REDONDO.
Sólo un Sueño.
Revolutionary Road (Sam Mendes, 2008).
Si bien Sam Mendes ya había emprendido un viaje hacía un estilo con mayor inteligibilidad en Jarhead (con respecto a sus dos primeros filmes), donde la tensión se desarrollaba en una gala de gran manufactura con respecto al manejo del tiempo y los instintos adquiridos de sus personajes durante casi todo el metraje, explotando en aquella ya memorable escena de los soldados disparando al are cuasi como pubertos tocando sus cuerpos en una necesidad expresa de violencia y recibiendo como respuesta el petróleo de los pozos quemados, en una analogía perfectamente lograda de los sinsabores de la guerra, ahora este mismo sentido estricto de un cine tenso, dramático e inteligible le revienta en las manos como a aquellos personajes suyos, recibiendo tal vez la calificaciones regulares por parte de varios críticos.
Al observar Revolutionary Road no podemos negar que existe un director serio y conocedor en Sam Mendes, se ha convertido con tan sólo 4 largometrajes en uno de los directores más fiables de la industria, cosa nada fácil de lograr ante la critica y el público, no obstante, creo que en esta su última película, ese aire de inteligibilidad que ha adaptado ya a su estilo se le escapa un tanto de las manos, revolviendo las lecturas básicas de una película, cosa no alarmante, claro, pero que sí encierra más su mensaje, enmarcándolo a un público menor. A lo que si bien le otorgamos el beneficio de la duda , cabría la cuestión de si lo errado no esta en como ha sido vendida.
Revolutionary Road no es una cinta fácil de ver, hay que decirlo con claridad, los entramados que va creando exigen de un público un criterio y un conocimiento especifico, una neutralidad de parte suya ante ciertos abates que ocurren impulsivamente ante un ritmo constante que divaga entre una serie de guiños arrítmicos que creo, hacen una película con mucho color para cierto tipo de audiencia (por lo menos yo lo disfrute así), tiempos que recorren una habitación fílmica de manera monótona en un aire de patetismo constante y que revientan de la nada ante la ira contenida de la costumbre no vencida o el humor sardónico de la locura. Sam Mendes se ensimisma en el arte de su cinta que la devela, la desnuda ante esa segunda lectura que un espectador siempre busca en los subtextos de las unidades dramáticas que conforman un discurso fílmico, es por eso que esa segunda lectura no existe, puesto que es lo que vemos frente a nosotros, lo que, repito, crea ese aire de inteligibilidad, sí, pero que rebasa en ciertas partes a la cinta misma, lo que conlleva a que ciertas partes de esta se alcen ante el todo de manera estricta y visible, reduciendo la cinta a una categoría que bien pudo ser mayor, estamos pues ante una cinta que no termina por ser enteramente redonda debido a ese estilo y aire que la sobreprotege, es una cinta con escenas de una calidad mayúscula pero que deja al espectador con ánimos de una sutileza más tangible, que confía toda la humanidad de la obra a la desarrollada de manera notable mediante sus personajes, hay que recordar aquí el génesis teatral de Sam Mendes
No dudo que el director hubiera tenido esta visión desde el inicio, que apostará por componer esta película de esa manera, que haya tomado ciertos riesgos personales que se ven enfrentados ahora ante la mirada cautiva de la critica y la gente, cosa normal. Sí, lo he dicho, Revolutionary Road no es una cinta del todo fácil de degustar, tampoco ofusca del todo, pero que bien merece la pena.
Rodeado de su equipo habitual, Sam Mendes nos entreteje como espectadores ante la verdadera vida del idealismo, nos coloca dentro de la verdadera razón de lo bien visto, lo bien vivido; los anhelos, las crisis, los sueños pedidos y perdidos, los temores y los sacrificios, los sacrificios de una vida real que sólo la conocen sus habitantes, sus prisioneros. Con una edición notable va cortejando esa pesadumbre para con nosotros, haciendo que los momentos de traición sean justificables, incluso antes de haberlos mostrado o bien acercado a ellos. La siempre eficiente cámara de Roger Deakins auxilia en esta ocasión de manera seria al discurso de Sam Mendes, denotando en sus movimientos y encuadres relaciones que después serán de relevancia en la trama, denotando de manera, igual de inteligible, emociones que dentro del marco de la cinta, los personajes son incapaces de hacerlo por su propia humanidad pueril, cosa que a mi parecer, corto un poco el estricto estilo de la mano de Deakins (haciendo cosas que pocas veces se le ve hacer). El caso de la música termina por ser uno de los más pobres de la cinta, y no es el caso que la partitura del también ya colega constante de Mendes, Thomas Newman, este errada o bien que el director no la haya sabido utilizar, no, podríamos decir todo lo contrario incluso, pero bien, es algo que también se debe decir de igual manera; desde su primera cinta, todos los fondos de Mendes son de una similitud más que evidente, al parecer ha exigido a su compositor un leit motiv para la obra de toda su vida. No dejan de ser pedazos que parecen salidos de su cinta primera. No obstante, ayuda como ha ayudado a todas sus anteriores cintas, cosa lógica, obvia y que no termina por convencer, ahora menos ya en un cuarto filme.
Revolutionary Road logra el cometido, cumple el objetivo de enfrascarte en una situación incomoda y repensarte varias situaciones que acontecen, uno no sale de la sala completamente resuelto a la primera, tarda un poco el sentir de los sinsabores de una vida social y culturalmente ideal como la que se trataba de justificar una sociedad ya perdida en el tiempo, signo de debilidad y ocultamiento, como lo fue la de los Estadounidenses en los años 50s.
Sam Mendes se atreve, maquilla su cine y lo empolva más de ese aire de inteligibilidad ya descrito antes que ya hacía emerger en su anterior cinta, no sale del todo victorioso; esto en el sentido de que una obra puede -y/o debe - llegar a cualquiera, aquí esto se reduce de manera tangible como he mencionado, eso sí, siempre a conciencia del director, eso se entiende claramente; fue su apuesta, su estilo, su gusto, por tanto tampoco es el derrotado, ha brindado una alternativa a un entramado de difícil acceso. Revolutionary Road es una cinta que debe de verse, experimentarse, sentirse, incomodarse y reacomodarse. Es una cinta que lleva el sello de Sam Mendes y que, como uno de los directores más serios en la escena actual, debe de acercar a gente habida de cine.
Sólo un Sueño de Sam Mendes
Calificación: 3.5 de 5 (Buena).
Sólo un Sueño.
Revolutionary Road (Sam Mendes, 2008).
Si bien Sam Mendes ya había emprendido un viaje hacía un estilo con mayor inteligibilidad en Jarhead (con respecto a sus dos primeros filmes), donde la tensión se desarrollaba en una gala de gran manufactura con respecto al manejo del tiempo y los instintos adquiridos de sus personajes durante casi todo el metraje, explotando en aquella ya memorable escena de los soldados disparando al are cuasi como pubertos tocando sus cuerpos en una necesidad expresa de violencia y recibiendo como respuesta el petróleo de los pozos quemados, en una analogía perfectamente lograda de los sinsabores de la guerra, ahora este mismo sentido estricto de un cine tenso, dramático e inteligible le revienta en las manos como a aquellos personajes suyos, recibiendo tal vez la calificaciones regulares por parte de varios críticos.
Al observar Revolutionary Road no podemos negar que existe un director serio y conocedor en Sam Mendes, se ha convertido con tan sólo 4 largometrajes en uno de los directores más fiables de la industria, cosa nada fácil de lograr ante la critica y el público, no obstante, creo que en esta su última película, ese aire de inteligibilidad que ha adaptado ya a su estilo se le escapa un tanto de las manos, revolviendo las lecturas básicas de una película, cosa no alarmante, claro, pero que sí encierra más su mensaje, enmarcándolo a un público menor. A lo que si bien le otorgamos el beneficio de la duda , cabría la cuestión de si lo errado no esta en como ha sido vendida.
Revolutionary Road no es una cinta fácil de ver, hay que decirlo con claridad, los entramados que va creando exigen de un público un criterio y un conocimiento especifico, una neutralidad de parte suya ante ciertos abates que ocurren impulsivamente ante un ritmo constante que divaga entre una serie de guiños arrítmicos que creo, hacen una película con mucho color para cierto tipo de audiencia (por lo menos yo lo disfrute así), tiempos que recorren una habitación fílmica de manera monótona en un aire de patetismo constante y que revientan de la nada ante la ira contenida de la costumbre no vencida o el humor sardónico de la locura. Sam Mendes se ensimisma en el arte de su cinta que la devela, la desnuda ante esa segunda lectura que un espectador siempre busca en los subtextos de las unidades dramáticas que conforman un discurso fílmico, es por eso que esa segunda lectura no existe, puesto que es lo que vemos frente a nosotros, lo que, repito, crea ese aire de inteligibilidad, sí, pero que rebasa en ciertas partes a la cinta misma, lo que conlleva a que ciertas partes de esta se alcen ante el todo de manera estricta y visible, reduciendo la cinta a una categoría que bien pudo ser mayor, estamos pues ante una cinta que no termina por ser enteramente redonda debido a ese estilo y aire que la sobreprotege, es una cinta con escenas de una calidad mayúscula pero que deja al espectador con ánimos de una sutileza más tangible, que confía toda la humanidad de la obra a la desarrollada de manera notable mediante sus personajes, hay que recordar aquí el génesis teatral de Sam Mendes
No dudo que el director hubiera tenido esta visión desde el inicio, que apostará por componer esta película de esa manera, que haya tomado ciertos riesgos personales que se ven enfrentados ahora ante la mirada cautiva de la critica y la gente, cosa normal. Sí, lo he dicho, Revolutionary Road no es una cinta del todo fácil de degustar, tampoco ofusca del todo, pero que bien merece la pena.
Rodeado de su equipo habitual, Sam Mendes nos entreteje como espectadores ante la verdadera vida del idealismo, nos coloca dentro de la verdadera razón de lo bien visto, lo bien vivido; los anhelos, las crisis, los sueños pedidos y perdidos, los temores y los sacrificios, los sacrificios de una vida real que sólo la conocen sus habitantes, sus prisioneros. Con una edición notable va cortejando esa pesadumbre para con nosotros, haciendo que los momentos de traición sean justificables, incluso antes de haberlos mostrado o bien acercado a ellos. La siempre eficiente cámara de Roger Deakins auxilia en esta ocasión de manera seria al discurso de Sam Mendes, denotando en sus movimientos y encuadres relaciones que después serán de relevancia en la trama, denotando de manera, igual de inteligible, emociones que dentro del marco de la cinta, los personajes son incapaces de hacerlo por su propia humanidad pueril, cosa que a mi parecer, corto un poco el estricto estilo de la mano de Deakins (haciendo cosas que pocas veces se le ve hacer). El caso de la música termina por ser uno de los más pobres de la cinta, y no es el caso que la partitura del también ya colega constante de Mendes, Thomas Newman, este errada o bien que el director no la haya sabido utilizar, no, podríamos decir todo lo contrario incluso, pero bien, es algo que también se debe decir de igual manera; desde su primera cinta, todos los fondos de Mendes son de una similitud más que evidente, al parecer ha exigido a su compositor un leit motiv para la obra de toda su vida. No dejan de ser pedazos que parecen salidos de su cinta primera. No obstante, ayuda como ha ayudado a todas sus anteriores cintas, cosa lógica, obvia y que no termina por convencer, ahora menos ya en un cuarto filme.
Revolutionary Road logra el cometido, cumple el objetivo de enfrascarte en una situación incomoda y repensarte varias situaciones que acontecen, uno no sale de la sala completamente resuelto a la primera, tarda un poco el sentir de los sinsabores de una vida social y culturalmente ideal como la que se trataba de justificar una sociedad ya perdida en el tiempo, signo de debilidad y ocultamiento, como lo fue la de los Estadounidenses en los años 50s.
Sam Mendes se atreve, maquilla su cine y lo empolva más de ese aire de inteligibilidad ya descrito antes que ya hacía emerger en su anterior cinta, no sale del todo victorioso; esto en el sentido de que una obra puede -y/o debe - llegar a cualquiera, aquí esto se reduce de manera tangible como he mencionado, eso sí, siempre a conciencia del director, eso se entiende claramente; fue su apuesta, su estilo, su gusto, por tanto tampoco es el derrotado, ha brindado una alternativa a un entramado de difícil acceso. Revolutionary Road es una cinta que debe de verse, experimentarse, sentirse, incomodarse y reacomodarse. Es una cinta que lleva el sello de Sam Mendes y que, como uno de los directores más serios en la escena actual, debe de acercar a gente habida de cine.
Sólo un Sueño de Sam Mendes
Calificación: 3.5 de 5 (Buena).