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España, 2009.

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lunes, 3 de septiembre de 2007

Relaciones

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Esta columna la escribí con un sinsentido particular. Me sentía un poco presionado por relatar la amistad de alguien, pero poco me atraía la visión de mis colegas, así que termine conjuntando varias anécdotas que concluyeron con la historia de alguien que no existe en realidad.

RELACIONES.

En esta ocasión me refiero a Rogelio, un tipo sacado de mis apocalípticas reflexiones, que en ocasiones osa retratarse en la soledad colectiva que es el centro histórico de esta ciudad.
Rogelio es un tipo tímido, de esos que callan cuando los demás hablan y enmudecen cuando no hay nada que decir mientras los demás, en afonía, esperan que alguien rompa el silencio incomodo de una conversación sobre un amor mal logrado. Lorenzo es uno de sus mejores amigos, de los pocos que saben que a Rogelio se le puede observar conversando cuando camina solitario por los inhóspitos callejones de esta ciudad. Platica con la mejor compañía que alguien como Rogelio pudiera tener, él mismo.
Lo conocí en un verano hace un par de años. Los dos caminábamos sin rumbo fijo, él esperanzado a que el día agotase sus fuerzas y el insomnio terminase, yo simplemente pensando en Ella, como casi todos los días que comienzan con el sol y terminan con la caída del rocío.
Por azares del destino nuestros caminos se cruzaron en una esquina, nuestras miradas se encadenaban a un orgullo banal que no representaba otra cosa más que la soledad que embargaba el corazón de ambos. Rogelio desapareció segundos después.
Mucho me han comentado sobre él desde ese día, es por eso que pareciese que lo conozco de sobremanera, aunque a ciencia cierta, el único que puede decir eso, habita dentro de su mente, Lorenzo es uno de sus tantos amigos imaginarios que se inventa para poder platicar cuando sólo, está por las calles céntricas de esta ciudad.
El otro día le comentaba a un amigo barman sobre mi encuentro con Rogelio, me sorprendió saber que él también tuvo un encuentro muy parecido al mió. Platicamos horas y horas tratando de descifrar el misterio de la vida del Rogelio, como ya optamos por decirle, pero no llegamos a nada, o más bien, nos hundimos cada vez más en el agujero negro de la duda.
Rogelio somos todos, intentó determinar mí amigo, sacudiéndose con un cliché barato el hartazgo de una platica que no llevaba a nada, como este escrito que retrata a un tipo que no existe y que, de hecho, sí podría ser cualquiera de nosotros.
Rogelio camina siempre hacia delante, en ocasiones para atrás, platica consigo mismo y de vez en cuando lo ves sonreír cuando alguien cuenta un mal chiste. Las carcajadas se las ha reservado para el infalible humor involuntario que nos encanta tanto a él como a mí. Es por eso, tal vez, que me cae tan bien, digo, tenemos un pequeño de trozo en común, la risa por la desgracia humana.
La primera vez que supe de Rogelio fue en una de esas noches que se alargan con la bebida y la charla. Uno de esos amigos que lo saben todo nos hablo de él. No hicimos mucho caso en ese momento. De mi parte el interés arribo cuando tuve ese coloquial encuentro con él. Hace poco me entere que todos los que estuvimos en esa noche nos hemos topado con Rogelio.
Rogelio sería un gran amigo para cualquier tipo, lamentablemente no agrada de ser un individuo sociable que vive en un encerrado lugar donde las flores tienen nombres de bellas mujeres - y las mujeres tienen olor a exóticas rosas.
Rogelio sería un gran conquistador pero no suele hablar muy a menudo, deja que la vida le pase enfrente de los ojos y se despide de ella lentamente en las esquinas, que es donde prefiere toparse con la gente con la que jamás charlará.
Rogelio es un tipo que bien pudo ser lo que no quiso ser, ¿es eso una vida mal gastada?, no lo creo, en ocasiones pienso que aún tiene su alma integra y su juventud asegurada en un corazón que jamás se ha topado con el fragmentado amor y la desdicha de la alegría.
Rogelio no existe, tal vez, aunque creo que debería, para hablar más de él.

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