Replicantes.

Replicantes.
España, 2009.

Sunset Boulevard

Sunset Boulevard
España, 2009.

El que Busca Encuentra

martes, 11 de septiembre de 2018

Rojo Amanecer

REDONDO.

Rojo Amanecer
Rojo Amanecer (Jorge Fons, 1989)

Esta representación fílmica de uno de los acontecimientos más oscuros y encubiertos de la historia del México reciente termina irónicamente por auto-retratarse; quizá hasta mordazmente. Y es que mientras más se ha ido sabiendo –con el paso de los años– sobre la forma en que la producción pudo ser llevada acabo entre la prohibición directa por parte de las instancias oficiales; la restricción de sitios donde localizarla y los escasos recursos técnicos y capitales conque se contó, menos datos y certezas se han ido dando a la luz sobre los actos y los hechos que se perpetuaron durante la noche y madrugada de los fatídicos 2 y 3 de Octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas: objetivo clave y principal por parte de la cinta y todos los inmiscuidos en ella. Si bien logró ser proyectada –sin faltar la prominente censura– gracias a la presión social, este documento hito de la filmografía nacional es una pieza ficticia en el rompecabezas real de un borroso y lacerante recuerdo colectivo. Su valor, fuera de las cuestiones periciales de la cinematografía más escrupulosa, recae en abrir un pequeño retablo en donde poder exigir una verdad a todas luces negada.

Con un guion bien-intencionado que declina en diversas dialogaciones sobre-explicativas, sumario hasta cierto punto inocente pero vigoroso para dejar en claro las disyuntivas y disertaciones que se pusieron en juego durante el año y la situación expuesta, el entramado se manifiesta fundamentalmente dentro de un simple condominio de la clase media: morada familiar que frente a nuestros ojos se irá convirtiendo de apoco –y bajo un ritmo aprisionante– en una oscura cueva llena de temores, una mazmorra de zozobra, una impotencia palpable y hasta un sepulcro de esperanzas y certidumbres. Apostados en una construcción de personajes con matriz generacional y tendencia socio-política, la cinta apuesta y se expone al foco más álgido de las demandas estudiantiles del 68 con dichos caracteres: dos universitarios adeptos a la causa (uno de tendencia más intelectual que el otro), una madre dedicada a su hogar que tendrá que captar toda arista del problema sobre la marcha, un abuelo que vive de sus memorias post-revolucionarias, un padre burócrata que atiende únicamente a los rumores de la represalia sin miras a un futuro, una adolescente, un infante, y por si fuera poco, un grupo de desconocidos que han sumado tanto a la causa como a las tensiones que van en aumento y abruman mayúsculamente al grupo que estrechamos como nuestro. Y sin excusa de su postura ante el conflicto, sin consulta o merced, todos a excepción de uno habrán de perecer ante el alevoso brazo de la autoridad. La nueva generación despierta, entonces, con la ropa de noche entintada de la sangre de sus seres queridos y se abre paso ante un lavatorio de penas y un también germinante silencio que aún perdura hasta nuestros días.

Con Rojo Amanecer nos enfrentamos, pues, a una obra que pertenece tanto a su realizador, Jorge Fons, como a todo ese esforzado grupo que con bravura desafiaron a ese sistema que aún hoy ensombrece temáticas, suprime evidencias y retoca convenciones a beneficio y comodidad. Nos referimos no sólo al elenco que se puso en riesgo a cada día de rodaje sino también a los miembros del crew que aportaron su labranza, a mayor o menor medida de las condiciones dadas, para otorgar un punto de inflexión en la apertura mediatica del país. No olvidemos, claro, el admirable y delicado apoyo de Valentin Trujillo para que este proyecto pasará de un onirismo a una efectiva conclusión.

A casi 30 años de su obligado estreno es que se proyecta nuevamente en salas presentándose a nuevas generaciones que a bien pueden reconocer el lento proceso de mudanza de valores y de desarrollo nacional… A casi 50 años de los hechos que aún se adeudan a los familiares y a la sociedad en general, es que se nos exhibe para desnudarnos y evaluarnos tanto personal como colectivamente. Y quizá sea porque las verdades en este país aún pueden verse únicamente por una pequeña ventana desde el cenit del discernimiento; ese insonoro rincón que hemos fundado ya sea por miedo, cobardía, olvido o simple y llanamente porque no hay espacio alguno en que los gritos puedan ser escuchados. O quizá porque simplemente todos vivimos encerrados en un pequeño cuarto donde sólo podemos ver al horizonte un futuro y un pasado que se aleja sin nosotros poder movernos.


Rojo Amanecer de Jorge Fons

Calificación: 3 de 5 (Buena). 

martes, 4 de septiembre de 2018

Tiempo Compartido

REDONDO.

Tiempo Compartido
Tiempo Compartido (Sebastian Hofmann, 2018)

Si bien en su primer largometraje Sebastian Hofmann palpaba el terror fantástico bajo una pesadez e incertidumbre sumamente ajena a los cánones más usuales dentro del cine nacional, en esta su segunda entrega se aboca a los géneros y estilos con una habilidad y fuerza similar. El surrealismo se mezcla con lo trágico y quimérico sazonado con un diligente uso de diversos elementos melodramáticos; su ahora colorida estética es mordaz e ironiza el universo/prisión en el que maniata a sus personajes: seres incompletos –en su interior y su exterior, faltos de esas piezas claves para su total felicidad– y que se nos presenta eficientemente como una ventana para ser testigos, no cautivos, de la pesadilla que irá devorando todo aquello que intente despertar de su letargo. Su discurso, pues, no cambia, los elementos más internos en la disertación de su Halley (2012) se reflejan con una madurez y uso de las formas de manera mucho más fértil y versátil, dicho de otra manera: las cínicas consecuencias de la inevitable, imposible e irreverente búsqueda del bienestar son las reglas del juego. 

Sobre un escenario donde las ofertas de ilusiones son más importantes que la obtención de la promesa en si, dos ejes narrativos se abren camino con el fin de escapar de un laberinto amorfo que se alimenta de un ego maquinal que les ha engañado y gusta de mentir a cada paso; que ha cegado incluso a sus más cercanos bajo el encantamiento de los supuestos de responsabilidad y el deber. Por un lado nos encontramos a una pareja que labora dentro de las inmediaciones de un complejo vacacional en búsqueda de la futura conveniencia profesional: sustitutos individuales e interpretaciones de la probidad y la justicia. Por el otro nos hallamos ante un pequeño núcleo familiar que opta por toparse con las segundas oportunidades que augura la vida bajo marquesinas comerciales, slogans y videos institucionales en un tiempo compartido que se encuentra sobre el mismo “firmamento” de la pareja inicial. La unión de las metas de quienes se ven obligados a disentir de esta invisible y omnipresente mente que controla dicho cosmos, es un paso lógico para la obtención de ese renacimiento anhelado sobre los procesos de enfermedad y curaciones que se relegan a subtextos pero que de a poco acaparan los primeros planos de la cinta.

Si en Halley nos hallábamos frente a una especie de muerto viviente con el empecinamiento de seguir existiendo a pesar de la putrefacción de su cuerpo, en Tiempo Compartido nos encontramos de frente al proceso de creación de otra clase de entes autómatas, seres cuasi fenómenos cuya dicha es sólo un artificio mercantil que absorbe una perniciosa disertación en la que han de ser regocijados con placebos: su mente y capacidad de abstracción/análisis ha de quedar corrompida. Su esencia es la de ser cápsulas producto que brindan la falacia de la ventura, la prosperidad y la bonanza. La clase media mexicana que se otorga a miramientos y ensoñaciones a las que no pertenece naturalmente se reflejan de sobremanera en un tejido que roza la fábula y la fantasía. 

Con un elenco que sobresale gracias al balance de los propios estilos actorales de cada histrión y la explotación de los mismos bajo la esencia propia del filme, Sebastian Hofmann nos otorga un fino piso que acapara un agridulce y negruzco sentido del humor, una puesta en escena y cámara sumamente más pensada y compleja que en su anterior entrega; menos cáustica, más delicada, pero igual de pujante y enérgica que nos absorbe gracias a la confabulación de la fotografía de Matías Penachino y el Diseño de Producción de Claudio Rámirez Castelli. La partitura de Giorgio Giampà resalta de sobremanera por sus atmósferas, mezclas de estremecimiento e inocentes entonaciones, que nos abrazan por el recorrido del entramado y que empatan e incrementan los temas y emociones proyectadas. 

Ganadora por mejor guión en el pasado festival de Sundance, de un Mayahuel en Guadalajara y dos Arieles en los apartados de actuación, esta continuación en la carrera de Hofmann nos apremia al pensamiento de estar frente a un realizador cuya mano tiene la clara visión por explorar diversas veredas donde pueda hacer encajar todos esos estremecimientos en que se conjugan las tragedias cotidianas con las peores experiencias oníricas y fantasiosas. Su Tiempo Compartido nos revela, pues, al final, que la entusiasmada esperanza por tropezar con la prosperidad puede terminar también en un acto de conspiración e intriga fatídica. 


Tiempo Compartido de Sebastian Hofmann.

Calificación: 3 de 5 (Buena).