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miércoles, 11 de septiembre de 2019

Once Upon a Time… in Hollywood



REDONDO 

Once Upon a Time… in Hollywood
Había una vez... en Hollywood (Quentin Tarantino, 2019)

En la tan vaticinada, y mercantilizada, novena obra de Quentin Tarantino –otrora líder, autócrata y adalid del cine “independiente” dentro de la industria de los Estados Unidos–nos hallamos con el ejercicio más punzantemente personal de su carrera. Un entramado sumado plenamente en la remembranza y revestido de nostalgia sin dejar de lado, claro, su ya tradicional atisbo y ataque de afectaciones y participantes a travez de la eiségesis de su dogmática presunción sobre la cultura pop. Su acercamiento anacrónico ante los hechos históricos que se exponen mediante paralelismos condescendientes resultan ya uno de sus sellos particulares pero aquí, en su mayoría, terminan por ser dispares en contenido; enriquecidos, eso sí, con un portento visual que manifiesta un control mayúsculo en la complejidad del uso y la puesta en cámara así como de sus fundamentos estilísticos, aunque al mismo tiempo, claro, ello nos habla de un realizador maduro ante la estética de su cine que lastimeramente ha dejado en el camino parte de la densidad y la cohesión narrativa.

La cinta pues, bellamente constituida en viñetas concordantes entre tres muy claras unidades a seguir durante su entramado, se abre a diversos paréntesis incisivos que la parten en tiempo, fantasía, onirismos y diversas alteraciones que si bien son visualmente atractivas (todas ellas bajo la heterodoxia que pernea a la cinta) no sirven para acomplejar, detallar, sumar o hacer avanzar tanto el desarrollo de los personajes como la evolución de la historia misma. La trampa que se planea con este juego de vaivenes termina por apresar a la propia trama central; alegórica quimera de la tradición hollywoodense: el talentoso venido a menos, el cambio generacional… El temor del vigoroso a no ser recordado y reconocido ante el futuro desconocido. 

Irregular en estilo, la edificación del filme se centra en un uso del lenguaje más apegado al cincel televisivo de la época expuesta pero que no resulta homogéneo, al igual que varios de sus otros elementos que mutan y cambian durante el metraje. Caso claro resulta el narrador que se presenta muy avanzado el primer movimiento para desaparecer por completo durante el desarrollo y posteriormente hacerse casi omnipresente en el cierre. Una forma intermitente de exposición que manifiesta la falta de disposición formal y nos acerca más bien al capricho o la excentricidad. Aunque sí somos francos, tratándose de Tarantino es algo que se espera y se da por sentado… Sólo que aquí estamos ante un nivel mucho más alto en dicha afición, tanto que parece que más que poner en juego su universo de situaciones, la obra parece ser una autoproclamación de su orgullo y vanidad cinematográfica. 

Gravitando bromas de una tesitura similar durante el encadenado, la soltura se pierde gradualmente hasta caer en un sentido del humor medianamente del absurdo que, al igual que muchas otras cosas, no es presentado con la fuerza necesaria desde un inicio. En su pietaje, pues, no se asoman los apéndices sino que son estos los que abarcan la mayoría, y dentro de estos nos topamos de frente con burlas y autoburlas, parodias y autoparodias, homenajes y autohomenajes. Referencias que van desde Welles hasta Peckinpah pasando por un sinnúmero de extensiones musicales que se dirigen desde espectros fílmicos como El Graduado (Nichols, 1967), hasta melómanos como en la versión de Jose Feliciano sobre un himno generacional de The Mamas & The Papas. 

Al final, Once Upon a Time… in Hollywood resulta ser un Cuento de Hadas violento que se ha creado el niño interno de Tarantino. Ayudado de sus más cercanos colaboradores en recientes proyectos: Robert Richardson (eficiente fotografía), Fred Raskin (hábil montaje para entretejer las excesivas anotaciones al pie) y John Dexter y Nancy Haigh (portentoso trabajo de arte y diseño que nos hace viajar en el tiempo), así como auxiliado por muchos más, el virginal cinéfilo que se aprehendió de todo un universo fílmico para si mismo descarga aquí su infantil y sádica visión de todo lo que ama y amó. Y que si bien puede resultar entretenido, se basa en un lógico candor que se ensombrece por un velo de incomprensión del mundo. Y ello o bien puede ser su mayor virtud o su más recalcitrante arbitrariedad. 


Había una vez… en Hollywood de Quentin Tarantino
Calificación: 2.5 de 5 (Regular).