Replicantes.

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España, 2009.

Sunset Boulevard

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El que Busca Encuentra

lunes, 29 de octubre de 2007

Borrasca

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Para este lunes decidí improvisar un poco sobre los espontáneos días de asueto que tuvimos la semana pasada, algo en lo que me sale lo total mexicano. Dígase de otra forma, no estuve muy de acuerdo pero bien que disfrute de la celebre flojera.

BORRASCA.

Antes de dirigirme a mi querida sección de nota roja, aprecié un poco las imágenes de los diarios locales que presentaban los daños que ocasionaron los vientos de la semana pasada. Benditos pero irracionales vientos debo admitir, pues gracias a su repentina aparición se me otorgaron dos días de descanso que no supe aprovechar como siempre.
Los vientos, pues, fueron, de nueva cuenta, parte de esa paranoia colectiva que aprecio tanto; esos momentos de debilidad en el razonamiento que se defienden con el discurso del bienestar ajeno. Obviamente cada uno de estos rubros puede llegar a ser sincero - merecidamente debo aclarar - pero en la mayoría de los casos, como en esta ocasión, sólo fueron parte de una estrategia más de los anhelos…
Sinceramente no encontraba razón importante para que se suspendieran labores en muchos de los lugares de esta capital, pero así fue, el mandato me llevó a dormitar unas cuantas horas más en mí arropada cama, algo que en efecto mí cuerpo aprecio pero que sinceramente me pareció fuera de orden, sobre todo después de ver como el sol iluminaba con ansias todo el terreno, que si bien no era del todo calido; por lo menos sí hacia menos antiestético el horizonte. Incluso las noches eran bellas. ¿Alguien alzó la mirada durante la noche del miércoles para ver el espectáculo? Incluso, si se ponía un poco de atención, se podía observar a un grupo de aves deambular hacia lugares mejores.
Durante aquel par de días de asueto no hice mucho de buena labor - debo reconocer. La mayoría del tiempo me la pase tiradote en la cama - o bien en un sillón - viendo un poco de la embutida (de ignorancia) programación de la televisión comercial; algo que no hacia en mucho tiempo y que disfrute ampliamente. Hacía ya un buen rato que no me reía y me asombraba tanto del analfabetismo de la gente que sale a cuadro; algo verdaderamente impresionante y reconfortante. Me sentí, pues, parte de la sociedad en su entereza.
Esta paranoia colectiva que asombró a aquellas frágiles mentes que aún creen en el discurso Hollywoodense del fin del mundo, me acercó a la hermosa vida común del hombre y mujer - habitantes de México. Algo que, siendo sincero, es atrayente pero a la vez burdo, falso, incoherente, irracional y demás bellos adjetivos que se le pueden agregar a la televisión mexicana. Ese surrealismo del que tanto hablo con mucho agrado.
En realidad no sé que hubiera sido mejor; si en efecto una tragedia se hubiera suscitado, que no estaría mal para ver si es justificable tanto borlote, o si todo hubiera caído en la realidad y todos nos hubiéramos aguantado la fuerza de los vientos y el frió con un rostro impávido; con un semblante de aquí no pasa nada. Algo a lo que estamos realmente acostumbrados desde hace ya varias décadas, sobre todo políticamente.
Después, claro, me devolví a mi realidad; a la que no es artificiosa y no declara a la agente bella como símil de gente importante. La de la nota roja, la que comenzó este relato y la que emprendió mi viaje mental ante tanto ilógico y desatinado juicio. Ahí descansaron mis ganas; se revolvieron un poco con el infértil terreno de los sueños y comencé de nuevo a creer que peores vientos están por venir, vientos que no azotaran árboles ni letreros, que no moverán carros ni montañas - como la fe. Entonces reí, no me encontraba descansando sino malgastando las oportunidades de la vida, dejando pasar la ocasión para demostrarme que puedo ante la adversidad. Situado debajo de un par de colchas, la vida transcurría mientras nos justificábamos por medio de los mandatos ajenos a nuestra propia experiencia de vida. Digamos que eso somos: una simple oración no enunciada que encaja en la apatía de nuestros ya ilocalizables sueños. ¡Que mejor!

lunes, 22 de octubre de 2007

Herencia

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Para esta semana había decidido hablar del caso Fox; directa y claramente de todo lo que se dice aquí y allá, de los enojos y todo ese humo pasado que en alguna ocasión lo vanaglorio -o por lo menos él y su esposa intentaron de la manera menos humilde. Así que intenté relatar alguna opinión sobre el asunto pero se me hizo demasiad corriente. Opté, pues, por una historia que no tuviera mucho que ver pero donde el ex-presidente ya estuviera muerto (poéticamente) como bien se ha estado asesinando últimamente.

HERENCIA.

¿Y si toso muy fuerte? Me cuestionaba, preocupado, un amigo del tipo acongojado, digamos que todo lo que pasa - así sea lo menos preocupante posible - es razón suficiente para desear jamás haber existido. Algo que le preocupaba mucho a su novia, pues ella es del tipo honrosa, de aquellas mujeres de la pretérita guardia que se propone seguir durante toda su vida con una vida jovial y juvenil (dígase de otra forma; de las que se reúnen y se reunirán, bien vestidas, todas las tardes a platicar en el café para desarmar y replantear los arquetipos de la vida social). Obviamente, los conflictos se acomplejaban en demasía en la inconsistente y frágil vida de uno de más de mis amigos/personajes, estereotipos pues, de esta oblicua percepción que me caracteriza.
Estábamos arribando a un funeral donde varias personalidades de envergadura se darían cita; yo llegaba con un desvelo de dos días y él con un cuadro contagioso de gripa y tos severa, de esas que cuando empiezan no paran sino hasta varios minutos después. ¿Y si toso muy fuerte?, me pregunto justo antes de ingresar a la sala donde se encontraba el muerto - algunos llantos se oían a la distancia. No te preocupes, le dije, lo más seguro es que yo ya este bien muerto (de dormido) y reímos, después de unos segundos tensos en que nos miramos fijamente por el mal uso de mis palabras en el contexto.
Al ingresar, percibíamos al fondo el ataúd; muy parecido al de todas las demás salas por cierto; digamos que el fallecido había escogido una fecha bastante concurrida para darse a la fuga de la vida. Y es que en un momento de la trasnochada, nos llegó el hastió y decidimos dar una ejercitante caminata por todo el lugar, mientras recopilábamos todas las secciones del diario que estaban esparcidas entre todos los llorosos seres que empezaban con el eterno - y nostálgico - recuerdo de sus difuntos.
En un momento de la lectura; después haber conseguido en su entereza el ya moribundo ejemplar del diario, me cuestioné mi presencia en el lugar; en realidad no sabía ni conocía al fallecido. Lo único que me unía a él es que estaba cerca de los ahora dueños de su cuerpo, pero eso aún estaba por verse. Había logrado escuchar, por medio de rumores, que existían ciertos grupúsculos de la familia que querían obtener sus restos, así como el sombrero, las botas y los carros.
¿Y si se levanta el muerto? Comencé a imaginarme y cuestionarme en mi muy particular sentido de representación de la realidad. ¿Se enojaría, o bien, decidiría en vida hacía donde repatriar todo su legado? ¿Qué pasaría?, ¿se asustaría la gente?, ¿correrían a aclarar ciertos asuntos?, ¿se le acercarían con pedimentos de anhelos pasados?, ¿saludaría de nueva cuenta a sus familiares y seres queridos? ¿Qué ocurriría en el caso de que el cuerpo se levantase con el grito publicitario de que aún no ha muerto? Al fin de cuentas, sería únicamente un cuerpo, un zombie con gemidos semejantes a la voz humana.
Desperté del letargo esquizofrénico quince minutos después, proporcionado, claro, por el insípido café que otorgaban en la sala; presumiendo, claro, de que provenía de uno de los cultivos más celados (por no decir secretos) de alguna de las propiedades más cuidadas del difunto. Me encontraba ya en la última sección del diario, la de sociales. Había pasado por todas las hojas mostrando interés en ellas pero planteándome y replanteándome todas las dudas antes descritas. Ahora sólo me quedaba observar la gente “bien” que maneja intereses por medio de sus apellidos. El día comenzaba a mostrase, la luz empezaba a iluminar el lugar; el diario que sostenía también estaba muerto y yo estaba a punto de desfallecer entre la aburrición de la situación y los exagerados ronquidos de mi compañero.

lunes, 15 de octubre de 2007

Poli...

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Bueno, la semana fue demasiado para mí; hubo muchos casos de los cuales poder hablar, lamentablemente no pude ahondar en uno más que en la emoción de tan peculiar y agradable semana.

POLI…

Hay semanas malas, sí, donde me es difícil encontrar alguna historia que escribir, donde la complicada experiencia de observar los pequeños detalles me lleva al hastío. Entonces, me siento frente al monitor y exacerbo pequeños relatos de la penosa política mundial, de la vaga humanidad de la que está hecha la sociedad, sus ambivalentes valores que no admiten, o de cualquier otro asunto que quiera externar. Sentado, en la nocturna experiencia del desvelo, tomó (ocasionalmente) una copa de vino y me pongo a escuchar alguno que otro bossa nova. Pues, me siento a escribir. Terminando prendo el televisor para observar alguna película de Wes Anderson - o bien secuencia de alguna. Creo que prefiero ir a dormirme con una sonrisa en la boca; sabiendo, claramente, que el mundo y todo este universo de perdedores que habitamos en él, aún puede darme y darnos muchas alegrías.
Hay semanas malas, claro, todos las tenemos. Hasta las historias se ocultan un poco para no llamar tanto la atención, pero como todo, hay veces que se dejan venir en cascada. La semana pasada, pues, fue para mí un regocijo tal que no supe ni en que centrarme para ponerme a escribir. Los relatos eran tales y tantos que no había en mis interiores otra cosa que alegría desenfrenada; se podía hacer tanto con tales seres que llenaría una buena parte de mí anecdotario de vida.
Uno de mis personajes favoritos reapareció con fuerza; fiel a sus oblicuos actos que realiza con un alto grado de soez improvisación (o bien por mandato femenil), nuestro ex presidente estrenó un libro sobre sus memorias en la presidencia, bien esto puede llegar a significar dos cosas; o ya se percató de que su mandato ha muerto (por fin, ¡que bueno!), porque sino, ¿con que otro objeto escribir los relatos de una experiencia pasada? O bien, tenemos en nuestras manos el primer tomo de una publicación con tintes de ser tomada en serio, relatada (de alguna forma) por un limitado - de conocimientos - publicista (como lo son casi todos) que cuenta con toda una gira de estrenos cual estrella de música popular (aunque con tintes de sacar un segundo álbum en la onda ranchera). ¿Será que tenga que ser lectura obligada para los diputados de la comisión que lo investigará?
Por otra parte, y sin hacer menos el evento, está la ingrata trampilla “estudiantil” que realizo Madrazo en cierto evento deportivo. Pero muy a pesar de todos los que con ironía han tratado el suceso, yo he de entenderlo por medio de una lógica espiritual. Una travesía fantasmal sólo podía ser realizada por un espíritu chocarrero - y más que mangoneado - de la política nacional. Yo opino que para el siguiente maratón ni esté en el balazo inicial, que se aparezca así de repente como el espiritú de los maratones pasados, en clara alusión al ya también más que mangoneado cuento de Dickens (al fin, tal para cual). O mejor aún, que aplique la de su gobierno, que ni participe y salga triunfador.
Para lo último dejó algo que llego al hecho de darme bastante ternura. En este semana - gloriosa repito - se nos dio el berrinche terrenal de un ser que tiene poder celestial, ¿qué como es eso?, yo también me lo he preguntado. En otras palabras, más seculares y menos vanagloriadas por el vaticano; me refirió a la demanda del Cardenal (ustedes saben cual), por supuestas - pues aún no se comprueban - amenazas de muerte. Yo sinceramente no encuentro sentido al temor social que expresa el jerarca de la iglesia católica mexicana. ¿Qué no todos ellos esperan algún día poder estar de frente con el creador? ¿Qué no está matrimoniado con el mismísimo hacedor de los cielos y el tiempo? ¿Qué no son ellos los que nos quitan ese temor al último aliento cuando está por suceder? ¿Qué no ellos son los que alientan a los pobres de fe? ¿Qué no son ellos los regidores de la eterna palabra? Al parecer no; pero yo la verdad compruebo una vez más la existencia de un ser todopodersoso, pues esta semana fue todo un hermoso milagro.

lunes, 8 de octubre de 2007

Se me olvidó que te olvide

EL BOLSILLO IZQUIERDO

En está ocasión me di a la tarea de politizarme - como si eso fuera una gran labor. Mi intención antes de empezar a escribir era otra (como se leerá en la columna) pero como también explico ahí, me ubique en el tema de moda; ya cuando este había pasado de estar en boga. ¡Que mejor!

SE ME OLVIDÓ QUE TE OLVIDE.

En fin, la semana pasada fue otro 2 de Octubre más, que para enojo de los pseudo-socialistas posrevolucionarios que tenemos en la ciudad, pues ha sido rebasado ya en los dos lemas (interpretados como cánticos futboleros) que existen desde hace algunos años; el histórico “2 de octubre no se olvida” y aquel, un poco más moderno, que parafrasea irónicamente el anterior “2 de octubre sí se olvida.” Y es que particularmente, observo como esta fecha ha pasado ha ser un artilugio más para el desmane sinsentido por parte de ciertos sectores sociales que sólo ubican pretextos, en cualquier fecha del calendario moderno de la vida política/social del mexicano. Ahora sólo falta que quieran conmemorar el día del levantamiento de los maestros y el sindicato en Oaxaca. - pero todo se puede esperar.
El 2 de Octubre, pues, ya no tiene derecho a cánticos legendarios que en alguna ocasión, en efecto, sí tenían un trasfondo real y de mucho peso. El 2 de Octubre ya se olvido, es por eso, que ya ningún lema, de los antes citados, le hace honor. Esa época esta muerta, y para aquellos que buscan que los inculpados toquen la cárcel, deben repatriar su fe al hecho de que en este país ya se conoce mayormente el hecho. ¿Acaso será nuestro JFK? ¿Dónde está entonces nuestro Oliver Stone? ¿En los Three Amigos?, no lo creo.
La semana pasada bien pude escribir sobre esta fecha pero no quise, se me hizo algo irrelevante, sería darle una importancia ya pérdida. Todos conocemos los hechos en alguna de las versiones existentes; todos tenemos nuestra postura ante como se ha llevado este caso durante todos estos años. Y por todos me refiero a aquellos que en alguna parte de nuestras vidas nos documentamos y estudiamos (en cierto nivel) el evento suscitado en una de las colonias más injuriadas en la historia de este país. La fecha tal, que se celebro el martes pasado, es más una industria en pos de ir y reventar vidrios con piedras por parte de los preparatorianos y universitarios, que de rendir tributo a los caídos en uno de los eventos políticos más embarazosos de esta nación, en una época donde la juventud requería de un cambio global. Es, pues, un recorrido anual de diversión “rebelde” - como en la telenovela - para aquellos que han de heredar el mando del país.
Así que la semana pasada obvie el suceso; decidí que sería hasta esta en que hablaría de ello. Sí es que no encontraba algo más interesante, claro; algo que sucedió, pues moría de ganas de hablar del artista caído del cielo; el otrora presidente municipal, pero bueno, en fin. Fue en una conversación relámpago con algunos colegas en donde todos departíamos sobre lo obsoleto de la fecha, lo que me instó a inclinarme por este tema.
Ahora bien, el hecho de haber dejado pasar la fecha, de poner a un lado la nueva moda de la inmediatez en los medio de información, se refirió a esta debilidad humana ante el olvido, a todos nos encanta relegar en el tiempo los sucesos para poder recordarlos a nuestra manera, instaurar fechas en los calendarios para solventar nuestros odios ante modelos económicos - y políticos - que difieren del estilo que nutre nuestra ignorancia.
El 2 de Octubre se olvidó. Hace tiempo que sólo es una fecha más que a algunos les hace rascarse la cabeza para poder recordar algo. Es parte de un olvido colectivo que ya no sirve de mucho para exigir un mejor desarrollo social, es un pretexto para todo aquello que se quería abolir. Ya quedará en aquellos que en efecto lo registran, el cuestionarse si en efecto sirvió. Yo diría que sí, que su labor está hecha y ahora debería guardarse en las doradas páginas de la historia, nada más.
La semana pasada celebramos, mayormente, una marcha de pedradas y barbarie. Se han borrado ya los factores de abolengo, como en otros países ya se ha hecho.
Yo espero, ferviente y sinceramente, el momento en que en el 11 de septiembre sólo celebremos la caída de dos deleznables edificios. Libertad, horrible libertad.

viernes, 5 de octubre de 2007

Los 400 Golpes

REDONDO.

Los 400 Golpes.
Les Quatre Cents Coups (François Truffaut, 1959)

El cine de Truffaut es un bello embalsamamiento de vivencias propias de una época hallada, la suya propia - un sutil pincel que antecedió a los movimientos estudiantiles de los 60. Como uno de los fundadores de la Nouvelle Vague, fue un crítico que dio el difícil paso a la realización - un autonombrado discípulo del otrora maestro del “suspense” Alfred Hitchcock - un auteur.
En su opera prima antecede y prevé una problemática social; divaga sobre las nuevas necesidades en un mundo que no logra enfrascar a dos grandes bloques sociales encontrados en un mismo espacio tiempo; una joven y apenas naciente - que no logra aún encontrarse en el camino - y otra desentendida de la que le proveerá. Estamos, pues, en la antesala de un encrespado movimiento de quiebre general, un desentendido colectivo que se desarrolla en el desentendido mismo; una obligación al espectador a mediar los espacios de la conciencia y el entendimiento social, un lienzo en blanco que se llena de golpeteos constantes contra un advenimiento ineludible. Antoine Doinel, nuestro protagonista, es el eje guía de un grito generacional; una voz callada por una moral relegada en el tiempo; una esencia que se escucha y escucha únicamente en prisión - en ese lugar no muy diferente a la institución escolar - que enmudece en el aletargado encuentro con el mar; con el limite de la libertad humana.
Los 400 Golpes de Truffaut es una victoria ante una industria que llena los recovecos que se da el lujo de fabricar, un golpe que se hunde en las carencias de una modernidad que aún se encuentra en ese último trayecto con la ilusión de escapar. Un camino que asciende ante los ojos del desentendimiento humano, ante su misma raza, ante su propio desarrollo. Es una extraordinaria combinación de elementos irascibles, hilarantes, ridículos, irritables, incontrolados y poco festivos; es una representación digna de la realidad. Una visión que se logra ante los ojos de los que no esperan ninguna conjetura disciplinariamente descrita y urgida de presentarse en el cine como manufactura industrial. Es un respiro que da miedo, el halito de lo que va morir y de lo que está escapando.
Truffaut debuta en el cine con este largometraje, no obstante de contar con dos cortometrajes anteriores, demostrando fuertemente un control total sobre un lenguaje cambiante, sobre el asentado discurso de quiebre de la nueva ola del cine francés a mediados de los 50. Redime al autor y delinea su entorno, no globaliza su contexto, explora su naturaleza, nos pone de frente al rostro de un niño con vida adulta y sueños de un concepto incomprendido de libertad. Retrasa su destino con la mano amiga que desparece cuando el limite de la aventura peligrosamente se acerca, cuando el beneficio personal es más que el colectivo. Cuando el individuo sobresale ante la masa, cuando el escape es personal y el salvamento es propio.
La carrera de Truffaut comenzaría con el pie derecho, con los ojos de su personaje central retrocediendo la guardia, con la mirada pérdida y desconsolada observando que no hay más que regresar. Con el destino por delante y las promesas de la independencia por detrás, con la realidad de frente y los sueños perdidos en el mar.
Antoine Doinel es un niño que declina su juventud ante los problemas que suscita su vida; cada vez más rápidos, cada vez más fuertes. Es un destino trazado en un desarrollo trunco, un largo caminar hasta la mirada deseada, ante la oferta de la libertad.
Los 400 golpes de Truffaut es una ventana ante su mirada, un espejo tras otro espejo que refleja (y refleja) y deforma y desnuda, una sombría experiencia que de vez en cuando recibe un fragmento de luz en un rayo, una sombra que en ocasiones se traga el humo llevado en los bolsillos. Un niño que se encara ante la necesidad de su destino y es golpeado rotundamente. Los 400 golpes de Truffaut y Antoine no quedan dispersos en la trama, son los nuestros también.

Los Cuatrocientos Golpes de François Truffaut
Calificación: 5 De 5 (Un clásico).

El Gigante de Hierro

REDONDO.

El Gigante de Hierro
(The Iron Giant. Brad Bird, 1999)

Mucho es sabido ya acerca de la llamada Guerra Fría; ese enfrentamiento político entre las dos más grandes potencias mundiales de las décadas de los 50, 60,70 y 80 que con esquemas económicos distintos, estuvieron a punto de dar paso a la tan temida tercera guerra mundial, el enfrentamiento nuclear que la generación de los escritores Beat declaraba como el fin del mundo. En el documental “No Direction Home” de Martin Scorsese, se nos presenta a uno de estos grandes literatos Beat indicando una de sus más grandes dudas; ¿si todos desaparecemos quien nos recordara? La guerra fría tuvo su más lúgubre etapa cuando la carrera espacial era el eje rector del orgullo de dichas naciones; el espacio debía ser conquistado. Algo que aún hoy se declara en guerra por el actual presidente de los estados unidos.
Los finales de la década de los 50, así como el inicio de la de los 60 fue, pues, una época repleta de paranoia colectiva comandada por la ignorancia de dos gobiernos aún más obsesos, perturbados e ignorantes que la sociedad regida. Fue una era donde se administraba el miedo para los beneficios que todo eso pudiese tener.
De la mano de Brad Bird, uno de los mejores directores de animación de los últimos tiempos - posiblemente de la historia, por que no - se nos presenta a detalle lo acontecido en una de los períodos políticos más absurdos y penosos de la historia. Brad Bird se centra de manera muy inteligente en el problema, nos muestra como primera imagen el Sputnik I soviético (a un año de su lanzamiento) para posteriormente regirnos en lo que será su historia; el problema antes mencionado medido únicamente por uno de los bandos, el de los estados unidos. De por si sabido el más trastornado (hasta nuestra actualidad), debido a su también obsesiva manía de preservar y documentar todo lo hacen.
Un extraño ser, un hombre - o infante - gigante, de hierro; llega por error a nuestro planeta, a un pequeño poblado que jamás volverá a ser el mismo (como lo fue en realidad Rockwell). Un ser, pues, cegado a su propia naturaleza, a la razón por la que fue construido. Un ente de tierras lejanas que aprende de la mano de un niño (humano) a seguir las normativas de una vida con estricto sentido a una inocencia en vías de desarrollar el instinto colectivo de la paranoia antes descrita. El contexto que ubica el director es en sí tan sutil, que muchos lo han de pasar por inadvertido, o bien, como parte secundaria de un disertación meramente visual, un vil miramiento a la época. No obstante, es el grito de un gobierno que representa su odio en vía de un desarrollo social que ha de mantener el orden jerárquico de las cosas tal cual son, dicho de otra manera, una dictadura tan invisible como endeble - que tiembla por cualquier pequeño detalle salido de su control. Todo es una amenaza.
En este caso, las negaciones de una cultura tal, que llegan al grado de la falaz posibilidad de delinquir en el facto de expresar un sentimiento. La amistad, pues, está prohibida - hay que recordar que en esos años, el gobierno de estados unidos pedía a sus ciudadanos el acusar a cualquier vecino o familiar que tuviera ideas comunistas.
El Gigante de Hierro rebasa el relato de una amistad de proporciones épicas que trastoca de frágil manera los incidentales comienzos de la ciencia ficción, cuyos incipientes pasos eran parte de esta cultura que educaba, primordialmente para ir en contra de los “rojos”.
En una parte clave del filme, Dean, el niño amigo del robot, le enseña los valores del bien y el mal por medio de estas publicaciones con trasfondo nacionalista. Los buenos como gente bien parecida con superpoderes que lo pueden todo - invencibles, los malos, al contrario, como gente desapegada a la imagen y semejanza de esta raza (y cultura dicho sea de paso) en la que se refleja físicamente el propio robot que, en efecto, aún desconoce su mordaz realidad. Él es un arma, las armas matan y matar es malo, no obstante, el discurso moralista del filme reincide en el poder humano - y ahora universal - de la elección; una secular opción que deliberar en pos de que aún así exista la ambivalencia del bien y el mal, podemos elegir lo que queremos ser.
El Gigante de Hierro traspasa de manera eficaz las barreras estilísticas de lo que solía ser una película de cartones animados, abriendo paso a discursos visuales y de contenido mucho más complejos que vendrían después de ella. Se aleja de la narrativa melodramática y nos muestra la dualidad que existe en la naturaleza de todo ser viviente, rompe esquemas y no sólo se da el lujo de poner el buen mensaje a su público (que implica elección), sino que juega inesperadamente con la estética y la emoción de una manera que nos estremece, nos pone al filo de la silla y nos hace creer, efectiva y acertadamente, en que todos podemos sortear el destino, la cultura, la naturaleza, el odio y el rencor; no para ser mejores personas, ni para hacer de este mundo algo mejor, sino para poder convivir con todo lo anterior.

El Gigante de Hierro de Brad Bird
Calificación: 3.5 De 5 (Buena).

lunes, 1 de octubre de 2007

Replicante

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Para este lunes decidí hablar, tardíamente, del “buen uso” discursivo de nuestros políticos. Digo tardíamente por que se me ocurrió al tratar de encontrarle un sentido verdadero y funcional a lo expresado por nuestro presidente la semana pasada. Ya saben, después todo medio hablando de eso; aquí, allá, etc. Yo no quise quedarme atrás.

REPLICANTE.

Llueve, no se me ocurre otra manera de empezar; llueve. Llueve por que el agua cae, desde arriba y hasta abajo, donde rebota unos cuantos centímetros al caer al suelo, posiblemente sea la inercia, posiblemente sean sus ganas del volver al origen.
Las palabras no dejan de ser una analogía barata de las palabras, pero en el sentido estricto de la política, creo que no esta de más implementar esa baratez. El don de la palabra en la tan cotizada oratoria política, no es otra cosa más que una tormenta de proporciones olvidadas en un contexto diseñado. No es sorpresa para nadie saber que los discursos pronunciados en las altas esferas del poder son escritos por gente dedicada a implementar una realidad a futuro y meramente en papel, que encaje - junto al carisma y talento para el dominio publico del lector - con los anhelos de los más combatientes contrincantes políticos - muy de vez en cuando, con el pueblo.
A veces creo que los escritores de discursos son gente que gana su pan ingeniando pretextos y perdones para aquellos que no pueden conseguirlo. En tal ejercicio de imaginación, los analistas de dichos textos es gente similar; tratando de desnudar tales verdades bajo una visión nada real de la necesidad. Todo es un supuesto, ¿pero quien no lo sabía? Lo mejor es seguir conjeturando.
Por eso, cuando veo que alguno de esa raza gangsteríl que osa nombrarse representante del pueblo emprende su discurso, no asumo condición alguna sobre sus palabras que el sentido irónico del mismo relato; el completo vacío. Nadie sabe la verdad detrás de esas palabras escritas, pronunciadas, analizadas e interpretadas. Diseñadas, pues, con el objeto primario de enternecer la preocupación del poderoso - del “héroe” “asegún” - y dar posibilidad a la precisión y clarificación del mensaje entre líneas; que no deja de ser un reclamo al grupo opositor. Maravilloso. ¡Redondo! ¡Redondo!
Hace unos cuantos días tuvimos la oportunidad, nuevamente, de vivir este tipo de situaciones de manera masiva. El presidente se apodero de nuestras pantallas, cortando las tramas de las telenovelas favoritas de la nación; dando el paso de una disertación bofa a una de trasfondo semejante pero de mayor envergadura.
Llueve, pues, llueven palabras en estos momentos, vienen desde arriba y caen hasta abajo; desde la instancia más alta de la pirámide de una democracia fallida hasta los suelos de aquellos a los que los toco pasar la vida aquí. Aprendiendo diariamente a burlarse de la muerte; de ese inminente destino que se ha de experimentar en una pobreza que mayormente vive nuestra sociedad, pero que algunos, los que aquí leemos y escribimos, sólo nos queda imaginarnos.
Yo no caeré en el rol de hablar en nombre de ellos, yo no vivo su vida; yo hablo desde mí, desde un discurso que igualmente se estructura de palabras vagas, llenas de un hartazgo creado y sostenido por el humor negro que me fue inyectado hace muchos años.
Hablo desde la visión propia de que escucho gritar por un país mejor sin observar en las bocas el anhelo a dar el paso ineludible para la revolución necesaria, una no forzosamente violenta. Yo no quiero cambiar el mundo, creo, en todo caso, que lo que ha de sucedernos como raza, ha de estar justificado por todo lo que hemos edificado o destruido.
Oigo, pues, los gritos por una mejor nación ahogados en las pretensiones de concernir al rugido mayor, él que exclama por el mundo. Ironía que circunda alrededor del testimonio nacional. Queremos formar parte del cambio del mundo sin voltear a nuestra pobre realidad; llena de momentos, de palabras y de gotas que caen desde arriba, desde el poder (eclesiástico, político o de fe) hasta el más bajo (que siempre es el mismo en cada caso) con la inercia, posiblemente sus ganas de volver al origen para no caer jamás. Es como dijera aquella bella frase; “…todos estos momentos se perderán en el tiempo como lagrimas en la lluvia.” Buena Vida.