Replicantes.

Replicantes.
España, 2009.

Sunset Boulevard

Sunset Boulevard
España, 2009.

El que Busca Encuentra

jueves, 25 de febrero de 2010

The Hurt Locker

REDONDO.


The Hurt Locker
Zona de Miedo (Kathryn Bigelow, 2008)

El primer gran acierto que tiene la directora Kathryn Bigelow al comenzar su trama en su cinta sobre Irak, es el presentarnos su historia a través de una cita que es un tanto desconcertante. No obstante, la gravedad de la misma no es tanto su contenido como sí la fuente de donde proviene. La afamada directora de películas de acción, se apoya en una citación de su propio personaje central y de esta manera, nos invita y sube a un estrepitoso viaje de acción que es realmente excitante y cautivador.
Desde ese momento y con una muy buena mano, no deja que el espectador se pierda en una maraña de enredos extras a lo que en realidad se dispone la trama. En el cine de acción, obviamente, lo más sano es que el espectador se percate de inmediato del argumento y se deje llevar por las secuencias que, no está de más decirlo, deben ir creciendo conforme pasen los minutos. Y es que en este género no se puede dar uno el lujo de ir matizando conforme la historia avanza. Las cosas claras desde el inicio ayudan a que el auditorio, por supuesto, no se pierda dentro de la cinta pensando y repensando lo que se suscita frente a ellos. Y como he dicho, el primero (de muchos) aciertos de la directora, es dejarnos específicamente claros de que va su historia incluso antes de mostrarnos la primera imagen.
The Hurt Locker, entonces, es una cinta de acción plena que se sitúa en Irak, pero sin todo el mecanismo discursivo del bien o el mal que en realidad, si somos un poco honestos, es exhaustivamente cursi en otro tipo de cintas que tocan el tema. Y es que ese otro de los grandes aciertos que se encuentran en esta cinta, pues la directora hace a bien decidirse por guiarnos a través del Sargento William James (en una muy buena actuación de Jeremy Renner), nuestro personaje principal, que se encuentra estoicamente más allá de ir en contra o a favor de una guerra que ya es hasta ridículamente polémica en la vida real.
Y como una buena cinta de acción, desde que se nos presenta la historia, la emoción de adrenalina no decrece en ningún momento, salvo los pequeños lapsos, necesarios todos ellos, claro, donde la directora se da el lujo de hacernos ver el posible lado más humano de nuestro personaje principal.
Kathryn Bigelow da rienda suelta, entonces, a una cinta que, como ya mencioné, se aleja de descalificar o polarizar –aún más– la guerra de Irak y se centra en algo que si nos ponemos a pensar, es en realidad aún mucho más tétrico. Y es que nuestro carácter central tiene una pequeña manía: es en realidad un adicto a las guerras, y simplemente no hay algo que no le gusté más que enfrentarse al peligro cara a cara, y si se puede, desnudos también, ¿por qué no?. Estamos, pues, ante un personaje fascinante que le gusta colocarse en los abismo más oscuros de la humanidad. Y fuera de todo esto, le sumamos su carisma y su interés por parte de esa cultura que ha invadido, no obstante de ser esposo y padre de familia. Cosa que al parecer no puede son su pequeña enfermedad. Y así, alejado de toda condescendencia humana, en realidad es un ingeniero que desactiva bombas y siempre se salta los protocolos para, ¿por qué no?, ponerle un poco más de sazón al asunto.
Entonces, claro, nuestra directora, toma las riendas de la telaraña y sin más, en secuencias que no dejan más que ver la ya trabajada mano de sus venas de amante de la acción, seguimos a este Sargento junto a sus dos compañeros que tiene más miedo de morir que de seguir viviendo. Y sobra decirlo tal vez, pero el choque de estas ideologías crea un ambiente tan de acuerdo con los conflictos que se ven en pantalla, que en realidad la película no deja que se te escape ningún detalle de ella.
Ahora bien, dentro del orden, esta cinta no es en si un film de Irak. El conflicto bélico en realidad es sólo un mísero pretexto de ubicación para poder contarnos la historia de un hombre que ronda la muerte por senderos inhospitos con total gusto y agrado. Y que aunque la vea de frente en muchas ocasiones, en realidad nunca nada le ha valido para irse con ella.
Kathryn Bigelow, pues, logra con The Hurt Locker, una combinación de calidad en los elementos que centran y rigen los códigos de acción con los de la guerra. Hace alusión a un tema de moda, y sale muy bien librada. Acompañada de la excelente cámara de Barry Ackroyd, que con sus acercamientos nos cierra más al universo de este complejo hombre que en realidad, lo único que busca es la excitación de estar cerca del abismo, se suma a los talentos de la edición de Chris Innis y Bob Murawski que sin querer estar detrás, crea ese ambiente de invisibilidad entre los cortes que uno en realidad aprecia las secuencias como si las cosas se estuvieran suscitando en el momento. La música de Marco Beltrami y Buck Sanders logra al igual su acometido, pasando desapercibida pero multiplicando la emoción cuando se le requiere.
No lo sé yo del todo. Divagare acaso, pero creo fervientemente que en esto de la guerra de Irak, al parecer las mujeres han dado una muy buena enseñanza a los directores hombres de acción, que al parecer sólo quieres ponerse en alguno de los lados. Y no me refiero sólo a esta cinta, no, pues debido a la temática, cabe aquí también traer a colación los 4 capítulos que dirigió Susana White para la tan bien, muy llevada miniserie de HBO, Generation Kill (2008).
The Hurt Locker, pues, es una cinta a ver. Es una película que atrapa y no cede en ningun momento. Es una real cinta de acción. Un trabajo de alta manufactura y más allá de lo recomendable. Queda claro al indagar en sus interiores, por supuesto, que es, sin duda alguna, una de las mejores cintas el año.

Zona de Miedo de Kathryn Bigelow
Calificación: 4 de 5 (Muy Buena).

A Serious Man

REDONDO.


A Serious Man
Un Hombre Serio (Ethan & Joel Coen, 2009)

En una de las escenas centrales de “Un Hombre Serio”, décimo cuarto largometraje de los Hermanos Coen, Larry Gopnik, el personaje elegido en está ocasión para hacerle la vida imposible (como es común en las cintas de estos ya más que experimentados hermanos cineastas), lo encontramos deshecho e implorando ayuda ante el conocimiento de lo súbitamente espiritual. Ante el misterio de lo desconocido, ante la afrenta del deseo de obtener una simple respuesta ante su vida, que paso a paso, minuto a minuto del film, se va desmoronando de una manera tan ágil y vertiginosa como absurda y risible para un espectador que poco a poco va desperdigando su humanidad en la sala, hasta quedarse, claro, sin corazón ante un final tan abrupto como cruel, sincero y fatídicamente desolador. Obviamente, como es común ante las historias de estos realizadores, en dicha escena citada, es el pensamiento mismo lo que le quita la oportunidad de respuesta a nuestro personaje central. Simplemente el sabio no puede atenderlo porque se encuentra en meditación.
Con los absurdos de una comedia puramente negra, los Coen nos sitúan a plenitud en una ciudad americana que conocen por méritos propios, pues es esta la era y la zona que recorrieron cuando eran apenas unos adolescentes. Y es en esta licitación de remembranzas que consolidan la peor de las pesadillas en lo que es uno de sus personajes favoritos de toda su carrera fílmica: El Hombre Común. A la vieja usanza bíblica de Job, sí, aquel hombre fiel y bondadoso al que su Dios siempre le pone pruebas terribles para medir su resistencia, los Hermanos se desenvuelven en lo que mejor saben hacer, un cine personal y abierto que aventaja a muchos de su generación.
Es sin lugar a dudas, la cinta más personal que hayan realizado hasta ahora. Llena de un humor fino que raya más halla de la negrura y que rebasa lo patético, y que se dirige con un ritmo tan homogéneo y fluido que uno no puede sino hundirse en su mensaje, que dicho sea de paso, es doloridamente tan oscuro como maldito.
La trama en si no es tan del todo compleja. Es una sencillez que poco a poco se va tornando en una pesadumbre de vida. A Larry Gopnik, un profesor con sueños de ser elegido catedrático de matemáticas en una universidad local, le cambia la vida de un día para otro sin notificación alguna. Simplemente de un momento a otro todas las cosas parecen ir mal, se separan del trayecto de una meta trazada y la vida simplemente comienza por dejar de funcionar. Chantajes, divorcios, mudanzas, muertes y roces con la policía son algunas de las tantas cosas que harán a la vida de nuestro protagonista una experiencia exhaustiva. Y para no dejar de lado los absurdos, y de paso hacer un poco más agobiante la experiencia del pobre Larry, los Coen se regodean con el sufrimiento de este pobre hombre haciéndole incluso fallar la antena de su televisión cada que se le ocurre al día.
Como es costumbre, los Coen invaden cada cuadro de la pantalla con su particular universo. Sus personajes (quizá su mayor experticia en el séptimo de arte) son tan peculiares como estudiados. Su mundo, pues, se abre paso ante esta cinta con cada minuto, los ritmos pausados en las actuaciones no hacen más que invadir la sala con esa lamentable ficción que de vez en cuando, y casi sin querer, no te deja de otra más que soltar la carcajada ante la suerte del personaje central, convirtiéndonos claro, en un verdugo más para el pobre individuo. Dicho de otra manera, los Coen juegan tanto con el espectador como con sus personajes de una manera muy clara e inteligente. Nos convierten, así, en parte de aquello de lo que se huye en la cinta y que al parecer nadie se puede explicar en verdad. Ni se explicará, claro. Basta recordar esa secuencia de la anécdota de los mensajes en la dentadura para darnos cuenta como se burlan de una manera muy fina del espectador. Y es que una de las primicias de esta cinta, es que en realidad nadie sabe nada y las respuestas, quizás, sólo se encuentren en el sufrir cotidiano.
Al pasar los minutos de la cinta, y mientras vemos cada vez más la lógica del absurdo derrotar la vida de un hombre que ha luchado por ser un tipo serio (incluso él lo dice en esa misma escena con la que comienzo este escrito), no cabe duda que los Hermanos directores han saldado cuentas pendientes con aquellos años. Si bien sus tópicos siempre son el de hacerle daño de maneras muy peculiares a sus personajes, en esta, su cinta más personal, se ensañan de una manera no antes vista y podemos decir, sin temor a equivocarnos, que nunca habían hecho sufrir tanto a uno de sus personajes. Claro está que cuando hablamos de Los Coen, eso siempre se traduce en una sumamente original puesta en escena llena de matices –tan diminutos algunos– que uno cree que en realidad ese mundo existe al salir del cine. Lo cual sería en realidad una desdicha, quizás. ¿Quién puede saberlo?
Y rodeados de su equipo habitual, como es usual, Los Coen van fabricando esta cinta con los argumentos antes descritos. Los pormenores de sus departamentos son tan sutiles que uno simplemente se queda con el mundo representado en la pantalla. La siempre eficiente Mary Zophres en los vestuarios, la casi siempre imperceptible banda sonora de Carter Burwell, el montaje de Roderick Jaynes (que son los Coen en realidad), y el regreso de Roger Deakins en una, como es costumbre en él, excelente fotografía, que en este caso, hace incluso que el patetismo que rodea la vida de este poblado, sea mucho más oscura que colorida, dicho sea de paso.
Un Hombre Serio, pues, es la nueva apuesta de Los Coen. Una cinta distinta, más cerca de sus primeros filmes que los últimos más premiados. Sin estrellas de renombre y con un estilo muy independiente. Quizá no sea alguna de sus mejores cintas, no se puede decir eso, como tampoco definirla como la más digerible de su filmografía, claro. Está claro, no es una cinta que recomendar si no eres muy cercano a ellos por ejemplo. Pero en efecto es muy recomendable si quieres ver una cinta con un aire fresco y distinto. Es, pues, una cinta que llama a los gustosos de su estilo y les da una lección de cambio. Es una película para los fanáticos de los Coen, a los cuales, creo yo, les va a parecer una grata experiencia. Es una historia abierta que llena los recovecos de unos Coen que se presentan muy honestos. No nos cabe duda ya, que en realidad, dentro de esos dos cineastas, se encuentran los pensamientos y las ideas más oscuras del mundo. Pero que más da, el mundo es cruel, y según los Coen, en esta cinta, también es un paraje hostil donde la esperanza y la fe tienen ya varios siglos de haberse retirado de la contienda. El mundo está perdido, pero que divertido fue verlo con la mano de estos buenos cineastas.

Un Hombre Serio de Ethan & Joel Coen.
Calificación: 3 de 5 (Buena).

lunes, 8 de febrero de 2010

Zombieland

REDONDO.


Zombieland
Tierra de Zombies (Ruben Fleischer, 2009)

En gran parte, los códigos genéricos dentro del proceso fílmico son la principal referencia al tratamiento de la temática que se va a abordar. Es por ello que hallamos siempre en el cine negro una analogía que se afrenta a los lados más frágiles y oscuros de los limites humanos, por citar algún ejemplo. Pero ahora bien, si tomamos un poco de distancia y aludimos hacia un cine que a primera vista rebasa los estratos de un “drama” en consideraciones más clásicas, probablemente muchos creerían que esta condición podría variar, pero por más que lo parezca; en realidad no encontramos mucha diferencia. Es más, podríamos liberadamente decir que incluso se incrementa. Sí, los géneros y sus elementos han sido durante toda la historia del cine, la herramienta más común y útil para poder enfrentar temáticas que no se permiten del todo con una claridad de verdad especifica. Dicho sea de paso, nunca se dice a bien lo que se quiere, sino que en el discurso cinematográfico recae –o debería recaer– siempre, un ligero encantamiento de disimulo que se manifiesta en las historias, temas y tramas, que en una película, aclarando el punto, no suelen ser en demasiadas ocasiones una misma, sino una variante para un mayor encadenamiento de conflictos. ¿A poco no es tedioso el darte cuenta de que todo lo que ves, es todo lo que hay? Sino lo es, lo debería (por mucho). Y sí bien continuamos en la linea de este antecedente, es más que obvio el llegar a la conclusión de que los géneros del Terror, la Fantasía y la Ciencia Ficción son los que más se han regodeado bajo este precepto. Sus supuestos “alejamientos” visuales de una imagen “real” del mundo y su contexto –oficial– que representa (tan sólo representa) el cine en general, les han permitido tomarse la libertad de tratar con las temáticas más duras socialmente mediante disfraces en ocasiones muy elegantes, y en otras zonas muy insumisos.
Este es al caso de Zombieland, una película sin mayores pretensiones que las de divertir y entretener, pero que nace de las más hondas preocupaciones de la sociedad norteamericana actual. Si bien el genero que amerita esta clase de filmes es el “Gore”, con la evolución que han manifestado en sus décadas de existencia las peliculas de zombies, muchos podrían colocarlas ya como un género aparte o un subgénero principal. Muchos incluso lo hacen. El genero “Zombie”, entonces, se aleja en ocasiones de los preceptos del anterior citado (“Gore”), y en muchas ocasiones nos ha otorgado humildemente unos muy insanos momentos de grandes carcajadas. ¿Quién puede decir que no rió en algún momento de “Bad Taste” (Jackson, 1987)? No obstante, la critica social nunca ha quedado detrás o alejada de los intereses “malignos” de este tipo de películas. Desde que George Romero presentara al mundo las reglas finitas de su inacabable saga de Muertos Vivientes, el enjuiciamientos hacía una sociedad consumista, en el especifico caso de Romero, se vio reflejado mediante una mano de empuñadura fuerte y sagaz. La comedía, pues, junto con la critica social y el horror extremo visual, han llevado a la recreación de un código genérico “Zombie” que si en el llamado original rayaba ya en lo inusual y metafóricamente imposible, ahora ha caído en un extremo que rebasa hilarantemente lo absurdo.
Es así como se nos presenta esta película. Como una comedia de absurdos donde las luchas que se confrontan son las más terroríficas posibles dentro de una sociedad puramente americana. Hacerte a la vida solo sin esos obstinados estándares de éxito social: sin novia guapa (o incluso sin novia alguna), sin trabajo honesto (sin laborar en algo), sin familia, sin dinero, sin ilusiones ni aspiraciones, y no sólo eso, sino que sin tu comida chatarra favorita también. Para colmo, este grave paraje se ve un poco más grumoso cuando lo conjuntas con un país infestado de gente muerta que reclama tu cuerpo; lo único que podrías acaso tener en tus años de vida. Cabe resaltar, claro, que comedias así ya han sido vistas en años anteriores. Hemos citado ya el propio debut de Peter Jackson, pero también cabría aquí ese divertido ejercicio de comedia romántica inglesa, mezclada con muertos vivientes en un Londres que se resume en bares y suburbios, llamado “Shaun of the Dead” (Wright, 2004) como un ejemplo claro de ellos. Asimismo, no podemos cegarnos al hecho de que en este, existe una visión completamente americana de un humor insano, proveniente de una sociedad tupida de problemas y carente de moral y esperanza.
Zombieland, pues, no podría ser más que ese llamado de lo que inicialmente escribí en este texto como la herramienta del género. Es, bien, una respuesta a un devenir contemporáneo de esta sociedad “americana”, que en los últimos años se ha visto inmersa en guerras absurdas y sin justificación, como respuestas a horrores que han literalmente sepultado su mito de poderío e imperialismo mundial. Todo esto bajo una filosofía gubernamental de odio, racismo y autoridad desmedida.
El debutante director Ruben Fleischer tejé con una muy buena mano esta parodia de su cultura, y nos la hace además muy divertida, ¡que mejor! ¿A quién no le gusta burlarse un rato de nuestros vecinos del norte? Ahora bien, aunque su primer cuarto de tiempo cojea en algunas secuencias, sobre todo en los primeros viajes sobre la carretera, se recompone en una segunda mitad que no deja que el absurdo y sus amantes dejen de regocijarse con los eficaces gags que crea el equipo que encabezaron los jefes de los departamentos del filme. Una edición fluida a cargo de Alan Baumgarten que deja en claro la estructura episódica con que deben contar este tipo de comedias: episódicamente es mucho más fácil reconocer los elementos de las bromas a posterior. Una fotografía eficiente y en regla por parte de Michael Bonvillain que se llena de colores bajo el buen trabajo en el Diseño de Producción de Maher Ahmad y Gener Serdena, así como un muy eficaz y divertido maquillaje y vestuario a cargo de Magali Guidasci, que en este tipo de filmes es siempre un personaje más. Méritos propios y sobresalientes, debe de decirse, se lleva el departamento de música, pues incluso logra méritos propios al hacernos referencia a otros filmes de culto. Esto a pesar de los homenajes visuales a películas clásicas como Psycho (Hithcock, 1960).
Así, pues, Fleischer origina su primera apuesta sobre un género que divierte, horroriza, entretiene y da asco a la vez. Y que si bien tiene sus trotes, es una muy fresca comedia que se roba unas buenas carcajadas del espectador. Es una película tan hilarante como catártica., con algunas secuencias claras que se quedan en la mente del auditorio. Cosa nada fácil. Cabe resaltar aquella extrapolación de estrés en la tienda de souvenirs con un contrapunto musical muy simple pero eficaz, así como la jamás olvidable secuencia de Bill Murray, que cabe decir, nunca me había hecho reír tanto en la vida. Así, pues, este joven director debutante da sus primeros y medianos pasos en la industria con esta poco sosa, poco precisa película que nos retrata la vida de un joven perdedor –sin ninguna vena de campeón– que al final de cuentas encuentra todo lo que ha deseado comenzar a buscar en vida de una manera por demás peculiar, y sobre todo, inmerso en un mundo resquebrajado infraestructural-mente, y sin esperanza, donde todos los cánones de vida se han desmoronado y desaparecido. ¿Les suena a algo familiar?

Tierra de Zombies de Ruben Fleischer
Calificación: 3 de 5 (Buena a secas).

miércoles, 3 de febrero de 2010

Synecdoche, New York

REDONDO.


Synecdoche, New York
Nueva York a Escena (Charlie Kaufman, 2008)

Al hablar sobre Charlie Kaufman, no podemos dejar de lado la referencia a un estilo sumamente personal que lo ha caracterizado ya como uno de los guionistas más originales, por no sumar aquí el termino peculiar también, de la industria Hollywoodense en los últimos 10 o 15 años. Sus guiones curiosamente mantienen una especie de equilibrio entre el gusto de un colectivo generacional que se ve acatado en sus constantes como escritor, como a la vez en un juicio de frescura que conlleva un sello que nos remite, en la mayoría de sus elementos, a sus anteriores trabajos. Dicho sea de paso, en él mismo. Sus trabajos, pues, se han jactado siempre de una amplia referencia a cánones alejados de la particularidad que se denota en los estratos más contemporáneos del cine “comercial” de los Estados Unidos, pero al mismo tiempo, no se aleja tanto de ese tono que llega a gustar a ciertos grupos mucho más amplios que los de culto, por decir algo.
Para muchos, su nombre no se encuentra del todo en un escaparate luminoso que indica en si un estilo degustado. Pero sus proyectos han sido más que afianzados públicamente por todo tipo de audiencia. Títulos como “Being John Malkovich” (Jonze, 1999), “Confessions of a Dangerous Mind” (Clooney, 2002), “Adaptation” (Jonze, 2002) y “Eternal Sunshine of the Spotless Mind” (Gondry, 2004) por citar algunos, dan muestra de que no se puede negar el peso de su rubrica, la cual ha denotado su pluma ante diferentes directores que ya han llevado sus textos a la pantalla.
Ahora bien, al hablar de Synecdoche tocamos ciertamente territorios más erráticos (y no uso el termino de forma despectiva, sino Kaufmanianamente por atrevimiento propio). Y es que en esta cinta, Kaufman no sólo deja su pluma dentro del “todo” –que debe ser teóricamente una obra– sino que también nos otorga su visión como el director de la misma. Estamos claramente en un panorama mucho más enraizado. Aquí, pues, se explotan todos los fantasmas que han denotado el estilo del autor. Un conclusión rápida y sincera nos indica que en su debut detrás de cámaras el autor sale bien librado, más que bien librado diría yo. Aunque basta decir, si somos enteramente honestos, su mano como director dista todavía de un manejo por completo eficiente de los elementos a tratar dentro de una puesta cinematográfica. Es evidente, claro, que en este su primer largometraje, ha llevado fielmente su texto a la pantalla. Una distracción “coloquial” del guionista que se pasa al lado oscuro/blanco (como se quiera ver) del director.
En Synecdoche, efectivamente, nos encontramos con la cinta más personal de los trabajos de Kaufman. Haciendo uso de sus ingredientes favoritos, explora esta grata trama abarrotada de tópicos existencialistas y de ritmo pausado, que no deja de llevarnos a esa extrapolación de personalidades y deseos sexuales que tan bien ha sabido retratar en su carrera. Nos ensombrece el paraje mismo de la diégesis presentada al inicio de su narrativa, encerrándonos en la vida (siempre venida a menos) de Caden Cotard (interpretado por el siempre eficiente e infalible Phillip Seymour Hoffman), centrándose en los principales problemas de sus deseos de trascendencia: sus experiencias amorosas, profesionales y familiares. Las cuales, durante la historia misma, se verán derruidas paulatinamente mientras intenta vertiginosamente exactamente lo contrario.
La intriga, como se puede uno imaginar al tratarse de este prolífico guionista, no es del todo fácil de resumir. Y si bien no atreviéramos a realizar un ejercicio de síntesis, podríamos mencionar que Caden, nuestro personaje principal (afamado director de teatro), en búsqueda de su emanación como alguien a quien rememorar –esa exhalación de nombre que recordar– ha decidido llevar a cabo la más grande obra posible de su carrera. Una puesta dramática que retrate la vida “al natural” de una ciudad tan caótica como lo es la de Nueva York. De sobra está decir que al paso de los minutos, los personajes, que representan en si, y a la vez, a otros personajes dentro del filme mismo, se va complicando de una manera tan seductora como hilarante y cinematográficamente bella y poderosa. Los mundo de la ficción y la ficción recreada dentro de la misma se van haciendo uno, compaginándose en la verdadera historia de Caden, el director “ciego” al contexto verídico de lo que jamás ha podido en realidad dirigir: su vida misma.
Frente a un filme así, no se pueden hacer conjeturas tan directas. No es una película fácil de observar a la primera. Es un ejercicio de transferencia vivida a la Kaufman que no deja reparos ni puertas sin abrir en el laberinto de su “drama”. Es una extrapolación misma de los deseos y constantes de Kaufman. En otras palabras, es su discurso escrito con letras mayúsculas. Y esto no lo asumo como una prevención, para nada, no se crea lo contrario. El acento y la sazón de que el mismo autor la haya dirigido es tal vez la menor de sus preocupaciones. Para sus fanáticos, esta será una obra que respetar por mucho. Para los que no conocen del todo su obra, mejor sería comenzar con la romántica visión que ha tenido Gondry sobre sus guiones. Sin duda.
En resumen. Apoyado por viejos colegas como Jon Brion, en cuya composición musical se acentúa claramente el humor negro tan sutil e hipnótico con que se dirigen los personajes, y el propio Spike Jonze (director de dos de sus anteriores guiones) en la producción, Kaufman guía a su equipo: Robert Frazen en la eficaz edición, Frederik Elmes en la claroscura fotografía, y Mark Friedberg y Adam Stockhausen en el encantador arte, a la hechura de una película que dejará sin aliento al espectador valiente que se atreva a dejarse llevar por el este laberinto cuya salida es sólo una: la perdida de la cordura en pos de un amor jamás resuelto.
Con Synecdoche, Charlie Kaufman da un paso firme a lo que esperemos sea una carrera de director que se asemeje a la que ha sido ya la suya como guionista. Estamos, pues, frente el primer filme de un cineasta que puede irse convirtiendo en uno de los más originales, quizá resulte mejor ahora si el termino peculiar, de la historia reciente de la industria. Synecdoche es altamente recomendable, claro, con las incipientes alertas de una narrativa diferente. No obstante, no se puede negar que sea una cinta entretenida y nostálgicamente mágica.

Synecdoche, New York de Charlie Kaufman
Calificación: 3 de 5 (Buena).