REDONDO.
Three Billboards Outside Ebbing, Missouri
Tres Anuncios Por Un Crimen (Martin McDonagh, 2017)
Parecerá contrastante a la linealidad dramática de la cinta –sobre todo por algunos de los subtextos de violencia que se avivan hasta los primeros planos narrativos– pero la más reciente entrega de Martin McDonagh está construida bajo sutiles matices que apelan a un manejo sobrio y elegante en sus disertaciones. La mesura que se logra a lo largo del entramado no sólo realza la buena contienda histriónica que se halla en los interiores de su puesta en escena, sino que más allá de su álgido y negruzco sentido del humor, es su heterogeneidad moral la que le aporta un tono de distinción.
En el microcosmos de Tres Anuncios por un Crimen nos encontramos de lleno y sin tapujos frente a un pequeño grupo de personajes que no sólo delimitan nuestras fronteras diegéticas bajo su personalidad, sino también por los ataviados nudos de sus creencias; todos ellos en busca de un significado y un valor de la equidad que se conjugue a plenitud con sus necesidades; limitadas estas por sus capacidades, su estados de confort (animo/salud), o bien pura reticencia. Son sus comunes deseos, pues, los que vistos desde distintas aristas habrán de enfrentarlos no sólo en un campo ajeno y externo a sus territorios, sino dentro de sí: escrutinios personales y oficiosos que les harán captar que la propia naturaleza del mundo es la imperfección y el aplazamiento. La antesala del conflicto que habrá de sortearse no es sólo el crimen no resuelto que apoya el titulo, sino el sentido social del escrutinio, del rencor y la antipatía. El vacuo ambiente de apoyo y sostén que evoca desde años atrás a los Estados Unidos. No resulta gratuito que dentro de las actuales luchas por igualdad dentro de la industria hollywoodense, la llama que desate la disputa en esta trama sea la denuncia mediática. El hecho de volver pública una imputación que parece razonable de primera mano pero que entreteje demasiados factores de forma y fondo en su interior. Golpe directo al idealista discurso del sueño americano.
La mano del realizador inglés se nota confiada de la capacidad actoral de su elenco, permite respirar su desenvolvimiento con uso formal y moderado del lenguaje. Sobre los naturales decorados de Inbal Weinberg y Jesse Rosenthal nos sentimos en un sitio común, desinteresado e impotente ante los objetivos de una concepto de ley que no obliga ni se impone, geografías habituales que abrazan un campo emotivo al que auxilia la bella partitura de Carter Burwell; casi imperceptible compañía que ahonda en los resquebrajados y desdoblados ánimos de quien se encuentra en medio de los tropiezos. Mucho apoya en ello el montaje de John Gregory, que no abate ni fragmenta el espacio-tiempo y permite que el lenguaje se nutra de ese histrionismo antes detallado. Igualmente la fotografía de Ben Davis, cuya densidad lumínica crea un número interesante de atmósferas que marcan sutilmente las pautas que conducen el encadenado a sus últimas causas/consecuencias.
Tres Anuncios por un Crimen, entonces, termina por dotarse de un decoro moral que concierne a la honesta esencia de quien ha perdido algo o a alguien. En su camino no existen las figuras buenas o malas, el manejo de ellas dentro de los escenarios no tiene un orden por el simple hecho de que han de perseguir apasionadamente aquello en que especulan y no razonan del todo. Las secuelas de sus actos son sólo puertas abiertas de un laberinto donde la armonía, el progreso y la justicia siempre quedan pasos adelante, a una distancia clara e inamovible cuyo objetivo es simple: llamar a su búsqueda y su caza sin importar que es lo que pase.
Tres Anuncios por un Crimen de Martin McDonagh
3 de 5 (Buena).
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