REDONDO.
The
Godfather
El
Padrino (Francis Ford Coppola, 1972)
Tal
vez uno de los más grandes aciertos en “El Padrino”, cinta históricamente
inserta de ellos, sea el respeto ante las distintas lecturas que debe tener
toda obra que se inscribe bajo el cobijo de las actividades artísticas, bajo
las disposiciones de un formalismo académico (con dejos de ciertos elementos
modernistas), así como de un personalísimo sello que la convierte no sólo en
discurso, sino estilo. Y que a falta de una escuela eficiente en tiempos presentes
sobre el caso, representa mayúsculamente el total respeto a una parte fundamentalmente
substancial en el mundo del cine: La audiencia.
El
Padrino, pues, no sólo representa una trama para los “letrados” del cine, sino
que se aboca a todas las visiones (humildes, tiranas, sencillas y rebuscadas); las atrapa y las mantiene durante un metraje largo con interés –sin enredos
mayores– en una formula que lejos de absorber y absorberse en el sugestivo tema
de la mafia, nos atrae bajo el refugiante tema de la familia. En sus crisis, altibajos
y sentimientos encontrados que van desde la traición al amor, pasando por la (dulce
y amarga) mentira, la cruda verdad, la decepción y el orgullo.
Coppola
pues centra su cinta en ello, en una no tan “común y corriente” familia que
tiene en esencia los mismos problemas e inquietudes que cualquiera pudiese
enfrentar –o enfrenta– en momentos de quiebre. En las diferentes personalidades
y valores de sus miembros; en los hechos que los llevan a tomar buenas o malas
decisiones para con ellos mismos, o bien para el resto. En el lazo sanguíneo y
el lazo de honor, en la obediencia, la confianza y la ética de sus actos… Temas
cuya universalidad han mantenido fresca, coherente y joven a una de las
películas más emblemáticas del cine estadounidense.
Con
mano firme, Coppola dirige su drama con cierto grado de comodidad debido al
trasfondo elegido. Debido a que su cine siempre representa el calor que tiene
para con los suyos; porque encarna un fino retrato de ellos, porque asume su
rol principal y teje los hilos de un encantador y eficiente conflicto que nos
muestra los lados más brillante y más oscuros de un grupo de personas que se
aman hasta cierto punto (cine noir puro), y hasta que ciertos intereses lo
permiten. Porque humanamente sufren y hacen sufrir hasta que las medidas han
sido rebasadas.
El
Padrino, entonces, nos va develando con gran cautela ciertos secretos de su
trama al tiempo que nos oculta otros tantos, manteniendo una tensión que se
degusta paso a paso hasta que las resoluciones son mostradas con un alto grado
de belleza y elegancia. No juega a las “vueltas de tuerca” sino que se mantiene
seriamente estable en su camino dejándonos respirar, ocasionalmente, con guiños
de un negruzco humor fino y delicado.
Coppola,
tajantemente, origina desde la obra de Mario Puzzo –y en gran parte con su
ayuda– un entramado que se da paso de manera tan honesta como natural. Auxiliado
de la bella, imperceptible y exquisitamente subexpuesta cámara de Gordon Willis
(creadora también de un estilo), así como del uniforme montaje de William
Reynolds & Peter Zinner (ligeros detalles) y la más que legendaria partitura de Nino Rota, El
Padrino no rompe paradigmas sino que se mantiene en la ya perdida tradición de
un cine hecho a la medida; con cerebro y con pasión. De un cine realizado con
sapiencia y tacto; elegante y firme. De un cine respetuoso con la audiencia que
hoy, a 40 años de su estreno original, se alimenta merecida y dignamente del
juicio de la historia como una de las películas mejor realizadas en la historia
del llamado séptimo arte.
El
Padrino se nos presenta entonces como un recurso académico, teórico y lúdico
ante las brechas generacionales. Es una película tan actual como sus
universales temas. Una cinta que se siente y emociona... Sin lugar a dudas, uno de los filmes que obligatoriamente se deben revisar tanto por los amantes
del cine, como por los que no lo son. Quién sabe, quizás después de ella se
vuelvan adeptos a la mejor versión de éste.
El
Padrino de Francis Ford Coppola
Calificación:
5 de 5 (Un clásico).
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