Replicantes.

Replicantes.
España, 2009.

Sunset Boulevard

Sunset Boulevard
España, 2009.

El que Busca Encuentra

viernes, 5 de octubre de 2007

El Gigante de Hierro

REDONDO.

El Gigante de Hierro
(The Iron Giant. Brad Bird, 1999)

Mucho es sabido ya acerca de la llamada Guerra Fría; ese enfrentamiento político entre las dos más grandes potencias mundiales de las décadas de los 50, 60,70 y 80 que con esquemas económicos distintos, estuvieron a punto de dar paso a la tan temida tercera guerra mundial, el enfrentamiento nuclear que la generación de los escritores Beat declaraba como el fin del mundo. En el documental “No Direction Home” de Martin Scorsese, se nos presenta a uno de estos grandes literatos Beat indicando una de sus más grandes dudas; ¿si todos desaparecemos quien nos recordara? La guerra fría tuvo su más lúgubre etapa cuando la carrera espacial era el eje rector del orgullo de dichas naciones; el espacio debía ser conquistado. Algo que aún hoy se declara en guerra por el actual presidente de los estados unidos.
Los finales de la década de los 50, así como el inicio de la de los 60 fue, pues, una época repleta de paranoia colectiva comandada por la ignorancia de dos gobiernos aún más obsesos, perturbados e ignorantes que la sociedad regida. Fue una era donde se administraba el miedo para los beneficios que todo eso pudiese tener.
De la mano de Brad Bird, uno de los mejores directores de animación de los últimos tiempos - posiblemente de la historia, por que no - se nos presenta a detalle lo acontecido en una de los períodos políticos más absurdos y penosos de la historia. Brad Bird se centra de manera muy inteligente en el problema, nos muestra como primera imagen el Sputnik I soviético (a un año de su lanzamiento) para posteriormente regirnos en lo que será su historia; el problema antes mencionado medido únicamente por uno de los bandos, el de los estados unidos. De por si sabido el más trastornado (hasta nuestra actualidad), debido a su también obsesiva manía de preservar y documentar todo lo hacen.
Un extraño ser, un hombre - o infante - gigante, de hierro; llega por error a nuestro planeta, a un pequeño poblado que jamás volverá a ser el mismo (como lo fue en realidad Rockwell). Un ser, pues, cegado a su propia naturaleza, a la razón por la que fue construido. Un ente de tierras lejanas que aprende de la mano de un niño (humano) a seguir las normativas de una vida con estricto sentido a una inocencia en vías de desarrollar el instinto colectivo de la paranoia antes descrita. El contexto que ubica el director es en sí tan sutil, que muchos lo han de pasar por inadvertido, o bien, como parte secundaria de un disertación meramente visual, un vil miramiento a la época. No obstante, es el grito de un gobierno que representa su odio en vía de un desarrollo social que ha de mantener el orden jerárquico de las cosas tal cual son, dicho de otra manera, una dictadura tan invisible como endeble - que tiembla por cualquier pequeño detalle salido de su control. Todo es una amenaza.
En este caso, las negaciones de una cultura tal, que llegan al grado de la falaz posibilidad de delinquir en el facto de expresar un sentimiento. La amistad, pues, está prohibida - hay que recordar que en esos años, el gobierno de estados unidos pedía a sus ciudadanos el acusar a cualquier vecino o familiar que tuviera ideas comunistas.
El Gigante de Hierro rebasa el relato de una amistad de proporciones épicas que trastoca de frágil manera los incidentales comienzos de la ciencia ficción, cuyos incipientes pasos eran parte de esta cultura que educaba, primordialmente para ir en contra de los “rojos”.
En una parte clave del filme, Dean, el niño amigo del robot, le enseña los valores del bien y el mal por medio de estas publicaciones con trasfondo nacionalista. Los buenos como gente bien parecida con superpoderes que lo pueden todo - invencibles, los malos, al contrario, como gente desapegada a la imagen y semejanza de esta raza (y cultura dicho sea de paso) en la que se refleja físicamente el propio robot que, en efecto, aún desconoce su mordaz realidad. Él es un arma, las armas matan y matar es malo, no obstante, el discurso moralista del filme reincide en el poder humano - y ahora universal - de la elección; una secular opción que deliberar en pos de que aún así exista la ambivalencia del bien y el mal, podemos elegir lo que queremos ser.
El Gigante de Hierro traspasa de manera eficaz las barreras estilísticas de lo que solía ser una película de cartones animados, abriendo paso a discursos visuales y de contenido mucho más complejos que vendrían después de ella. Se aleja de la narrativa melodramática y nos muestra la dualidad que existe en la naturaleza de todo ser viviente, rompe esquemas y no sólo se da el lujo de poner el buen mensaje a su público (que implica elección), sino que juega inesperadamente con la estética y la emoción de una manera que nos estremece, nos pone al filo de la silla y nos hace creer, efectiva y acertadamente, en que todos podemos sortear el destino, la cultura, la naturaleza, el odio y el rencor; no para ser mejores personas, ni para hacer de este mundo algo mejor, sino para poder convivir con todo lo anterior.

El Gigante de Hierro de Brad Bird
Calificación: 3.5 De 5 (Buena).

No hay comentarios: