar a gente habida de cine.

Sólo un Sueño de Sam Mendes
Calificación: 3.5 de 5 (Buena).

lunes, 12 de enero de 2009

En Búsqueda de un Beso de Medianoche

REDONDO.

En Búsqueda de un Beso de Medianoche.
In Search of a Midnight Kiss (Alex Holdridge, 2007).

El fenómeno independiente es un caso curioso dentro de la industria del cine mundial, su concepto es obvio, se basa en el factor único de la libertad creativa buscada a través de recursos propios (alejados de los estudios de mayor renombre y poder) para desarrollar un proyecto. A su vez, no deja de ser una etiqueta que se coloca en algún sitio y cierto público hace un despliegue extraño para acordonarse y arropar cierto estilo manierista.
El Cine Indie, como le llaman, es en si - en la mayoría de las ocasiones - una mescolanza de cierto humor alternativo o violencia inusitada explícita (en ocasiones juntos estos elementos), bajos recursos (casi siempre visible en el look del filme, lo que le da, según, una frescura inusitada) y una inocencia en su hechura que en ocasiones enternece a cierta audiencia, o bien nos hace preguntar si en realidad lo independiente está casado con lo que alguna vez un critico mexicano dijo, de nuestro cine por cierto, está como mal hecho apropósito, esto tal vez para la defensa posterior.
Ahora bien, el cine independiente de nuestros vecinos del norte tiene las concernientes ventajas de una industria mucho más desarrollada, lo que no significa que exista por ahí la oportunidad de recubrirse de las etiquetas antes dictadas y no salir airoso de ellas y su critica. Tal, creo, es el caso de este filme aún sin nombre oficial en nuestro país, por lo que me obligo a traducirla tal cual. Como suele suceder con películas de este corte, las criticas se han polarizado, y creo que por vez primera debo inclinarme por el lado negativo de ellas. Si bien el cine indie había ya ganado terreno en casi toda entrega importante de Estados Unidos, teniendo año tras año una cinta participante (que casi en la mayoría de los casos se llevaba el Oscar a mejor Guión Original; Lost in Translation, Little Miss Sunshine, Juno) este ha sido un poco dejado a un lado para los cineastas independientes que han crecido y siguen realizando sus proyectos con mayor ambición y cine, sin perder, claro, esa frescura en su visión, como debe de ser, no en un look, repito, que denote la mal nombrada etiqueta indie.
In Search of Midnight Kiss es una película demasiado singular, ya vista, y es este tal vez uno de sus principales errores; dentro de esta etiqueta indie - que si bien está llena ya de artilugios clave que se deben seguir (dictados anteriormente), sí deben requerir a una alternativa de visión y genio por parte de un director en vísperas de oportunidades de mayor envergadura (como cualquier profesional) y es que es una historia de amor y relaciones de parejas como ya hemos denotado en diversos estilos, desde lo clásicos dramas y melodramas que siempre existirán, hasta los alternativos actuales que hacen alusión a los nuevos foros de conexión entre individuos que existen en nuestra sociedad. Es una historia de amor que trata de envenenar las calles menos conocidas de Los Angeles y mostrarla como lo que es, la ciudad desesperanzadora donde el sueño americano casi nunca se logra, una especie de infierno donde al final, las metas del día se pueden lograr a medias. No me asusta el blanco y negro con que se presenta, nunca he sentido, como tantos otros, que el uso de la escala de grises sea símbolo de presunción, es estilo, me queda claro. Es gusto por parte del director. Aún así, el error fundamental de esta cinta es su localista forma de llevar la historia, se deja llevar únicamente por un discurso encerrado y circular (sin mucho a donde abrirse y dejar sentir algo al espectador foráneo a la ciudad o la cultura estadounidense) que se enmarca en la ciudad de las estrellas. No somos más que testigos de dos perdedores caminando por las calles en busca de un capricho socio-cultural; un beso a finales de año que debe llegar para sentirse menos jodidos, eso sí, haciendo con su andar, jodidos a uno que otro en el camino.
No podemos negar las consecuentes similitudes en cuanto a trama, no estilo ni forma de llevar la historia, sino a origen del conflicto, que conllevó a otros directores, hoy ya más hechos, a realizar su primer paso como Kevin Smith, Jim Jarmusch o Richard Linklater. En todo caso, las comparaciones no hacen que la presente cinta se elevé.
Y es que la cinta comienza un tanto floja, queriendo sorprender de manera burda, diría yo (que no soy un puritano) al espectador con una idea del todo agotada en otro tipo de cintas de corte más juvenil y cómico. El inicio, pues, es flojo, lo que lleva a la película a cojear del todo hasta pasada un poco la mitad de esta, donde, hay que decirlo, logra en ciertos momentos una fuerza inusitada - y en partes claves para su fortuna - ayudándose en ocasiones de la siempre presente y también indie música melancólica que le impregna eficazmente ese look independiente que rodea a las películas de este corte. Es tal vez por estas escenas que la cinta no termina por desfondarse y logra edificarse en el tercer cuarto de su duración, en su último movimiento, único que vale la pena. No obstante, ahondado en su estilo, la escena final cae de nuevo en el cliché y recae en la clásica escena de una conversación de amigos que se resuelve con la cantada de un himno generacional del rock de estadio, esta vez, no lograda al cien como otras tantas cintas de directores que saben colocar con mucha rabia y conocimiento la canción exacta.
Los diálogos, siempre más que presentes en este cine, aparecen de la manera acostumbrada, por medio de conversaciones largas, voces en off mediante mensajes a los celulares de uno de nuestros personajes y bromas que en está ocasión recaen a una generación de poca fe para con los sueños dorados de la cultura norteamericana, cercana a los 30 y que ven todo de manera opaca, cosa que el director intenta ingresar a cierto humor pocas veces logrado. Los elementos de tristeza, bajeza emocional y depresión los logra con mejor mano.
Estamos, pues, ante una cinta de corte independiente que no trastoca un devenir más que el suyo propio, una cinta local que nos encierra de mala manera en una cultura que no termina por ser estructurada debidamente para el entendimiento de un espectador que no la viva; es tal vez, por eso, que la mayoría de las criticas que la alzan como positiva sean de esa nación y casi ninguna de otro lado. El cine independiente no tiene un símbolo más, eso se notaría ya en otras partes del orbe, repitiendo cierta parte del estilo o generando tributos por alguna parte. El cine indie queda igual, alejado este año de los premios, alejado de las glorias vividas en los años pasados. Es tal vez, así lo creo fervientemente yo, porque los directores predestinados a alzarlo se han dado a la tarea de concentrarse en proyectos de mayor reto, lo que no les quita el sentido de lo independiente, sólo de la etiqueta, como lo es este filme, esperando, claro, que el director proponga cosas de diferente manera, apuntalando sus aciertos vistos en esta trama, pues no se puede negar tampoco que no tenga una madera solida para continuar en esta carrera.
En está ocasión el cine indie no ha obtenido uno más de sus aciertos, se ha quedado bajo y callado, pero sólo me refiero al cine de etiqueta, pues el cine independiente ha logrado más que contaminar las mentes de nuevos directores, o bien de una nueva generación que se enfocará en el cine. El cine independiente se ha despegado de las etiquetas, la mayoría de las encuestas dictaminan como las mejores cintas del 2008 a There Will Be Blood y No Country For Old Men, cintas duras y difíciles para un cine comercial, basta ver el valor que tuvieron los realizadores para con los finales de ambas cintas. Sencillos planteamientos en temas que recaen en una sociedad venida a menos. Muchos analistas han dictaminado una sorpresa mayor porque estos discursos provengan no del indie (indie etiqueta diría yo) sino de la clase mayor, pero es que acaso no recuerdan el origen de estos creadores. No es que estemos ante un devenir de lo independiente, sino en la madurez de este cine que ha demostrado vivir y exige el oficio que se requiere para hacer realmente un cine diferente, que es siempre su propósito.

En Búsqueda de un Beso de Medianoche de Alex Holdridge
Calificación: 2.5 de 5 (Regularmente Buena)