Replicantes.

Replicantes.
España, 2009.

Sunset Boulevard

Sunset Boulevard
España, 2009.

El que Busca Encuentra

lunes, 29 de diciembre de 2008

El Espíritu

REDONDO.

El Espíritu.
The Spirit (Frank Miller, 2008).

Hay un problema lo suficientemente básico en la nueva estrategia que da salida al mercadeo del cómic en el cine como para replantearse futuros proyectos, y es que este medio (de fanáticos de culto) trata de ganar terreno a un campo que no le pertenece, y sin tener las bases fundamentales para, siquiera, dar con un intento de obtener un sello en particular. En los últimos años nos hemos visto abordados por diversos personajes de naturaleza gráfica con resultados por mayor ambivalentes, por un lado hemos visto grandes sorpresas, que se reciben de alegre manera, claro, pero por el otro ha habido grandes decepciones. No puedo decir que The Spirit sea una más de ellas, y es que personalmente nunca creí del todo en el proyecto, pero sí creo que debe serlo para el que en realidad lo haya visto con esperanza.
Algunas cosas quedan muy claras al ver The Spirit, una de ellas es que no importando su naturaleza primaria, lo que debe suceder en una pantalla de cine es, natural y lógicamente, cine. Y no es que sea el más grande de los puristas en el campo del séptimo arte, en ocasiones he defendido aportaciones de ciertos movimientos que tratan de innovar sobre el lenguaje del cine, pero es porque se nota un oficio y conocimiento de uso de ese lenguaje en aquellos que lo intentan. En The Spirit se nota la mano amateur y falta de conocimiento que se suponía.
A los amantes del cómic les debe quedar claro que si bien se comparten ciertos elementos visuales entre el cine y su lenguaje gráfico, no lo es del todo igual en cualquiera de las versiones, no se puede llevar una película a un cómic como una cómic a una película sin una adaptación real hacía el lenguaje que va a predominar. En estos casos, hablando de novelas gráficas a filmes, se deben perder ciertos detalles que no sirven dentro de una puesta escena, fuerza vital, de una película.
No importando que el señor Frank Miller sea uno de los más elogiados y amados creadores en el arte del cómic, se debe de indicar que el cine lo realizan gente dedicada al cine. Si bien auxilió a Robert Rodríguez en Sin City, después de ver esta película queda clara su aportación, mera creativa, a esa cinta. Si bien para muchos es cuestionable la carrera del Sr. Rodríguez por sus incursiones en diversos géneros, no queda duda que su manejo del lenguaje es siempre el acorde para con el mensaje a enviar, cosa ya en sí complicada. Al parecer, el señor Frank Miller quiso llevar esa escuela aprendida - a medias - de Sin City a otro cómic que podía competir estéticamente con el suyo.
El problema es básico, como ya he dicho, y aquí no deben caber las dudas de si alguien ha leído o no la obra, si bien conoce del todo la novela gráfica llevada a la pantalla. La naturaleza en el origen de las historias de la pantalla son diversas y siempre ajenas al cine; si no es un relato escuchado, termina siendo un cuento corto, novela o bien una mera idea de alguien que no sabe nada de cine, en grandes ocasiones. Pero este es es el primer paso para convertir una idea a una obra audiovisual, pues esta deberá ser estudiada y llevada bajo cierto rigor a un planteamiento cinematográfico, ¿cuántas veces no hemos ido al cine sin leer la novela, cuento o relato al que se versiona? En el cine existe la adaptación, y una buena adaptación, como se debe saber, no es la que le es más fiel a la “partitura” original, sino la que lleva la esencia de ésta a su campo, uno distinto en las maneras de expresión.
El señor Frank Miller como buen artesano de su medio, se ha dejado vencer por su vena creativa y ha confundido los ritmos de un lenguaje distinto al suyo, el manejo de planos queda rebasado por una historia que en si, tarda en tomar coherencia y se complica dando a conocer su conflicto principal (básico y elemental en una película). Y es que es algo tan sencillo como darse cuenta que una película no se lee de la misma manera que una novela, como una novela de un cómic o novela gráfica.
Elementos primarios dentro del cine como el uso de emociones bajo ángulos de intención, movimientos de cámara y ópticas (etcétera) han quedado al uso de una estética que nunca logra despegar del todo, una estética que intenta no repetirse para con Sin City, nos dicen (a pesar de su gran parecido) y que no se logra del todo, pues en el filme donde colaboran Rodríguez y Miller sí se denotaba un uso claro a favor de una historia. En The Spirit el lenguaje cinematográfico queda reducido a una prueba fallida de dirección.
El trabajo actoral no es para nada destacable, se nota que todos los participantes en la cinta se pasaron un tiempo muy entretenido mientras se filmaba la cinta, pero que nadie preparó un personaje ni puso mucha seriedad al proyecto. El género de la cinta también causa un poco de ruido, no se mezcla en conjunto, sino que se viaja entre una comedia negra, en ocasiones, donde el uso de la violencia contenida en ocasiones (se nota esa parte del aporte que se quería dar) es mal lograda, con otro estilo de mínima comicidad, una muy sosa que no deja de parecer exagerada.
El cine, pues, siempre lo será, será cine, para bien o para mal. Cuando uno se adentra a una de sus salas, así sea para ver una versión de cualquier ópera, uno no espera ver un sólo plano de una orquesta que interpreta lo que escuchamos, así como unos cantantes lejanos que no cambian en escala de tamaño nunca, lo que se quiere es observarle hasta los ojos, de detallar ese mundo que sólo el cine puede dar. Tampoco se pide esto cuando la situación es contraria, cuando se va a una teatro operístico a escuchar la misma obra. Es una lógica aprendida, un respeto de espacios entre artes y formas de expresión.
The Spirit se interna en un campo peligroso al querer rebasar esas reglas sin mucho peso bajo la manga, lamentablemente sale perdiendo. Al final resulta una película dispar, difícil de observar, y no por el hecho de la temática de la novela gráfica, sino por su hechura misma, cojea de varias partes básicas y nunca logra cuajar del todo en algo que se nos quiera contar. Algo me queda claro al ver The Spirit, lo dije, y es que al ir al cine uno espera ver cine, así como también queda más que claro que Frank Miller, mago, hechizero, genio o demás, no es un director de películas. No es un director de cine.

El Espíritu de Frank Miller.
Calificación: 2 de 5 (Prescindible)

viernes, 26 de diciembre de 2008

Australia

REDONDO.

Australia.
Australia (Baz Luhrmann, 2008).

Hablar sobre Australia resulta un tanto complicado, ya que se pueden encontrar diversos matices dentro de esta cinta - eso sí - un tanto alargada. Es la película que como ya he mencionado en anteriores ocasiones, fue la apuesta de la temporada para aquellos que buscan algo más que sorprendentes secuencias de efectos especiales en pos del asombro popular. Es la clase de película donde, en efecto, y al igual que las anteriormente mencionadas, hay un alza increíble en el presupuesto, pero que se propone por una manejo más tenso de las acciones, con un reparto “más serio” o bien también en su caso, más popular, y se vende desde meses antes como una película que dejará algunas cicatrices en el respetable.
No fue sorpresa que su salida al mercado se haya centrado en estas fechas para que grandes números de personas se acercaran a los las salas a degustarla, me refiero tanto a gente con gusto y tacto para el cine, como para aquellos que siempre, no se cómo, tratan de reencontrarse con ese sentimiento anudado en sus pasados. Hablar de Australia resulta difícil porque si bien no es la mejor película del año, ni de la temporada, creo, sí logra ese objetivo de sentimiento que se propone.
La historia no resulta del todo lo más complicado del mundo, lo que el señor Luhrmann ataca presentando a otros tantos personajes, sumando cabezas (hablando de ganado creo que puedo utilizar este termino) a la formula de romance ya conocida. Ahora no sólo tenemos a chico y chica, sino a hijo en una semi-adopción (con cierto esquema que hace una referencia pobre al imperialismo) y un abuelo-mago-nativo que sabe todo lo que ha de terminar por ser lo bueno y malo en esa tierra, realmente desconocida, para todos los personajes del filme. Al final, claro, reina el amor y la libertad.
Es cierto, el final de Australia, a pesar de ser el obvio, es tal vez de lo mejor de la cinta, y no deja de ser fresco. Es la libertad por el amor, el discurso que indulta (o intenta disculpar) los errores y deja que las cosas tomen el curso que se requiere para beneficio de esos sentimientos que por fin pueden dejar de defenderse y empezar a disfrutarse. Que deja que las riendas sean tomadas como debieron de ser; y es que si las cosas son de cierta forma, eso no indica que deban ser así; nos repiten en un par de ocasiones claves dentro del filme.
No podemos negarnos que para el final de la cinta esta ya nos ha ganado, y disfrutamos el desenlace, el cual nos parece justo y aceptamos los abates que todo este conflicto tuvo. No así, podemos mencionar que el principal error de este película es uno muy básico y que no debe de existir en películas de estos niveles, el inicio. La primera media hora, incluso un poco más, es tal vez lo peor de la cinta, es por eso que comencé dictando que hablar de Australia resulta complicado, y es que en efecto, a la mitad de la película todo está ya centrado en una cinta de su categoría, pero ese comienzo a estilo de cuento (tal vez navideño, que sé yo) es algo muy débil y mal logrado. El ritmo, estilo y manejo de planos con que se nos empieza contar la película no son la presentación de lo que será después el filme, y esa narración por parte del niño que tendrá al cabo de ciertos minutos un regreso para cerrar ese primer movimiento en que ya debimos de centrarnos en el espacio físico y temporal de la cinta, es muy frágil. Todo se basa en un mural paisajista para dejarnos entrever la belleza de ese lejano país, cosa que la cinta siempre intentará alrededor de su duración, pero que en los primeros minutos hace que todo parezca un poco vago y que esa primera muerte, en la que se basa parte de las primeras complicaciones a vencer, se pierda en emotividad y fuerza.
Australia cojea debido a este primer paso, algo relevante. Después, claro, podemos decir que el señor Luhrmann supo unir las piezas y nos fue centrando en una historia de amor, lo suficientemente fuerte para estas fiestas, disfrazando una aventura ganadera a través de las terrenos de Australia.
El filme, pues, acaba por no dignificar del todo la temporada, queda corto pero elegante. No puedo negar tampoco que tiene sus momentos de tensión muy bien logrados y que al final te da gusto que, después de todo lo sufrido, la pareja, eterna compañera de nuestra historia, logré ser feliz.
No se puede decir que el director, quien ya nos ha acostumbrado a melodramas de cierta altura, no logré sacar las emociones del auditorio y que este se deje llevar por las tentaciones de un historia que debe concluir como lo que es, una historia de amor que juega entre el drama, melodrama y guiños de comedia.
Baz Luhrmann se la ha jugado esta temporada con uno de los escaparates más vistosos del año y sale bien librado, no podemos decir lo contrario, aunque debemos acentuar que tampoco es la mejor cinta de su carrera.
Por la parte actoral no hay quejas mayores, el señor Jackman está solido y desde hace tiempo se encuentra en su etapa de madurez. Nicole Kidman, por el contrario, le cuesta emprender el vuelo, pero es que creo que aquí el caso es que Baz Luhrmann no tenía contemplado un personaje tan complejo, no obstante al final deja en pantalla un buen sabor de boca. Los personajes del niño y el anciano mago creo que se quedan a medias y, por lo menos, el niño, no logra sacar lo que debía de la historia.
Australia es una película ajena a la critica, creo que habrá a quien no le guste y quien la ame, es difícil hablar de ella, se encuentran elementos de buena manufactura y errores que no se podían permitir. No así, es una cinta que se puede ir a ver sin mucho temor, no habrá sido tiempo perdido, el espectador no saldrá con las mano vacías. Se llevará, por lo menos, una bella parte de Australia (el país) en la mirada.

Australia de Baz Luhrmann
Calificación: 3.5 de 5 (Buena a Secas).

martes, 23 de diciembre de 2008

El Sustituto

REDONDO.

El Sustituto.
Changeling (Clint Eastwood, 2008).

En los último años el cine mundial se ha manifestado por un discurso visual (estético llanamente) que se aleja un tanto de ese lenguaje purista que declara, ante los ojos de cualquier espectador, el verdadero asomo de las emociones que se pueden crear a través de los elementos que tiene el artista de esta rama para atacar al espectador; una hoja en blanco donde detallar ciertas acciones, y una pantalla virgen, sin nada en ella, donde se reposarán encuadres, únicamente encuadres y movimientos (falaces realmente); que bien ordenados - y con la duración precisa - deben aparentar una realidad, más nunca ser ella.
El señor Clint Eastwood no sólo se ha inclinado por este sentido clásico y estricto de la cinematografía cuando se encarga de llevar a cabo sus proyectos, sino que alcanza limites que pocas veces se tocan ya en un cine cada vez más alzado al espectáculo de un marketing establecido; estilos propios de una generación que se vive, ya lo he dicho en anteriores ocasiones.
El Sustituto (Changeling), última entrega de Clint Eastwood, es una muestra vil de un cine duro, pensado y sobradamente realizado desde el punto de vista de la creación, desde el lenguaje cinematográfico. No se abraza de artilugios de relleno y hace lo que toda película debe de hacer - y nunca dejar de hacerlo - contar su historia, no se exagera a si misma en pos de la sobre-expresividad tan de boga en estos tiempos (como en los últimos comics llevados a la pantalla por ejemplo) y se centra en sus funciones vitales, explorándolas y explotándolas con inteligencia, fuerza y sobre todo elegancia.
No deja de ser el discurso y estilo de un director que ya nos ha acostumbrado a un cine de buena manufactura, no es obviedad decir que el señor Eastwood muestre en las planificaciones de sus entramados una madurez real.
Changeling es una historia que se va entretejiendo de a poco, no podemos decir que conozcamos los caminos que se van a ir sugiriendo en su entorno. Los indicios que se van creando, y acompasando lentamente en esta amalgama de subtramas trabajan únicamente, y a través, del canal de la historia principal, como deben hacerlo., como siempre debe de ser. Y, apoyándose en su personaje principal, en una buena (a secas) interpretación de Angelina Jolie, como un ser vacío, atacado y dejado sin esperanza, flirtea con un temor generacional actual, algo que se agradece ante tanto intento de analogías actuales.
Changeling es una bocanada de aire ante ese ensombrecimiento de espectacularidad actual, y es que, irónicamente, esa espectacularidad le quita su grado de espectáculo al cine, ante la técnica que se requiere para llevar a cabo un mensaje por medio de este arte grandilocuente ya en si (como lo denotan esas escenas casi al final de esta misma película), así como de la honestidad que requiere el auditorio para dejarse creer en que lo que se nos enseña.
No podemos discutir tampoco esta cinta como la mejor en la carrera del Director Clint Eastwood, es claro que lo alcanzado en The Unforgiven, Mistyc River o Million Dollar Baby (para muchos), sobre todo en la primera, queda un poco alejado de esta puesta en escena, pero es que creo, debo indicar en primera persona, que en está película dejo llevarse más por otro tipo de conflictos, lo que enrudece su estilo y le auxilia a tener una estructura que si bien, es lineal, es un poco fuera de ese orden al que nos había acostumbrado, y es que el mundo, allá afuera, nos tiene tendidas varias sorpresas, y esas sorpresas logran salir a la luz aqui de manera más que eficaz.
La escenas donde se nos muestra ciertas muertes son de un tacto, gusto y conocimiento tanto del plano como del montaje, que hacen que todos en la sala sientan un horror ante algo que en realidad no muestra nada. Y a eso, se quiera o no, en mi tierra y las demás, se le llama cine, cine en la forma más pura.
Changeling es una opción que se deja entrever comercial y sabiamente por estos meses, preludio a los premios de nuestros vecinos del norte. No me sorprendería verla en algunas categorías, pues el look que contiene es uno de los que más agradan a la academia, la fotografía es impecable, muy bien cuidada y la edición puede decir lo mismo. En su parte musical, como también ya es costumbre, el señor Eastwood nos regala su minimalista manera de componer para la pantalla, pero en esta ocasión, creo personalmente, aquí sí muy personalmente, que ha dado en el blanco con toda esa sensación anudada en su película. Es sin duda uno de los mejores scores que nos ha brindado.
Changeling se aproxima a las carteleras de nuestro país, su estreno se vaticina para el 22 de enero. Yo he podido ya observarle gracias a la distancia y es por lo mismo que no ahondo en ciertos temas que requerirían de desnudar más la trama. El señor Eastwood ataca de nuevo, con esas ganas de hacer buen cine. El espectador debe y puede responder de la misma manera al acercarse a esta cinta, con ganas de ver buen cine.

El Sustituto de Clint Eastwood
Calificación: 4 de 5 (Muy Buena).

miércoles, 17 de diciembre de 2008

El Día que la Tierra se Detuvo

REDONDO.

El Día que la Tierra se Detuvo.
The Day The Earth Stood Still. (Scott Derrickson, 2008)

Al parecer, muy a mí parecer, en estas temporadas de estima polar (por aquello de lo polarizado de cada quien en su cada cual) todo se puede. Se puede dar un abrazo sin pensar en el amor, se puede descansar con desvelos continuos (y progresivos), se pueden crear esperanzas sin estados de calma y sobre todo, se puede hacer una recitación al pasado, creando, de por medio, una mediana pieza de ciencia ficción basada en una de las obras más conocidas del género. Todo es posible, es navidad.
He elegido reseñar esta cinta por la exquisita razón de que todo en su entorno daba por sentado un resultado de mediana envergadura, además porque era - y soy - un asiduo a la historia original. He optado por centrarme en la película de ciencia ficción de las navidades porque fue la apuesta de la temporada, la heredera de los Harry Potters y Señores de los Anillos de fines de año anteriores. Y es que si en todo caso resultara cierto ese mito en la industria de que un director no es sino más que su última película, pues el público no se ha de quedar atrás, de alguna manera obtiene lo que exige en otras tantas actividades. En esta temporada tenemos pues, desde vampiros enamoradizos (que en otras ocasiones fueron ángeles) hasta ultimátum(s) a la tierra (que en otras ocasiones fueron pura fantasía rodeada de amistad). En efecto, el mundo se está agotando.
Ésta es, pues, la cinta de este fin de año, de un año que todos habremos de poner en la balanza dentro de poco, si la supuesta bella costumbre logra ganarle a aquella otra de beber. Lejos han quedado esos fríos decembrinos, he dicho, donde uno salía con trucos de magia bajo el brazo o un mundo fantástico que cada vez nos encariñaba más con la desconfianza hecha carácter. Ahora todo recae en la supuesta conciencia del entorno ecológico tan cantado ya desde hace años. América siempre queriendo salvar al mundo a su modo, a base de golpes.
Y es que el discurso de El Día que la Tierra se Detuvo es por más obvio y no deja en duda el juicio del estudio productor y el director, un realizador que ha pasado por breves etapas en la manufactura de un cine apegado a la catástrofe, el oscurantismo y la fantasía. Si bien la cinta original recae en esa ciencia ficción que ha envejecido mal por la azarosa creciente de efectos especiales a favor de un impacto visual, dejando de lado las exigencias dramáticas y narrativas que se exige como parte básica del cine, no deja duda de su fuerza y de su calidad, superiores a este remake que termina por quedarse inconcluso.
La película que dirigiera Robert Wise a principios de los 50 recaía en el discurso de toda una generación, en las emociones de esta, en los miedos extrapolados en una serie de cuentos de índole extraterrestre, analogías hoy claras de una verdad incipientemente escondida bajo una dura política por parte de un gobierno que desaparecería las opciones de un camino diferente, de un futuro que podría venir después y reclamar el sitio. Es por eso que ese final gris, esas pocas palabras de carente aliento de Klaatu ante las mentes más brillantes del mundo dejan certeza del hecho vivido, esa nave que se aleja sin respuesta, ese futuro que se va.
El principal error de este remake concierne a este enfoque, y es que todo lo enseña, nada se calla y en verdad no dice mucho (la homónima de décadas atrás decía bastante más) y termina con la magia del cine, esa de poder decir más de lo que se muestra, esa construcción subtextual con que en aquellos años la ciencia ficción denunciaba ciertos hechos que se suscitaban ante los ojos de la sociedad, que atroz, veía tanto la realidad como las películas. Y es que el tema no da de si, todos sabemos del problema por diversos medios de información. No hace falta el golpe.
Tratar de revalorizar una trama que en sus años fue considerada de pacifista y con elogios por parte de ese devenir generacional, no debe nunca ser parte de un debate. Si se tratan de configurar ciertas escenas claves de la cinta original en esta nueva versión, uno puede percatarse de un guión débil y una dirección en pos de llegar a las grandes escenas de efectos especiales, tratando de disfrazar todo con cierto oficio en un suspenso no logrado. A veces pareciese que Scott Derrickson creyese que toda la gente se conoce el filme original y deja ciertos caminos sueltos que se pueden cerrar recordando elementos de la cinta de Wise. Los elementos fuertes en la original como el profesor (líder real del mundo, usando plena acción de su razón y alejado de la estrategia política siempre cercana a la violencia) y la legendaria secuencia donde la prueba mayor de poder de una inteligencia superior es el solo hecho de hacernos ver lo que somos en un mundo que se detiene ante nuestros ojos, son mal leídas y erradamente presentadas. Una se queda bien como una anécdota que se pudo eliminar sin mayor dificultad, y la otra no logra jamás entenderse en el sentido en que se debía. Lo peor es que así se llama la película, en fin.
Estamos ante una cinta débil, no podemos negarlo, es una cinta débil incluso para aquellos que no conocen la película original, una trama que se marea a si mismo tratando de volver moderno un filme de culto, de rendirle tributo y al mismo tiempo de crearse un look de cinta de miles de millones de dólares, de dejar huella en escenas de alta tecnología y de crear cierta conciencia en el auditorio. Aunadas estas razones, se suman obvias razones del porque este trabajo queda inconcluso en la mayoría de sus facetas. Este filme remake de aquel legendario de 1951 no es del todo digno y bien podría dejarse pasar si es que se tiene una opción medianamente semejante. Y es que ni las escenas de efectos especiales son tan espectaculares, las actuaciones son sosas y la trama se ofusca entre varias subtramas que no despegan, que no se logran explicar del todo. Hay guiños, guiños de lo que podría ser la cinta original llevada al tema de moda, pero sólo se queda en eso, guiños.
El día que la Tierra se detuvo es, como ya he mencionado, el filme de este fin de año, un acercamiento a esta visión de baja estima y discursos de índole autoritaria, violencia y catástrofe que se exige y reclama, no lo podemos negar. Por supuesto vendrán otras producciones grandes como The Spirit (la siempre “alternativa” sangrienta decembrina que ahora tiene cabida por la creciente boga del cómic de culto en el cine), Australia (el drama obligado de la temporada) y The Changeling (otro dramón) que se presenta como una opción que se antoja mayormente, sobre todo porque el señor Eastwood nos ha mostrado que es uno de los mejores directores desde hace muchos años; su técnica, visión y puesta en escena son impecables.
Se nos ha ido el año y la tierra sigue, pues, moviéndose de un lado a otro, con muertes y guerras y asuntos ecológicos que se denuncian y se quedan en eso, mera denuncia. El destino aún no nos alcanza, pero ya le tocará su turno.

P.D. Y para aquellos, como yo, que queríamos ver de nuevo a Gort en pantalla, pues no hay las grandes sorpresas. Un decepción mayor, tanto en su aparición como en función.

El Día que la Tierra se Detuvo de Scott Derrickson
Calificación: 2.5 de 5 (Regular).

martes, 2 de diciembre de 2008

El Segundo Verano Menguado

VÍA LIBRE.

En esta ocasión dejo aqui un texto pedido por mis amigos de Roots México, que puntualmente, a veces un poco apresurados, me solicitan mí ayuda en ciertos textos relacionados con el cine. Como no es de extrañar, en esta ocasión me propusieron lo usual, un tema de actualidad. Como no me he decidido a desmenuzar algunas de las propuestas de estas fechas expuestas en el cine, me he enfrascado en una síntesis de lo que es para mí, el cine de la época navideña.

EL SEGUNDO VERANO MENGUADO (NAVIDAD & CINE).

A. Güiris V.

Para nadie es de extrañarse que la industria cinematográfica, a cargo de nuestros vecinos del norte, así como de una nueva ola de productores nacionales y de otras tantas regiones que han abierto un poco los ojos al negocio y lo han comprendido en todas sus facetas, considera esta época de fríos y regalos como manos dispuestas a “donar” parte de su salario al entretenimiento del cine veraniego, aunque suene a ironía o bien a una mala broma. Lo anterior lo menciono a colación del presente texto y de manera sincera, pues no hay tal fin más que el de la silueta de una sonrisa. Déjenme explicar, esta vez, con menor tenor de rebusqueda en los sentidos: Todos sabemos que navidad, para el cine, es el segundo verano.
Empecemos por reconocer las pautas de las películas que son entregadas en gran parte en la segunda estación del año (el original verano): grandes producciones (referencia obvia al presupuesto) donde las escenas de batallas, persecuciones, explosiones y súper héroes (aún sesgados a ese estilo de mercado) se encuentran para dar satisfacción a los asiduos asistentes en esa temporada de vacaciones y pretensiones de mayor relajación, lamentablemente aún en nuestro país el relax no forma parte de la lectura cultura, es un trabajo más. Pero sin adentrarnos a esta y otras quejas que sin duda resultarían del tópico, el cabo se amarra en la presente temporada; pues no es sino un eco de la anterior, así como también sus asiduos asistentes, en esta ocasión padres lo demasiado cansados para luchar y que deben entregarse a la democracia familiar y sortear los obstáculos presupuestales para dar gusto y cabida a los menores y los ya no tan menores que han de creer que la vida es más fácil de lo que aparenta, reuniones de amigos en pos de la bebida pero que antes deben de encontrarse en el sitio donde las fotos en el diario se originan, así como de amigas que si bien acabaran bailando sobre los sillones de alguna disco, primero deben sentir la banal pretensión de ver a su actor favorito (centrado en el valor de la belleza) actuando sobre la pantalla y sentir la fragilidad del amor en sus pequeños corazones, o bien, un poco de terror para hacerse sentir un poco más alternativas. La navidad comienza, señoras y señores, comienza y debemos aprender a valorarla como lo que es, ¿por qué no?
Asistir al cine en navidad es una experiencia reducida a un mes y un par de semanas más en enero, películas que retratan el poder de la industria antes dictada, un fuerte imperio que disfraza (y con cada año de manera menos creativa o bien más cínica) los entramados repasados por años: comedias románticas y cintas de terror que se pelean el valor, ya perdido (realmente nunca dictado ni existente) de las acciones buenas (no buenas acciones), de esta época de pedimentos y más pedimentos. Géneros, por que no decirlo, de mero tramite en una temporada sin mucha exigencia, no me inclino así por decir que siempre son de esta manera, ambos tienen su valor y sus valuartes que han derribado cadenas de gustos y han pasado a la historia, pero en consecuencia de este segundo verano, debo insistir en su trabajo de etiqueta. Uno encaminado para los que no gustan de los villancicos y deciden sentirse originales con la siempre presente cinta de Horror (un poco de lúgubres y sangre para teñir el clásico rojo), y otro enfocado en tramas traídas al público habido de reencontrar su fe en el amor y sentirse decidido a comer su uva con la promesa de encontrarlo en el año entrante. Terror y amor, no como antítesis sino como complementos. La navidad siempre con sus milagros.
Asimismo, y cada año con menos acierto, el cine de animación, tan bueno en otras épocas, se ha reducido a historias parecidas, sin la originalidad característica de otros años. Sectorizándose a encontrar más personajes que vendan en el mercado que en historias entrañables así como en secuelas que regularmente dejan mucho que desear y que pensar. ¿Será que el cine de animación es en sí un hijo supradesarrollado de la historia del cine mismo y se ha contagiado de le epidemia industrial con mayor rapidez y avidez? ¿Cuanto tiempo faltará para el primer remake de animación? Poco, muy poco, pienso pero sin tanto cinismo, claro, eso vendrá después, casi lo puedo asegurar. Por ahora me conformo con las peculiares similitudes entre compañías.
Diciembre, siempre diciembre, el navideño, símbolo de promesas que caen en forma de nieve, diciembre veraniego, diciembre de familias y multitudes, de películas mas o menos trazadas, mas o menos degustadas, mas o menos dibujadas, mas o menos, mas o menos.
Y al contrario de las esperanzadoras fechas, el cine no da espacio a las sorpresas; se sabe desde antes que películas serán las mejores, no hay sorpresas en el cine de navidad, los estudio inteligentemente agregan a estas fechas ciertas renombradas cintas que han de captar la atención del clásico auditorio que se dirige con recelo y mirada cautiva a seguir su carrera de cinéfilo purista. Cintas que van del drama bien establecido al ya establecido - lastimosamente - como estilo con look independiente; donde las bandas sonoras de nostalgia y las historias un tanto revueltas son el tema a perseguir. No hay sorpresas en navidad.
Y así, sin sorpresas, con milagros esperados y debacles cada vez más evidentes, es como se activa la cinematografía nacional; que al caso es lo mismo pero que aplaudo que cada vez tenga más presencia. Nos nos dejemos vencer aquí por lo egos, es obvio que aún falta un poco de trabajo para empezar a redondear los trabajos, pero en navidad, navidades como dijera un buen compañero, es sólo el trámite. El tener en cartelera algunas cintas de la misma calidad que la etiqueta gringa, ósea mas o menos, es un mérito dado. Si queremos bien un cine de calidad, este no aparecerá de la nada, debemos ir creciendo poco a poco, acostumbrarnos a observar distintos géneros dentro de la visión nacional, sean trabajos pobres, bien intencionados o presuntuosamente logrados a medias (como creo que es la clasificación que ahora impera). El cine mexicano crece, es notorio, aún no con las producciones que muchos querrían pero es evidente el crecimiento en aportaciones, ¿cómo creen que se hace el cine? Con dinero, y ese dinero sale de otros tantos proyectos realizados con la proposición de hacerlo. El cine mexicano empezará dentro de poco su ciclo de madurez, que será largo es cierto, pero como regalo de navidad y año nuevo, veo con animo, como rayo de sol que entra por mi ventana para delatarme la primavera - donde no existe ni el verano ni la navidad.
El cine de navidad no está a la vuelta de la esquina, ya se encuentra en carteleras. Es hora de el último verano del año. ¿Alguien ha visto a los espíritus rondar?

lunes, 24 de noviembre de 2008

Omara Portuondo. XXV Festival de Jazz. Madrid 2008.

REDONDO.

Omara Portuondo en el Festival de Jazz de Madrid, 2008.

GRACIAS COMPARTIDAS.

Me acerqué lentamente a las instancias del Teatro Fernán Gómez, debajo de la Plaza Colón - localizaciones perfectas para una historia de Ciencia Ficción minimalista, solitaria y un tanto experimental desde mí punto de vista - por el lado contrario al que le conocí por primera vez, en donde tomé aquella foto del pilar que sostiene parte de la estructura y decidí investigar el lugar desde el punto de vista sc-fi ya mencionado. Era de noche y hacía un tanto de frío, había llegado caminando, sin saber que esperar a ciencia cierta de un concierto, sea dicho, tenía que ser una experiencia única, rica en emociones y rica en explicaciones, dígase de más, globales.
La negrura y espesor de la noche se perdieron entre los asistentes dentro del foro, donde, para todos sería la verdadera vida nocturnal de aquel día que se despedía. Un teatro pequeño y acogedor, ideal para el estilo genérico y generacional de una cantante reconocida tardíamente y que justo venía a presentar su nueva producción titulada “Gracias” como un verdadero consentimiento a todos aquellos que han hecho parte de los últimos 60 años de su vida, que es su carrera como interprete. El cartel indicaba ya dos sorpresas adelantadas, la presencia de Jorge Drexler y Martirio.
Las luces se apagaron no para dar comienzo a la velada cubana, española, uruguaya y demás sino para darle cabida a una voz muy educadamente española que explicaba que esta, la edición 25 del festival, rendía tributo a uno de los más grandes, al siempre visible Miles Davis. Todos los conciertos dentro del marco del festejo musical comenzarían con una de sus piezas más emblemáticas, “So What!”, abridora del también inmortal Kind of Blue, así que el telón se abrió para mostrar a la banda que acompañaría a la afamada cubana, abrazada de una instalación basada y llamada igual que dicha composición abridora. Aunque la instalación no era del todo emblemática, la banda empezó a demostrar el nivel que vendría a acompañar la voz de Omara. Liderada por Swami Jr, un guitarrista, compositor y arreglista Brasileño, se complementaba por un baterista, un percusionista, un bajista y un pianista que figuran como la nueva generación de valuartes del jazz cubano. Mención aparte requiere el pianista Harold López Nussa, que a su corta edad, demostró un virtuosismo y expresión en sus interpretaciones con un equilibrio magistral como no se ve en las nuevas generaciones de músicos en todo el mundo, donde todo es virtuosismo puro y nada de comunicación.
So What! fue la primera grata sorpresa, la interpretación fue ejecutada como debía de ser, con un aire latino caribeño nadando entre la famosa frase musical de la melodía. Sin embargo esto daba paso a lo esperado, la llegada de Omara, que con paso lento arribo al escenario en medio de aplausos y gente de píe. Como es conocido, los conciertos de Omara Portuondo son una interacción total con el público, no es más que una tocata familiar donde todos representan amistades cercanas y se toca lo que se siente, como se siente y de manera tan sutilmente magistral que pocos se dan cuenta de la belleza total que rodea el ambiente. El virtuosismo, repito, se convierte en lo que debe ser siempre, en la música.
La segunda sorpresa no tardo en absoluto en llegar, una de las esperadas. Omara pidió para su primera canción a Drexler para interpretar a duo “Gracias”, el tema que da nombre a su disco y al momento de vida en que se encuentra. El tema se fundió en una mutua culpa de agradecimientos entre audiencia y cantantes, así como entre ellos mismos. El concierto continuo creciendo con las canciones de su última producción, los virtuosos solos de sus músicos dejaron sorprendidos a más de uno. “Adiós Felicidad”, “Amame como Soy”, “Yo vi”, “Nuestro Gran Amor” fueron parte de los temas que alejados de las versiones con que fueron grabados representaron dignamente lo que el festival requería, una carga de jazz ante la presencia de una de las voces más reconocidas del mundo.
Drexler reapareció para interpretar en conjunto “Oh Que Será”, una canción original de Chico Buarque y Milton Nascimiento que ya ha interpretado en alguno de sus discos, y que grabó a duo con Omara en el presente disco de la cubana, pero lejos de escuchar una interpretación fidedigna de lo ya grabado, al igual que las demás melodías, esta se extendió con un solo de cada miembro de la banda que sorprendió hasta al mismo Drexler que volteaba a ver a los músicos para agradecerles el momento, mientras Omara, como nada, figuraba como un pez en el agua, rodeada de la música, disfrutando su agradecimiento, disfrutando de una vida que ha valido la pena. Tal vez por eso se interno tanto en la interpretación de la canción de cuna “Drume Negrita” que dedico a sus nietas y que concluyo de manera magistral, con un silencio repentino que saco unos de los aplausos más sinceros de la noche. Martirio se dejo ver para cantar “Rabo de Nube” de Silvio Rodríguez en una versión que ha sacudido los estilos y géneros de los continentes encontrados. Un duelo bello de voces que al final se dejaron vencer a la letra de la canción.
Una de las sorpresas no esperadas de la noche fue la invitación que Omara hizo a uno de los cantantes más jóvenes de España que ha saltado a la fama por los reallity shows televisivos tan de moda, Manu Tenorio, con quien compartió “Tres Palabras”. La voz del joven fue buena, entonada pero podemos decir que las emociones le ganaron en partes claves para sobre-interpretar la letra que ayudo a equilibrar las tablas de Omara, una oportunidad única no mal desaprovechada y un momento lindo de la noche.
El concierto fue dando sorpresas entre las versiones que iban alentando a la isla alejada de todos en ese momento. Dos Gardenias fue interpretada en un hermoso duo junto a su director, guitarrista Swami Jr. que se ha quedado como una de las mejores versiones que se han hecho de este tema. Asimismo Omara fue narrando historias y anécdotas de toda su carrera, desde el cuarteo de las D´Aida hasta nombrar a uno de sus más grande colegas: Ibrahim Ferrer que desató otro de los aplausos más sinceros de la velada.
Omara se fue del escenario para dar paso a un puente instrumental llenado de manera impactante por su banda, una interpretación donde de nuevo a todos nos dejaron con el sabor de boca muy ameno.
El final de esta velada era el esperado, una entrada total de los invitados que se fusionaron a ritmos de “Cachita” “Guantanamera” y de nuevo “Gracias” en unas gracias compartidas, no rebuscadas, en un levantarse de los asistentes que bailaron para la felicidad mutua.
Omara se fue no sin antes agradecer cien o mil veces, no sin que el público le haya agradecido ese y otros tantos conciertos dados en sus 60 años de carrera.
Me fui cuando las luces se encendieron, sin recordar nada de la ciencia ficción pensada -que se encontraba arriba de mí - sino tan sólo pensando que estaba en una isla, y sobre todo, más cerca de casa.

Omara Portuondo en el Festival de Jazz de Madrid, 2008.
Calificación: 5 de 5 (No lo cambio por nada.)

martes, 21 de octubre de 2008

Quémese después de Leerse

REDONDO.

Quémese Después de Leerse.
Burn After Reading. (Ethan y Joel Coen, 2008)

A final, los dos personajes que se nos presentan en la última conversación no encuentran palabra o forma alguna de explicarse, lógicamente, todo lo acontecido. La verdadera y única consecuencia al jugar el peligroso, impreciso y sobre todo doloroso juego de la mentira no parece llevar a otro lado más que a los pasillos homogeneizados de los ojos que observan, escuchan y “entienden todo” ¿Es acaso una critica mayor a los procesos de entendimiento de la inteligencia estadounidense (lo que nos llevaría al campo de una fina ironía), o simplemente un filme que desencadena en el soso pensamiento de que todos estamos sobre el mismo cielo, sobre la misma vista y podemos perderlo todo, tenerlo todo, de la manera más vulgar e infame; dígase humana? Para este humilde escritor es por bien la primera con una entretenida lectura inicial de la segunda. Una película que critica siendo bastante divertida (cuan difícil como sea crea que esto pueda llegar a ser para usted querido lector).
Los Hermanos Coen, en esta su nueva película (la no muy despreciable no. 13 como largo), hacen lo que mejor saben hacer; cine. Un cine distinto al acostumbrado en el ámbito comercial pero con guiños importantes a este. Con un reparto que ímpacta de primera vista, con personalidades del main stream que pocas veces convergen bien dirigidas para con el sentido de un filme que nunca trata de sobreponerse a su naturaleza; la de una comedia con miras a una critica lo bastante cómoda y bien intencionada (para con los fines de la mente de los creadores de Fargo, Miller´s Crosing, Barton Fink, Big Lebowsky, claro esta) y nunca llegar al campo de la presunción, como creo, nunca han hecho.
Es obvio que después de una respuesta un tanto sorprendente, un tanto no, de su anterior filme; No Country for Old Men, esta película parezca un peldaño más suave, menos sofisticado para aquellos que han comenzado a observar el trabajo de estos hermanos realizadores, pero para los ya seguidores de los Coen no se puede augurar un altibajo mayor (como lo fueron sus dos comedias después de The Man Who Wasn´t There) ya que si bien su oscareado filme fue una revisión soberbia de su opera prima Simple Blood, a ésta última le siguió uno de sus trabajos más ligeros; Raizing Arizona; lo que para algunos situó en el pensamiento la duda de si esta sería una segunda revisión. Pues bien, ahora se sabe que no fue del todo así, pero en efecto hay un tacto acercado a la ligereza de su entonces segundo trabajo protagonizado por Nicolas Cage en uno de sus personajes más extraños, algo característico de cualquier actor en las manos de estos directores de culto (ahora tal vez ya con más claridad) pues siempre los han de acercar a una extravagancia para con lo que nos tienen acostumbrados, tal es el caso aquí del buenrostro Brad Pitt.
Y es que Quémese Después de Leerse no trastoca, es cierto, la genialidad de estos hermanos, empero sí roza su virtud en la forma de contar una historia revuelta de situaciones enteramente posibles en un universo contemporáneo (tal vez el más contemporáneo de su carrera) mezcladas de manera por mayor inverosímil. Al salir del cine uno puede hacer el ejercicio de tratar de explicar el enredo a otro para poder llegar a una resolución y nada sería efectivo; los Coen nos convierten, una vez más, en un personaje privilegiado, el más privilegiado, pues somos nosotros los únicos que tenemos a la mano todos los cabos sueltos y alejan, no alejándose de... a todos sus personajes de la certeza. Convierten su historia, tal vez como nunca antes lo habían hecho, completamente incomprensible para cada uno de ellos sin excepción. Nadie entiende, jamás, nada; aún para los que lo saben todo (o casi), tan vago como pueda sonar lo anterior descrito. Así es el mundo de la mentira, dicho anteriormente; peligroso, impreciso y sobre todo doloroso.
¿Que más Coeniano puede ser una historia donde lo muertos, gente inocente claro esta, es asesinada por el simple factor de un descuido y dos que tres mentirillas piadosas en pos de conseguir una cantidad “burlona” de dinero para una acción de lo más banal y estúpida?
Al más puro estilo de estos creadores, podemos observar lo mejor de sus atributos en pantalla, la forma lineal de contar todas sus historias (el desarrollo); la inteligencia y por demás elegancia en que cada uno de los personajes van sumándose (no integrándose) a los universos de los otros, pues desde el principio lo sabemos sin haberlo resuelto del todo. Los personajes se van atendiendo en cada uno de los campos que comparten. No se abordan, se complementan para acabar en el fatídico idilio en que termina todo. Los Coen regresan a un estilo humorístico de espesa negrura, al más puro estilo Fargo (con un auto-tributo incluido), sangre y risas de la mano aunque se extraña, debe decirse, un tanto la mano de Roger Deakins como su operador principal. Si bien el Mexicano Lubezki sale bien librado, se hechan de menos los pasajes lentos y cautelosos de Deakins, sobre todo en los momentos en que vemos a los amantes buscarse en el camellón de las bancas siempre ocupadas y árboles a medio deshojar; Washington D.C. Aunque como paso lógico, se sabía que un fotógrafo de la calidad de nuestro conacional daría en parte su toque y no imitaría. Un reto importante para este operador acostumbrado a acciones mucho más ágiles y menos dilatadas. El montaje y las inteligencia de los dialogo tienen en su haber, algo de los mejores efectos Coen, sobre todo en filmes como el ya mencionado Fargo y The Big Lebowsky.
Burn After Reading, pues, es divertida, sarcástica y elegantemente irónica, es una comedia que si bien no es, ni será de las mejores películas del año, sí es una de los films más inteligentemente divertidos de los últimos años.
Quémese después de leerse es una trama tan sencilla como compleja, tan desenfrenada como hilarante, tan alocada como elegante y cruda a la vez. Es una película Coen, claro, no está por demás decirlo. Vale la pena, el tiempo elegido para gastarse al entrar a la sala se quemara después de haberse vivido.

Quémese después de leerse de Ethan y Joel Coen
Calificación: 3 De 5 (Buena a Secas).

viernes, 10 de octubre de 2008

Hasta Luego

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Esta es una ocasión especial, es por eso que dejo esta columna antes de tiempo. S
aldré de viaje, fuera de esta ciudad y la columna del diario se cancela en pos de atender otras necesidades. He aquí, como dice el titulo de la misma, un hasta luego. Nos volveremos a leer y, querido lector, este espacio sigue abierto y seguirá concibiendo nuevas ideas así que no se den por vencidos. Este blog está más vivo que nunca.

HASTA LUEGO.

Una de las mayores afectaciones que se le ha hecho a nuestra cultura popular mexicana es el mismo, y por tanto irónico, factor que nosotros mismo hemos empleado para con cierta parte de la cultura de otros países. Aquí debo centrarme en las sociedad nuestra y la de nuestro vecino del norte, los estadounidenses.
En cierta parte de la historia, la juventud de esta nación se vio enfrascada en un movimiento cultural más que masivo, global. Durante de la década de los 60s los estudiantes de universidad y preparatoria (así como sus equivalentes en otros países) unieron voces para hacer un llamado a la apertura de ciertos tabúes que debían cancelarse, derogarse y enfrentar una realidad, valga la redundancia, más real y menos fantasiosa como la que dictaminaba las versiones oficiales. Dentro de los conductos que se tomaron y retomaron (podemos verlo así) para hacerse notar, como un medio directo de expresión, fue la música. En aquellos años el Rock Inglés, naciente de el Blues Americano pero con una energía y fuerza mayúscula y el Rock N’ Roll Americano como un incipiente inicio de la juventud que buscaba mayores lugares de esparcimiento y que derivaría en un movimiento si bien aplastado por corrientes contraculturales de mayor envergadura como los “Beatnicks” y los “Hippies”, si con mayor fuerza en cuanto al grito colectivo que buscaba relacionarse con sus allegados de manera más libre y sin ocultamientos, derivaría en el libertinaje que llegaría, pues, con una segunda ola de jóvenes.
México no se quedo atrás y los movimientos de libertad no se hicieron esperar, pero no nos centremos, por favor, en lo que todos lamentablemente conocemos, alejémonos por un instante de aquel ataque de pena internacional e histórica con la que hemos de cargar siempre por ser mexicanos, sino enfoquémonos en el ámbito meramente popular, mercantil, en ese sonido efímero que de igual forma se catalogaría como Rock N’ Roll o Rock Mexicano (siendo que debería ser una división). Me refiero a eso que todos ya sabemos, a esas interpretaciones mexicanizadas de los éxitos del momento – de otro lugar. Muchas de las canciones con que las fueron creciendo generaciones enteras, se refieren a otras con un lenguaje que es completamente antinatural, y esto aunado a la falta de educación con la que crecieron otras, hace que no tengan las referencias exactas, que se extrañen al escuchar esas melodías con las que crecieron con una calidad mayor en su producción y en inglés. Una muestra más del debilitamiento cultural gradual por falta de instrucción de calidad y amplio margen de libertad por parte de la globalización.
Es así como el otro día pensé que no faltará quien se alarmé o levante el grito al cielo, en su afán de ser o parecer nacionalista (nunca falta), y se le hiciera saber que una de las canciones más “sonadas” en Inglaterra, cantada por un estadounidense (herencia inmediata) fue aquella llamada “She Wears My Ring” de Solomon King, que también cantase en su ocasión el Rey, Elvis Presley y que sea una versión americanizada de nuestras afamadas “Golondrinas”. Técnicamente es lo mismo que hicimos y seguimos haciendo con algunas composiciones de allá, pero lo repito, nunca faltará quien quiera sólo verlo de un lado de la moneda, del que nos convenga.
Traje a colación esta historia por el factor de que ésta, querido lector, es mí última columna en un buen rato. Debo culminar esta etapa por hechos meramente personales, por retos y metas que uno debe ir haciendo y rehaciendo, todo esto con el afán de crecer y seguir paso a paso firme, con un camino. Me alejaré un tiempo de estas tierras y traeré más experiencias, más sonidos y visiones.
Agradezco de antemano a todos aquellos que alguna vez tocaron estas hojas y se entretuvieron leyendo las palabras de un servidor. Esto es sólo un hasta luego, como bien he colocado como titulo de esta columna. Agradezco de nueva cuenta y auguro mejores tiempo por venir si es que la educación y la paciencia reinan en estos lugares. Hasta Luego.

lunes, 6 de octubre de 2008

Burdel

EL BOLSILLO IZQUIERDO

En está ocasión no tuve más remedio que repudiar las acciones que embargan a esta sociedad local, esa de querer una notoriedad pública a toda costa. Alejada de los elementos serios y concretos que se requieren para que la cultura sea en efecto y en alto grado de importancia, la herencia nuestra.

BURDEL.

Antes que nada debo reprobar el fastuoso evento de que una de las instituciones “educativas” a favor de nuestra sociedad se haya rebajado, sobajado, reducido a un grado de carestía tal que da pena ajena.
Allí, en una de las calles principales de esta capital, se encuentra un monumento a la mediocridad, a la insuficiencia y la pequeñez. En una esquina, literalmente, se encuentra este edificio de buena vista (pero que es tan sólo una fachada, ahora más que en otros tiempos) donde uno puede encontrar un gran “mantel” – algunos les dicen publicidades – haciendo alusión a un par de alumnas suyas que se encuentran en uno de estos, más que vulgares, reality shows. Apoyándolas a mente abierta, a grito tendido y sin sentir culpa alguna; ¿qué es lo que pasa?, ¿acaso esta institución académica, que debe procurar por la educación de los ciudadanos de este país alarmado a cada día, presume que en vez de fomentar los principios de una cultura amplia dentro de su alumnado, ha avivado el anodino deseo de la fama pasajera? Repito: ¿qué pasa?
Esto es sólo una muestra real de lo que pasa en dos sectores primordiales de este mundo contemporáneo, irónicamente desbalanceados, lamentablemente mediados y contrapuestos; la mercadotecnia y la educación.
Por una parte tenemos el factor formativo, que es lo que más nos debería importar, pues es fácil, duro, conciso y complejo (a la vez); es esto lo que se debe atacar para que este país empiece a cambiar. Solamente esto, no hay de otra, en esta nación se debe empezar a enriquecer las mentes de su gente si queremos empezar a ver cambios reales, sustentables, fundamentales, REALES. No existe otra opción más que hundirnos más.
Por otro lado está el entumecido mundo de la mentira, la farsa y el disimulo. Hoy por hoy las cosas deben de comercializarse en un mundo que nos dicen, está divido en sectores, en mercados, en públicos metas y mentalidades clasificadas de manera imberbe como el metódico, el aventurero, etc. ¿A dónde se quiere llegar con esto? Bien creo que el factor es que no se quiere llegar a nada, estancarse en un mundo de fantasía donde nadie sale bien librado, pues inmersos en esa podredumbre hasta los creadores están clasificados.
Paseaba el otro día por esta afamada calle y lo vi, admito que como profesionista de la comunicación veo por cierto tiempo (15 minutos por mucho) estos programas que enraízan mí efervescencia a prepárame más. Son de una comedia involuntaria brutal y uno, quiera o no, debe formar parte de un mundo que obliga a resquebrajar más la falla. Uno no puede darse el lujo de no darse por enterado de las cosas que suceden en la nación que encara al mostrar sus credenciales.
Al verlo no tuve más que sorprenderme por el hecho; acepto, tal vez, que las personas en cuestión hayan decidido irse por decisión propia y buscar su mundo de gloria y notoriedad porque su ego y capacidades intelectuales no daban para más, pero de eso a que la escuela se abanderé por el acto hay una gran distancia, trayecto que sólo los que se encuentran en el mismo abismo enfrentan. Señores, padres de familia, educandos y educados, ¿qué es lo que se quiere cuando encaramos el exigente e importantísimo factor de la educación? Queremos medias tintas, cómo se dice. No, exigimos una seriedad al enfrentar esta labor, necesitamos de una notoria recuperación en los campos del arte y las ciencias, necesitamos a un pueblo dispuesto a crecer, capacitado para estar por encima de las trivialidades. Olvidemos la mercadotecnia como herramienta para la venta, pues se venden las cosas, los artilugios, no las capacidades. Esas son derechos de todos por el hecho de estar en este mismo lugar. La educación no se debe vender y tiene la obligación, valga la redundancia, de educarnos, de hacernos mejores personas y crecernos como individuos, no como gente pasajera y ridícula en una pantalla que nunca se acercará a nuestros corazones. Eduquemos, eduquemos y nada más. Todo cambiará.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Ricardo Casi Correcto

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Melómano soy, en grado enfermizo debo confesar. No podría vivir sin escuchar música, me siento vacío y gris sin no hay algún sonido que escuchar, sin sentir las cadencias compuestas en cierto grado de calidad que yo considero presentable. Entre tanto grupo y sonido que me meto a la cabeza, confieso que los discos de Pink Floyd son algunos de mis predilectos, es por eso que hoy honró de muy humilde manera a Richard Wright, su tecladista, que lamentablemente falleció en días pasados.

RICARDO CASI CORRECTO.

Mientras disfrutaba de algunas canciones de los Rolling Stones, después de una experiencia un tanto desalentadora al ver el documental que les realizará Martin Scorsese – y no es que no me haya gustado del todo, pero creía que el asunto iba encaminado más hacía lo que había realizado con Dylan en su “No Direction Home” (2005) y no tanto hacía lo que había fabricado Jonathan Demme para Neil Young en su “Heart of Gold” (2006) (altamente recomendable) – me enteré de la muerte de Richard Wright, una noticia que verdaderamente la consideré como gris, triste. El mundo de la música catalogada como rock estaba de luto ante la perdida de unos de los tecladistas más conocidos en esta escena. El otrora acompañante de Gilmour, Waters y Mason en el Pink Floyd que le cambio la faz no sólo al rock, sino a la música comercial por medio de sus mezclas de sonidos ambientales, efectos y atmósferas que trastocaban distintos géneros, dejó de estar más no de existir. Acompañante presente de Syd Barret, fundador de aquella mitica banda, será recordado no por ser uno de los tecladistas más pomposos, extravagantes y extrovertidos como lo es la figura de Rick Wakeman por ejemplo, sino por ser uno de los más brillantes (donde también tienen cabida el Sr. Wakeman, claro), su estilo no se basaba tanto en el aspecto de florituras muy desarrolladas, alejado del “virtuosismo” con el que se presentan otros instrumentistas en el genero del Progresivo como el también tecladista Keith Emerson (excelente hay que decir), sino más bien como un generador de ambientes, de climas precisos a favor de las canciones de sus compañeros. Algo que, quien sabe algo acerca de estos géneros, no es una tarea del todo fácil. Richard Wright era eso, un miembro de una banda, de un grupo, de un colectivo de mentes que desarrollaban ideas complejas y las llevaban acabo con tal sutileza que pocas veces se escuchaba a alguno de sus miembros sobresalir excesivamente ante el resto, era una parte clave en la amalgama de la música de Pink Floyd, de él mismo y últimamente de su amigo y colega David Gilmour.
Muchas otras bandas tan sólo desarrollan núcleos escalares, ideas musicales y sobreponen toda su técnica ante una composición que sólo les sirve para presumir sus habilidades; siempre a favor de la presunción, de una imagen meramente personal y alejada del conjunto, que en otros años, era uno de los discursos del rock que hoy por hoy es en realidad una leyenda respetada, promovida e impulsada por su gente; la que la creo y la que la vivió. Eso es en efecto una vida hecha que ha valido la pena. La de Richard Wright no se queda atrás, es tal vez por eso que se le vaya a hechar de menos, no obstante su legado siempre será, desde ahora, motivo de cierta vanidad.
Hasta hace algunos meses uno disfrutaba del concierto de Gilmour en el Royal Albert Hall donde se les podía ver juntos tocar dos temas clásicos de la banda, así como recordar el concierto acústico del 2002 donde interpretaban el tema “Breakthrough” del disco solista de Wright “Broken China” y dejarse llevar por ese estado de anhelo, de deseo de que las cosas no cambiasen, de que el tiempo se estancase y las cosas siguieran sucediendo, pero el tiempo es implacable y las cosas de una u otra forma deben hacerse llegar a su fin. Cual concierto, la vida de Wright se termino, sin encores, con sorpresa, sobresalto y muchos aplausos póstumos. De alguna u otra forma se le recordará, de alguna u otra manera las consecuentes generaciones escucharán su legado; en canciones, influencias y demás.
Hoy por hoy Wright puede ser recordado en el último disco lanzado por el ex-guitarrista de Pink Floyd, una grabación que retoma la ultima presentación de la más reciente gira de este, un concierto en Polonia donde el señor Wright puede ser homenajeado como a todo músico le gustaría ser rememorado; guardando silencio y que ese silencio lo construya él con sus armonías, con sus melodías. Con su canto, que es historia y siempre lo ha de ser.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Cártel-era

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Con esto de los bombazos (mejor tal vez decir granadas) todos se comportan como en un estado de emergencia, es algo lógico. Pero, ¿qué tanto esto debe ser una sorpresa real?, ¿hacía donde podría llevar este acto desleable nuestra “industria cultural” (o bien lo que conocemos como tal)?

CÁRTEL-ERA.

El tema de estos días es uno, sólo uno y ningún otro que aunque pueda relacionarse directa o indirectamente con ciertos preámbulos con los que ya se había batallado, o bien ya se estaba luchando, es una clara referencia a todos los sectores de un país en decadencia social como lo es este donde habitamos.
¡Bomba!, se diría como una especie de broma elegante en otros tiempos, tal vez unos meses antes. Posiblemente en el sur aún exista un poco de disertación y se diviertan aún haciendo alusión a esta composición de rima y folclor que ahora nos trae a mente algo que parecía no tan lejos, pero si distante: los actos delictivos nombrados como atentados y dirigidos a la sociedad en general.
Como lo es sabido, las bombas han dejado de ser las moderadas construcciones caseras que se hacían con una botella de cristal, gasolina y un trapo viejo (y que cierta cadena televisiva – con referencia a una cultura prehispánica – algún día enseño a realizar en sus noticiarios), potencialmente esta debacle sea debido al incremento en el combustible, que ya casi ningún liquido es embotellado en vidrio y es mejor conservar los trapos para el frío y los huracanes que andar recortándolo para darle fuego a otros. Ahora se ha dado paso a una período un tanto más oscuro (tampoco debemos teñir todo de lobreguez por este simple hecho, las nubes ya estaban a distancia desde hace un buen rato). Ahora las armas ya vienen empaquetadas y podemos hablar de un distensión para con el trabajo amateur. Una granada podría considerarse como una amenaza menor para con lo visto en anteriores meses, yo no sé por qué el gobierno nos muestra lo decomisado, es una visión terrible de lo que nos podemos encontrar en futuros no tan ajenos ni lejanos.
Material creativo suficiente tienen ahora ciertos sectores de nuestro país; los “videhomes” cuentan al momento con muchas tramas que bien pueden ser repetidas por unas cuantas décadas, andamios narrativos tan llanamente viserales y inverosímilmente bélico-militares como lo son sus producciones. No pueden quejarse de estas situaciones, a las que buen provecho sacarán en estos años por venir, realizaciones que emulen de manera coqueta (no creo exista otra manera) esta crisis que ellos tomarán, en su punto de vista, como algo serio y como homenaje; colocando un texto al final o al principio. La música no se debe quedar atrás, no se quedará podemos asegurar. Los narcocorridos podrán suministrarse por más años de tela por cortar, los urbanos y la industria Lora también podrán aportar ciertas tonadas al malogrado desarrollo social del país, unas dos/tres canciones, o bien todo un disquito temático, aunque tampoco podemos descartar a los Hernández, Rocos, Olvera y aquellos que se cambian a cada rato el nombre en una unión para cambiar un mundo que ya han ido cambiando desde hace mucho, según ellos, claro. Mejor manera de descubrir su inservible acto de voluntad por la que dejaron el estudio que tanta falta le hace a este país para, en efecto, mostrar una evolución de verdad.
No es que uno quiera agenciar cierta duda para con aquellos que involuntaria o voluntariamente manifiestan la idiosincrasia del México presente, pero debemos asumir las responsabilidades; tanto años de ver esos entramados cuasi cinematográficos, escuchar tanta “ira” e “impotencia” por parte de los rockeros con conciencia del país y tantas narraciones puristas por parte de los juglares norteños del país, nos hemos ido educando para con una visión que no cambia, que permanece y todo se convierte en un ciclo tan divertido como peligroso; ahora mortal.
Siempre he pensado que las expresiones artísticas de este país, de cualquier país, deberían ajustarse meramente a los criterios imaginativos del creador, situaciones triviales que llegan a algo gracias a las herramientas que cada arte manifiesta después de un estudio profundo de este, posiblemente, por que no, de vez en cuando alguna cita al pie en forma critica a ciertos asuntos, pero nunca el pie encima de nosotros. Nunca.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Susurros

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Hoy es el famoso 15, el día que todos esperan para poder beber creyendo en una serie de mentiras sistemáticas, profesando una justificación más falsa que el hecho mismo. En fin, llevo ya con esta versión, 4 años manifestando lo que para mí es realmente este “festejo”.

SUSURROS.

Vamos al grito, vamos a festejar, me dicen año tras año algunos de mis allegados. ¡Vamos al grito! lo que sabemos todos, significa una bebedera de alcohol hasta la descomposición total en pos de un inicio muy tradicionalista y un desenlace completamente globalizado. Dígase de otra manera, nos sale lo que realmente es en la actualidad el mexicano. Un ciudadano del mundo que exige tradiciones y modernidad en la misma conjugación de tiempo, un compuesto de pretérito y presente al que sólo los connacionales le podemos agarrar sentido.
Empezada la fiesta existe el pretexto perfecto (o por lo menos el ideal para con los cotidianos) de desenfundar, cual florete, las bien recibidas botellas de tequila que ya no lo es, pero que nos lo siguen vendiendo como la costumbre dicta, y si nos sinceramos un poco, sabemos lo que el valor causa en estas fechas para con uno más de los hijos del agave, al parecer en estos días no hace daño. Habrá otros, pues, nunca faltan, que en garrafas pueblerinas (que no son más que recipientes hechos para cargar gasolina) nos brinden de su aguamiel o su curado de “algo” al que muchos se nieguen en pos de cosas que han oído y lo manifiestan de esta manera, o bien, en primera e hipócrita persona (yo no lo tomo porque… ¿sabes cómo lo preparan?). La música doliente no puede esperar, las populares entonaciones de desamores en la sierra, ciudad, pueblo, rancho, hacienda, árbol o maguey, engalanan las primeras sonrisas (ironía aparte) así como los primeros retos infames, infantiles y absurdos de quien bebe o aguanta más. Los caballitos empiezan a ensuciarse.
Si bien el asunto resulta un tanto más falsamente culto, un paso más “intelectual” digamos (en el puro sentido de lo que cantase alguna vez el Rockdrigo comprando a los sabios con los nopales), no falta quien se desenchufa por instantes de ese ardor de superioridad en cuanto a gustos musicales y resuelve desenfadarse con puro rock nacional. Tequilas a la garganta mientras oímos los riffs de guitarras que se hicieron imitando el mercado inglés y estadounidense, sonidos garage, grungeros, punketos, urbano-blueseros, alternativos o bien denominados puro rock se manifiestan en la cochera de amigos que han pasado sus mejores momentos al compás de música extranjera.
La hora del baile no tarda en llegar, a mover el esqueleto en un slam de cotorreo o bien con un buen tronador de columna como lo es el nombrado duranguense, los zapatos se desgastan con un suelo que empieza a engolosinarse y texturizarse cual mosquitero. La descomposición empieza a tomar forma en las deformes sonrisas y carcajadas, en las pláticas polémicas de política, sexo, religión, amor y demás temas en pos de alguno que sabe, se puede cambiar a este país, a este mundo. Lo único que pide es que lo escuchen borracho.
Lo primeramente punzante de todo este hervor es que en la mayoría de las festividades colectivas nunca hubo un mentado grito. Sólo pocos recuerdan el sentido del festejo (que en efecto el primario es ir y ponerse una excelente guarapeta) y todo termina como una fiesta normal. Escuchando los hits del momento, sean nacionales o extranjeros, ¿por qué no un buen reggaetoncito puertorriqueño, un hit americano, una que otra rolita alegre (por no decir gay) europea? ¿Por qué no un clasiquito inglés de los 70, algo psicodélicon del 67 y todos a observar el cielo nocturno que muere? Muerte de tradición. Yo me sigo preguntando por qué demonios todos se visten como en la revolución si eso no es lo que festejamos, para eso falta más de un mes y hay 100 años de diferencia entre hechos históricos. En fin.
Esa es nuestra libertad, nuestra soberanía, nuestra patria. Ese es nuestro grito, un pretexto para el pretexto mismo. Ese es nuestro cambio expresado en marchas que no llevan a nada. Esta es nuestra cárcel; una botella de alcohol y un corazón desangrado.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Bien-vendido

EL BOLSILLO IZQUIERDO

En esta ocasión admito la abominable diversión, el fastuoso entretenimiento con el que se suscitan los domingos nacionales. Las dos más grandes televisoras de nuestro país han retornado a las ya gastadas formulas con las que tratan de haceros saber que los “talentos” (o mejor dicho los “sin talentos”) son parte tan común como la corruptela policial y política y su falta de ingenio y calidad.

BIEN-VENDIDO.

Alegre estoy, los reality shows han regresado a nuestra pantalla nacional para deleite de la ignominia, la mediocridad, la bajeza y por qué no, del entretenimiento vil y viral con que se definen. En los pasados domingos las cadenas más importantes del país dieron rienda suelta a sus axiomáticas representaciones de lo que el país requiere para una sano divertimento. Yo aún me sigo preguntando el por qué nadie se ha dado cuenta del gran insulto que esto encarna (mencionó esto pues ya hasta de sangre andan hablando).
Por un lado me fascina que uno de estos emporios denote su degradación hacia con su propios artistas (o así nombran ellos a quienes salen en sus producciones), haciéndolos pasar por humillaciones y ridículos. No sé ustedes pero yo la verdad no revelaría que parte de los artículos que vendo/rento/mantengo/manifiesto (¿por qué no llamarlos así, por qué no ponerlos así?) no son para nada talentosos en lo que digo que lo son, ¿qué es eso de que nos muestren que aquellos que “apasionan masas” son bien tarugos para con el bailongo y la cantada, si se presume que eso es lo que hacen? Las suposiciones, pues, se han perdido y ahora se redimen ante una verdad que implora y se sumerge en la falsa liturgia de querer auxiliar con el corazón - y al parecer sin nada de capacidad - los sueños del mexicano común o promedio, dígase de otra manera; un jodido que no tiene ni para mantenerse en la media de lo saludable y que para mala fortuna, debe cargar con algún familiar que se encontró con una vida aún más jodida y que ahora comparten. Lindos deseos estos de ayudar, digna representación de un pueblo, que nos dicen, debe de exigir una nueva cara.
Por otra parte, y tanto más o igual de disfrutable, está esta otra nueva versión (renovada y ya nada fresca) de lo que bien en otros años pudo ser el sumamente cursi concurso de la OTI, donde las futuras estrellas de esta país deben empezar a asegurarse un espacio en el corazón de la nación. Esto, claro, con los obstáculos naturales y unos cientos de más que sazonen la sopita instantánea que lentamente se calienta en base a popularidad, polémica, carisma y evaluación del populacho mexicano; esa sociedad nada educada para sobrevivir y menos para las manifestaciones artísticas. Me pregunto yo, un tanto asombradamente (aunque cada vez menos); ¿qué no lo que se buscaba era el talento vil?, ¿una voz que resuene en lo alto de las esferas de aquellos cantores que le han dado brillo a las tan fugaces, corrientes y presuntuosas noches bohemias? Ellos deben ser los herederos de aquellos que hoy son historia, y ceniza, polvo bíblico que vemos cada vez más desparecer; son los beneficiarios de aquellos que acabaron en las drogas, el alcohol, el abuso sexual, la violencia familiar, la cárcel por no saber sumar sus impuestos y confiar en el primero que se les pone enfrente, o bien, de aquellos que hoy en vez de reinventarse, le escupen en la cara a las nuevas generaciones sus éxitos de antaño para recordarnos el insignificante y mediano futuro y desarrollo que nos depara con esta juventud bipolar que se traga todo y que critica todo para con sus gustos y nunca con fundamentos, disciplina y carácter.
Yo alegre estoy, viendo como los dobles discursos se caen por enfrente de nosotros y nadie dice ni hace nada (incluyéndome), observando las buenas intenciones que critican a los políticos por ser el poder; ¿que los medios no lo tienen?, ¿qué no lo saben, que no hasta piden leyes para sus intereses, que no censuran, cesan e invisibilizan la información? Me agrada saber que todo sigue igual, que las cosas no se mueven, que todos hablan y esconden la mano, que las costumbres siguen, eso es lo que imploramos ¿no? Jamás olvidarnos de nuestras costumbres.
Para muestra estos dos “programones” que hay que observar de vez en cuando (y nunca más de quince minutos por transmisión) para salud de todos, para ver nuestra entera realidad, para observar que estamos ahí, representados. Que realmente estamos todos jodidos.

lunes, 1 de septiembre de 2008

Nuestra Ceniza

EL AMOR ES ODIO

Hacía tiempo que esta sección había sido olvidada, he aquí la más reciente prosa costumbrista para con el dolor. La Octava entrega.

NUESTRA CENIZA

La ceniza es esa calca que intenta repetirnos, Amor
Es nuestro llanto tirado, nuestras ganas rendidas
Es un tanto de muerte, diseña desde el fuego
A veces con un poco de pasión,
A veces un tanto más o menos, que sé yo
En ocasiones se derrocha con el viento, en el viento
Y es al aire, con el aire y se pierde
Y la busco, te busco, me busco, nos busco
Y siempre cae, su lugar está en el suelo
No se marchita, y pinta, pinta lo que queramos pintar
Nada más,
Con su color, su color de ceniza.
Con un tanto de cariño no quiere que nos venzamos
Es un esfuerzo ya agotado
Es esa loca idea de juventud, esa de no morir,
Esa de seguir viviendo buscando la muerte,
Es un beso y un abrazo
Una flor quemada, una rosa, un clavel, un quizás
Es una risa dada, un recuerdo olvidado
Ya olvidado por última vez
Es una farsa y algo que tuvo verdad
Es ceniza.
En ocasiones la imagino como otra mujer, otra mujer como tú
Que sólo quiere un beso y un abrazo,
Que quiere lo que es ya
Y se le va la vida, y le cabe por los dedos
Y pinta, o mancha, o tiembla, o vuela, o sueña
Se da ese derecho
O bien se repite, o intenta
La ceniza es esa calca que, perennemente, intenta repetirnos
Que quiere algo y se niega
Que nos da la muerte, pero es la vida o no, que sé yo
Ere tú, para ti, con un poco de lo que me diste
Soy yo, para mí, pensando en ti
Siempre pensando en ti, cuando ya no…
Es nuestro sueño de amor ya conquistado
Perdido
Es lo que serás cuando abatas sobre mí que ya he de ser
Y entonces habremos de dejarnos caer,
Ser llevados por el viento
Y volar, ser el aire, con el aire y perdernos
Acaso repetirnos, simularnos
O quizás…

Nidos

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Después de un fin de semana lleno de marchas por razones varias, de pretextos y uno que otro capricho, y después de acabadas las olimpiadas y recordar la vida diaria (cotidiana mexicana), me encuentro con ciertas realidades que al parecer nunca van a cambiar.

NIDOS.

¿Qué es lo que hace a una persona ser más primordial que otra? ¿Será acaso lo significativo y lo trascendental o el simple hecho de la competencia social; peor aún, la conveniencia político-profesional? Yo no tengo la menor idea de a que se deba que ciertos nombres sobresalgan ante aquellos brindados cada que me encuentro en algún sitio y decido tenderle la mano para conocerle – a alguien. Personas en la frecuencia de lo habitual, tan comunes que al igual que yo, no tienen donde caerse muertos más que en el sobreprotector colchón de lo que sufridamente hemos contenido de nuestra educación.
¿Por qué entonces esa movilización tan radical (no de raíz sino más bien aparente) y esencial (mediática) para con la inseguridad – que vivimos todos – por el hecho de que un padre (sufrido, muy sufrido y honesto con su dolor hay que decir), miembro de las altas esferas de esta sociedad, haya perdido a su hijo? ¿Por qué esa actitud reaccionaria para con aquellos que sí tienen mayores posibilidades de vida, de argumento en contra de carreras políticas y/o profesionales, ya lo he mencionado?
¿Qué hay de todas esas otras personas que han pasado por lo mismo y sólo han visto pasar el tiempo ensimismados por lo pobres argumentos de un gobierno que no hace más que ser un escaparte de pretextos que en alguna ocasión fueron material para los mediocres cómicos de televisión, pero que hoy vuelven a doler? ¿Acaso no existen? ¿Acaso sólo se manifiestan las cosas si los delitos están próximos a las personas cercanas a nuestros representantes, que bien no son ellos los que deberían estar cercanos a nosotros y no al revés? Farsas y más farsas, una democracia lacónica es la que sustenta la gobernabilidad, la responsabilidad, la confianza y la fe de su pueblo, una democracia nada poderosa que nos abraza con sus brazos fríos (para sentir aún más el velo, cada que se nos pierde un hijo).
¿Por qué esas reacciones tan rápidas, sin meditar, por qué esas reuniones tan fastuosas donde todos deciden parar su cuello blanco y atragantarse con los ánimos de mayores presupuestos? Yo no lo entiendo del todo, sé que en parte es cierta naturaleza la que se refleja; cierta mediocridad nacida de una cultura que no hace más que traicionarse y re-traicionarse, que no hace más que esperar el momento justo para tomar las justas con su propia mano y acabar primero con sus enemigos y luego a sentarse para engordar, muy ajeno a lo que nuestros también vendidos, mediocres y reaccionarios (reacciones aún más vulgares y anodinas) medios nos piden ser. “No seas la gorda estereotipada que hemos creado, eso no es bueno.”
No sé que tan primordial sea yo en este caso, o los míos, en ocasiones me lo pregunto y me ofusco, ¿qué pasaría si en todo caso nos tuviera que evaluar un gobierno partidista como el que tenemos en todos los estados, y en la federación? Acaso habría movilizaciones por un tipo tan corriente como común, tan gris y usual que no hace más que de vez en cuando tomarse una cerveza con los suyos y disfrutar un tanto los minutos, segundos u horas, cantando una que otra rola que nos revela un dolor más profundo y coqueto, el amor. ¿Dónde han quedado nuestros momentos? Esos fueron secuestrados hace muchos años por gente que se dedico a regalarle este país a la desconfianza.

Hoy las cosas deben cambiar, nos dicen, van a cambiar, lo gritan por todos lados, no será lo mismo, con la ayuda de todos haremos de esto algo mejor, ¿qué no es lo que hemos pedido toda la vida, su apoyo para con nuestras luchas? ¿Qué acaso no somos lo suficientemente primordiales, salvo casos de fechas de elecciones próximas? ¿Qué acaso soy más que ustedes? Digo, yo tengo un reconfortante colchón de educación, al parecer, todos esos de arriba ni eso tienen, salvo sus monedas y billetes que apestan a los años.
¿Qué es lo que hace a una persona ser más primordial que la otra? No lo sé, supongo que en este país hay más cuestionamientos que dudas. Dudas que matan.

lunes, 25 de agosto de 2008

Único

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Se fueron las olimpiadas pero no las malas mañas, esas de ser sobrepeso para la gente exitosa del país. Dos oros cayeron y todos a tratar de formar parte de las historias personalísimas de estos campeones. Mediocremente, como siempre, nuestros medios; aquellos que dicen hacer todo por nosotros (su público) dividieron los logros. Este escrito se redacto el pasado jueves, cuando sólo había un oro, pero el discurso seguiría siendo el mismo, mediocridad vil.

ÚNICO.

Lo de hoy es el oro, ¿no? Oro que abrillanta el desesperanzado y oscuro camino que hemos de trotar en el ambiente nacional, oro para los pobres que no tienen que comer, oro para los ricos que se quejan de los nuevos impuestos y sonríen porque regalan dinero a los mexicanos “diferentes”; ¿qué es esa diferencia que hace que valgan la pena? Será que la naturaleza no quiso darle todos los atributos físicos para ser un humano común y corriente y ahora necesita los labios, hipócritamente salidos, de un multimillonario de nacionalidad tercermundista; una hazaña más del surrealismo partidista con el que vivimos.
El oro, todo es el oro; oro, oro, oro; me recuerda aquellas añejas caricaturas que veía de niño donde los “malos más malos” sólo buscaban su porvenir, sólo querían encontrar la gloria y el poder en base a su riqueza y su ineptitud eterna de siempre querer más. El oro, me han educado como a todos los de mí generación; el oro es lo más preciado, lejos de lo que nuestra milenaria cultura (ahora ya cuasi destrozada) azteca destacaba. El oro era tan sólo el excremento del sol y no tenía validez alguna. Ahora somos parte de la petulancia del mundo, somos humanos “normales” que no necesitan la risa ni el apoyo de los ricos del cosmos. Somos gente que debe tragarse el orgullo y ver la repetición eterna de aquel muchacho bonachón, taxista, que acaba de hacerse ganador de un oro olímpico. ¿Quién puede decir que no sintió una fuerza positiva hacia él? Se lo merecía, claro, ha sufrido, pero no más que otros que se quedaron en el camino y de los cuales también vale la pena su historia. No somos los únicos jodidos, por favor, no hagamos de la miseria un asunto nacional.
Bien, ya tenemos el oro, el tan preciado cacho de materia divina que uno dizque va a conseguir, ¿será acaso que la vida de este muchacho cambie? No, será un momento que recordar por los medios cada cuatro años a falta de glorias ajenas, me resulta indignante el sin fin de repeticiones que tuvo la lucha (las luchas todas) de este joven que ganó con su esfuerzo la medalla de oro. Dejémosle disfrutar de su oro, de su triunfo y nadie cargue esa gloria con él que para eso ha llevado una vida de mexicano, él y su familia. Los ineptos medios de nuevo hacen de la suya al querer hacerlo parte de su familia, mas analogía con el Padrino de Coppola no podría haber.
Lo de hoy es el oro, ¿quien no levanta la mano para sentirse seguro con él? Cientos de voces que quieren tragar del hedor que se quedo de una gloria batallada en el campo. Vivimos cada vez más rápido, sí, ahora no sólo vivimos de las glorias pasadas, ahora lo hacemos de las pasadas inmediatas. Cada vez nos encaminan más a lo corriente; el oro, el oro, ¿por qué no? Ahora que lo tenemos debemos presumir.
Un joven se levanta en el podio olímpico, en la parte más alta, que no lo es por mucho y mucho menos con los de sus competidores, se agacha para recibir su medalla de campeón, observa su bandera y su símbolo patrio – de esa nación que no lo apoya, sólo lo extorsiona y para la cual debe de luchar y rendir cuentas – escucha su himno y lo canta (a destiempo hay que decir) y se baja con las ganas de comerse al mundo, uno se debe sentir poderoso en ese momento. Eso fue lo que sucedió, ¿algo más? Sí, sé que hubo historias paralelas, sufrimientos de años y sacrificios por parte de todos, somos humanos, mexicanos, somos lo que somos y seremos lo que fuimos. El oro es lo de menos, dejen al muchacho irse a casa y abrazar a los suyos. Realicen sus propias glorias y callen mientras los otros levantan la copa. Que corriente este país en el que vivimos, que lamentable ese sudor de mediocridad que emana de la televisión al ver un mexicano triunfar. El oro, oro, oro, oro; como aquellos villanos plenamente diabólicos que veía en mí infancia, el oro es nuestro y todo será igual. Nada cambiará y hemos de olvidar lo que nos trajo el esfuerzo, hemos de recordar la transmisión que ha de volverse la única historia.

lunes, 18 de agosto de 2008

El Catrín y La Calaca

EL BOLSILLO IZQUIERDO

En está ocasión me he cansado ya de todo ese fervor mediocre que realzan los también insignificantes medios con los que contamos en nuestro país. Estoy, pues, agotado de todo ese oportunismo con que lamentablemente vemos unas bellas olimpiadas. Injusticia tal cual la vivimos todos los días en la calle.

EL CATRÍN Y LA CALACA.

Claro, ¿por qué no? Es bueno regresar con una sonrisa cuando se fue en búsqueda de algo y se regresa con cierto grado de cumplimiento. Al fin y al cabo, las metas resultan la mayoría de las veces lo suficientemente personales como para disfrutarse en el regazo de quienes estuvieron palmo a palmo con esos ya famosos requisitos de “guerra” (batalla sería mejor palabra en este caso); sangre, sudor y lágrimas.
Por supuesto que no estoy cegado del mundo – de lo externo que se suscita fuera de casa – las olimpiadas son la boga del momento. Lo he afirmado y lo seguiré testificando, soy un fiel seguidor de las justas veraniegas y me emocionan las finales de casi todo deporte, la entereza y disciplina con que se compitan estas etapas son dignas de un melodrama lo bastante emotivo como para sentirse bien con aquel que consigue la victoria y las consecuentes ganancias (un tanto menores no así del todo) de los que no alcanzaron la cima de la montaña.
Siempre me he preguntado si en potencias deportivas como nuestros vecinos del norte y los ahora locales, hacen el alarde tan kitsch (cursi y mal entonado) de sus campeones olímpicos como lo hacemos aquí por cualquier lugar obtenido. No niego que el logro (porque en efecto lo es) obtenido de las ya casi “diosas mediáticas ahora inmortales” sea digna de una alegría por parte del espectador, pero no le veo la justificada diferencia de cualquier otro atleta al verle su sonrisa después de lograr parcial o completamente su objetivo.
Que bien, me alegro que estas mujeres hayan salido con uno de los lugares más honrosos con que cuentan los juegos, (todos lo son en cierto grado) y admito que hasta viví en vivo el momento, claro, debo aceptar también que fue gracias a una noche de sufrido insomnio y no al ajetreo mediático, ni a la pasión nacionalista que nos da siempre que alguien se va a romper el lomo – como dicen en nuestra tierra – y todos podremos colgarnos del orgullo. Claro que felicitaría a estas damas si alguien me las presentase en los siguientes meses (tres, cuatro máximo), tampoco vamos a vivir del pasado personal de terceros, lo que hicieron vale la pena remarcarlo como una nota positiva en el grado que se merezca. No se me hace lo suficientemente justo para ellas el ir y tratar de sacarles provecho, no lo hicieron para eso. Tampoco se me hace honesto que el país deba aceptar cualquier éxito personal como logro nacional y después tratar de sacarle provecho. ¿Qué somos?, ¿qué orgullo venden las cadenas televisivas más importantes del país al dividir a las competidoras tratando de adquirir el mediocre rafting? Simple y llanamente nos indican el vacío de sus metas como profesionales, nos escupen en la cara sus verdaderas intenciones: para ellos no somos más que vil mercancía a la cual lucrar cuando puedan vender algo como atractivo, no somos ninguna especie de seres vivientes, emotivos y quebrantables, no existe el individuo sólo la ventaja económica. De esa manera, pobremente nos hospedan en su propia ignorancia, en su bajeza, en su mediocridad, pues lamentable y míseramente han educado a la mayoría de esta nación bajos sus estatutos de pequeñez e insignificancia.
Claro que supe de la medalla obtenida (para cuando escribo esto sólo hay una, no sé que pueda pasar, la sorpresa es un factor humando), nos lo repitieron casi cada quince minutos. Claro que es un logro, como lo es también e igual de emocionante la lucha que se impuso este otro nadador que quiere hacer historias. Cada quien se impone su reto, cada quien ha llevado una vida detrás, todos pertenecemos a un factor común de vida, hemos existido por millones de años en un planeta que hemos ido destrozando (natural y socialmente). Claro, ¿por qué no? Es bueno sentirse bien por otra persona que se levanta para sonreír, en estas olimpiadas podremos hacerlo cientos de veces, ¿por qué entonces vender nuestros pensares a lo ya vendido? Eso sería una triste derrota.

lunes, 11 de agosto de 2008

Laurel

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Siempre he sido un aficionado a la justa Olímpica, cada cuatro años esta celebración logra sacarme ligeros momentos de celebración, es una competencia real que siempre engrandece el espíritu. No obstante, al paso de los años esas manifestaciones de júbilo han ido decayendo, espero que no sea una amargura real.

LAUREL.

Los Olimpiadas han comenzado; una digna justa deportiva donde, como siempre, el factor social va más lejos de los límites en los que debería de cuadrarse y porque no, comportarse.
Esta vez comenzaron grises, con noticias de altura que no se ignoran del todo; secuestros, muertos, levantamientos, números (fatalistas) y las guerras que siempre menoscaban mí impresión del ser humano. Supongo que al mundo se le vienen algunos muros abajo, ciertos encerrones en el que, como siempre, estará solo, orbitando en una galaxia portentosa pero a la vez minuciosa y que en realidad es tan sólo una de tantas. Los días anteriores no sentí esa gracia de disfrute con que se esperaban otras justas, será acaso que el mundo abre un tanto los ojos cada cuatro años para observar una cultura distinta, será tal vez que esta los prefiere tener cerrados (y no me refiero al aspecto físico). Las pasiones, sí, se han empezado a desbordar.
Así que aquí estamos, observando en un televisor, y a casi un día de distancia de esas historias, una bella y disfrutable (porque cerrarnos también) afonía del ritmo “mágico-espiritual-grandilocuente” con que se venden este y otros eventos de la misma índole. Inmersos en unas olimpiadas que al parecer ni el mismo aire - que nos ha de dar o quitar la vida - quería que fuesen en esta ciudad, abiertamente cerrada a la opinión y con gritos de libertad que callan callándose y se ciegan ante las manifestaciones del mundo, antes de recibirlo. Inundaciones, terremotos y replicas son factores naturales que esparcieron también la sospecha, o bien pudo ser también su expresiva molestia a los titubeos con que se maneja un tanto una cultura, que bien debemos decir, no nos pertenece y no logramos entender del todo, así como no lo haremos en 15 días.
Una quincena de jornadas donde podremos defender un tanto de esa humanidad que nos queda, ese alcance físico y mental con que podemos superar las metas, donde denotaremos el coraje y la fuerza, el espíritu que se colma de su gloria por existir.
Vivimos una sátira, olimpiadas de ironía. Tal vez el mundo se deba ir acostumbrando a las jugarretas que le hemos ayudar a aprender.
En aquellos lugares se han de ir cometiendo sorpresas, deportivas y algunas otras tantas que no tienen nada que ver con la fiesta. Habrá quien alce la voz y le tapen la boca y el cuerpo, habrá anécdotas que olvidar y otras tantas inexistentes que saldrán con el paso de los años. Por acá las cosas no se alumbrarán tanto, salvo quizá el oportunismo que siempre existe al observar como alguien llega a la cima – e
l acercamiento ante el victorioso que ha luchado y llorado al observar su meta cumplida (y que hizo para él, su familia y su Dios – quizá – antes que para su nación). Ante tanto derrotado y perdido en la amargura, siempre es bueno rozar y tratar de que el ganador nos arreglé la vida, malamente seremos el resto quien le quite su gloria con el olvido colectivo y la desacreditación tan natural de nuestro país.
Las olimpiadas llenaran de color algunos momentos de este incipiente mundo, país y ciudad; al fin, uno de los aros tiene ese color impuesto (ese mismo que brota cuando alguien se daña en serio), alegrarán ciertas miradas efusivas en los deportes más populares (también hay modas en esos espectáculos) y después todo será igual. Lo digo pensando en nosotros, como pueblo. Habrá más de esto y aquello, más llanto, más rabia, más indignación, más zozobra y más saliva para los discursos y oportunismo para el futuro mediático y político futuro. Todo será igual.
Las olimpiadas han comenzado, habrá que disfrutarlas, que honrarlas hasta cierto sentido y después olvidarlas, que con cada justa hemos de ir observando la debacle de un mundo que mira atónito el consecuente futuro y no hace más que eso, vivir del pasado y de lo que simbolizan sus ancestrales rituales. En parte bien, sólo en parte.

lunes, 4 de agosto de 2008

Segundos

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Últimamente me he enfrascado en cierta animadversión hacía los programas televisivos; ¿será por que ahora tengo el tiempo para ver un tanto más de está ridiculización de la humanidad, o bien que apenas me voy dando cuenta y salgo del letargo? Esto es un escrito más en contra de estas técnicas y hechos viles (y “virales”) que se dan cita en nuestra pantalla nacional.

SEGUNDOS.

El tiempo se aproxima, en si una de sus tantas faenas es esa misma – acercarse. Y bien lo logra debido a que su naturaleza es siempre estar lo justo y suficientemente cerca o lejos de lo que se necesita. Claro que este tipo de justicia varia mucho a la que el humano ha ido creando alrededor suyo; digamos que nada es justo para alguien cuando este endeble valor no le favorece. ¿Qué tan naturales seguimos siendo, qué tan alejados estamos de nuestros reales preceptos? ¿Para que poblar un mundo destinado al caos?, se preguntarán algunos, otros tantos, como yo, es el porque de seguir asistiendo a una humanidad con educaciones aparentes, obsoletas e inexistentes de carácter y disciplina. ¿Por qué seguir con simulaciones?, ¿qué todo se ha vertido en un estricto sentido de mercado? ¿Tan baratos somos?
Bien puedo levantarme en la mañana y buscar algún entretenimiento banal en el televisor – digamos que no quiero encajar en la complejidad el mundo, que tan sólo me agradaría sentirme frío ante las causalidades y consecuencias del factor social masa – pero el mismo sistema es en sí ya la causa y la pena de todo ese mediocre sentir. Yo no sé porque le ha dado a las televisoras más poderosas del país resumir toda su paupérrima programación nocturna en la de la mañana. Con programas de revista (cuasi infantil), sólo gastan su efectivo al enfrentar a unos individuos sin carácter y educación formal a las cámaras para poner en pantalla escenas que no resumen sus novelas estelares, sino que las retransmiten en cortos plazos y con comentarios vendidos, cursis e ignominiosos por parte de ese reparto que no logra otra cosa más que desarticular el animo de crecer en espíritu por parte de su “respetable” auditorio. Una vez más repito mi queja sobre su dislocado discurso; no sirven de nada sus buenas intenciones (mediocres también) si mantienen haciendo crecer a la gente en base a estereotipos gastados que no hacen más que las nuevas generaciones sigan siendo las mismas, con los mismos errores, con los mismos defectos que después tratarán de solventar con triviales campañas sociales. ¿Dónde está la buena intención pues? ¿El tiempo ha sido justo, ha sido el justo?
Entonces, asumiendo el cargo de volátil en mí estilo, debo continuar donde me he quedado, pero claro, después de haber pensado esto, como me sucede cada que deseo banalizar un tanto el día y prender el televisor para encontrar algo que valga la pena en la televisión nacional. Nada vale la pena, por lo menos no en estas dos cadenas que tan sólo mantienen su poder debido a las tinieblas que emanan de sus señales.
El tiempo se aproxima, sigilosamente – como siempre – se acerca desde hace años ya en vano, se acerca para alejarse y dejarnos con su pasado. Por todas partes observó ya la mentada onda retro que no es más que nuestra incapacidad, hoy ya muy sería, de mirarnos en futuro, mejorados, siguiendo explorando nuevos aforos para una humanidad más estable. Somos incapaces; incluso de ver el mismo tiempo correr.
El tiempo se va y nosotros nos hemos de estancar, nuestras prisiones están escapando de sus cautivos, nos aplicamos a la mentira, a la farsa, a la promesa sin cumplir que antes ilusionaba, nos adentramos a un mundo donde las palabras no valen nada, donde el desamparo cultural se pierde en vaguedades y hechos mercadológicos que deberían asombrar. Somos tan poco de lo que debimos que no hay vuelta atrás. Ahora debemos incluso mentirle a la soledad con la que hemos de compartir.
Somos soledad añejada y desempleada del tiempo, somos una masa cada vez más uniforme con ciertos baches hacia el sur. Nadie nunca quiere ver hacia abajo, hacia atrás, es malo, nos dicen. Nos venden un futuro que nadie jamás lo ha siquiera pensado, somos inertes y vagos de un tiempo ya acercado hace tiempo, que se da vueltas y nos ve de reojo. Somos un intento del hecho que debimos ser. Ya lo decía Dylan, “…si el futuro no fue suficiente tiempo, entonces la soledad no significa nada para ti…”

lunes, 28 de julio de 2008

Disimulos

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Para está ocasión, decidí redactar con un cierto tono de secreto. Es una columna que bien puede tener un par de interpretaciones diametralmente opuestas, basad en cuestiones de ego y falta de humildad en ciertas personas de esta ciudad. Espero puedan contar con alguna de estas y sino, pues con el simple hecho del interés sería más que suficiente.

DISIMULOS.

¿Qué hay de cierto con la verdad? Hay momentos en que uno piensa que las cosas posiblemente nos atrapen mayormente por una causalidad del consenso de realidad, que por su propia naturaleza errática; el humano valor de la mentira. De ahí, tal vez, proponga el sentido del delirio, del complot, del auto complot; pareja anímica, basta decir, de la paranoia citadina moderna; un legado que podemos agradecerle a la galantería de la política y su fiel amante burocracia – generadores de egos trivialmente acrecentados.
Lamentablemente yo aún no he sufrido de tal síntoma post-derrotista; será tal vez porque nunca me he atrevido a figurar en alguna de esas competencias “oficialistas” que se anuncian con “bombo y platillo” en las áreas nacionales que se nos han vendido falsamente como cunas de cultura. Nunca me he enfrascado en los anonadados eventos de glamour comprado (venerado por la ceguera formativa) y anudados discursos de éxito auto nombrado que no hacen más que el individualismo se pierda en una vorágine de inconformidades y miedos a la derrota póstuma. El ciclo, pues, de una instrucción de peso, de un aprendizaje que acerque a la madurez, se pierde por el grave factor de una naturaleza vencida y aprisionada. La falta de una educación “real” en esta nación se hace cada vez más evidente al percatarse de cómo los adjetivos creados a partir del talento, del éxito, de lo sagaz, de lo inteligible y bien desarrollado han sido utilizados de manera pobre, alejándonos de los verdaderos niveles de aptitud y competencia de este país. El amiguismo, el compadrazgo, la profunda corrupción y las meras “buenas intenciones” de los gobernantes nos han obsequiado un rezago constante, creciente y dañino para las futuras generaciones.
Yo nunca me he sentido cerca de algún sistema honesto, de algún método real de competición, de una justicia que se dirija al conocimiento real. Es tal vez por eso que seguimos estancados en el (un) mismo sitio, es tal vez razón de más para esa memoria colectiva tan débil, para el fortalecimiento de esa paranoia (irónicamente generadoras de los complots imaginarios y los contra-complots reales que han de ser contraatacados también), el alimento para esos egos que hemos dejado crecer ante una impotencia que del mismo modo existe en sus oradores. Somos, pues, tierra de mediocridad todo terreno.
Campos de maíz con detrimentos, de agave casi extinto, de sonrisas e infancias que se pierden entre el frío, el sol quemante y las inundaciones ya tradicionales.
Algún día todo se ha de ir perdiendo, es cierto, las cosas deben de ir cediendo el paso a cierto estado de desarrollo. La naturaleza ha de encontrar su ritmo, ha de encontrar el estado natural de las cosas, ¿por qué entonces luchamos en contra? ¿Por qué seguimos manifestando derrocamiento y no exigimos calidad en todo aspecto?
En ocasiones me pongo a pensar (fantasear realmente) sobre lo que hubiera ocurrido si la locura colectiva de la humanidad nos hubiera centrado en disfrazarnos en algo que no pareciese humano, ¿seríamos pues súper héroes, extraterrestres y demás monstruos expresados de nuestras oníricas reflexiones? ¿Sería acaso más poderosa, o realmente poderosa, el mito de un Dios que se aparentase a nuestro verdadero ser? Las cosas se acaban, pero antes dejan un rastro de perdición y zozobra para que la historia lo estudie así, como algo que vino en regresión.
Lamentablemente no sufro de delirios mayores que los de un corazón roto de vez en cuando, de un alejamiento y un adiós, de una enfermedad pocas veces exagerada. Me falta ser más un hombre de mundo para tal vez darme cuenta que se puede crecer sin pisar a otros, con la confianza en uno y en los equipos, con la intimidad y la libertad de un talento. Uno que se utilice para levantar a más, y más y más. No creo ser el hombre de mundo que lo sepa, agradecidamente tampoco soy el hombre limitado que hace y cree (y no se percata) de todo lo contrario. ¿Qué hay de cierto con la verdad?