Replicantes.

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España, 2009.

Sunset Boulevard

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El que Busca Encuentra

sábado, 17 de diciembre de 2016

Arrival

REDONDO.

Arrival
La Llegada (Dennis Villeneuve, 2016)

Como claro preámbulo a una de las cintas más esperadas por los cinéfilos en el 2017, “Blade Runner 2049”, Dennis Villeneuve se inscribe de lleno en la ciencia ficción con una cinta que si bien tiene sus ligeros detalles, nos hace esperar con ansias una obra justa y merecedora del legado de su antecesora. Y es que con “Arrival" da muestras de una mano cada vez más controlada en la cadencia, una madurez latente en la tesitura de sus temas así como una exploración más fresca de los mismos. De paso, claro, se da el lujo –y la libertad– de sacarse la espinita y por fin manejar a sus anchas ciertos elementos que había bocetado ya en anteriores cintas. Si bien su obra se ha ido abriendo de a poco a un mercado más global, ésta no ha dejado de otorgarse a desafíos más complejos y profundos en las aristas narrativas, estéticas, histriónicas y dramáticas a cada paso. Su filmografía es, pues, su propia escuela; seminario que intenta captar lo sombrío y taciturno de la naturaleza humana. 
El conflicto plenamente narrativo de “La Llegada” es simple y hasta lógico, su primera parte inclusive puede definirse así. No obstante, el trasfondo que se nos irá develando de paulatina manera abre un envase que doblega la incógnita propia de nuestros personajes en pantalla. Es un miramiento a lo desconocido, a los temores de ello: las posibilidades, la pertinencia, el beneficio y la convivencia. “Arrival" no es una elemental cinta de encuentros extraterrestres, es un filme anacrónico ilustrado a través del lenguaje; lo que conlleva éste no sólo como proceso comunicológico sino como exploración en el campo emotivo y temporal. Villeneuve se nota suelto y escrupuloso dentro de un género que en muchas ocasiones ha sido maltratado; arrinconado en recovecos cercanos a la fábula, lo exacerbado y lo no formal.
Bajo una batuta de estética puntual, y agraciadamente sin hacer alarde de espacios y figuraciones recargadas en su estética, el entramado se desarrolla en espacios comunes, en un circulo de hechos que a la par que se presentan de manera más concreta, se van profundizando en el subtexto. Estamos, pues, ante un filme que se puede dar el corte de “inteligible” aunque tampoco se inscriba por completo en ese campo. “La Llegada” resulta al final en una película bien hecha, seria y formada al detalle. Aunque parezca que no pasan muchas situaciones diferentes a lo largo del camino, en el fondo se revela la materia de aquello que nunca ha sido puesto a prueba.
Como ejercicio guionistico la cinta carece de una redondez total. El entramado diseñado de Eric Heisserer peca en ocasiones de falta de desenvolvimiento. Si bien la voz en off que divide parte de la estructura fílmica hacía la mitad de la cinta se justifica para un metraje más acomodado, podría haber sido tratada con un poco más de calma. Igual pasa con las elipsis temporales a la “Nolan” que se suscitan hacía la parte final de la cinta, donde dicho sea de paso, el estilo cíclico presentado se torna un tanto más intrincado. Parte de ello bien podría haber funcionado mejor si se obviaban las posturas críticas a los actuales enemigos económicos e ideológicos de los Estados Unidos. Pero claro, hay que dejar la marca de la casa. 
En los demás elementos técnico/creativos hay poco que escarbar. Es una constante de Villeneuve el hecho de amalgamar de manera precisa la homogeneidad de los elementos de sus cintas. Tanto la fotografía realizada por Bradford Young, como la música de Johánn Jóhannssonn (basada realmente en muchos de los temas de sus anteriores trabajos) y el montaje de su editor de cabecera, Joe Walker, van de la mano. No sobrepasan el todo del filme, participan en el entramado desde su rincón de manera efectiva y sin protagonizar. Igualmente, como ya es costumbre en los filmes de este realizador, la dirección actoral es de un muy buen corte. Sus talentos se muestran eficaces en el set, con personajes que han construidos sus niveles de atención dentro del entramado final. 
Si bien el paso de Dennis Villeneuve ha sido un tanto zigzagueante –no todos esos retos fílmicos de los que hablamos al inicio han dado un resultado cien por ciento óptimo– continúa siendo uno de los directores a seguir. Su mano va imponiendo un sello particular, uno que se adentra a las líneas no visibles de un filme. Es un cineasta que gusta de detallar sus contenidos de tenaz manera antes que al vestido decorativo (aunque también hay algo de ello). Y con “Arrival”, claro, nos da además una prueba en su manejo de géneros, de que su discurso puede incursionar en distintas fronteras de manera clara y capaz dejándonos a espera de más. No sólo la secuela antes citada, sino más desafíos cinematográficos que seguro estaremos disfrutando. 

La Llegada de Dennis Villeneuve

Calificación: 3.5 de 5 (Buena). 

jueves, 8 de diciembre de 2016

Sully: Hazaña en el Hudson

REDONDO.

Sully
Sully: Hazaña en el Hudson(Clint Eastwood, 2016)

Sabemos de antemano que cuando Tom Hanks se deja ver en la pantalla grande la bandera de los valores estadounidenses más ortodoxos ha de ondearse por todo lo alto dentro del metraje presencial, sobre todo hacía su parte final (y resolutiva). Ahora bien, cuando detrás del encadenado de acciones se haya alguien como Clint Eastwood, es de suponer que dicho aire ondeante habrá de multiplicarse. Y es que estamos ante dos de las figuras más representativas de dichos intereses morales por parte de nuestro vecino del norte. El primero, claro, es una figura en la que ha recaído a lo largo de su carrera la interpretación norteamericana de la bondad, mientras el segundo se rodea de figuraciones de alcance, autoridad, poderío y, aunque suene irónico a sus 86 años, de fuerza y vitalidad. Si bien no podemos negarnos ante esos hechos, tampoco podemos negarnos al factor de que Eastwood quizá sea uno de los directores más formales y pulcros de la última década. Si bien sus trabajos más recientes fluctúan tanto en sus propias acciones como dentro de su propia filmografía, con Sully nos enfrentamos ante la reintegración plena de su cine más efectivo. 

La historia en si parece calzada para ponderar los bonos normativos de la sociedad estadounidense, exaltando –e integrándose– en la siempre inicua batalla entre el interés y la honestidad. Es una trama predispuesta, pues, para ello, y quizá otra mano la habría llevado a rebuscar ciertos elementos que dieran como resultado una obra exacerbada, pero no es el caso aquí. En la balanza de los hechos presentados: la narrativa y el campo emocional, se percibe la madurez del realizador, su soltura dentro del control de la ficción y su buen tacto. Es el propio encadenamiento el que se viste y respira con cierta pericia a favor del espectador, quien más que verse obligado, se dejará llevar más o menos libremente para dar sus valoraciones y experimentar el dramatismo propio del filme. 

Anacrónicamente Eastwood nos coloca de lleno y de manera eficaz en el centro del conflicto; la película no se centra dramáticamente en el afamado contratiempo aéreo que dio la vuelta al mundo, sino en lo que se suscitó después con los protagonistas de los hechos. Para ello se apoya en un doble debate. El principal es aquel donde las fuerzas burocráticas intentarán, como es sabido, lavarse las manos sacrificando la carrera del piloto; nuestro personaje central, él cual sostiene la disputa interna entre los nombramientos populares de héroe, así como los oficiales y mediáticos de posible fraude y peligro. No obstante, con cierta obligación y haciendo uso del tiempo como representación fílmica –sobre cavilaciones e inflexiones de nuestro eje humano central– el realizador nos hará parte de ese vuelo bajo un comando elegante y hábil desde distintos puntos de vista. Se revisita el acontecimiento bajo unidades separadas para poder lograr un climax en conjunto: accidente y resolución del caso. 

La fotografía de Tom Stern y el montaje de Blu Murray sobresalen en el valor adecuado; están a disposición del filme y a pesar de desplegarse de manera sobresaliente son invisibles durante la proyección. La partitura de la Tierney Sutton Band y Christian Jacoby encaja y se mimetiza con el estilo del propio Clint Eastwood acentuando los momentos claves. Sobresale igualmente el control y la colaboración de Hanks y el director. La actuación del histrión es calma, estoica (bajo las parámetros que le conocemos) y permite que el flujo de la cinta provea y le provea. Hacía tiempo que no veíamos a un Tom Hanks tan efectivo en un filme que no busca otra cosa más que narrar un fragmento y una versión de las cicatrices que van construyendo al Nueva York post 9/11.Por la parte técnica no hay más que agradecer. 

Sully es, entonces, una película particularmente sencilla. Una cinta sin aspavientos que no busca dobles fondos o profundidades en el sistema, se aboca a sus personajes y humaniza el hecho sin criticar de más, sin ataques frontales. Al verla no queda más que identificarse bajo su ritmo y pasar un tiempo placentero de un cine sobrio, claro, sin pretensiones y disfrutable. Un cine que no busca más que mostrarse y, sobre todo, escribirse y realizarse bien. Y vaya que en estos tiempos, y en esa área del mundo–honestamente- es más que suficiente.

Sully: Hazaña en el Hudson de Clint Eastwood

Calificación: 3.5 de 5 (Buena a secas).