Replicantes.

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España, 2009.

Sunset Boulevard

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El que Busca Encuentra

lunes, 18 de agosto de 2008

El Catrín y La Calaca

EL BOLSILLO IZQUIERDO

En está ocasión me he cansado ya de todo ese fervor mediocre que realzan los también insignificantes medios con los que contamos en nuestro país. Estoy, pues, agotado de todo ese oportunismo con que lamentablemente vemos unas bellas olimpiadas. Injusticia tal cual la vivimos todos los días en la calle.

EL CATRÍN Y LA CALACA.

Claro, ¿por qué no? Es bueno regresar con una sonrisa cuando se fue en búsqueda de algo y se regresa con cierto grado de cumplimiento. Al fin y al cabo, las metas resultan la mayoría de las veces lo suficientemente personales como para disfrutarse en el regazo de quienes estuvieron palmo a palmo con esos ya famosos requisitos de “guerra” (batalla sería mejor palabra en este caso); sangre, sudor y lágrimas.
Por supuesto que no estoy cegado del mundo – de lo externo que se suscita fuera de casa – las olimpiadas son la boga del momento. Lo he afirmado y lo seguiré testificando, soy un fiel seguidor de las justas veraniegas y me emocionan las finales de casi todo deporte, la entereza y disciplina con que se compitan estas etapas son dignas de un melodrama lo bastante emotivo como para sentirse bien con aquel que consigue la victoria y las consecuentes ganancias (un tanto menores no así del todo) de los que no alcanzaron la cima de la montaña.
Siempre me he preguntado si en potencias deportivas como nuestros vecinos del norte y los ahora locales, hacen el alarde tan kitsch (cursi y mal entonado) de sus campeones olímpicos como lo hacemos aquí por cualquier lugar obtenido. No niego que el logro (porque en efecto lo es) obtenido de las ya casi “diosas mediáticas ahora inmortales” sea digna de una alegría por parte del espectador, pero no le veo la justificada diferencia de cualquier otro atleta al verle su sonrisa después de lograr parcial o completamente su objetivo.
Que bien, me alegro que estas mujeres hayan salido con uno de los lugares más honrosos con que cuentan los juegos, (todos lo son en cierto grado) y admito que hasta viví en vivo el momento, claro, debo aceptar también que fue gracias a una noche de sufrido insomnio y no al ajetreo mediático, ni a la pasión nacionalista que nos da siempre que alguien se va a romper el lomo – como dicen en nuestra tierra – y todos podremos colgarnos del orgullo. Claro que felicitaría a estas damas si alguien me las presentase en los siguientes meses (tres, cuatro máximo), tampoco vamos a vivir del pasado personal de terceros, lo que hicieron vale la pena remarcarlo como una nota positiva en el grado que se merezca. No se me hace lo suficientemente justo para ellas el ir y tratar de sacarles provecho, no lo hicieron para eso. Tampoco se me hace honesto que el país deba aceptar cualquier éxito personal como logro nacional y después tratar de sacarle provecho. ¿Qué somos?, ¿qué orgullo venden las cadenas televisivas más importantes del país al dividir a las competidoras tratando de adquirir el mediocre rafting? Simple y llanamente nos indican el vacío de sus metas como profesionales, nos escupen en la cara sus verdaderas intenciones: para ellos no somos más que vil mercancía a la cual lucrar cuando puedan vender algo como atractivo, no somos ninguna especie de seres vivientes, emotivos y quebrantables, no existe el individuo sólo la ventaja económica. De esa manera, pobremente nos hospedan en su propia ignorancia, en su bajeza, en su mediocridad, pues lamentable y míseramente han educado a la mayoría de esta nación bajos sus estatutos de pequeñez e insignificancia.
Claro que supe de la medalla obtenida (para cuando escribo esto sólo hay una, no sé que pueda pasar, la sorpresa es un factor humando), nos lo repitieron casi cada quince minutos. Claro que es un logro, como lo es también e igual de emocionante la lucha que se impuso este otro nadador que quiere hacer historias. Cada quien se impone su reto, cada quien ha llevado una vida detrás, todos pertenecemos a un factor común de vida, hemos existido por millones de años en un planeta que hemos ido destrozando (natural y socialmente). Claro, ¿por qué no? Es bueno sentirse bien por otra persona que se levanta para sonreír, en estas olimpiadas podremos hacerlo cientos de veces, ¿por qué entonces vender nuestros pensares a lo ya vendido? Eso sería una triste derrota.

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