REDONDO
The Irishman
El Irlandés (Martin Scorsese, 2019)
Facultado no sólo por una tradición histórica sino por una herencia personal de variados hechos fílmicos, Scorsese se abre camino nuevamente ante temas comunes dentro de su filmografía y nos brinda en esta su más reciente entrega una portentosa radiografía del mundo da la mafia. Un mural que se diferencia de sus anteriores cintas sobre este tema por un tratamiento naturalista que acapara desde el inicio con una fuerza inusitada y nunca deja un atisbo para el escape. La agudeza con la que mantiene su consonante ritmo en las tres horas y medio de su metraje es la prueba irrefutable de una mano pensante, de una visión detallista y una honestidad brutal que sólo se obtiene con la madurez personal y artística. El Irlandés que nos presenta Scorsese ante ese lienzo –hoy tan maltratado e irrespetado por la industria– que es la pantalla, es un camino de vida de severos contrastes: humano, sí, a pesar de su violencia, emotivo a pesar de su crudeza, delicado a pesar de su ferocidad. Una obra que circunda y redondea una arista cardinal –quid esencia– de la ruta que ha tenido como director hasta la fecha.
Alejándose de ese candor con que había presentado a sus anteriores personajes en roles similares, tomando distancia de ese ornamentado mundo noir que ya había practicado, el rol que el histórico realizador italoamericano toma con garbo y soltura es el de encararse ante el realismo, el de dotar a sus caracteres de una complejidad emocional que atrapa y encarna. El ruedo ante el que nos enfrenta es el de seres trabajadores y disciplinados que habitan las quebradizas, inconsistentes y deleznables esquinas de la vida: obreros y artesanos de la experiencia, de la muerte y el perdón. Recovecos que entre las sombras gobiernan y comandan las decisiones más importantes del mundo. El seguimiento diacrónico de la película es de una elocuencia tal que tanto estamos observando el alzamiento y desarrollo de nuestro protagonista, como de los hechos más relevantes en la política estadunidense a lo largo de más de 30 años. Guiños históricos que hacía el final se entrecruzan para las disertaciones correspondientes.
Con The Irishman, Scorsese toma partida ante eso que no había llegado a desarrollar a plenitud en sus anteriores cintas de este género: la consecuencia de los hechos, el fruto de lo acontecido, el juicio de la sangre, la desleal memoria del tiempo y sus pecaminosas y azarosas arenas. En lo que es quizá el mejor último acto de su carrera, el devenir de nuestros personajes es de una dureza tan franca y llana que la soledad los preside y representa –el olvido les cobra la total factura de haber permanecido en las penumbras. Lo que en su micro-cosmos era un poder fehaciente con los años se diluye en instantáneas desgastadas las cuales nadie sabe ya tomarles su vital importancia. Su historia solo se centra entre las voces de quienes la construyeron.
Bajo la cerebral fotografía de Rodrigo Prieto, las imágenes cobran vida cuasi desde un libro de historia, apoyadas estas, claro, del diseño de Bob Shaw que facilita viajar entre décadas. Los movimientos de cámara, como siempre, ajustados a una funcionalidad narrativa y estética que suman al montaje de la siempre impetuosa mano de Thelma Schoonmaker. Por su parte, la dirección actoral sobresale por el papel de Joe Pesci, quien jala las actuaciones de Deniro y Al Pacino a un nivel que teníamos años de no experimentar. Los aspectos técnicos y narrativos se funden y balancean de una forma que aquello que se nos devela es una obra fílmica vestida con un elegante traje de autenticidad.
El Irlandés de Scorsese es una cesión de sensatez, de cautela ante la construcción cinematográfica. Una de sus mejores cintas y una muestra total de lo que la industria se pierde al negar apoyo a los realizadores de una generación que ha vivido, estudiado y sufrido los cambios de un mundo al que debemos comprender mas que darle la espalda con evasivos distractores de entretenimiento. Scorsese ha dado, entonces, una palmada fuerte ante sus declaraciones recientes y nos ha regalado una cinta que debe de disfrutarse en más de una ocasión. Por una parte ha humanizado su universo de mafiosos y por otro les ha hecho pagar sus acciones. Les ha dejado solos en un acto de plena justicia, les ha ofrecido el espejo de los años, la reverberante superficie de su mortal destino… Y es que si todos hemos de morir, queda claro que alguien tendrá que ser el testigo de como llega el fin de todo lo creado.
El Irlandés de Martin Scorsese
Calificación: 4 de 5 (Muy Buena).