EL BOLSILLO IZQUIERDO
En esta ocasión admito la abominable diversión, el fastuoso entretenimiento con el que se suscitan los domingos nacionales. Las dos más grandes televisoras de nuestro país han retornado a las ya gastadas formulas con las que tratan de haceros saber que los “talentos” (o mejor dicho los “sin talentos”) son parte tan común como la corruptela policial y política y su falta de ingenio y calidad.
BIEN-VENDIDO.
Alegre estoy, los reality shows han regresado a nuestra pantalla nacional para deleite de la ignominia, la mediocridad, la bajeza y por qué no, del entretenimiento vil y viral con que se definen. En los pasados domingos las cadenas más importantes del país dieron rienda suelta a sus axiomáticas representaciones de lo que el país requiere para una sano divertimento. Yo aún me sigo preguntando el por qué nadie se ha dado cuenta del gran insulto que esto encarna (mencionó esto pues ya hasta de sangre andan hablando).
Por un lado me fascina que uno de estos emporios denote su degradación hacia con su propios artistas (o así nombran ellos a quienes salen en sus producciones), haciéndolos pasar por humillaciones y ridículos. No sé ustedes pero yo la verdad no revelaría que parte de los artículos que vendo/rento/mantengo/manifiesto (¿por qué no llamarlos así, por qué no ponerlos así?) no son para nada talentosos en lo que digo que lo son, ¿qué es eso de que nos muestren que aquellos que “apasionan masas” son bien tarugos para con el bailongo y la cantada, si se presume que eso es lo que hacen? Las suposiciones, pues, se han perdido y ahora se redimen ante una verdad que implora y se sumerge en la falsa liturgia de querer auxiliar con el corazón - y al parecer sin nada de capacidad - los sueños del mexicano común o promedio, dígase de otra manera; un jodido que no tiene ni para mantenerse en la media de lo saludable y que para mala fortuna, debe cargar con algún familiar que se encontró con una vida aún más jodida y que ahora comparten. Lindos deseos estos de ayudar, digna representación de un pueblo, que nos dicen, debe de exigir una nueva cara.
Por otra parte, y tanto más o igual de disfrutable, está esta otra nueva versión (renovada y ya nada fresca) de lo que bien en otros años pudo ser el sumamente cursi concurso de la OTI, donde las futuras estrellas de esta país deben empezar a asegurarse un espacio en el corazón de la nación. Esto, claro, con los obstáculos naturales y unos cientos de más que sazonen la sopita instantánea que lentamente se calienta en base a popularidad, polémica, carisma y evaluación del populacho mexicano; esa sociedad nada educada para sobrevivir y menos para las manifestaciones artísticas. Me pregunto yo, un tanto asombradamente (aunque cada vez menos); ¿qué no lo que se buscaba era el talento vil?, ¿una voz que resuene en lo alto de las esferas de aquellos cantores que le han dado brillo a las tan fugaces, corrientes y presuntuosas noches bohemias? Ellos deben ser los herederos de aquellos que hoy son historia, y ceniza, polvo bíblico que vemos cada vez más desparecer; son los beneficiarios de aquellos que acabaron en las drogas, el alcohol, el abuso sexual, la violencia familiar, la cárcel por no saber sumar sus impuestos y confiar en el primero que se les pone enfrente, o bien, de aquellos que hoy en vez de reinventarse, le escupen en la cara a las nuevas generaciones sus éxitos de antaño para recordarnos el insignificante y mediano futuro y desarrollo que nos depara con esta juventud bipolar que se traga todo y que critica todo para con sus gustos y nunca con fundamentos, disciplina y carácter.
Yo alegre estoy, viendo como los dobles discursos se caen por enfrente de nosotros y nadie dice ni hace nada (incluyéndome), observando las buenas intenciones que critican a los políticos por ser el poder; ¿que los medios no lo tienen?, ¿qué no lo saben, que no hasta piden leyes para sus intereses, que no censuran, cesan e invisibilizan la información? Me agrada saber que todo sigue igual, que las cosas no se mueven, que todos hablan y esconden la mano, que las costumbres siguen, eso es lo que imploramos ¿no? Jamás olvidarnos de nuestras costumbres.
Para muestra estos dos “programones” que hay que observar de vez en cuando (y nunca más de quince minutos por transmisión) para salud de todos, para ver nuestra entera realidad, para observar que estamos ahí, representados. Que realmente estamos todos jodidos.
En esta ocasión admito la abominable diversión, el fastuoso entretenimiento con el que se suscitan los domingos nacionales. Las dos más grandes televisoras de nuestro país han retornado a las ya gastadas formulas con las que tratan de haceros saber que los “talentos” (o mejor dicho los “sin talentos”) son parte tan común como la corruptela policial y política y su falta de ingenio y calidad.
BIEN-VENDIDO.
Alegre estoy, los reality shows han regresado a nuestra pantalla nacional para deleite de la ignominia, la mediocridad, la bajeza y por qué no, del entretenimiento vil y viral con que se definen. En los pasados domingos las cadenas más importantes del país dieron rienda suelta a sus axiomáticas representaciones de lo que el país requiere para una sano divertimento. Yo aún me sigo preguntando el por qué nadie se ha dado cuenta del gran insulto que esto encarna (mencionó esto pues ya hasta de sangre andan hablando).
Por un lado me fascina que uno de estos emporios denote su degradación hacia con su propios artistas (o así nombran ellos a quienes salen en sus producciones), haciéndolos pasar por humillaciones y ridículos. No sé ustedes pero yo la verdad no revelaría que parte de los artículos que vendo/rento/mantengo/manifiesto (¿por qué no llamarlos así, por qué no ponerlos así?) no son para nada talentosos en lo que digo que lo son, ¿qué es eso de que nos muestren que aquellos que “apasionan masas” son bien tarugos para con el bailongo y la cantada, si se presume que eso es lo que hacen? Las suposiciones, pues, se han perdido y ahora se redimen ante una verdad que implora y se sumerge en la falsa liturgia de querer auxiliar con el corazón - y al parecer sin nada de capacidad - los sueños del mexicano común o promedio, dígase de otra manera; un jodido que no tiene ni para mantenerse en la media de lo saludable y que para mala fortuna, debe cargar con algún familiar que se encontró con una vida aún más jodida y que ahora comparten. Lindos deseos estos de ayudar, digna representación de un pueblo, que nos dicen, debe de exigir una nueva cara.
Por otra parte, y tanto más o igual de disfrutable, está esta otra nueva versión (renovada y ya nada fresca) de lo que bien en otros años pudo ser el sumamente cursi concurso de la OTI, donde las futuras estrellas de esta país deben empezar a asegurarse un espacio en el corazón de la nación. Esto, claro, con los obstáculos naturales y unos cientos de más que sazonen la sopita instantánea que lentamente se calienta en base a popularidad, polémica, carisma y evaluación del populacho mexicano; esa sociedad nada educada para sobrevivir y menos para las manifestaciones artísticas. Me pregunto yo, un tanto asombradamente (aunque cada vez menos); ¿qué no lo que se buscaba era el talento vil?, ¿una voz que resuene en lo alto de las esferas de aquellos cantores que le han dado brillo a las tan fugaces, corrientes y presuntuosas noches bohemias? Ellos deben ser los herederos de aquellos que hoy son historia, y ceniza, polvo bíblico que vemos cada vez más desparecer; son los beneficiarios de aquellos que acabaron en las drogas, el alcohol, el abuso sexual, la violencia familiar, la cárcel por no saber sumar sus impuestos y confiar en el primero que se les pone enfrente, o bien, de aquellos que hoy en vez de reinventarse, le escupen en la cara a las nuevas generaciones sus éxitos de antaño para recordarnos el insignificante y mediano futuro y desarrollo que nos depara con esta juventud bipolar que se traga todo y que critica todo para con sus gustos y nunca con fundamentos, disciplina y carácter.
Yo alegre estoy, viendo como los dobles discursos se caen por enfrente de nosotros y nadie dice ni hace nada (incluyéndome), observando las buenas intenciones que critican a los políticos por ser el poder; ¿que los medios no lo tienen?, ¿qué no lo saben, que no hasta piden leyes para sus intereses, que no censuran, cesan e invisibilizan la información? Me agrada saber que todo sigue igual, que las cosas no se mueven, que todos hablan y esconden la mano, que las costumbres siguen, eso es lo que imploramos ¿no? Jamás olvidarnos de nuestras costumbres.
Para muestra estos dos “programones” que hay que observar de vez en cuando (y nunca más de quince minutos por transmisión) para salud de todos, para ver nuestra entera realidad, para observar que estamos ahí, representados. Que realmente estamos todos jodidos.
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