Ante todo una disculpa por la tardanza de esta cubicación. Me fue imposible hacerla a tiempo por cuestiones laborales. No obstante, hela aquí.
EL BOLSILLO IZQUIERDO
Esta historia comenzó hace muchos pares de años, cuando me percaté de que como ser viviente, no podía ser más que un tipo con todas las incongruencias del mundo. Pues, desde ese día me reconozco como alguien que falla más que acierta, que ignora más que sabe, que se contradice más que sigue por el mismo camino. Es por eso tal vez a todos esos sectores de supuestos pseudo-posrevolucionarios juveniles que creen ser un poco más o mejores que otros aquellos que no piensan como él (así como a los ya más grandes que nunca se pusieron un poco más serios). No dejó ni dejare de reírme de todos que no percatan de su humanidad, pues de eso pregonan su antidetallado discurso.
P.D. Agradezco todos los comentarios que se me hicieron llegar de una u otra manera por la critica de la semana pasada. Suelo hacerla dos veces al año, los resultados son siempre los mismos. Eso es igual de divertido. ¿Ceguera o simplemente un estado de mísera aquiescencia?
PARODIAS.
No he podido dejar de reírme del vulgar sentido de pertenencia que tenemos como ser humano en todos estos años, en primera porque es uno de tantos estragos naturales que nos rebasan y colocan como los malos del melodrama que hemos decidido como vida, pues a pesar de criticar las absurdas telenovelas de nuestra televisión nacional, tenemos un llamamiento particular hacía esas más que predecibles tramas. O bien queremos ser uno de esos tantos personajes que conocemos, o bien deseamos romper el molde, y al hacer eso, tan sólo aportamos un poco de actualidad al esquema. Caemos en la trampa, resultamos ser una más de esas personalidades que han de aparecer en nuestro televisor tan odiado. Al fin de cuentas, los “cultos” generacionales – los que no sobrepasan de los 30, lo universitarios de tono intelectual; el futuro del país – no ven telenovelas ¿o sí?, no leen revistas de chismes, es más, han osado modificar su sistema natural para ser inmunes al morbo. El “eros” y el “atos”, digamos, les da por igual, es sólo algo más de que reír y endosar a la gente sin educación. Lo más seguro es que ocupen sus tiempo para leer literatura contemporánea, escuchar ópera y hacer anotaciones acerca de las preocupaciones sociales que deberían liderar la agenda de las grandes potencias. ¡Hay que apoyar el nuevo concierto colectivo!, el último tan sólo arrojó unas cuantas toneladas de contaminantes al aire. ¿De que trataba? Del calentamiento global; ese tema tan sonado por un dvd bien vendido gracias a la participación discursiva del nuevo amigo de los rockeros socialmente responsables; aquel que en alguna ocasión junto a su esposa trataron de vetar tal género. ¿Hay que aprender a perdonar, cierto? Yo perdono, tú perdonas. ¿O acaso eso no es parte del rol de inteligente citadino?
En fin, muchos desean ser los virginales y bondadosos protagonistas de su auto-novela, he visto a muchos de ellos caminando por las calles. Debo admitir que hace algunos años no les tenía tanta tolerancia, pero ahora es diferente, en ocasiones hasta me siento parte de ellos, he aprendido a sentirme parte de la sociedad – ya no tengo esos risibles argumentos de contra-sistema y rebeldía juvenil. Otros tantos desean ser los antagónicos, los de tonos sombríos que creen poseer parte de una supuesta sabiduría milenaria que proviene de las fuerzas de la oscuridad. Muy oculta aquella sabiduría de discernir entre lo bueno como lo brillante y lo malo como lo oscuro. ¡A veces el vernos malos puede hacernos aparentar un tanto más interesante, ¿verdad?! Lo he intentado y no dejo de reírme de mí mismo, soy demasiado apático como para ponerme a planear como hacerle la vida imposible a otro individuo. Pero estos son sólo los papeles de siempre, yo me detengo más a ver a aquellos que tratan de romper el esquema, lo que tenuemente tratan – o creen – rescatar aquellas tradiciones que nunca conocieron pero que hay que salvaguardar, porque así debe de ser. Uno debe de colocarse su camisa de manta para denotar que no es parte de ese esperpento de sociedad vendida a un sistema de ultraderecha que piensa acabar con todos nuestro suministros, vender el país y dejarnos como esclavos del nuevo sur estadounidenses, la fantasía no suena tan mal, tal vez, al igual que aquellos, nos convertiríamos en buenos jazzistas o blueseros. Hay que estar de lado de los indígenas, es nuestra raíz ¿cierto? Hay que obviar la conquista y tener en mente los tratados de San Andrés y poblados como Acteal y La sierra de (depende la sierra más pobre del estado en que nos haya tocado). Hay que escuchar huapanago, son y todo ese folclor tan enraizado en nuestra tierra y maíz, ¡que nos debe importar saber que en ciertos géneros hay fusiones de estructuras estilísticas de España!... así es como debe sonar mí país. Siempre me he preguntado ¿a que suena y huele México? Suelo salir vestido como la gente suele vestirse y coloco mis ideas en mis sentidos, en lo que pueda percibir en una sociedad cosmopolita que aún trata de ubicarse en el mundo. La vida es importante. La ironía igual, que divertido, seguimos siendo tan sólo seres humanos.
EL BOLSILLO IZQUIERDO
Esta historia comenzó hace muchos pares de años, cuando me percaté de que como ser viviente, no podía ser más que un tipo con todas las incongruencias del mundo. Pues, desde ese día me reconozco como alguien que falla más que acierta, que ignora más que sabe, que se contradice más que sigue por el mismo camino. Es por eso tal vez a todos esos sectores de supuestos pseudo-posrevolucionarios juveniles que creen ser un poco más o mejores que otros aquellos que no piensan como él (así como a los ya más grandes que nunca se pusieron un poco más serios). No dejó ni dejare de reírme de todos que no percatan de su humanidad, pues de eso pregonan su antidetallado discurso.
P.D. Agradezco todos los comentarios que se me hicieron llegar de una u otra manera por la critica de la semana pasada. Suelo hacerla dos veces al año, los resultados son siempre los mismos. Eso es igual de divertido. ¿Ceguera o simplemente un estado de mísera aquiescencia?
PARODIAS.
No he podido dejar de reírme del vulgar sentido de pertenencia que tenemos como ser humano en todos estos años, en primera porque es uno de tantos estragos naturales que nos rebasan y colocan como los malos del melodrama que hemos decidido como vida, pues a pesar de criticar las absurdas telenovelas de nuestra televisión nacional, tenemos un llamamiento particular hacía esas más que predecibles tramas. O bien queremos ser uno de esos tantos personajes que conocemos, o bien deseamos romper el molde, y al hacer eso, tan sólo aportamos un poco de actualidad al esquema. Caemos en la trampa, resultamos ser una más de esas personalidades que han de aparecer en nuestro televisor tan odiado. Al fin de cuentas, los “cultos” generacionales – los que no sobrepasan de los 30, lo universitarios de tono intelectual; el futuro del país – no ven telenovelas ¿o sí?, no leen revistas de chismes, es más, han osado modificar su sistema natural para ser inmunes al morbo. El “eros” y el “atos”, digamos, les da por igual, es sólo algo más de que reír y endosar a la gente sin educación. Lo más seguro es que ocupen sus tiempo para leer literatura contemporánea, escuchar ópera y hacer anotaciones acerca de las preocupaciones sociales que deberían liderar la agenda de las grandes potencias. ¡Hay que apoyar el nuevo concierto colectivo!, el último tan sólo arrojó unas cuantas toneladas de contaminantes al aire. ¿De que trataba? Del calentamiento global; ese tema tan sonado por un dvd bien vendido gracias a la participación discursiva del nuevo amigo de los rockeros socialmente responsables; aquel que en alguna ocasión junto a su esposa trataron de vetar tal género. ¿Hay que aprender a perdonar, cierto? Yo perdono, tú perdonas. ¿O acaso eso no es parte del rol de inteligente citadino?
En fin, muchos desean ser los virginales y bondadosos protagonistas de su auto-novela, he visto a muchos de ellos caminando por las calles. Debo admitir que hace algunos años no les tenía tanta tolerancia, pero ahora es diferente, en ocasiones hasta me siento parte de ellos, he aprendido a sentirme parte de la sociedad – ya no tengo esos risibles argumentos de contra-sistema y rebeldía juvenil. Otros tantos desean ser los antagónicos, los de tonos sombríos que creen poseer parte de una supuesta sabiduría milenaria que proviene de las fuerzas de la oscuridad. Muy oculta aquella sabiduría de discernir entre lo bueno como lo brillante y lo malo como lo oscuro. ¡A veces el vernos malos puede hacernos aparentar un tanto más interesante, ¿verdad?! Lo he intentado y no dejo de reírme de mí mismo, soy demasiado apático como para ponerme a planear como hacerle la vida imposible a otro individuo. Pero estos son sólo los papeles de siempre, yo me detengo más a ver a aquellos que tratan de romper el esquema, lo que tenuemente tratan – o creen – rescatar aquellas tradiciones que nunca conocieron pero que hay que salvaguardar, porque así debe de ser. Uno debe de colocarse su camisa de manta para denotar que no es parte de ese esperpento de sociedad vendida a un sistema de ultraderecha que piensa acabar con todos nuestro suministros, vender el país y dejarnos como esclavos del nuevo sur estadounidenses, la fantasía no suena tan mal, tal vez, al igual que aquellos, nos convertiríamos en buenos jazzistas o blueseros. Hay que estar de lado de los indígenas, es nuestra raíz ¿cierto? Hay que obviar la conquista y tener en mente los tratados de San Andrés y poblados como Acteal y La sierra de (depende la sierra más pobre del estado en que nos haya tocado). Hay que escuchar huapanago, son y todo ese folclor tan enraizado en nuestra tierra y maíz, ¡que nos debe importar saber que en ciertos géneros hay fusiones de estructuras estilísticas de España!... así es como debe sonar mí país. Siempre me he preguntado ¿a que suena y huele México? Suelo salir vestido como la gente suele vestirse y coloco mis ideas en mis sentidos, en lo que pueda percibir en una sociedad cosmopolita que aún trata de ubicarse en el mundo. La vida es importante. La ironía igual, que divertido, seguimos siendo tan sólo seres humanos.