Robert Plant. Auditorio Nacional. México.
2012.
12/Nov./2012
Es innegable que después de la
trágica muerte de John Bonham y la inevitable separación de Led Zeppelin, sus
integrantes se auto-exploraran tanto personal como musicalmente. En el caso de
Jimmy Page, su búsqueda se centró en un sonido ambientado y originado ya no
tanto del blues tradicional, sino del ecléctico sonido que había construido
junto a sus ex-colegas y cuyo resultado no fue el que se esperaba (quizá lo
mejor haya sido aquel álbum junto a David Coverdale en 1993). Con John Paul
Jones, por otra parte, su experimentación fue mucho más profunda y variada. Sus
atributos musicales pasaron tanto por las nuevas generaciones del rock (Them
Crooked Vultures) como por el progresivo (Zooma 1999, The Thunderthief 2000) y otras tantas colaboraciones.
El
caso de Plant no fue tan distinto al de sus compañeros. Su camino resultó de
igual manera minado en cierta forma por la sombra de su ex-banda. Y al ir
desarrollando su carrera como solista, otras inclinaciones al rock que ayudó a
generar años atrás se fueron dando apertura. Es así como los nutrientes de su
voz (como músico y no tanto como cantante) fueron bordeando la frontera de
estilos como el Country, el Folk, el Rock N Roll (más puro y norteamericano), e inclusive el Hard Rock
contemporáneo de manera etérea. Aunado a esto, su vena espiritual con claros
dejos del medio oriente que ya denotaba en su etapa Zeppelin, y que explotará
de lleno con el encantador “No Quarter” de 1994 junto a Page, armaron por
completo un particular sello que enmascara ya su presencia en el escenario.
Prueba
de ello es la mística experiencia que brindara a todos los espectadores que se
dieron cita a su tan esperada presentación en el Auditorio Nacional. Una
reunión pseudo-catártica que sin aquejarse de la oportunidad perdida debido a
las causales de la vida misma y el tiempo, escondía el grito de Zeppelin en los
rostros que se cruzaban en la parte exterior del foro. La nostalgia,
multiplicada por la exposición de su concierto de reunión en el 2007, “Celebration
Day”, semanas atrás en los cines, redondeaba las causas de los que estábamos
ahí.
La
noche, entre templada y fría, era el ambiente perfecto para dejarse abrazar por
el calor de uno de los mejores cantantes en la historia del género. Las luces
de sala entonces comenzaron a desvanecerse al tiempo que los gritos
ensordecedores de refugio ahogaron por fin la espera. El escenario, iluminado
en su totalidad, dejo entrever la salida de su banda: los “Sensational Space
Shifters”, para segundos después dejar asomar la silueta que todos anhelábamos tanto
de los viejos como de los más presentes tiempos. Robert Plant estaba frente a
nosotros, con su cabellera larga y su más que reconocible rostro (muy a pesar
de las inclemencias del tiempo) dispuesto a entregarse… La gente y la leyenda se
encontraron de píe en un momento en el que las divisiones no existieron y los
pretéritos fueron borrados. Era Robert Plant, y estábamos dispuestos a
escucharlo como él quisiera hacerse entender.
“Tin
Pan Valley” calmó la catarsis para dar paso al placer. Con uno de los temas más
gustados de su “Mighty Rearranger” (2005), que hiciera en conjunto a los
“Strange Sensations” (algunos sobre el escenario), y que sería en parte eje
junto a algunos clásicos de Zeppelin durante toda la velada, nos daba la
bienvenida. La energía escondida durante toda la primera parte de la canción
creo una atmosfera contemplativa y tensa que se rompió cuando la fuerza hizo
callar el hasta ahora elegante estilo del Auditorio. Era Rock N Roll lo que
salía de esas cuerdas, esas teclas y esos tambores. Eran esas cuerdas vocales
las que habíamos venido a visitar. Las que habíamos venido a escuchar a todo
volumen, como sonaban ya.
“Another
Tribe”, de la misma entrega discográfica, se abrió camino. Con un tono más
apegado al folk y ya con dejos de lo que vendría a ser la vena oriental,
mantuvo expectante a la gente. Mantuvo una tersa calma, preámbulo ideal para
escuchar el primer clásico de la noche. “Friends”, a la usanza de los arreglos
del Unledded, nos hizo saber de una vez por todas –o más bien confirmar– porque
estábamos ahí. Los ecos de Zeppelin que se enconaban silentes minutos atrás por
fin tenían resguardo.
Un
Blues se fue dando forma entre guitarras llenas de efectos, ambientaciones por
parte del teclado y la
extraordinaria participación de Juldeh Camara con sus instrumentos africanos.
La reminiscencia estaba en los oídos de todos, pero no fue sino hasta el
estribillo que todos cantaron “Spoonful”, clásico elemental del género que han
cantado desde Etta James hasta Cream. “Somebody Knocking” le siguió,
pacificando el ritmo y las emociones en un mar de arena.
No
había que esperar más, del violín del interprete africano salía un bello e
interesante arreglo de “Black Dog”, Robert Plant en la cima y la gente rendida
en un frenesí de memorias. De la energía prescindida del cuerpo vino la pausa,
el tiempo detenido y la total belleza de una melodía como “All The King Horses.”
Claramente el momento más delicado de la velada dejaba a la gente ausente,
sumergida en las notas que aún perneaban en el marquesina del foro... Entonces
el silencio que iba dejando esa estela de calma se irrumpio con “Bron Y Aur
Stomp” en una versión más austera en cuanto a florituras pero con la misma
potencia. Zeppelin había regresado, sí, como también lo hacía el “Mighty
Rearrenger” con su última participación. “The Enchanter” dejó al público
admirando de nueva cuenta el excelente manejo atmosférico y rítmico. La calma
ahora estaba de nuevo inundada de sobriedad oriental.
Entre
los aplausos, las guitarras comenzaron a dejar entrever una nueva participación
de Zeppelin que no se oficializó hasta que los demás músicos hicieron su parte.
“Four Sticks”, también con arreglos más apegados al “No Quarter”, resonó con un
fuerte vigor y alta resistencia gracias a un intermedio de improvisaciones. “Ramble
On” extendió la nostalgia con un símil a la versión de “Bron Y Aur Stomp”
exhibida previamente; austera pero sumamente intensa. La despedida entonces se
veía llegar, un Robert Plant entregado, feliz y alegre de hacer y re-hacer
música se encontraba cansado; era el inevitable paso del tiempo.
“Fixin'
To Die”, una versión del Blues original de Bukka White que Plant hiciera en el
2002 para su álbum “Dreamland” precedió a una nueva introducción dubitativa que
terminó cuando el ejecutante africano hizo desde su instrumento el riff
principal de “Whole Lotta Love”. El éxtasis por parte de las gradas y todo el
auditorio no se dejo esperar; el legendario coro resonó en los oídos de todos
los presentes, incluyendo a los músicos y el propio Plant que se despidió al
termino de esta mágica ejecución.
Las
luces de sala, como era de esperarse, no se encendieron y en pocos minutos el
retorno de la banda y Plant era una realidad. Dos temas fueron los que cerraron
por completo la nocturna mística. “Going To Caliornia” con su sutileza y
elegancia hipnotizó al público para brindarle un quebranto más de ritmo al
estilo de “Rock N Roll”. El clásico sedujo y rindió el tributo más grande de la
noche. Aunque no en su versión original, como nada en este exorbitante
concierto, las evocaciones llegaron a su clímax; y como una vela que aún
ilumina hasta su último momento, todo llego a su final. Plant se despidió, hizo
caravana junto a su banda y la oscuridad, misma que antes desahogó lo gritos de
ansía al comienzo, ahora daba el silencio total a la música.
La
salida fue pausada, pensante en todo lo vivido, como no queriendo despojarse de
los momentos y de los detalles. Al exterior del foro nadie se veía a los ojos y
nadie contaba con los ecos con los que ingresó a esa sala que nos despojó de
toda fuerza… Con la cabeza en alto, orgullosos dejábamos morir poco a poco la
experiencia y así comenzar la vanidad de la presencia.
Robert
Plant no sólo dio un concierto de duración media e ímpetu exacerbado. De
arranque y furia, sino que dio cátedra de la evolución del rock, de su rock,
que aunque parte de esa génesis negra, también lo hace participe de otras
latitudes. El rock es mundial, arrinconado en todo sitio y en todo tiempo... O
al menos ese fue el grito en todo su esplendor que el otrora voz de Led
Zeppelin dio con la garantía, histórica ya, de que nunca enmudecerá.
Emotiva,
eficaz, concisa y justa fue la velada que todos nos llevamos en el bolsillo y
la cerilla. Pocas veces pasa, pocas veces de esta manera tan pura se puede
salir de un verdadero, verdadero concierto de Rock N Roll.
SETLIST: Tin Pan Valley. Another Tribe. Friends. Spoonful. Somebody Knocking. Black Dog. All The Kings Horses. Bron-Y-Aur Stomp. The Enchanter. Four Sticks. Ramble On. Fixin' To Die. Whole Lotta Love. ENCORE: Going To California. Rock N Roll.
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