Replicantes.

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España, 2009.

Sunset Boulevard

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El que Busca Encuentra

martes, 13 de noviembre de 2012

Robert Plant. Auditorio Nacional. México. 2012.


Robert Plant. Auditorio Nacional. México. 2012.

12/Nov./2012

Es innegable que después de la trágica muerte de John Bonham y la inevitable separación de Led Zeppelin, sus integrantes se auto-exploraran tanto personal como musicalmente. En el caso de Jimmy Page, su búsqueda se centró en un sonido ambientado y originado ya no tanto del blues tradicional, sino del ecléctico sonido que había construido junto a sus ex-colegas y cuyo resultado no fue el que se esperaba (quizá lo mejor haya sido aquel álbum junto a David Coverdale en 1993). Con John Paul Jones, por otra parte, su experimentación fue mucho más profunda y variada. Sus atributos musicales pasaron tanto por las nuevas generaciones del rock (Them Crooked Vultures) como por el progresivo (Zooma 1999,  The Thunderthief 2000) y otras tantas colaboraciones.

El caso de Plant no fue tan distinto al de sus compañeros. Su camino resultó de igual manera minado en cierta forma por la sombra de su ex-banda. Y al ir desarrollando su carrera como solista, otras inclinaciones al rock que ayudó a generar años atrás se fueron dando apertura. Es así como los nutrientes de su voz (como músico y no tanto como cantante) fueron bordeando la frontera de estilos como el Country, el Folk, el Rock N  Roll (más puro y norteamericano), e inclusive el Hard Rock contemporáneo de manera etérea. Aunado a esto, su vena espiritual con claros dejos del medio oriente que ya denotaba en su etapa Zeppelin, y que explotará de lleno con el encantador “No Quarter” de 1994 junto a Page, armaron por completo un particular sello que enmascara ya su presencia en el escenario.

Prueba de ello es la mística experiencia que brindara a todos los espectadores que se dieron cita a su tan esperada presentación en el Auditorio Nacional. Una reunión pseudo-catártica que sin aquejarse de la oportunidad perdida debido a las causales de la vida misma y el tiempo, escondía el grito de Zeppelin en los rostros que se cruzaban en la parte exterior del foro. La nostalgia, multiplicada por la exposición de su concierto de reunión en el 2007, “Celebration Day”, semanas atrás en los cines, redondeaba las causas de los que estábamos ahí.

La noche, entre templada y fría, era el ambiente perfecto para dejarse abrazar por el calor de uno de los mejores cantantes en la historia del género. Las luces de sala entonces comenzaron a desvanecerse al tiempo que los gritos ensordecedores de refugio ahogaron por fin la espera. El escenario, iluminado en su totalidad, dejo entrever la salida de su banda: los “Sensational Space Shifters”, para segundos después dejar asomar la silueta que todos anhelábamos tanto de los viejos como de los más presentes tiempos. Robert Plant estaba frente a nosotros, con su cabellera larga y su más que reconocible rostro (muy a pesar de las inclemencias del tiempo) dispuesto a entregarse… La gente y la leyenda se encontraron de píe en un momento en el que las divisiones no existieron y los pretéritos fueron borrados. Era Robert Plant, y estábamos dispuestos a escucharlo como él quisiera hacerse entender.

“Tin Pan Valley” calmó la catarsis para dar paso al placer. Con uno de los temas más gustados de su “Mighty Rearranger” (2005), que hiciera en conjunto a los “Strange Sensations” (algunos sobre el escenario), y que sería en parte eje junto a algunos clásicos de Zeppelin durante toda la velada, nos daba la bienvenida. La energía escondida durante toda la primera parte de la canción creo una atmosfera contemplativa y tensa que se rompió cuando la fuerza hizo callar el hasta ahora elegante estilo del Auditorio. Era Rock N Roll lo que salía de esas cuerdas, esas teclas y esos tambores. Eran esas cuerdas vocales las que habíamos venido a visitar. Las que habíamos venido a escuchar a todo volumen, como sonaban ya.

“Another Tribe”, de la misma entrega discográfica, se abrió camino. Con un tono más apegado al folk y ya con dejos de lo que vendría a ser la vena oriental, mantuvo expectante a la gente. Mantuvo una tersa calma, preámbulo ideal para escuchar el primer clásico de la noche. “Friends”, a la usanza de los arreglos del Unledded, nos hizo saber de una vez por todas –o más bien confirmar– porque estábamos ahí. Los ecos de Zeppelin que se enconaban silentes minutos atrás por fin tenían resguardo.

Un Blues se fue dando forma entre guitarras llenas de efectos, ambientaciones por parte del teclado y  la extraordinaria participación de Juldeh Camara con sus instrumentos africanos. La reminiscencia estaba en los oídos de todos, pero no fue sino hasta el estribillo que todos cantaron “Spoonful”, clásico elemental del género que han cantado desde Etta James hasta Cream. “Somebody Knocking” le siguió, pacificando el ritmo y las emociones en un mar de arena.

No había que esperar más, del violín del interprete africano salía un bello e interesante arreglo de “Black Dog”, Robert Plant en la cima y la gente rendida en un frenesí de memorias. De la energía prescindida del cuerpo vino la pausa, el tiempo detenido y la total belleza de una melodía como “All The King Horses.” Claramente el momento más delicado de la velada dejaba a la gente ausente, sumergida en las notas que aún perneaban en el marquesina del foro... Entonces el silencio que iba dejando esa estela de calma se irrumpio con “Bron Y Aur Stomp” en una versión más austera en cuanto a florituras pero con la misma potencia. Zeppelin había regresado, sí, como también lo hacía el “Mighty Rearrenger” con su última participación. “The Enchanter” dejó al público admirando de nueva cuenta el excelente manejo atmosférico y rítmico. La calma ahora estaba de nuevo inundada de sobriedad oriental.

Entre los aplausos, las guitarras comenzaron a dejar entrever una nueva participación de Zeppelin que no se oficializó hasta que los demás músicos hicieron su parte. “Four Sticks”, también con arreglos más apegados al “No Quarter”, resonó con un fuerte vigor y alta resistencia gracias a un intermedio de improvisaciones. “Ramble On” extendió la nostalgia con un símil a la versión de “Bron Y Aur Stomp” exhibida previamente; austera pero sumamente intensa. La despedida entonces se veía llegar, un Robert Plant entregado, feliz y alegre de hacer y re-hacer música se encontraba cansado; era el inevitable paso del tiempo.

“Fixin' To Die”, una versión del Blues original de Bukka White que Plant hiciera en el 2002 para su álbum “Dreamland” precedió a una nueva introducción dubitativa que terminó cuando el ejecutante africano hizo desde su instrumento el riff principal de “Whole Lotta Love”. El éxtasis por parte de las gradas y todo el auditorio no se dejo esperar; el legendario coro resonó en los oídos de todos los presentes, incluyendo a los músicos y el propio Plant que se despidió al termino de esta mágica ejecución.

Las luces de sala, como era de esperarse, no se encendieron y en pocos minutos el retorno de la banda y Plant era una realidad. Dos temas fueron los que cerraron por completo la nocturna mística. “Going To Caliornia” con su sutileza y elegancia hipnotizó al público para brindarle un quebranto más de ritmo al estilo de “Rock N Roll”. El clásico sedujo y rindió el tributo más grande de la noche. Aunque no en su versión original, como nada en este exorbitante concierto, las evocaciones llegaron a su clímax; y como una vela que aún ilumina hasta su último momento, todo llego a su final. Plant se despidió, hizo caravana junto a su banda y la oscuridad, misma que antes desahogó lo gritos de ansía al comienzo, ahora daba el silencio total a la música.

La salida fue pausada, pensante en todo lo vivido, como no queriendo despojarse de los momentos y de los detalles. Al exterior del foro nadie se veía a los ojos y nadie contaba con los ecos con los que ingresó a esa sala que nos despojó de toda fuerza… Con la cabeza en alto, orgullosos dejábamos morir poco a poco la experiencia y así comenzar la vanidad de la presencia. 

Robert Plant no sólo dio un concierto de duración media e ímpetu exacerbado. De arranque y furia, sino que dio cátedra de la evolución del rock, de su rock, que aunque parte de esa génesis negra, también lo hace participe de otras latitudes. El rock es mundial, arrinconado en todo sitio y en todo tiempo... O al menos ese fue el grito en todo su esplendor que el otrora voz de Led Zeppelin dio con la garantía, histórica ya, de que nunca enmudecerá.

Emotiva, eficaz, concisa y justa fue la velada que todos nos llevamos en el bolsillo y la cerilla. Pocas veces pasa, pocas veces de esta manera tan pura se puede salir de un verdadero, verdadero concierto de Rock N Roll.

SETLIST: Tin Pan Valley. Another Tribe. Friends. Spoonful. Somebody Knocking. Black Dog. All The Kings Horses. Bron-Y-Aur Stomp. The Enchanter. Four Sticks. Ramble On. Fixin' To Die. Whole Lotta Love. ENCORE: Going To California. Rock N Roll.

Argo


REDONDO.

Argo
Argo (Ben Affleck, 2012)

En sus dos primeras cintas, Ben Affleck, un actor más que se convertía en realizador bajo el cobijo de Hollywood, ensayaba se carácter y estilo bajo una mano templada y eficaz sobre el pretexto de tramas sorprendentemente nada sencillas. Primeramente bajo un correcto balance entre lo humano y lo dramático con “Gone Baby Gone” (2007); basado en una novela de “Dennie Lehane” –el mismo de “Mystic River” (Estwood, 2003) y “Shutter Island” (Scorsese, 2010)– y con cierto grado de “espectacularidad” y acción en “The Town” (2010) sin dejar jamás a un lado el conflicto personal de su figura eje (nuevamente presentando un eficaz lado humano).

No obstante, es hasta este año con “Argo”, cinta que estrena con bombo y platillo tanto en las arenas comerciales como en las especializadas, que puede erigirse como un director confiable que merece que se enmarque su trabajo como serio, sensato y con cierto valor de madurez. Y es que en éste, su más reciente trabajo, da muestras notables de un manejo y control de un ritmo para nada sencillo, así como de una experticia real en las directrices actorales.

Inspirado en un hecho histórico, el primer gran acierto de Affleck es no convertir su historia en un acto panfletario (cualesquiera de los casos o lados que se pudieran obtener), sino mantenerse fiel a una historia –como historia fílmica– que nos introduce visualmente bajo el eje mediático de la trama –la industria del cine– así como nos contextúa con el objeto de no caer desnudos ante una narrativa que desde su inicio, nos imputa como testigos un drama auxiliado de cautivadora manera con un formal y sólido suspenso, así como de una buena carga de emociones. Lo que logra Affleck, pues, es hilar una más que decente bola de tensión alrededor de una película casi coral que en un segundo gran acierto, arropa a su personaje central (el propio Affleck) a través de todos estos secundarios caracteres. Es decir, el propio director deja varado en cierta medida a su personaje principal; no lo eleva o vanagloria sino que lo soporta (se soporta) bajo los hombros de todo el colectivo actoral y eso, sin lugar a duda, le da una riqueza honesta y bien sazonada a la cinta.

No interesa pues del todo el agregado estricto del hecho real, de lo que en efecto sucedió… No se suma ni se asoma a los posibles cuestionamientos de su acercamiento rígido al hecho en si. Affleck escribe un entramado cinematográfico que entretiene a la vez que se sufre y se aligera con un humor negro sutil y fino, a la vez que se toma la libertad de darle un par de patadas bajas a la industria de la cual proviene no sólo la cinta, sino la historia en la que está basada, o inspirada (tal vez esa sea la palabra correcta).

Argo se establece pues como una cinta honesta, sumamente bien construida y sedimentada en el sobresaliente trabajo fotográfico de Rodrigo Prieto, que nos lleva al espacio y tiempo representados, así como el montaje de William Goldenberg que teje de manera grácil todas las situaciones en espera de esa resolución que nos mantiene al filo de la butaca en el último tercio de la película. Mención aparte merece Chris Terrio cuyo guión resulta vigoroso y comprendido al detalle por el mismo director.

No podemos negar, entonces, que Ben Affleck es hoy por hoy el heredero por naturaleza a ésa tradición Hollywoodense del cambio de estafeta que han manejado por años gente del tamaño de Robert Redford o Clint Eastwood. Es cierto, el camino aún comienza para un Affleck que da su primer paso de confianza, pero al mismo tiempo hay que exigirle de ahora en adelante que su camino siga por la misma senda. Hasta ahora ha demostrado con sus tres primeras cintas que su cargo y meta como director es seria. Ha logrado pues la confidencia y sí la línea sigue el mismo trazo, no creo que hayamos visto aún lo mejor de él.

Argo de Ben Affleck
Calificación: 3.5 de 5 (Muy Buena).

lunes, 5 de noviembre de 2012

Skyfall


REDONDO.

Skyfall
007: Operación Skyfall (Sam Mendes, 2012)

Desde los inicios de su carrera, Sam Mendes ha sabido gustosamente colocar en sus historias a personajes complejos y plenamente “naturales” que lidian con las consecuencias de sus propios actos, actos que no son meramente de un pasado inmediato a la trama, ni de lo que ésta nos va encuadrando como “historia”… Algunos, hay que decirlos, toman a bien estas derivaciones (dentro de un código de humor negro tan sutil como bien controlado) y otros, necesariamente, las sufren encarecidamente para que la rueda de la ficción siga rodando. Hay sacrificios en todo ello, claro, como también hay cabida para las redenciones, espasmos, hartazgos y manías. El mundo de Mendes, pues, es un mundo liosamente simple donde los “merecidos” no siempre se otorgan de la manera más “justa” para todos los artífices de la obra.

Visto desde éste ángulo, entonces, no resulta del todo una sorpresa que éste realizador inglés haya sentido interés por contar la historia que conmemora el 50 aniversario del espía más famoso en el mundo del cine occidental, pues lo acoge por la vértice más humana y respetuosa en este icónico personaje que siempre se sale con la suya; el inevitable paso del tiempo. Y es que con Mendes, es cierto, las dudas y los elogios cabían en la misma caja imaginaria del proyecto. Por un lado, sí, existía el temor por como desarrollaría el ritmo de una película que obligadamente debía de contener varías secuencias de acción, mientras por el otro estaba un deseo latente de ver a un James Bond mucho más complejo e interno, como los personajes de sus anteriores cintas. Era una mezcla, pues, de elementos que se sedimentaban siempre en arenas dubitativas pero cuyo resultado, ya a la mano (o ala vista más bien) resulta refrescante en todo sentido. Tanto para la saga del 007, como para la filmografía de Mendes.

El balance logrado en la cinta es fruto de un estudio minucioso de la saga y el personaje que al final nos presenta a un Bond no tanto más complejo, sino más humano. Sabedor de sus años, de su experticia pero también de sus limites tantos físicos como mentales. Es una cinta donde el propio personaje, y personajes –tanto buenos como malos– se auto-exploran y erigen sus metas pidiendo una oportunidad para completarlas. Todo ello, claro, bajo el código de las causalidades y secuelas de Mendes y una serie de escenas de acción que no le piden nada a ningún director especialista en la materia.

Skyfall resulta ser una muy grata sorpresa. Una obra casi en su totalidad redonda que se compone de un guión sumamente entretenido por parte de Neal Purvis y Robert Wade (guionistas provenientes de la saga) & John Logan (del que se obtiene dicha humanidad de la que hablamos), un montaje sumamente cuidado en las dos vertientes de la cinta (la acción y la calma) a cargo de Stuart Baird (especialista en la materia), una portentosa fotografía de Roger Deakins y una rica, sofisticada y más que eficiente partitura de Thomas Newman que pasa casi en su totalidad elegantemente desapecerbida.

Es así, pues, que desde el inicio en que el propio James Bond se nos presenta borroso (desenfocado) y se nos acerca para reconocerle la mirada, comenzamos a su lado una aventura que nos llevará de la mano –pero sin explicaciones de más– gracias a un muy buen trabajo actoral liderado por Daniel Craig, Judi Dench, Albert Finney y Javier Bardem que crea uno de los enemigos más carismáticos pero malévolos de la saga.

Skyfall, a resumidas cuentas, es una cinta que alecciona en el equilibrio de un trabajo bien construido y que entretiene de principio a fin respetando todo lo que históricamente representa. De no muchas lecturas pero sí más que una, sobre todo si se profundiza en la historia de la saga y el personaje. Es, pues, un Bond renacido en múltiples ángulos, en diversas facetas que simple y sencillamente nos deja con las ganas de verle de nuevo en acción. Esperemos que la franquicia se mantenga con este atractivo balance.

007: Operación Skyfall de Sam Mendes.
Calificación: 3.5 de 5 (Muy Buena).