EL BOLSILLO IZQUIERDO
Melómano soy, en grado enfermizo debo confesar. No podría vivir sin escuchar música, me siento vacío y gris sin no hay algún sonido que escuchar, sin sentir las cadencias compuestas en cierto grado de calidad que yo considero presentable. Entre tanto grupo y sonido que me meto a la cabeza, confieso que los discos de Pink Floyd son algunos de mis predilectos, es por eso que hoy honró de muy humilde manera a Richard Wright, su tecladista, que lamentablemente falleció en días pasados.
RICARDO CASI CORRECTO.
Mientras disfrutaba de algunas canciones de los Rolling Stones, después de una experiencia un tanto desalentadora al ver el documental que les realizará Martin Scorsese – y no es que no me haya gustado del todo, pero creía que el asunto iba encaminado más hacía lo que había realizado con Dylan en su “No Direction Home” (2005) y no tanto hacía lo que había fabricado Jonathan Demme para Neil Young en su “Heart of Gold” (2006) (altamente recomendable) – me enteré de la muerte de Richard Wright, una noticia que verdaderamente la consideré como gris, triste. El mundo de la música catalogada como rock estaba de luto ante la perdida de unos de los tecladistas más conocidos en esta escena. El otrora acompañante de Gilmour, Waters y Mason en el Pink Floyd que le cambio la faz no sólo al rock, sino a la música comercial por medio de sus mezclas de sonidos ambientales, efectos y atmósferas que trastocaban distintos géneros, dejó de estar más no de existir. Acompañante presente de Syd Barret, fundador de aquella mitica banda, será recordado no por ser uno de los tecladistas más pomposos, extravagantes y extrovertidos como lo es la figura de Rick Wakeman por ejemplo, sino por ser uno de los más brillantes (donde también tienen cabida el Sr. Wakeman, claro), su estilo no se basaba tanto en el aspecto de florituras muy desarrolladas, alejado del “virtuosismo” con el que se presentan otros instrumentistas en el genero del Progresivo como el también tecladista Keith Emerson (excelente hay que decir), sino más bien como un generador de ambientes, de climas precisos a favor de las canciones de sus compañeros. Algo que, quien sabe algo acerca de estos géneros, no es una tarea del todo fácil. Richard Wright era eso, un miembro de una banda, de un grupo, de un colectivo de mentes que desarrollaban ideas complejas y las llevaban acabo con tal sutileza que pocas veces se escuchaba a alguno de sus miembros sobresalir excesivamente ante el resto, era una parte clave en la amalgama de la música de Pink Floyd, de él mismo y últimamente de su amigo y colega David Gilmour.
Muchas otras bandas tan sólo desarrollan núcleos escalares, ideas musicales y sobreponen toda su técnica ante una composición que sólo les sirve para presumir sus habilidades; siempre a favor de la presunción, de una imagen meramente personal y alejada del conjunto, que en otros años, era uno de los discursos del rock que hoy por hoy es en realidad una leyenda respetada, promovida e impulsada por su gente; la que la creo y la que la vivió. Eso es en efecto una vida hecha que ha valido la pena. La de Richard Wright no se queda atrás, es tal vez por eso que se le vaya a hechar de menos, no obstante su legado siempre será, desde ahora, motivo de cierta vanidad.
Hasta hace algunos meses uno disfrutaba del concierto de Gilmour en el Royal Albert Hall donde se les podía ver juntos tocar dos temas clásicos de la banda, así como recordar el concierto acústico del 2002 donde interpretaban el tema “Breakthrough” del disco solista de Wright “Broken China” y dejarse llevar por ese estado de anhelo, de deseo de que las cosas no cambiasen, de que el tiempo se estancase y las cosas siguieran sucediendo, pero el tiempo es implacable y las cosas de una u otra forma deben hacerse llegar a su fin. Cual concierto, la vida de Wright se termino, sin encores, con sorpresa, sobresalto y muchos aplausos póstumos. De alguna u otra forma se le recordará, de alguna u otra manera las consecuentes generaciones escucharán su legado; en canciones, influencias y demás.
Hoy por hoy Wright puede ser recordado en el último disco lanzado por el ex-guitarrista de Pink Floyd, una grabación que retoma la ultima presentación de la más reciente gira de este, un concierto en Polonia donde el señor Wright puede ser homenajeado como a todo músico le gustaría ser rememorado; guardando silencio y que ese silencio lo construya él con sus armonías, con sus melodías. Con su canto, que es historia y siempre lo ha de ser.
Melómano soy, en grado enfermizo debo confesar. No podría vivir sin escuchar música, me siento vacío y gris sin no hay algún sonido que escuchar, sin sentir las cadencias compuestas en cierto grado de calidad que yo considero presentable. Entre tanto grupo y sonido que me meto a la cabeza, confieso que los discos de Pink Floyd son algunos de mis predilectos, es por eso que hoy honró de muy humilde manera a Richard Wright, su tecladista, que lamentablemente falleció en días pasados.
RICARDO CASI CORRECTO.
Mientras disfrutaba de algunas canciones de los Rolling Stones, después de una experiencia un tanto desalentadora al ver el documental que les realizará Martin Scorsese – y no es que no me haya gustado del todo, pero creía que el asunto iba encaminado más hacía lo que había realizado con Dylan en su “No Direction Home” (2005) y no tanto hacía lo que había fabricado Jonathan Demme para Neil Young en su “Heart of Gold” (2006) (altamente recomendable) – me enteré de la muerte de Richard Wright, una noticia que verdaderamente la consideré como gris, triste. El mundo de la música catalogada como rock estaba de luto ante la perdida de unos de los tecladistas más conocidos en esta escena. El otrora acompañante de Gilmour, Waters y Mason en el Pink Floyd que le cambio la faz no sólo al rock, sino a la música comercial por medio de sus mezclas de sonidos ambientales, efectos y atmósferas que trastocaban distintos géneros, dejó de estar más no de existir. Acompañante presente de Syd Barret, fundador de aquella mitica banda, será recordado no por ser uno de los tecladistas más pomposos, extravagantes y extrovertidos como lo es la figura de Rick Wakeman por ejemplo, sino por ser uno de los más brillantes (donde también tienen cabida el Sr. Wakeman, claro), su estilo no se basaba tanto en el aspecto de florituras muy desarrolladas, alejado del “virtuosismo” con el que se presentan otros instrumentistas en el genero del Progresivo como el también tecladista Keith Emerson (excelente hay que decir), sino más bien como un generador de ambientes, de climas precisos a favor de las canciones de sus compañeros. Algo que, quien sabe algo acerca de estos géneros, no es una tarea del todo fácil. Richard Wright era eso, un miembro de una banda, de un grupo, de un colectivo de mentes que desarrollaban ideas complejas y las llevaban acabo con tal sutileza que pocas veces se escuchaba a alguno de sus miembros sobresalir excesivamente ante el resto, era una parte clave en la amalgama de la música de Pink Floyd, de él mismo y últimamente de su amigo y colega David Gilmour.
Muchas otras bandas tan sólo desarrollan núcleos escalares, ideas musicales y sobreponen toda su técnica ante una composición que sólo les sirve para presumir sus habilidades; siempre a favor de la presunción, de una imagen meramente personal y alejada del conjunto, que en otros años, era uno de los discursos del rock que hoy por hoy es en realidad una leyenda respetada, promovida e impulsada por su gente; la que la creo y la que la vivió. Eso es en efecto una vida hecha que ha valido la pena. La de Richard Wright no se queda atrás, es tal vez por eso que se le vaya a hechar de menos, no obstante su legado siempre será, desde ahora, motivo de cierta vanidad.
Hasta hace algunos meses uno disfrutaba del concierto de Gilmour en el Royal Albert Hall donde se les podía ver juntos tocar dos temas clásicos de la banda, así como recordar el concierto acústico del 2002 donde interpretaban el tema “Breakthrough” del disco solista de Wright “Broken China” y dejarse llevar por ese estado de anhelo, de deseo de que las cosas no cambiasen, de que el tiempo se estancase y las cosas siguieran sucediendo, pero el tiempo es implacable y las cosas de una u otra forma deben hacerse llegar a su fin. Cual concierto, la vida de Wright se termino, sin encores, con sorpresa, sobresalto y muchos aplausos póstumos. De alguna u otra forma se le recordará, de alguna u otra manera las consecuentes generaciones escucharán su legado; en canciones, influencias y demás.
Hoy por hoy Wright puede ser recordado en el último disco lanzado por el ex-guitarrista de Pink Floyd, una grabación que retoma la ultima presentación de la más reciente gira de este, un concierto en Polonia donde el señor Wright puede ser homenajeado como a todo músico le gustaría ser rememorado; guardando silencio y que ese silencio lo construya él con sus armonías, con sus melodías. Con su canto, que es historia y siempre lo ha de ser.
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