REDONDO.
Lincoln
Lincoln
(Steven Spielberg, 2012)
“El
niño perdido” ha sido causa y efecto de todos, o casi todos, los filmes que
Steven Spielberg ha llevado a la pantalla durante su más que vasta carrera como
uno de los directores hollywoodenses más prolíficos en las últimas décadas. Y
así como no podemos negarnos el hecho de que su cine circunda siempre por
símiles parajes, tampoco podemos ocultarnos el talento, tanto en técnica como
en narrativa, que recubren heterogéneamente, eso sí, todas sus cintas. Es un
director que se ha vuelto, pues, con el paso del tiempo, más que reconocible en
sus diferentes facetas. Un realizador que ama sin duda lo que hace pero que
dicha pasión también le ha cobrado demasiadas facturas, sobre todo en el último
movimiento de un gran número de sus películas.
El
caso con Licoln, su más reciente entrega, no rompe el molde antes citado. No
obstante, hay ciertos guiños que enceran de una manera diferente el entramado
para si; no se trata de un Spielberg que coloca un personaje maduro al frente
de su drama (ya lo ha hecho en anteriores ocasiones), sino que es él mismo el
que da muestras de esa sapiencia que sólo el tiempo pueda suscitar. Es un
Spielberg que juega, pues, durante largo rato del metraje, pausado y de
sugestiva espesura, con los estragos de un cuerpo cansado y una mente
instruida. Como realizador da un paso atrás y deja que sus actores tomen el
control de la trama; deja correr el plano y nos muestra la avidez pura de su
elenco. Hace a un lado la economía visual del cine contemporáneo y enriquece su
cinta desde un ángulo más cauteloso, más expectante y dulcemente tenso en
ciertas escenas.
Spielberg
da rienda suelta, entonces, a un discurso que circunda la política actual de su
país –en su industria no existen las coincidencias con la vida activamente
social de la nación– y la pernea de historia bajo el encantamiento aleccionado
de unos de sus símbolos universales. Su Lincoln, pues, termina siendo una de
sus tramas más redondas, y es que lejos de contener, en efecto, todos esos
momentos meramente Spielbergianos (incluyendo a un hijo de Lincoln cuasi extraviado
–o más bien omnipresente– en la Casa Blanca durante casi toda la trama), además
de las obligadas escenas de rigor castamente patriótico que bien se pudieron
quitar sin efecto alguno (pero que por otro lado habría dado como resultado
miles de quejas por parte del norteamericano promedio), no se abandona ni rebasa,
como suele pasarle al Sr. Spielberg, sino que se mantiene curiosamente en su
carril.
Al
estar frente a Lincoln, queda claro, nos enfrentamos a una cinta meramente
política, a una Biopic inusual; a un entramado que raramente se auxilia del
Thriller pero que no queda allí, en las conjunciones de estos elementos de
manera simple, no. Lincoln es, si pudiera hacérsele justicia ante su
peculiaridad, un Thriller legislativo. Una película que exige la atención de su
auditorio, una cinta de ritmo pausado que integra sus elementos de forma clara
pero de manera clave para el desarrollo de todo lo que ira aconteciendo, paso a
paso, y dentro de una atmosfera ensimismada (con ayuda de ciertos dejos de
humor colocados de manera quirúrgica a lo largo de la cinta, sin que todos
ellos sean de fina mano), que poco a poco, se quiera o no se quiera, nos empapa
con el objetivo puro de una cinta plenamente americana: mantenernos al filo de
la butaca en un clímax, que aunque ya se sepa resuelto, nos mantiene cautivos.
Y es en este momento, tal vez, cuando se es más evidente el trabajo maduro y
serio de Spielberg en ésta su más que Oscareable película.
Con
la ayuda de su equipo habitual, Michael Kahn en un montaje que vuelve a la
cinta más un retrato que un encadenamiento, John Williams con una fina e
imperceptible atmósfera musical (como hacía tiempo no componía) y la más que
notable fotografía de Janusz Kaminski, Spielberg nos presenta su más reciente
trabajo. Mención aparte, claro, merece el elegante y arduo trabajo de Tony
Kushner, así como el sobresaliente trabajo actoral de un elenco que no muestra
altibajos a lo largo de la cinta sino que al contrario, se muestra sumamente
homogéneo en lo que respecta a la calidad de sus interpretaciones.
Lincoln,
pues, resulta ser más que la “humanización” de un personaje icónico del mundo
político occidental. En efecto, sí, se nos muestra débil, cansado, petulante y
hasta en cierto nivel ilícito, pero como película se muestra firme, educada y
clara (atributos que actualmente no siempre se reúnen). No obstante, el tiempo la
irá relegando de los escaparates públicos para irle armando de cierta patina que
tal vez la vuelva en una especie de clásico estadounidense.
Lincoln
de Spielberg.
Calificación:
3.5 de 5 (Buena y un tanto más.)
3 comentarios:
Un gran personaje, en su faceta política y personal, pero demasiado charleta, en esta versión, un vara, sermoneador, y a ratos incluso un tanto lunático. Y todo en esa manera tan Spielberg, de resaltar emociones de forma descarada a través de la música, de abrazos del 'todosjuntosporfin', tan impositivo en sus sentimientos... Pero un personaje como Lincoln no puede producir una mala película y de estas tampoco Spielberg sabe hacerlas. Un saludo!
Gracias por el comentario, seguiremos aquí, en este blog con todas las puertas abiertas para escuchar sus voces.
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