Replicantes.

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España, 2009.

Sunset Boulevard

Sunset Boulevard
España, 2009.

El que Busca Encuentra

lunes, 23 de noviembre de 2015

Pacto Criminal

REDONDO.

Black Mass
Pacto Criminal (Scott Cooper, 2015)

Queda más que clara la apuesta cinematográfica del otrora actor Scott Cooper en esta su tercera y tal vez más afianzada película como director. Y es que al igual que en su ópera prima, “Crazy Heart” (2009), el peso del entramado se centra en la vena actoral de personajes ensimismados, de bondad y moralidad dudosa pero que sobre todo son conocedores de su rol y su talento, lo que para bien o para mal crea una empatía con el espectador, una amalgama que desea sombría y afanosamente detallar el transcurso de sus descendientes espirales así como de sus lógicas consecuencias. Un terreno diegético que abraza el error pero desea su condena, una atmósfera ambivalente que en momentos logra cautivar pero que siempre se ha quedado a unos cuantos pasos de una solidez plena. 
Con “Black Mass”, su más reciente entramado, las cosas no cambian en demasía; es más, se abocan al mundo criminal, lo que hace explotar un grado de madurez en la mano de Cooper como realizador pero sin llegar, claro, a la altura de las grandes realizadores de este estilo. Inspirada en diversos momentos claves de la extensa vida criminal de James “Withey" Bulger; más que nada en la relación –alianza– que sostuvo con el FBI y que le dio camino de total alevosía, el encadenamiento de sucesos es anacrónico pero elemental para un guión secamente bien escrito por  parte de Mark Mallouk y Jez Lutterworth (basados ellos en los archivos novelizados por Dick Lehr y Gerard O’ Neill) que nos inyecta desde un principio la visión de nuestro personaje principal: “Whitey". Su visión, sí, para entender y captar sus manías y sus poder después. La lógica de este film se basa, pues, en un retorcido razonamiento cuya lógica se resquebraja cada que el camino es más abierto y descarado por parte de las autoridades. Una especie de juego de caza que no tiene inferencia en la presa hasta que las cosas explotan en el campo del sentido común.
A medio camino de cintas que van desde “Goodfellas” (Scorsese, 1990) y hasta “American Gangster” (Scott, 2007), el filme se sostiene gracias a la diligente fotografía de “Masanobu Takayanagi”, que recrea las épocas expuestas con sutileza y efectividad, así como el montaje de “David Rosenbloom” y el diseño de “Stefania Cella” que apoyan a la perfección el tratado estético-visual de la obra. El trabajo actoral, a bien, pesa aparte como ya hemos mencionado con antelación: sobre un diverso grupo de caracteres cuyo fin está el soporte de la actividad de nuestro protagonista, rol central que sorprende medianamente debido a la más que asequible actuación del más que mediático Johnny Depp. Uno de esos iconos hollywoodenses que se había dejado seducir por representaciones de características tan similares y “coloridas” en la industria que su rango actoral se había tornado irónicamente gris. 
Por sobre la ilegalidad, la permisividad y una cara que globaliza la siempre aparente inmaculable justicia estadounidense, “Black Mass” no asombra, es cierto, pero se mantiene en ritmo y forma: se presenta y se protege bajo un estilo; uno que es ciertamente difícil de roer pero que es abrazado con valor. No está al nivel de lo exigido en el género pero entretiene y no se sobaja ni decae en ritmo de manera mayúscula. No cabe duda que Copper logra, con esta su más reciente entrega, nutrir su cine de a poco. No es brillante pero es capaz y apto, cosa que es difícil hallar cada vez más en una industria enlosada en las facturas de las salas de cine que esperan masivas entradas. Su cine es y trata de ser honesto, realizado con ganas y  soltura. Con cierto deseo y un encanto que esperemos termine algún día por despertar. 

Pacto Criminal  de Scott Coper
Calificación: 3 de 5. (Buena a secas). 


miércoles, 18 de noviembre de 2015

Spectre

REDONDO.

Spectre 007
007 Spectre (Sam Mendes, 2015)

Lo que Sam Mendes y su equipo obtuvo con “Skyfall”: inducir madurez y sapiencia a uno de los iconos más populares y queridos de la cinematografía occidental, queda por completo descartado en esta su más reciente cinta. No es que haya dejado un listón lo bastante alto como para volverlo a encontrar, no. El tratamiento de la más reciente trama de James Bond retorna a un punto cero que carece de dichas atributos y cualidades que tanto habían hecho meditar las profundidades de un personajes tan conocido y reconocido por más de medio siglo.
Con “Spectre”, pues, nos encontramos ante un personaje caricaturesco que nuevamente hace un uso apremiado de diversos gadgets y trucos pseudo-tecnológicos para poder salvar la vida en el último de los instantes, pero que a diferencia de las otras tantas miles de veces que lo ha hecho, carece casi por completo de carisma, de volumen y de ese sentido de emoción y aventura que hicieron del personaje uno de los más recordados y estereotipados en el cine. Su peso como carácter se sobaja simplemente a ser colocado en medio de parajes naturales y citadinos de portento meramente decorativo, esperando que el espectador lo digiera sin ningún sentido más que el estético. La narrativa queda relegada a un simple brochazo sobre un lienzo irregular que no termina siquiera por cuajar y/o permearse de algo homogéneo. No hay redondez alguna a la cual asirse. 
Claro, no podemos negarnos al hecho de una organizada y opulenta producción, el acaudalado presupuesto se muestra de una manera desmeñada a cada instante, en cada escena y cada secuencia. Durante su metraje llega un momento en que en realidad se puede llegar a cuestionar si la hechura de la filmación en realidad fue un pretexto de turismo desmedido o de engreimiento sobre la potestad de llevar a cabo el rodaje sobre algunas de las avenidas y sitios más relevantes de las ciudades elegidas. Los elementos técnicos, mayormente bien logrados (aunque no por completo sin sus pormenores), quedan relegados a un encadenamiento de sucesos que en realidad tienen poco que ofrecer… Y es que la historia y sus elementos son de lo más predecibles, el espectador puede y se adelanta con harta facilidad a todos los recovecos a los que nos lleva la cinta sin la mayor complicación; los hechos se arman primeramente en la mente del público para después confirmarse en la cinta de una manera plenamente elemental, pero sobre todo bajo la apuesta de un sentido del humor por demás ordinario, ramplón y con momentos sin ninguna justificación, o bien bajo pretextos que se van diseñando sobre la marcha de una trama cuya naturaleza parece cuasi espontánea. 
Lamentablemente el trabajo de “Sam Mendes”, uno de los directores más respetados de su generación, da fuertes pasos en reversa. La elección de un guión sin sustento y una dirección actoral menor (no saca partido alguno de sus personajes; tanto los ya fabricados como los recién integrados) deja sin brillo la buena labor –a secas realmente– de su fotógrafo “Hoyte Van Hoytema” y su montador “Lee Smith”. Caso aparte la partitura de “Thomas Newman” (excesiva mayormente) y la música elegida para algunas de las secuencias de acción; mismas que se acercan más peligrosamente a un manejo de videoclip que al de una articulación más formalmente cinematográfica. 
No queda duda, entonces, que la franquicia retorna a este juego de aventuras (o desventuras más bien dicho) bajo el toque adolescente y juvenil que traspasa lo inverosímil como en sus momentos más gustados por los seguidores. La saga resquebraja lo hecho en su anterior factura y se relega a lo que más le ha servido, se niega a la evolución y la crítica de los tiempos actuales. Se vende como lo hizo bajo el gobierno mexicano para la re-elaboración del guión y se deja vencer por casi todas las aristas. Resulta una cinta menor que no logra siquiera el cariño de sus antecesoras… Al menos esperemos que Mendes de un paso a la izquierda y vuelva a los sitios brillantes que anteriormente había mostrado.

007 Spectre de Sam Mendes

Calificación: 2.5. de 5. (Bastante Regular).

jueves, 12 de noviembre de 2015

Candados

Candados.


Abigail cruzó el umbral con la cara de aquel que ha ido al baño a desahogarse y a mitad del recorrido le han colocado la canción que más le revienta la nostalgia… Si bien su pelo enmarañado había sucumbido al polvo resarcido por los meses del invierno, su vestido mantuvo a bien la figura de una mujer que gustaba de asumirse carmesí. La sonrisa con que saludó era una imitación, su saludo vil costumbre. La belleza de sus palabras, y la suya: silencio. Jimmy solía decir que nunca debíamos fiarnos de unos dientes plenamente blancos, que “una pulcra encía asomaba la costumbre de un caníbal por limpiarse a detalle los pecados”, que más bastaba aferrarnos al abrazo sudoroso, retorcido y vengativo de un púgil alejado de su cuadrilatero. “La sangre se confundirá en los ríos de la guerra bajo un extraño acto de justicia, hermanos… Suena extraño, lo sé, pero es cierto… La batalla, a pesar del perdedor, hermana a fin de cuentas en un cansino abrazo.”

Nadie siquiera intentó deslindarse las miradas con el resto, todo el hecho resultaba tan significativo como indiscutible el maltrato que Martín le daba al piano bajo pretexto de John Lewis. El semblante de sus pasos cruzando el siempre irregular arco que formaba el humo del tabaco no le había sentado para nada bien. No hacía falta preguntarle su procedencia y actividades del día, el brillo desgastado de sus labios, sus manos cenizas y apagadas así como el asomo de ginebra entre la sombra de sus ojos cumplían la excepción a la regla de siempre mostrarse cautivos y asombrados ante la belleza y elegancia de una dama que recién se ha maquillado. No es que no quisiéramos hacerla sentirse un tanto mejor y compartir la desdicha, no, pero al verla entrar así, con tacones silentes ante las maderas crujientes del lugar y bajo candados colgando de sus sentimientos nos hizo a todos morir un poco y lentamente. Había tirado las ganas en el callejón contiguo, las ansias en el bar de enfrente –la competencia– y se le había esfumado su talento de inquebrantable como ennegrecido su talento a un trompetista con los primeros síntomas del Parkinson. Una nube le perseguía como a Jimmy las malas noticias y la pólvora de las balas cada que viraba en alguna de las esquinas del barrio oeste. Su detonante de mujer se había ahogado en un ligero charco de flores mojadas con notas de Baker y Jarrett, de Tatum y de Webster. Nuestra beldad sucumbía a emociones humanas, nuestra mujer fatal dejaba de serlo; se bajaba del ring sin guantes y con la cartera perdida vaciada de efectivo y repleta de pañuelos usados. Morimos un poco, sí… morimos. Algo dentro de nosotros nos dejaba para siempre.

El asunto resultaba en sí en algo trivial, una nota más del corazón. Una gota más al vaso perdido de las propinas no otorgadas por nosotros los asiduos. En realidad no era algo para asombrarse; se había enamorado de David Arguenta, un tipo con un rostro tan bien parecido que sus ropas siempre olían a las paginas de publicaciones de moda y etiqueta. Era un buen tipo, no puedo negarlo, pero era uno de esos tantos que llevaba a leguas el destino pactado en cada día de pago. No es que no tuviera en realidad algún talento oculto, no, pero al igual que a un James Dean (por ejemplo), sabíamos a ciencia cierta que la fortuna se le acabaría tan pronto le quitaran esa sonrisa del rostro. Conversé con él un par de veces, y si mal no recuerdo trabajaba como asistente de una figura importante en uno de esos sindicatos cuya relevancia es la misma que la de sus incompresibles siglas; quizá era más bien un Jimmy Stewart. Joaquin era quien solía decir que en la política todo resultaba ser lo mismo “todos trabajan siendo el perro de un perro aún más grande”. Con Abigail nunca toqué el tema, acaso apenas cruzábamos palabra, pero supe con el tiempo que le conoció en una de esas reuniones quincenales en casa de David, nuestro laureado cronista, donde se solían apostar hasta los enunciados, los retablos y las primeras planas de los diarios.

No puedo decir que fuera amor a primera vista, nadie nunca en el bar creyó en algo parecido a ello, pero podemos afirmar que fue más bien un amor a primeras de cambio. De esas pasiones promesa que llegan contrariadas; cuando uno mayormente las desea pero no las necesita para nada. De las que se sabe, claro, que duran lo que un sueño a una noche de juerga. Lo que un abrazo al recuerdo, lo que una ceniza al polvo. Lo que una canción al álbum, lo que una sonrisa a una mueca  y un eslabón a los brios de libertad. 

Nadie hubiera imaginado verla así, escondiendo su tristeza y depresión detrás de unos labios partidos, unas chapas retocadas, unas zapatillas altas y un nuevo corte de pelo. Bajo la falsa apuesta a un grupo de hombres que se toman un par de horas cada fin de semana para verse agotar y acabar de a poco, la escena no resultaba muy digna que digamos. Cada que entraba por esa puerta –que cruzaba aquel umbral– todo momento se volvía especial: blanco y negro, elegante, suspicaz y con un poco de suspense en la belleza. Quizá lo más cercano que habremos de vivir a ese primer plano de Grace Kelly en Rear Window de Hitchcock… Aquel frío día de febrero no fue la excepción, quizá y hasta fue el más grande de todos sus momentos. Suele pasar que las desdichas son la tinta de la pluma que ha de escribir el epitafio de los apesumbrados. Y en esta ocasión, sobre estas hojas donde suelo escribir acerca de mis amigos muertos, puedo decir que las cosas no terminan así. Si bien Abigail desapareció por años sin que nadie supiera de ella, a la larga resurgió como una mediana escritora que ha sabido vender, a la fecha, su obra a lo largo del continente que osa decir entender a Cervantes. ¡Qué puedo decir!, la justicia no es para todos, así como el sazón no se encuentra en cada sartén que uno compra en la confitería. 

No hace mucho fue que durante un viaje me topé con unos de sus libros. Me hice de él y lo leí en el trayecto. No puedo asegurar que lo que puso ahí se trate de una referencia clara a esos momentos que hoy conmemoro, pero a bien puedo decir que yo lo tomé de esa manera debido a que me hubiera gustado pensarlo así cuando estuve en momentos parecidos, y vaya que los hubo… El texto es el inicio de unos de los capítulos centrales y reza lo siguiente: “Lo que en realidad pasó, cariño, es que siempre hubo un desierto entre ambos. Y aunque podríamos haber intentado cruzarlo y buscarnos a mitad de sus arenas, créeme que de haberlo logrado, a pesar del sudor en la lucha, todo esfuerzo habría servido únicamente para compartirnos esa sed, esa inevitable sed, de vernos cada día.”

lunes, 2 de noviembre de 2015

Sicario

REDONDO.

Sicario
Tierra De Nadie: Sicario (Dennis Villeneuve, 2015)

En la ultima escena de Sicario, Dennis Villeneuve resume el discurso de su más reciente trama de una manera por demás sencilla y directa: la familiaridad de una sociedad con el disparo y bajo el vestido de la violencia; la bienvenida de estos factores a la usanza diaria y cotidiana… y es que al fin y al cabo, la vida debe continuar –aunque no se sepa hasta cuando– ¿qué no?
Bajo el guión del primerizo (en dicho rubro) Taylor Sheridan, el drama se inspira abiertamente en los secretos a voces del mundo del narco mexicano bajo los limites de la legalidad por parte de las autoridades de los Estados Unidos por detenerle el paso en su territorio: un mundo lleno de tratos ocultos e interrogantes cuya respuesta no llega bajo palabras sino en acciones que se alejan de lo que podría parecer el modo más justo. El entramado aunque bien presuponga en su camino un número importante de incógnitas resulta fácil de seguir, el objetivo es claro y aunque no se nos mantenga al tanto de los pormenores (nuestro personaje principal, novata en estos enceres, no entiende del todo el quehacer de sus nuevos mandos así como el suyo propio dentro del cometido), vamos captando el descenso a un mundo amoral donde la supervivencia y la resistencia son los fantasmas invisibles en el camino. 
La dirección actoral de Villeneuve es de choque, contrasta las personalidades de los personajes en núcleos; disimiles parejas cuyos componentes dispares mantienen propósitos comunes con intenciones discretamente diferentes. El laberinto temático de las opciones, pues, las elecciones por continuar, seguir o mantenerse al frente de batalla sea cual sea la causa y la meta se abren paso de esta manera, con la tesitura de abrir y dejar paso a la fuerza actoral más que a una puesta en cámara que resulta sencilla pero sumamente eficiente. La apuesta por mantenerse cerca del crudo ámbito del mundo retratado se manifiesta en la llana manera de los elementos restantes, asunto que suma a la belleza de una trama áspera y severa. 
La minimalista música de Jóhann Jóhansson hábilmente genera una atmósfera de incomodidad y presagio de una espesura que se carga sobre los hombros incluso saliendo de la sala. Igualmente el trabajo –siempre sobresaliente– de Roger Deakins tras la cámara ayuda a mantenernos dentro de las acciones de un pequeño grupo cuya cerrazón se va volviendo el nudo de cierta incertidumbre que habrá de resolverse de alguna u otra manera. La cámara se mantiene al filo del limite entre el diegético espacio de nuestros personajes y el universo del crimen que se retrata. Nótese la escena en que se presentan los cuerpos colgados; la escencia se queda dentro de la acción de las figuras centrales de la trama (y su plan) más que detallar dicho escenario. Nos mantenemos cercados en la visión de los protagonistas (algo que el mismo director ya había resulto de buena manera en su anterior cinta Prisioners). 

Los decorados de Patrice Vermette igualmente recaen en la naturalidad, en el mero aspecto de los espacios que se recrudecen con el contenido de la violencia expuesta: descubierta, abnegada; sacada a la luz con un falso asombro y una cotidiana pesadilla. El cuadro, de aspecto vació por la gama de colores usada, se recarga con el contenido. No estamos pues ante una cinta que explore la violencia de una manera atroz sino una que la revela de una manera cuasi documental aunque para el desenlace se caiga (en cierta escena clave) un poco en toques melodramáticos.
Sicario, que malamente en México tuvo que renombrarse, resulta un cuadro vivo de la situación actual que se vive a menor o mayor medida en algunas de las regiones  más empobrecidas del país. Dennis Villeneuve retrata la situación con el toque que ya lo caracteriza: ecuánime y desde la distancia con soltura y elegancia. Con crudeza, gusto y garbo. Bajo la plástica de nuestros días y de los que habrán de venir, deriva en no más que un fresco. No más que eso. 

Tierra De Nadie: Sicario de Dennis Villeneuve
Calificación: 3 de 5. (Buena).