EL BOLSILLO IZQUIERDO
Para empezar bien el año – pues sigo en el letargo despertar de este nuevo ciclo – comienzo con una más de esas amarguras que me caracterizan. Si bien me encanta la historia, el pasado y el folclor surrealista de México, no me adecuo al corriente tenor de la onda retro. Si bien creo que los 80s son un periodo de oscurantismo cultural, no acepto que sea usado para ser considerado original, intelectual o “de onda”. En fin, para esta ocasión me dedique a criticar este rubro así como a uno de mis más antiguos adversarios; yo mismo.
Y VA DE NUEVO.
Como que me he cansado un poco de habar sobre el año nuevo, pero es que insisto, no hay nada que lo diferencie con los demás. En un pueblo de tradiciones como el nuestro es completamente lógico que nos guste detallar, ciclo tras ciclo, lo que se experimenta como si de algo nuevo se tratara, como si la onda en boga “retro” nos pusiera al nivel del estrafalario mundo de los “Intelectuales” – a los cuales siempre he calificado de manera disciplinar mediante la lírica de aquella canción de Rockdrigo.
El asunto mediático se abarata a mi parecer desde hace ya bastante tiempo con este uso exacerbado de prostitución a la descripción y uso del pasado como herramienta para el relato y la fantasía, tanto narrativamente como visual, sobre todo visual. Ya estoy harto de todos esos diseños con sentido de melancolía hacía el pasado en las camisetas de los jóvenes que quieren ingresar – en total sentido de pose – al mundo de los cultos de su generación – con dibujos en dos dimensiones sobre colores gastados, lavados, en gamas de colores “vivos” como naranja, amarillo, verde, con tipografías deformadas, redondas, de gran tamaño y demás sinsentidos explícitos. No hace mucho les pedí a algunos amigos que estudian diseño un cartel para un cortometraje con estricto sentido estético a los afiches del cine hollywoodense de los años 50. Sin sorprenderme, me dijeron que no conocían nada al respecto. Mi teoría sobre la ignorancia colectiva generacional se comprobaba una vez más. El retro, pues, sólo indica que no se tiene idea de hacia donde querer ir, ni de que a sublevarse con sentido de un logro personal, no obstante las charlas sobre la importancia de ser original son importantes, muy a pesar de que a todos se les ve en el mismo camino del oscurantismo cultural. Ironía. ¡Que alegría!, me alegro por aquellos que en realidad le sufren por querer prepararse; no tendrán mucha competencia.
Bien esta moda, hace algunos años atribuida a la lucha libre o a la cuestión revolucionaria (no obstante de aún poder observarse en algunos perdidos en el tiempo caminado por las calles) ya me tiene un poco hasta las “cachas” – por sonar de igual forma – por este asunto autobiográfico de que yo he mismo he tenido que ser participe de ella. Es lógico que en mí agrade de utilizar parte de las memorias infantiles – para sobreexplotarlas en un sentido de desfiguración en cuanto a un contexto temporal – he tenido que rozar la línea que converge en lo realizado de mala manera pero con sinceridad (y que en la mayoría de los casos explota en ambientes de sarcástico martirio, angustia y amargura) que es el campo en donde yo trato de ubicarme de humilde modo, y los que con pretensión se establecen como los agitadores de nuevas olas de todo aquello a lo que en realidad se refieran y yo nunca he entendido del todo, como creo sinceramente que ellos tampoco. ¡Onda retro, que vulgar! Habrá un momento en que el olvido nos haga recordar que antes había algo en la memoria (algo sustancioso como para conmemorarlo y no prostituirlo como reminiscencias baratas).
Yo ya me harté de hablar de los años nuevos y de todo lo que surge en ellos. El hacerlo no me ubica más que en la torpe posición de esta olvidadiza sociedad. Sí, ya sabemos cuales son los tradicionales propósitos que no se han de cumplir, ya conocemos a los críticos de esa temporada y su discurso de que en realidad nada cambia (y en los cuales me integro) y ya estamos al tanto de la venidera cuesta de enero. Sin embargo, como país, nos seguimos haciendo los mismos designios, leyendo y creyendo o reprochando a los críticos y, sobre todo, gastándonos todo el bendito dinero para que la cuesta de enero no muera jamás. Bonito país el nuestro, debo admitir. Llevó escribiendo un poco más de un par de años a favor suyo. Sí, lo defiendo como un lugar mágico y surrealista sin par en el mundo, pero también debo admitir que son estas fechas cuando su mediocridad llega a sus más altos niveles, donde el inconciente colectivo se derrocha en nuestros principios más bajos. Y todo por creencias religiosas y mercantiles; ¿qué no serán lo mismo?
Para empezar bien el año – pues sigo en el letargo despertar de este nuevo ciclo – comienzo con una más de esas amarguras que me caracterizan. Si bien me encanta la historia, el pasado y el folclor surrealista de México, no me adecuo al corriente tenor de la onda retro. Si bien creo que los 80s son un periodo de oscurantismo cultural, no acepto que sea usado para ser considerado original, intelectual o “de onda”. En fin, para esta ocasión me dedique a criticar este rubro así como a uno de mis más antiguos adversarios; yo mismo.
Y VA DE NUEVO.
Como que me he cansado un poco de habar sobre el año nuevo, pero es que insisto, no hay nada que lo diferencie con los demás. En un pueblo de tradiciones como el nuestro es completamente lógico que nos guste detallar, ciclo tras ciclo, lo que se experimenta como si de algo nuevo se tratara, como si la onda en boga “retro” nos pusiera al nivel del estrafalario mundo de los “Intelectuales” – a los cuales siempre he calificado de manera disciplinar mediante la lírica de aquella canción de Rockdrigo.
El asunto mediático se abarata a mi parecer desde hace ya bastante tiempo con este uso exacerbado de prostitución a la descripción y uso del pasado como herramienta para el relato y la fantasía, tanto narrativamente como visual, sobre todo visual. Ya estoy harto de todos esos diseños con sentido de melancolía hacía el pasado en las camisetas de los jóvenes que quieren ingresar – en total sentido de pose – al mundo de los cultos de su generación – con dibujos en dos dimensiones sobre colores gastados, lavados, en gamas de colores “vivos” como naranja, amarillo, verde, con tipografías deformadas, redondas, de gran tamaño y demás sinsentidos explícitos. No hace mucho les pedí a algunos amigos que estudian diseño un cartel para un cortometraje con estricto sentido estético a los afiches del cine hollywoodense de los años 50. Sin sorprenderme, me dijeron que no conocían nada al respecto. Mi teoría sobre la ignorancia colectiva generacional se comprobaba una vez más. El retro, pues, sólo indica que no se tiene idea de hacia donde querer ir, ni de que a sublevarse con sentido de un logro personal, no obstante las charlas sobre la importancia de ser original son importantes, muy a pesar de que a todos se les ve en el mismo camino del oscurantismo cultural. Ironía. ¡Que alegría!, me alegro por aquellos que en realidad le sufren por querer prepararse; no tendrán mucha competencia.
Bien esta moda, hace algunos años atribuida a la lucha libre o a la cuestión revolucionaria (no obstante de aún poder observarse en algunos perdidos en el tiempo caminado por las calles) ya me tiene un poco hasta las “cachas” – por sonar de igual forma – por este asunto autobiográfico de que yo he mismo he tenido que ser participe de ella. Es lógico que en mí agrade de utilizar parte de las memorias infantiles – para sobreexplotarlas en un sentido de desfiguración en cuanto a un contexto temporal – he tenido que rozar la línea que converge en lo realizado de mala manera pero con sinceridad (y que en la mayoría de los casos explota en ambientes de sarcástico martirio, angustia y amargura) que es el campo en donde yo trato de ubicarme de humilde modo, y los que con pretensión se establecen como los agitadores de nuevas olas de todo aquello a lo que en realidad se refieran y yo nunca he entendido del todo, como creo sinceramente que ellos tampoco. ¡Onda retro, que vulgar! Habrá un momento en que el olvido nos haga recordar que antes había algo en la memoria (algo sustancioso como para conmemorarlo y no prostituirlo como reminiscencias baratas).
Yo ya me harté de hablar de los años nuevos y de todo lo que surge en ellos. El hacerlo no me ubica más que en la torpe posición de esta olvidadiza sociedad. Sí, ya sabemos cuales son los tradicionales propósitos que no se han de cumplir, ya conocemos a los críticos de esa temporada y su discurso de que en realidad nada cambia (y en los cuales me integro) y ya estamos al tanto de la venidera cuesta de enero. Sin embargo, como país, nos seguimos haciendo los mismos designios, leyendo y creyendo o reprochando a los críticos y, sobre todo, gastándonos todo el bendito dinero para que la cuesta de enero no muera jamás. Bonito país el nuestro, debo admitir. Llevó escribiendo un poco más de un par de años a favor suyo. Sí, lo defiendo como un lugar mágico y surrealista sin par en el mundo, pero también debo admitir que son estas fechas cuando su mediocridad llega a sus más altos niveles, donde el inconciente colectivo se derrocha en nuestros principios más bajos. Y todo por creencias religiosas y mercantiles; ¿qué no serán lo mismo?
1 comentario:
Excelentísimo discurso el tuyo... totalmente de acuerdo con aquello del surgimiento y acentuación de la mediocridad del pueblo mexicano en éstas fechas [también opino que si bien son religiosas y mercantiles vienen a ser lo mismo]. Así mismo debo apuntar que aquella repulsión tuya por la "onda retro" es firmemente acentuada por mi persona... no hay nada más nefasto y funesto que revivir aquellos años a los cuales sólo contribuí en dos, aquellos años que no hicieron nada mejor que seguir con la pérdida de identidad de nuestro pueblo... que bello sería fomentar una onda retro en la que viniesen a ser lo de hoy aquellas vestimentas folclóricas que tanto nos distinguen de otras civilizaciones... o qué mejor que rescatar la arquitectura colonial y prehispánica [ummm... me temo que ésta ultima sería muy dificil de preservar hoy día]... en cuanto a lo de los AÑOS NUEVOS... todos son la misma puerca pero revolcada, y me atrevo a decir que cada Año venidero es peor que el pasado...Sin más que decir...
¡Excelentes Líneas!
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