REDONDO.
El
Vuelo
Flight
(Robert Zemeckis, 2012)
No
podemos negarnos al hecho de que la carrera de Zemeckis ha sido de vaivenes, de
películas que han marcado cierta tendencia como algunas otras que han pasado
por el mero entretenimiento sin despegar a más. No obstante, lejos de la merma
que pudiera resultar (y resulta) por parte de otros realizadores afianzados bajo
el cobijo del recurrente uso de los efectos especiales, es el mismo Zemeckis el
que se alza sobre esa escuela gracias al más que correcto balance que hace de
estos recursos. No podemos, pues, obviar la mano firme que tiene para con el
sentido más puro de un filme, el hecho de narrar. Y es esto, la consistencia de
un director con experiencia en el hecho de “contar”, lo que se denota en gran
parte del metraje de éste su más reciente filme.
Bajo
los preceptos conocidos del propio realizador; pesadas cargas de un pasado
familiar, territorios conocidos
que se convierten en ajenos y hasta inhóspitos, así como de obsesiones –en este
caso adicción– es que nos va adentrando y cercando en un disoluto círculo que
aunque se torna moralino para su desenlace, nos mantiene y nos niega partes
elementales tanto de la naturaleza como de la personalidad de nuestro personaje
central: un piloto de avión innato capaz de realizar las maniobras más
extraordinarias en vuelo sin perder un gramo de calma que, melancólicamente –y en
resumen de casi todos los personajes centrales en su obra– tiene un gran
defecto; mismo que causará tanto un conflicto para terceros (aquellos que se
crucen o han cruzado por su camino), como justificación para emprender un
autoanálisis del mismo.
“El
Vuelo” es pues, una clásica cinta de Zemeckis, no da sorpresas discursivas ni
radicaliza sobre su reconocible sello estilístico. Es posible, sí, que algunas
acciones se propongan un tanto más explicitas a la formalidad “púdica”
(meramente visual si recordamos algunas de sus cintas previas) en su cine. No
obstante, esto también lo contrapesa al no mostrar de desprendida manera el
nivel más bajo en que cae nuestro protagonista; el cual –cabe resaltar– nos lo
presenta y re-presenta en distintas facetas a lo largo de la película de la
misma manera. Un planteamiento sencillo pero eficiente para el dulce golpe
final.
Robert
Zemeckis retorna a los campos del cine de “acción viva” después de un largo
periodo de 8 años en la animación con ahínco. Sin perder ese nexo con el
público y el conocimiento de las emociones a explotarle. Sin desaprovechar su
mano firme y, sobre todo, su cálculo para los recursos tecnológicos –basta con
experimentar y detallar la hechura y montaje del accidente aéreo del primer
movimiento.
De
la mano de una sobresaliente actuación de Denzel Washington (un alcohólico que
meritoriamente se integra a la lista de los grandes representantes de este
padecimiento en Hollywood), un muy buen guión por parte de John Gatins (no hay
elemento que no sirva para sumar a la historia –cada uno heterogéneamente eso
sí), una pulcra fotografía de Don Burgess y una funcional partitura de Alan
Silvestri, Zemeckis arma un entramado que, acercado al melodrama, termina no
por ser del todo redondo. Son claros los bajos ritmos que se presentan al
desgastarse algunas relaciones durante la historia, pero que al mismo tiempo,
el montaje de Jeremiah O' Driscoll ayuda a sobrellevar y pasar a otro capitulo.
Algunos mejor logrados que otros.
“El
Vuelo”, pues, resulta ser una película en partes interesante, en partes
entretenida que deja cosas buenas y otras las deja caer sin que lleguen a ser
malas. Es una cinta con imperfecciones que se disfruta sin muchos aspavientos con un final a la Billy Wilder que no deja un mal sabor de boca. Es una cinta
que, es cierto, no ha llamado tanto la atención pero que bien vale la pena echarle un
vistazo. Hay un director en ella, sí, hay un director que en su valía puede decir
que hay cine, buen cine americano entre sus manos.
El
Vuelo de Robert Zemeckis
Calificación
3 de 5 (De regular a buena).
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