REDONDO.
Amnesia.
(Memento. Christopher Nolan, 2000).
Intrigante, conspirador y traidor resulta todo el entramado que se deja confiado a la memoria; a ese pequeño recoveco olvidado entre la confianza y el perdón, al halito que ubica a la moral como un pequeño momento relegado a la misma evocación del pasado. Los instantes, pues, se pierden, se quedan en el trazado de una historia que no existe, que se debe reencontrar, reescribir y repasar; que jamás ha de contar con el atributo de una resonancia lógica. “Todos necesitamos recuerdos para saber quienes somos”, nos dice el personaje central de Christopher Nolan, justo casi al finalizar el fugitivo y laberíntico relato en el que nos sumerge.
Una foto se revela al revelado mismo, se oculta detrás de su inmaculado velo original para jamás salir de ahí. La culpa, la responsabilidad, el espejo del bien y el mal quedan implícitamente cegados a toda razón durante el viaje que apenas comienza. “Debo creer que cuando cierre los ojos, el mundo sigue ahí.” Estamos, pues, inmersos en el ciclo de un hombre sin memoria ni rutina, en una esquizofrénica tradición con total control en el olvido en pos de una venganza que se debe consumar, cada que la necesidad del recuerdo retoque la culpa tatuada.
El paraje, entonces, ensimisma el abandono, se niega una realidad ya resuelta y se auto-representa en los más oscuros anhelos de codicia, en que los tres personajes centrales se debaten el rol del culpable en esta enmarañada - y posiblemente caótica - cinta perfectamente elaborada.
Nolan nos ubica en un círculo sin fin, en un camino con todos los retornos posibles, en un crimen que flota gris ante la colorida y confusa realidad. Nos adentra a un laberinto que engancha con su ritmo, que siempre que empieza a cuajar, nos regresa a un punto de partida común. Así hasta el final.
Pero esto no es para nada extraño en el mundo del séptimo arte, a través de su historia, el cine ha tratado al olvido y la memoria de muy gustosa manera. Al parecer, el cegar el destino de sus personajes siempre ha tenido consecuencias interesantes; desde los excéntricos viajes atemporales del ”Dr Who” de Sydney Newman, hasta el hombre que olvida su vida después de un atraco en “El hombre sin pasado” de Aki Kaurismäki, así como en las incipientes pesadillas de David Cronenberg en “Spider”.
Christopher Nolan no es un director secular a la doctrina de la industria, su hechura bien puede ser mantenida en un círculo comercial, pero su trasfondo siempre está plagado de la nociva actividad mental del pensar, del trazar, del cometer y no del confesar. Nos ubica y reubica a sus personajes dentro de sus destinos trazados - un Bruce Wayne que se decide por la justicia en un flamante desaire a todos los amigos de su rico padre, redirigiendo su destino hacia la soledad, por ejemplo.
Memento es, pues, un instante que nunca depura la razón en si del entramado contado; es el ciclo de una culpa que no deja respirar, de una enfermedad que justifica los más viles actos. De una guía que no termina pero que siempre ha de comenzar en el reflejo de cualquier espejo, es la historia de un individuo con sed de vengarse del hombre común.
Intrigante, conspiradora y traidora resulta al final esta búsqueda de un culpable inexistente, de un responsable que aún sin memoria, tiene la capacidad de juzgar en pequeñas dosis de odio y coraje. El entramado confiado a la memoria nos pertenece, nos adueña y justifica. Jamás nos evidencia pero, en ocasiones responsabiliza. La justicia ahora ya no es únicamente ciega, ha perdido su memoria y puede volver a juzgar. “Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.” Decía Borges.
Memento de Christopher Nolan
Calificación: 3.5 De 5 (Muy Buena).
Amnesia.
(Memento. Christopher Nolan, 2000).
Intrigante, conspirador y traidor resulta todo el entramado que se deja confiado a la memoria; a ese pequeño recoveco olvidado entre la confianza y el perdón, al halito que ubica a la moral como un pequeño momento relegado a la misma evocación del pasado. Los instantes, pues, se pierden, se quedan en el trazado de una historia que no existe, que se debe reencontrar, reescribir y repasar; que jamás ha de contar con el atributo de una resonancia lógica. “Todos necesitamos recuerdos para saber quienes somos”, nos dice el personaje central de Christopher Nolan, justo casi al finalizar el fugitivo y laberíntico relato en el que nos sumerge.
Una foto se revela al revelado mismo, se oculta detrás de su inmaculado velo original para jamás salir de ahí. La culpa, la responsabilidad, el espejo del bien y el mal quedan implícitamente cegados a toda razón durante el viaje que apenas comienza. “Debo creer que cuando cierre los ojos, el mundo sigue ahí.” Estamos, pues, inmersos en el ciclo de un hombre sin memoria ni rutina, en una esquizofrénica tradición con total control en el olvido en pos de una venganza que se debe consumar, cada que la necesidad del recuerdo retoque la culpa tatuada.
El paraje, entonces, ensimisma el abandono, se niega una realidad ya resuelta y se auto-representa en los más oscuros anhelos de codicia, en que los tres personajes centrales se debaten el rol del culpable en esta enmarañada - y posiblemente caótica - cinta perfectamente elaborada.
Nolan nos ubica en un círculo sin fin, en un camino con todos los retornos posibles, en un crimen que flota gris ante la colorida y confusa realidad. Nos adentra a un laberinto que engancha con su ritmo, que siempre que empieza a cuajar, nos regresa a un punto de partida común. Así hasta el final.
Pero esto no es para nada extraño en el mundo del séptimo arte, a través de su historia, el cine ha tratado al olvido y la memoria de muy gustosa manera. Al parecer, el cegar el destino de sus personajes siempre ha tenido consecuencias interesantes; desde los excéntricos viajes atemporales del ”Dr Who” de Sydney Newman, hasta el hombre que olvida su vida después de un atraco en “El hombre sin pasado” de Aki Kaurismäki, así como en las incipientes pesadillas de David Cronenberg en “Spider”.
Christopher Nolan no es un director secular a la doctrina de la industria, su hechura bien puede ser mantenida en un círculo comercial, pero su trasfondo siempre está plagado de la nociva actividad mental del pensar, del trazar, del cometer y no del confesar. Nos ubica y reubica a sus personajes dentro de sus destinos trazados - un Bruce Wayne que se decide por la justicia en un flamante desaire a todos los amigos de su rico padre, redirigiendo su destino hacia la soledad, por ejemplo.
Memento es, pues, un instante que nunca depura la razón en si del entramado contado; es el ciclo de una culpa que no deja respirar, de una enfermedad que justifica los más viles actos. De una guía que no termina pero que siempre ha de comenzar en el reflejo de cualquier espejo, es la historia de un individuo con sed de vengarse del hombre común.
Intrigante, conspiradora y traidora resulta al final esta búsqueda de un culpable inexistente, de un responsable que aún sin memoria, tiene la capacidad de juzgar en pequeñas dosis de odio y coraje. El entramado confiado a la memoria nos pertenece, nos adueña y justifica. Jamás nos evidencia pero, en ocasiones responsabiliza. La justicia ahora ya no es únicamente ciega, ha perdido su memoria y puede volver a juzgar. “Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.” Decía Borges.
Memento de Christopher Nolan
Calificación: 3.5 De 5 (Muy Buena).
No hay comentarios:
Publicar un comentario