REDONDO.
12
Years A Slave
12 Años Esclavo (Steve McQueen, 2013)
Desconozco
si Steve McQueen haya planeado comenzar su carrera como realizador en los
largometrajes ya casi entrados los 40, o si las circunstancias de tan inicuas oportunidades
en el medio no lo permitieron antes. En todo caso, el resultado está a la vista
de todos: la madurez con que entrega y concede su cine es de una sensación que
casi toda una generación ha pasado por obvia. La sencillez con que demarca la
depresión y crueldad como un sello de narrativa desde su ópera prima, “Hunger”
(2008), ha ido desarrollando un estilo de formalidad y elegancia tal, que un
cine respetuoso a la mirada, agudeza y campo emotivo del espectador se asoma de
la manera más natural –y por ello complicada a la hora de la construcción– por
la pantalla; esa hoja en blanco que todo director debe de llenar.
Aunque
la linealidad no la erige en su entereza –su primer movimiento viaja entre los
propios tiempos en que se desarrollará la cinta– su ilación es sencilla y de
una franqueza que no se asfixia tratando de contar más allá de lo que debe o
pretende (no pretende más allá de lo que cuenta), sino más bien narrando de
manera concreta –atenta– los tiempos pertinentes del ritmo que cada célula (dolor,
podríamos decir) se va presentando, formando y fortaleciendo para dejarse morir
y entregarse ante un proceso mayor de ansiedad, sufrimiento e injusticia que
experimenta nuestro protagonista, natural actuación de todo el elenco,
negándoselo y negándonoslo hasta el punto del quiebre. Hasta sentirse merecedor
de este y hacerlo suyo. Aceptarlo y aceptándonoslo.
El
cine de Steve McQueen, es cierto, no está provisto de sorpresas en la dinámica
de las llamadas “vueltas de tuerca”; no las procura ni las necesita. Durante
sus tramas, los giros “inesperados” que parecieran ser ya una parte orgánica de
cualquier filme no se presentan de ninguna forma. Su estilo, más bien, nos
sumerge en una lógica tan oscuramente humana que el real desconcierto llega en
la conclusión y la razón de vernos complacientes y allegados a las atrocidades
de nuestra propia naturaleza. Con “12 Años Esclavo” no es la excepción. La
cinta se edifica en base de un argumento sólido, simple en su trazado y
complejo tanto en su contenido como trasfondo, así como de una combinación
eficiente; cuidada y cuidadosa, de todos los elementos que componen el lenguaje
fílmico.
Sin
tratar de meter mano más allá de lo concernientemente prudente –en lo que bien
después puede originarse como moda o boga (sin duda una mala interpretación del
cine de autor en nuestro vecino del norte y su industria)– deja respirar los
fundamentos que integran una obra cinematográfica. Su mano no rige sino que
apoya a sus departamentos a lograr un equilibrio en pos, no de su nombre como
director, sino de su historia. Sus actores se sienten libres para presentarse ante
ellos y la cámara como los personajes que humanamente han construido. No se les
odia, no se les quiere. No se les desea el mal o el bien; no se les tiene mayor
piedad que la que ellos mismos rigen y permiten... La pantalla en la que
escribe el señor McQueen no es tampoco una ventana a la realidad ni mucho
menos. Se presenta como una representación de los que nos cimienta como
sociedad. Más que un guiño a la proeza, lo es a nuestros servilismos;
degradaciones, traiciones, miedos, celos e incompatibilidad con nuestros
propios es lo que pasa de una manera tan directa y elegante ante nosotros que
no hacemos más que dejarlo pasar.
De
una mano dura y fría, los acentos de “12 Años Esclavo” se elevan ante la
delicadeza con que presenta actos de atrocidad y dolo. Implica al espectador a
dar de si para su propia construcción y se muestra siempre respetuoso a pesar
de su crueldad. Bajo el relato original de Solomon Northup, el guión de John
Ridley resulta pulcro para la labor de Steve McQueen y su equipo: la esmerada
fotografía de Sean Bobbit, el minucioso arte de Adam Stockhausen, la fervorosa
edición de Joe Walker y la sorpresiva partitura de Hans Zimmer (no se parece a
su trabajo habitual).
Con
sus ya habituales momentos de contemplación, esta la obra más reciente de Steve
McQueen continúa demostrándonos que es uno de los directores a seguir en los
próximos años. Se ha ganado a pulso ese derecho a la vez que también se ha
hecho ya merecedor a ser juzgado con una mayor exigencia. Sin duda su cine no
se afana de la originalidad pues su mano como realizador se presume más bien
como selecta, estudiada, puntual y cuidadosa. “12 Years A Slave”, así comos sus
dos pasados largometrajes lo demuestran con amplitud… No obstante de todo ello,
de mostrar y demostrar con tanta honestidad una época que construyó no sólo a
uno de los países más poderosos del mundo, sino también su personalidad y
temperamento social, se alza con la estatuilla más importante en la entrega de
su industria en un gesto completamente ajeno al perdón... Justificando así el
“servicio” bajo la intención de dar la vuelta a la hoja y hacer nuevamente
efectivo y evidente el falso olvido (a conveniencia) de esa nación para con su historia. Pero de
eso, todos tenemos un poco la culpa.
12
Años Esclavo de Steve McQueen
Calificación:
4 de 5 (Muy Buena).