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lunes, 10 de marzo de 2014

12 Years A Slave


REDONDO.

12 Years A Slave
12 Años Esclavo (Steve McQueen, 2013)

Desconozco si Steve McQueen haya planeado comenzar su carrera como realizador en los largometrajes ya casi entrados los 40, o si las circunstancias de tan inicuas oportunidades en el medio no lo permitieron antes. En todo caso, el resultado está a la vista de todos: la madurez con que entrega y concede su cine es de una sensación que casi toda una generación ha pasado por obvia. La sencillez con que demarca la depresión y crueldad como un sello de narrativa desde su ópera prima, “Hunger” (2008), ha ido desarrollando un estilo de formalidad y elegancia tal, que un cine respetuoso a la mirada, agudeza y campo emotivo del espectador se asoma de la manera más natural –y por ello complicada a la hora de la construcción– por la pantalla; esa hoja en blanco que todo director debe de llenar.

Aunque la linealidad no la erige en su entereza –su primer movimiento viaja entre los propios tiempos en que se desarrollará la cinta– su ilación es sencilla y de una franqueza que no se asfixia tratando de contar más allá de lo que debe o pretende (no pretende más allá de lo que cuenta), sino más bien narrando de manera concreta –atenta– los tiempos pertinentes del ritmo que cada célula (dolor, podríamos decir) se va presentando, formando y fortaleciendo para dejarse morir y entregarse ante un proceso mayor de ansiedad, sufrimiento e injusticia que experimenta nuestro protagonista, natural actuación de todo el elenco, negándoselo y negándonoslo hasta el punto del quiebre. Hasta sentirse merecedor de este y hacerlo suyo. Aceptarlo y aceptándonoslo.

El cine de Steve McQueen, es cierto, no está provisto de sorpresas en la dinámica de las llamadas “vueltas de tuerca”; no las procura ni las necesita. Durante sus tramas, los giros “inesperados” que parecieran ser ya una parte orgánica de cualquier filme no se presentan de ninguna forma. Su estilo, más bien, nos sumerge en una lógica tan oscuramente humana que el real desconcierto llega en la conclusión y la razón de vernos complacientes y allegados a las atrocidades de nuestra propia naturaleza. Con “12 Años Esclavo” no es la excepción. La cinta se edifica en base de un argumento sólido, simple en su trazado y complejo tanto en su contenido como trasfondo, así como de una combinación eficiente; cuidada y cuidadosa, de todos los elementos que componen el lenguaje fílmico.

Sin tratar de meter mano más allá de lo concernientemente prudente –en lo que bien después puede originarse como moda o boga (sin duda una mala interpretación del cine de autor en nuestro vecino del norte y su industria)– deja respirar los fundamentos que integran una obra cinematográfica. Su mano no rige sino que apoya a sus departamentos a lograr un equilibrio en pos, no de su nombre como director, sino de su historia. Sus actores se sienten libres para presentarse ante ellos y la cámara como los personajes que humanamente han construido. No se les odia, no se les quiere. No se les desea el mal o el bien; no se les tiene mayor piedad que la que ellos mismos rigen y permiten... La pantalla en la que escribe el señor McQueen no es tampoco una ventana a la realidad ni mucho menos. Se presenta como una representación de los que nos cimienta como sociedad. Más que un guiño a la proeza, lo es a nuestros servilismos; degradaciones, traiciones, miedos, celos e incompatibilidad con nuestros propios es lo que pasa de una manera tan directa y elegante ante nosotros que no hacemos más que dejarlo pasar.

De una mano dura y fría, los acentos de “12 Años Esclavo” se elevan ante la delicadeza con que presenta actos de atrocidad y dolo. Implica al espectador a dar de si para su propia construcción y se muestra siempre respetuoso a pesar de su crueldad. Bajo el relato original de Solomon Northup, el guión de John Ridley resulta pulcro para la labor de Steve McQueen y su equipo: la esmerada fotografía de Sean Bobbit, el minucioso arte de Adam Stockhausen, la fervorosa edición de Joe Walker y la sorpresiva partitura de Hans Zimmer (no se parece a su trabajo habitual).

Con sus ya habituales momentos de contemplación, esta la obra más reciente de Steve McQueen continúa demostrándonos que es uno de los directores a seguir en los próximos años. Se ha ganado a pulso ese derecho a la vez que también se ha hecho ya merecedor a ser juzgado con una mayor exigencia. Sin duda su cine no se afana de la originalidad pues su mano como realizador se presume más bien como selecta, estudiada, puntual y cuidadosa. “12 Years A Slave”, así comos sus dos pasados largometrajes lo demuestran con amplitud… No obstante de todo ello, de mostrar y demostrar con tanta honestidad una época que construyó no sólo a uno de los países más poderosos del mundo, sino también su personalidad y temperamento social, se alza con la estatuilla más importante en la entrega de su industria en un gesto completamente ajeno al perdón... Justificando así el “servicio” bajo la intención de dar la vuelta a la hoja y hacer nuevamente efectivo y evidente el falso olvido (a conveniencia) de esa nación para con su historia. Pero de eso, todos tenemos un poco la culpa.

12 Años Esclavo de Steve McQueen
Calificación: 4 de 5 (Muy Buena).

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