REDONDO.
Life Of Pi.
Una Aventura Extraordinaria (Ang Lee, 2012)
Sin lugar a dudas, Ang Lee se ha convertido rápidamente
en el director comodín de Hollywood. Desde su afianzamiento en el mundo de la
alta farándula occidental con Crouching Tiger, Hidden Dragon (2000), su
filmografía divaga por distantes senderos (la homosexualidad, el drama de época,
las adicciones, el rock psicodélico e inclusive un paso fatídico por el cómic)
que lo han mantenido cerca de los escaparates más apremiantes de Hollywood,
pero que si nos sinceramos un poco, no le han dejado cuajar ni un estilo
formal, ni un discurso particular. Un sello liberadoramente personal, digamos.
Con Life Of Pi, su más reciente cinta, el caso queda más
que claro. El proyecto-reto de llevar a las pantallas la novela de Yann Martel
había sido ya cedido anteriormente a directores como Jean-Pierre Jeunet
(Amelie) y nuestro connacional Alfonso Cuarón, que en pocos meses lo
abandonaron debido a distintos factores… Ahora bien, no se requiere de
mucha experticia para entender que una producción así –con alto riesgo capital–
requería entonces de una mano prudente, atractiva, que háblase tanto el
lenguaje de los grandes estudios como el de la audiencia; un público que habría
de fluctuar entre aquellos gustosos de ver cine y aquellos que sólo buscan el
mero entretenimiento. La apuesta era clara, básica y hasta obligada: Ang
Lee.
Pero centrémonos en su cinta, en Life Of Pi. Una cinta
que claramente se extravía en su primera parte (la primera media hora resulta
ser un laberinto cuasi amateur de la que poco o casi nada se rescatará hacía el
final) pero que logra, gracias al oficio de su realizador, componerse –e irse
recomponiendo– a lo largo de su metraje. Una película, pues, que claramente va
de menos a más y que se inscribe, en realidad, lejos de los códigos de la
aventura (la cual toma más bien como eje narrativo) para componerse más bien
bajo las disposiciones del melodrama.
Resulta evidente que el peso de la música y el
desenvolvimiento de personajes simples son los que van dándole cabida a su
entramado, ritmo a sus espacios y asociación con la audiencia. Son estos, pues,
claramente los factores que vinculan de la mejor manera los eslabones emotivos
que el espectador contiene y exige –en ciertos momentos– obligados por la
propia mano del realizador, así como la más que eficiente actuación de su actor
Suraj Sharma que tuvo que imaginarselo todo para nosotros, público, creerlo
fehacientemente. No podemos, pues, negarnos el hecho de que Ang Lee mantiene el
control de su cinta a partir de que el conflicto es puesto finalmente sobre la
mesa. No obstante, es esto, el conflicto principal (parte medular pero no única de
cualquier cinta) lo único que mantiene bajo su rigor, dejando a un lado el
resto de la cinta y tornándola de una falta de redondez inmediata.
Visualmente espectacular, la cinta nos presenta
adelantos tecnológicos de primer orden que son tratados de ecuánime manera
entre un uso benévolo para con la narrativa propia del filme, así como el de su
exposición mercadológica.
Life Of Pi, pues, termina por funcionar en varios de sus
aspectos (los más importantes al menos). Es una cinta que ataca de manera
inconstante al espectador pero eficiente en los momentos clave. De esta manera,
entonces, Ang Lee torna innegables tanto su oficio como su conocimiento a través
de un proyecto que no sólo era un reto visual, sino también narratológico:
mantener un melodrama a la vieja usanza de Hollywood (asunto que ya resulta lo
bastante delicado), con tan sólo dos personajes –confinados ellos a una lancha
de rescate en medio del océano– y siendo uno de estos un tigre de bengala.
Obligadamente asequible a los premios; por lo menos a
las nominaciones de los altos estratos de la industria norteamericana según sus
propias reglas (sino que estudio se atrevería de nueva cuenta a llevar un
proyecto así a la pantalla grande), Life Of Pi bebe de un trabajo hecho bajo
las normativas estándares de calidad. Un fotografía factible y preciosista a
cargo de Claudio Miranda, una partitura eficiente y manipuladora (porque así
debía de ser) compuesta por Mychael Danna, y un montaje de Tim Squyres que
lejos de impresionar con sus sobreposiciones, resulta estorboso y difiere del
estilo de la trama (asunto que en efecto, ha denotado cierta constante estilística
–de mal gusto si me preguntan– por parte del propio Lee). Mención aparte merece
todo el equipo que diseñó e ideó a los personajes y mundos computarizados que
son de una realidad sobresaliente.
Al final de cuentas Life Of Pi nos entrega, como hacía
mucho no se veía lejos del imperio de Pixar, una cinta para toda la familia que
se disfruta, se siente y se sufre de una manera en que los códigos morales
dictaminan en nuestra cultura occidental. No obstante, lejos de todo ello, para
el final del encadenamiento del conflicto central, uno no puede sino sentirse más
que inmerso en la unión que estos dos personajes crean bajo una sinergia que
pocas veces se logra con tal éxito en el cine. Y debido a que uno de ellos ni siquiera
existió (técnicamente), la magia del séptimo arte queda expuesta de manera
preeminente en esta cinta.
Una Aventura Extraordinaria de Ang Lee
Calificación: 3 de 5 (Buena a
secas).