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lunes, 24 de febrero de 2014

Robocop


REDONDO.

Robocop
Robocop (José Padilha, 2014)

En el clímax de su segunda y más reacia denuncia fílmica, Tropa De Elite 2 (2010), Padilha logra un momento sustancialmente esclarecedor al apuntar todas sus armas (herramientas en este caso) en todo aquello que comenzó como una acusación directa a las mafias policiales brasileñas en las favelas (2007), y que terminó con la imputación de la políticas públicas y los hacedoras de éstas –en aquella toma aérea al centro gubernamental del país con una voz en off que comienza el cierre de la saga– como el origen de las malas circunstancias del pueblo. Padilha, pues, logra un efervescente y galante instante que muchos realizadores de las actuales generaciones en ocasiones acaso piensan ya no digamos realizar, sino siquiera imaginar. Elementos simples para discursos reacios, o como dicen por ahí: menos es más… Más refinado al menos, que no es poca cosa… No cabía duda, Padilha tenía los elementos, los básicos al menos, para poder llevar a cabo una reedición de Robocop (Verhoeven, 1987), aquel filme ultra-violento que no sólo profetizó sino que, lamentablemente, predijo los tiempos actuales.

Queda claro entonces que el realizador brasileño parecía el indicado para una reedición de una trama llena de fuerte crítica social; conceptos supuestamente “inexistentes” por las cúpulas del poder. Un marco compuesto por vejaciones ante los que menos tienen, la oligarquía de los consorcios empresariales y el altísimo poder de los medios de comunicación. Lastimosamente, son estos propios preceptos, en la actualidad, los que gobiernan dentro del encuadre de una nueva trama creada alrededor de la promesa discursiva de su predecesora.

El trabajo de Padilha se nota en la gran mayoría de las escenas: el tiempo no lineal como pretexto para viajar dentro de la trama (incluso el espacio onírico lo presenta de esta manera), el sistema como un absurdo que se rige por caprichos sumamente personales (en este caso más inclinado a la mercadotecnia) y sus pulcras escenas de acción (pocos atacan este género con tal garbo y elegancia en estos tiempos). Es por ello que, hay que decirlo claramente, el resultado no deja de ser entretenido, de buena mano; con una calidad cinematográfica que resulta más alta que la media en estos tiempos que se viven álgidamente, pero que en todo caso, no queda ni cerca de la densidad discursiva de su antecesora. Es una película disfrutable, sí –tiene el derecho de alentarse como una película ajena (alejada la trama de la original)– pero que en efecto deja mucho a deber –igualmente está obligada a compararse por su origen. Resulta obvio, quizá hasta lógico, que todo lo que la primera entrega reprochó asociando con un desalentador futuro, en realidad construye a esta.

Padilha logra tejer su cine, eso sí, dentro de las (cada vez más pobres) manías del Hollywood actual, empero no logra desarticular los estrictos fines irreflexivos de la industria estadounidense: somos la mejor y más poderosa nación del universo. Es más, el último plano es una total bofetada de esto. No obstante, no resulta ser una cinta menor por los conceptos del lenguaje, medianos la mayoría de ellos, que utiliza el realizador y su equipo. El respetuoso montaje de Peter McNulty & Daniel Rezende, la efectiva fotografía de Lula Carvalho, la insípida partitura de Pedro Bromfman, el look en boga (y que por ende envejecerá rapidamente) de Martin Whist, así como el patriótico guión de Joshua Zetumer. De sobra están las obligadas referencias a la original.

De manifiesto, pues, resulta entonces el trabajo de Padilha. Su labor como director ha salvado mucho de los elementos bajo los que se pensaba construir esta nueva trama. El resultado, no lo dudo, es mejor que el que habría saldado un director más novel o más americanizado. Sin embargo, con esta versión de Robocop queda claro que todo aquello que en alguna ocasión el cine osó atacar, criticar; desmantelar desde su esquina en el ring, le ha ganado por mucho la partida. Entretenimiento irónico, acaso. No profetiza nada, sólo nos da una cachetada total al absurdo e ignorante poder de los medios; tanto dentro del filme como en su exterior. Y es que es eso lo que la ha construido a sus anchas y bajo sus condiciones.

Robocop de José Padilha
Calificación: 3 de 5 (Regular).

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