Replicantes.

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España, 2009.

Sunset Boulevard

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El que Busca Encuentra

lunes, 22 de octubre de 2007

Herencia

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Para esta semana había decidido hablar del caso Fox; directa y claramente de todo lo que se dice aquí y allá, de los enojos y todo ese humo pasado que en alguna ocasión lo vanaglorio -o por lo menos él y su esposa intentaron de la manera menos humilde. Así que intenté relatar alguna opinión sobre el asunto pero se me hizo demasiad corriente. Opté, pues, por una historia que no tuviera mucho que ver pero donde el ex-presidente ya estuviera muerto (poéticamente) como bien se ha estado asesinando últimamente.

HERENCIA.

¿Y si toso muy fuerte? Me cuestionaba, preocupado, un amigo del tipo acongojado, digamos que todo lo que pasa - así sea lo menos preocupante posible - es razón suficiente para desear jamás haber existido. Algo que le preocupaba mucho a su novia, pues ella es del tipo honrosa, de aquellas mujeres de la pretérita guardia que se propone seguir durante toda su vida con una vida jovial y juvenil (dígase de otra forma; de las que se reúnen y se reunirán, bien vestidas, todas las tardes a platicar en el café para desarmar y replantear los arquetipos de la vida social). Obviamente, los conflictos se acomplejaban en demasía en la inconsistente y frágil vida de uno de más de mis amigos/personajes, estereotipos pues, de esta oblicua percepción que me caracteriza.
Estábamos arribando a un funeral donde varias personalidades de envergadura se darían cita; yo llegaba con un desvelo de dos días y él con un cuadro contagioso de gripa y tos severa, de esas que cuando empiezan no paran sino hasta varios minutos después. ¿Y si toso muy fuerte?, me pregunto justo antes de ingresar a la sala donde se encontraba el muerto - algunos llantos se oían a la distancia. No te preocupes, le dije, lo más seguro es que yo ya este bien muerto (de dormido) y reímos, después de unos segundos tensos en que nos miramos fijamente por el mal uso de mis palabras en el contexto.
Al ingresar, percibíamos al fondo el ataúd; muy parecido al de todas las demás salas por cierto; digamos que el fallecido había escogido una fecha bastante concurrida para darse a la fuga de la vida. Y es que en un momento de la trasnochada, nos llegó el hastió y decidimos dar una ejercitante caminata por todo el lugar, mientras recopilábamos todas las secciones del diario que estaban esparcidas entre todos los llorosos seres que empezaban con el eterno - y nostálgico - recuerdo de sus difuntos.
En un momento de la lectura; después haber conseguido en su entereza el ya moribundo ejemplar del diario, me cuestioné mi presencia en el lugar; en realidad no sabía ni conocía al fallecido. Lo único que me unía a él es que estaba cerca de los ahora dueños de su cuerpo, pero eso aún estaba por verse. Había logrado escuchar, por medio de rumores, que existían ciertos grupúsculos de la familia que querían obtener sus restos, así como el sombrero, las botas y los carros.
¿Y si se levanta el muerto? Comencé a imaginarme y cuestionarme en mi muy particular sentido de representación de la realidad. ¿Se enojaría, o bien, decidiría en vida hacía donde repatriar todo su legado? ¿Qué pasaría?, ¿se asustaría la gente?, ¿correrían a aclarar ciertos asuntos?, ¿se le acercarían con pedimentos de anhelos pasados?, ¿saludaría de nueva cuenta a sus familiares y seres queridos? ¿Qué ocurriría en el caso de que el cuerpo se levantase con el grito publicitario de que aún no ha muerto? Al fin de cuentas, sería únicamente un cuerpo, un zombie con gemidos semejantes a la voz humana.
Desperté del letargo esquizofrénico quince minutos después, proporcionado, claro, por el insípido café que otorgaban en la sala; presumiendo, claro, de que provenía de uno de los cultivos más celados (por no decir secretos) de alguna de las propiedades más cuidadas del difunto. Me encontraba ya en la última sección del diario, la de sociales. Había pasado por todas las hojas mostrando interés en ellas pero planteándome y replanteándome todas las dudas antes descritas. Ahora sólo me quedaba observar la gente “bien” que maneja intereses por medio de sus apellidos. El día comenzaba a mostrase, la luz empezaba a iluminar el lugar; el diario que sostenía también estaba muerto y yo estaba a punto de desfallecer entre la aburrición de la situación y los exagerados ronquidos de mi compañero.

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