VÍA LIBRE.
Este es otro de los ejercicios que hemos realizado en los talleres de relato corto. En este caso se nos pidió la creación express de un cuento sobre la irascibilidad de un personaje. Yo basé esta ficción en una vieja anécdota mental que me había regresado a la mente un día antes, al asistir a un concierto de Jazz.
Y COMO TRIBUTO AL DUQUE.
A. Güiris V.
Me le eché encima cuando cuando interpretaban Prelude to a Kiss de Ellington, la última canción que aparecía en el mediocre programa que me habían obsequiado en la entrada -me había decidido a asistir a la presentación tan sólo media hora antes- los platillos salieron disparados por todos lados mientras los que emulaban a Thelonius Monk y Ray Brown se quedaron en sus puestos sin hacer nada, protegiendo quizás sus instrumentos, manteniendo la vista en los golpes que le propinaba al pobre líder del trío mientras le insultaba internacionalmente (cabrón, mama-huevos, gilipollas) supongo que tampoco les caía bien del todo; el público expectante, ecos de sus impresiones. Me mantuve a nivel durante todo el primer bloque de canciones, las de su disco, su primer disco; el mismo lo dijo, lo pidió de buena gana: “Son canciones mías, de mi único disco, cómprenlo. Ahora con la crisis los músicos también necesitamos ayuda”, y yo de imbécil que le hago caso y que la ayudo. 15 malditos euros gasté en el intermedio por tenerlo, en realidad las dos últimas canciones que habían tocado me sorprendieron, el contrapunto entre el cencerro, el bombo y la tarola me había dejado con la boca abierta. La calidad musical siempre va aparte, siempre, muy a lado del corazón.
En la portada su rostro, no tanto él en realidad como su representación, entonces recordé por lo que había ido, por las deudas a saldar, por todas esas indagaciones mentales, pesadillas de medio día, en que lo imaginaba encima de ella. Miren que ya estaba grandecito en esos años y ahora más, y si yo era ya grande para ella en ese tiempo; no, no, no. No quiero ni pensarlo, no otra vez. Aún no comprendo que le pudo haber dicho, con que palabras la habrá atraído. Casi estoy seguro que ni siquiera tuvo que abrir la boca, sólo dando golpes burdos con sus palitos de madera a las membranas de su DW de colección la mantuvo cautiva, pero ¿por cuantos años?, ¿los mismos que a mi? Juro que no vuelvo a enamorarme de una tipa que le guste lo mismo que a mi.
Y miren que es bueno el cabrón; volver en el segundo bloque con standards de jazz y hacer con ellos tal maravilla; no cualquiera. Prelude to a Kiss, preludio a un beso, la última del programa, ni siquiera di tiempo para las exigencias de los encores. No, pude contenerme; en la mente la imagen de él rozando su cuerpo después de improvisar de esa manera, en privado, y ella como yo, con la boca abierta. No, no, no. No esperé ni siquiera a que avanzará su improvisación cuando ya me encontraba encima de la tarima-escenario y me le aventé, mis manos tratando de llegar a sus hombros para safarselos y jamás pudiera volver a tocar, ni a ella ni a nadie, mi cabeza hacía su pecho para ver si de una vez por todas se le detenía el corazón; y de paso a ver si así dejaba de quererla, de amarla, de llamarla con los latidos de su tambor. Unas manos negras, las manos del guardia de la sala pudieron conmigo a la primera, aunque también le di un par de golpes a esa bestia, fue más por inercia que por efecto pensado, con tres cachetadas bien puestas pudo conmigo totalmente. Cuando me retiraron del lugar, o más bien cuando me votaron a la calle como bolsa de papel, aún tenía en las manos el disco de la banda, iba ya un poco doblado y ensangrentado. ¡Miren que en vivo lo hacían muy bien!
¡Pero que buenos son!, le digo a Rocío, la mujer que me cuida desde entonces, ella también les ha ido cogiendo gusto. Claro esta que no me deja ponerlo muy seguido, por salud (mental y física), y es que justo en la última canción, cuando siento que ya va a terminar el disco y no quiero que haga una vez más de la suyas, me aviento estrepitosamente a los altavoces y termino con el cuerpo ensangrentado. ¿Qué siempre he de terminar con el cuerpo dolorido cuando la recuerdo? ¿Por cuantos años?, ¿los mismos que él? La calidad del amor siempre separada de la musical, siempre.
Este es otro de los ejercicios que hemos realizado en los talleres de relato corto. En este caso se nos pidió la creación express de un cuento sobre la irascibilidad de un personaje. Yo basé esta ficción en una vieja anécdota mental que me había regresado a la mente un día antes, al asistir a un concierto de Jazz.
Y COMO TRIBUTO AL DUQUE.
A. Güiris V.
Me le eché encima cuando cuando interpretaban Prelude to a Kiss de Ellington, la última canción que aparecía en el mediocre programa que me habían obsequiado en la entrada -me había decidido a asistir a la presentación tan sólo media hora antes- los platillos salieron disparados por todos lados mientras los que emulaban a Thelonius Monk y Ray Brown se quedaron en sus puestos sin hacer nada, protegiendo quizás sus instrumentos, manteniendo la vista en los golpes que le propinaba al pobre líder del trío mientras le insultaba internacionalmente (cabrón, mama-huevos, gilipollas) supongo que tampoco les caía bien del todo; el público expectante, ecos de sus impresiones. Me mantuve a nivel durante todo el primer bloque de canciones, las de su disco, su primer disco; el mismo lo dijo, lo pidió de buena gana: “Son canciones mías, de mi único disco, cómprenlo. Ahora con la crisis los músicos también necesitamos ayuda”, y yo de imbécil que le hago caso y que la ayudo. 15 malditos euros gasté en el intermedio por tenerlo, en realidad las dos últimas canciones que habían tocado me sorprendieron, el contrapunto entre el cencerro, el bombo y la tarola me había dejado con la boca abierta. La calidad musical siempre va aparte, siempre, muy a lado del corazón.
En la portada su rostro, no tanto él en realidad como su representación, entonces recordé por lo que había ido, por las deudas a saldar, por todas esas indagaciones mentales, pesadillas de medio día, en que lo imaginaba encima de ella. Miren que ya estaba grandecito en esos años y ahora más, y si yo era ya grande para ella en ese tiempo; no, no, no. No quiero ni pensarlo, no otra vez. Aún no comprendo que le pudo haber dicho, con que palabras la habrá atraído. Casi estoy seguro que ni siquiera tuvo que abrir la boca, sólo dando golpes burdos con sus palitos de madera a las membranas de su DW de colección la mantuvo cautiva, pero ¿por cuantos años?, ¿los mismos que a mi? Juro que no vuelvo a enamorarme de una tipa que le guste lo mismo que a mi.
Y miren que es bueno el cabrón; volver en el segundo bloque con standards de jazz y hacer con ellos tal maravilla; no cualquiera. Prelude to a Kiss, preludio a un beso, la última del programa, ni siquiera di tiempo para las exigencias de los encores. No, pude contenerme; en la mente la imagen de él rozando su cuerpo después de improvisar de esa manera, en privado, y ella como yo, con la boca abierta. No, no, no. No esperé ni siquiera a que avanzará su improvisación cuando ya me encontraba encima de la tarima-escenario y me le aventé, mis manos tratando de llegar a sus hombros para safarselos y jamás pudiera volver a tocar, ni a ella ni a nadie, mi cabeza hacía su pecho para ver si de una vez por todas se le detenía el corazón; y de paso a ver si así dejaba de quererla, de amarla, de llamarla con los latidos de su tambor. Unas manos negras, las manos del guardia de la sala pudieron conmigo a la primera, aunque también le di un par de golpes a esa bestia, fue más por inercia que por efecto pensado, con tres cachetadas bien puestas pudo conmigo totalmente. Cuando me retiraron del lugar, o más bien cuando me votaron a la calle como bolsa de papel, aún tenía en las manos el disco de la banda, iba ya un poco doblado y ensangrentado. ¡Miren que en vivo lo hacían muy bien!
¡Pero que buenos son!, le digo a Rocío, la mujer que me cuida desde entonces, ella también les ha ido cogiendo gusto. Claro esta que no me deja ponerlo muy seguido, por salud (mental y física), y es que justo en la última canción, cuando siento que ya va a terminar el disco y no quiero que haga una vez más de la suyas, me aviento estrepitosamente a los altavoces y termino con el cuerpo ensangrentado. ¿Qué siempre he de terminar con el cuerpo dolorido cuando la recuerdo? ¿Por cuantos años?, ¿los mismos que él? La calidad del amor siempre separada de la musical, siempre.
1 comentario:
...y no ha sido acaso larga la espera? esperar que tu sangre vuelva a obligarte mirar en el espejo? tus escritos, más que narrativos, más que descriptivos, me parecen, si defino bien: una rítmica prosa poética. Has hecho de las herramientas de tu estudio la objetividad de la pluma que te lleva, pero podría reconocer nuestra (tu) sangre en cada letra, por que en cada una, hermano, puedo ver tu mente, tu entrega, tu persona.
Felicidades. Tu blog me encanta.
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