REDONDO.
Captain
Phillips
Capitán
Phillips (Paul Greengrass, 2013)
Para
el tercer acto del filme, lejos de la obviedad en la que ha caído el básico
entramado ya conocido desde el trailer, los objetivos de la película quedan
cruda y evidentemente al desnudo: la sobreexplotación –una vez más– del poderío
militar de los Estados Unidos y su hosco proceder que los hace autonombrarse la
policía del mundo; un discurso soso, tosco y tan rústico y reconocible que
resulta en suma ordinario. Pocas cosas funcionan realmente en la película que
no se basen en estrategias y formulas repetidas hasta el cansancio por el cine
que asoma como gran apuesta para el cine estadounidense que incluye, claro, a una
estrella de alta alcurnia cuya carrera se ha visto un tanto relegada de la
popularidad, así como un director de moda cuyo mayor aporte es un agilísimo uso
de la cámara que ha posicionado también en boga. Al final, es cierto, la última
apuesta de Greengrass es llegar a todo ese público que hace suyos todos esos
valores patrioteros con los que nos ha obligado a vivir la industria.
El
arco, como ya hemos mencionado, resulta simple y llano. Inclusive la
mercadotecnia no le ha hecho fuerte ni auxilio; siempre vamos un paso delante
de la cinta… Las propias acciones nos proveen la lógica cuando la situación
podría prestarse a una ligera impresión de cambio o sorpresa. La mano del
realizador, queda plasmado claramente (no sólo en esta obra sino en su
filmografía), se inclina por una plástica sin mayores aspavientos que logran su
mayor ejecución cuando de acción desenfrenada se trata. Lamentablemente, el
caso aquí es distinto, la apuesta mayor es por el manejo de la emoción, de
cierta tensión que lejos de ser lograda por medio de su puesta en cámara (ni
mencionemos la puesta en escena), queda relegada a la simplicidad de sus
personajes; caracteres sin un objetivo que nos circunde a seguirlos, a sentir
la presión a la que son objetos durante el desencadenamiento de los sucesos.
De
burda y patente manera, la historia toma partida desde el inicio a través del simple
guión de Billy Ray, al dejar de lado todos los posibles complejos fondos
sociales de nuestros chauvinistamente tratados antagonistas, al igual que todo
el factor humano-familiar de nuestro protagonista con que lo intenta presentar,
o más bien presenta, y que repentinamente vuelve hacía el final en un mal
logrado intento de hacernos creer lo que la actuación de Tom Hanks nunca puede
durante toda la cinta, sentirlo realmente hastiado y oprimido hasta el punto de
quiebre con su situación; misma que nos deja de interesar al entrar en escena el
siempre buscado, y recetado como oración, factor de la inteligencia y manejo de
situaciones de crisis por el poderío del gobierno “americano”… Y es que para
ese momento, seamos sinceros, nada nos debe interesar más que ese vacuo espacio que
pasa por la mente de la gente que se autoproclama con la flama de la paz y se
da –a la vez– la libertad de matar a quien sea que le estorba en sus objetivos
a nombre de todos nosotros; su mundo.
La
cámara de Barry Ackroyd, lejos de presentar ese constante movimiento tan
gustado por el director, resulta inocua al igual que la partitura de Henry
Jackman, que pasa mayormente desapercibida. El montaje, en caso (a cargo de
Cristopher Rouse), convierte esta básica apuesta Hollywoodense tan común y
trivial en una situación con el ritmo necesario para que el entretenimiento sea
mayor y sobre todo occidentalmente constante en ciertas secuencias.
Lejos
de contarnos una historia de vida basada en el sufrimiento de un personaje que
se ha visto azarosamente en circunstancias por total extremas, la última
película de Paul Greengrass resulta panfletaria, peligrosamente patriotera. Si
bien podemos y queremos detallarla desde cierto punto de vista humorístico y a
la vez alarmante, resulta ser una prueba más de que ciertas películas deberían
llegar directamente a la tele abierta y ser programadas sin discreción para el
entretenimiento de una sociedad que, eso sí muy lastimeramente, ha sido
sólidamente conquistada por toda esa radical valorización de la moral
Estadounidense.
Capitán Pillips de Paul Greengrass
Calificación:
2 de 5 (Regular).
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