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España, 2009.

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lunes, 8 de febrero de 2010

Zombieland

REDONDO.


Zombieland
Tierra de Zombies (Ruben Fleischer, 2009)

En gran parte, los códigos genéricos dentro del proceso fílmico son la principal referencia al tratamiento de la temática que se va a abordar. Es por ello que hallamos siempre en el cine negro una analogía que se afrenta a los lados más frágiles y oscuros de los limites humanos, por citar algún ejemplo. Pero ahora bien, si tomamos un poco de distancia y aludimos hacia un cine que a primera vista rebasa los estratos de un “drama” en consideraciones más clásicas, probablemente muchos creerían que esta condición podría variar, pero por más que lo parezca; en realidad no encontramos mucha diferencia. Es más, podríamos liberadamente decir que incluso se incrementa. Sí, los géneros y sus elementos han sido durante toda la historia del cine, la herramienta más común y útil para poder enfrentar temáticas que no se permiten del todo con una claridad de verdad especifica. Dicho sea de paso, nunca se dice a bien lo que se quiere, sino que en el discurso cinematográfico recae –o debería recaer– siempre, un ligero encantamiento de disimulo que se manifiesta en las historias, temas y tramas, que en una película, aclarando el punto, no suelen ser en demasiadas ocasiones una misma, sino una variante para un mayor encadenamiento de conflictos. ¿A poco no es tedioso el darte cuenta de que todo lo que ves, es todo lo que hay? Sino lo es, lo debería (por mucho). Y sí bien continuamos en la linea de este antecedente, es más que obvio el llegar a la conclusión de que los géneros del Terror, la Fantasía y la Ciencia Ficción son los que más se han regodeado bajo este precepto. Sus supuestos “alejamientos” visuales de una imagen “real” del mundo y su contexto –oficial– que representa (tan sólo representa) el cine en general, les han permitido tomarse la libertad de tratar con las temáticas más duras socialmente mediante disfraces en ocasiones muy elegantes, y en otras zonas muy insumisos.
Este es al caso de Zombieland, una película sin mayores pretensiones que las de divertir y entretener, pero que nace de las más hondas preocupaciones de la sociedad norteamericana actual. Si bien el genero que amerita esta clase de filmes es el “Gore”, con la evolución que han manifestado en sus décadas de existencia las peliculas de zombies, muchos podrían colocarlas ya como un género aparte o un subgénero principal. Muchos incluso lo hacen. El genero “Zombie”, entonces, se aleja en ocasiones de los preceptos del anterior citado (“Gore”), y en muchas ocasiones nos ha otorgado humildemente unos muy insanos momentos de grandes carcajadas. ¿Quién puede decir que no rió en algún momento de “Bad Taste” (Jackson, 1987)? No obstante, la critica social nunca ha quedado detrás o alejada de los intereses “malignos” de este tipo de películas. Desde que George Romero presentara al mundo las reglas finitas de su inacabable saga de Muertos Vivientes, el enjuiciamientos hacía una sociedad consumista, en el especifico caso de Romero, se vio reflejado mediante una mano de empuñadura fuerte y sagaz. La comedía, pues, junto con la critica social y el horror extremo visual, han llevado a la recreación de un código genérico “Zombie” que si en el llamado original rayaba ya en lo inusual y metafóricamente imposible, ahora ha caído en un extremo que rebasa hilarantemente lo absurdo.
Es así como se nos presenta esta película. Como una comedia de absurdos donde las luchas que se confrontan son las más terroríficas posibles dentro de una sociedad puramente americana. Hacerte a la vida solo sin esos obstinados estándares de éxito social: sin novia guapa (o incluso sin novia alguna), sin trabajo honesto (sin laborar en algo), sin familia, sin dinero, sin ilusiones ni aspiraciones, y no sólo eso, sino que sin tu comida chatarra favorita también. Para colmo, este grave paraje se ve un poco más grumoso cuando lo conjuntas con un país infestado de gente muerta que reclama tu cuerpo; lo único que podrías acaso tener en tus años de vida. Cabe resaltar, claro, que comedias así ya han sido vistas en años anteriores. Hemos citado ya el propio debut de Peter Jackson, pero también cabría aquí ese divertido ejercicio de comedia romántica inglesa, mezclada con muertos vivientes en un Londres que se resume en bares y suburbios, llamado “Shaun of the Dead” (Wright, 2004) como un ejemplo claro de ellos. Asimismo, no podemos cegarnos al hecho de que en este, existe una visión completamente americana de un humor insano, proveniente de una sociedad tupida de problemas y carente de moral y esperanza.
Zombieland, pues, no podría ser más que ese llamado de lo que inicialmente escribí en este texto como la herramienta del género. Es, bien, una respuesta a un devenir contemporáneo de esta sociedad “americana”, que en los últimos años se ha visto inmersa en guerras absurdas y sin justificación, como respuestas a horrores que han literalmente sepultado su mito de poderío e imperialismo mundial. Todo esto bajo una filosofía gubernamental de odio, racismo y autoridad desmedida.
El debutante director Ruben Fleischer tejé con una muy buena mano esta parodia de su cultura, y nos la hace además muy divertida, ¡que mejor! ¿A quién no le gusta burlarse un rato de nuestros vecinos del norte? Ahora bien, aunque su primer cuarto de tiempo cojea en algunas secuencias, sobre todo en los primeros viajes sobre la carretera, se recompone en una segunda mitad que no deja que el absurdo y sus amantes dejen de regocijarse con los eficaces gags que crea el equipo que encabezaron los jefes de los departamentos del filme. Una edición fluida a cargo de Alan Baumgarten que deja en claro la estructura episódica con que deben contar este tipo de comedias: episódicamente es mucho más fácil reconocer los elementos de las bromas a posterior. Una fotografía eficiente y en regla por parte de Michael Bonvillain que se llena de colores bajo el buen trabajo en el Diseño de Producción de Maher Ahmad y Gener Serdena, así como un muy eficaz y divertido maquillaje y vestuario a cargo de Magali Guidasci, que en este tipo de filmes es siempre un personaje más. Méritos propios y sobresalientes, debe de decirse, se lleva el departamento de música, pues incluso logra méritos propios al hacernos referencia a otros filmes de culto. Esto a pesar de los homenajes visuales a películas clásicas como Psycho (Hithcock, 1960).
Así, pues, Fleischer origina su primera apuesta sobre un género que divierte, horroriza, entretiene y da asco a la vez. Y que si bien tiene sus trotes, es una muy fresca comedia que se roba unas buenas carcajadas del espectador. Es una película tan hilarante como catártica., con algunas secuencias claras que se quedan en la mente del auditorio. Cosa nada fácil. Cabe resaltar aquella extrapolación de estrés en la tienda de souvenirs con un contrapunto musical muy simple pero eficaz, así como la jamás olvidable secuencia de Bill Murray, que cabe decir, nunca me había hecho reír tanto en la vida. Así, pues, este joven director debutante da sus primeros y medianos pasos en la industria con esta poco sosa, poco precisa película que nos retrata la vida de un joven perdedor –sin ninguna vena de campeón– que al final de cuentas encuentra todo lo que ha deseado comenzar a buscar en vida de una manera por demás peculiar, y sobre todo, inmerso en un mundo resquebrajado infraestructural-mente, y sin esperanza, donde todos los cánones de vida se han desmoronado y desaparecido. ¿Les suena a algo familiar?

Tierra de Zombies de Ruben Fleischer
Calificación: 3 de 5 (Buena a secas).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sabes cuando ha estado en cartel Sinecdoche, New York, en Madrid, no encuentro ninguna informacion. Gracias!Enhorabuena por tu blog!