Músicos En Ruta.
Hice
“Músicos En Ruta” porque el querer ser escuchado es también aspirar a dejarse atender.
Sobre todo permitir ese bello hecho: escuchar; acceder y percibir diferentes
voces que conforman un discurso en el cual uno puede apuntalarse, centrarse (aplicarse)
o bien contrariarse cuyo objetivo final, me queda claro, es aprender y
aprehender al mismo tiempo. Dejarse compartir y cooperar, pues, para que los
silencios muten en ecos dentro de una textura cavernosa en la que hemos habitado
tantos ciclos (y vistos tantas veces) que casi nos tornamos invisibles. Hice
“Músicos En Ruta” porque se dio el tiempo y las formas. Porque me di la
oportunidad de hacerlo y al final, visto ya el inicio desde la curva final,
valió bastante la pena.
El
camino tuvo sus altibajos, sus dudas iniciales y sus temores a tan sólo
rellenar espacios que se quedasen sin mayores aspavientos que los personales;
asunto que hubiera roto con mis propios principios autorales. Si debía de
hacerse, debía de ser bajo factores llanamente simples; las florituras debían
prevalecer del color de cada uno de las personajes. Y así, bajo los preceptos
que siempre he utilizado en diversos caminos fue como me enfrasqué junto a
varios colegas que estimo en demasía a formar una pequeña empresa, pongámoslo
así, para la aventura. El camino era incierto pero al final de cuentas musical,
que era lo que en realidad me había movido originalmente.
La
historia comenzó tan trivial como todo proyecto al que me avoco debe ser; casi
una obligación moral que mi propio camino ha ido trazando. Sentado en una mesa
de la sección de fumar de un Vips me ofrecieron hacer una sección para el Distopía
Colectivo, fundado en esos mismos días por unos amigos –yo incluido. Las
secciones debían centrarse en el arte y la ciudad; amalgamar los conceptos. Y si
bien el Cine es mi profesión y una de mis más grandes pasiones, la Música no se
queda atrás: es para mi vital, necesaria y trascendental –lo será hasta ese día en que me funda en ella
como una nota dentro del pentagrama universal. Digamos que no soy de los que la
colocan para un simple fondo de cabalidad social o vil entretenimiento,¡no!, la
devoro sentado y con todos mis sentidos abiertos en ella… Si bien del Cine
“vivo” o pretendo hacerlo, sentí un pequeño refrescar en la oportunidad de
hacer algo un tanto diferente pero sin alejarme de mi instrucción académica principal;
además de que la sección de Cine ya estaba otorgada para bien.
Estando
la sección musical libre, la tomé sin preámbulos ni mayores cortesías que el
ángulo local que se solicitaba en la mesa. “Conozco a algunos de los músicos de
la ciudad”, me dije, “estos habrán de contactarme con otros y estos mismos ser el
eslabón para compartir las cápsulas”. Mi lógica inicial era una apuesta que con
el paso de los meses sería la mayor arma y carisma para obtener una respuesta
mucho mayor a la esperada.
La
entrevista fue lo primero que se me vino a la mente; quizá yo sentado frente al
músico en un gran cuarto blanco como en uno de esos performance tan en boga en
galerías de Nueva York y Londres… Pero eso en realidad a cualquiera con un poquito
de cerebro y sensibilidad le iba a dar, en demasía, una terrible hueva. Además,
no confiaría en nadie que viera los resultados sin bostezar y después me dijera
que le gustó con un abrazo en la espada (lo que en realidad debía de ser una
estocada)... Perdería muchos amigos sin duda, muchos, y ese no era el caso ni
la intención. Obviando esto, recordé un programa de entrevistas a políticos y
artistas de diversos estilos que viajaban en un sillón colocado en una especie
de camión mientras andaban por la Ciudad de México. Y como a mi siempre me ha encantado
entablar charlas folclóricas con los taxistas de la ciudad, logré los conceptos
base para mi sección: jamás, lo digo con total honestidad, se pretendieron
estos como un asunto de originalidad –cosa que al principio costó demostrar– sino
como un factor más de color al hecho de entrevistar. Digamos que sólo era mi
afición a platicar mientras viajo por las calles de la ciudad acompañado de un
desconocido.
El
camino se dio inicio, pues, con las trabas y repercusiones iniciales cuasi
obligatorias. No obstante, sin pensarse o planificarse de esa manera las cosas
comenzaron a salir adelante; demasiado aprisa diría yo. Así que a mal nos dimos
un receso innecesario que nos costó un poco desactivar al principio que de
buena gana la disciplina y la pasión relegó. Salimos avantes,
sí, y agradecidos concluyendo las diez entregas pactadas originalmente. Fue un
camino largo, casi un calendario entero rebasado el que nos hizo ver, con una
sonrisa en la cara y la nostalgia pactada en los brios, como todo terminaba con
un gordo anecdotario bajo el brazo: enseñanzas, aprendizajes a todos niveles y
mucha, mucha, música alrededor. ¡Que mejor recompensa!
De
las cápsulas ni hablar, ahí están para que cualquiera pueda darles un pequeño
click y vivirlas (y revivirlas) tal cual el mundo moderno dicta. Siempre lo he
dicho ¿qué explicar que no esté explicado ya dentro de la obra en si? Queda en
todo caso agradecer a quienes hicieron posible todo esto. El equipo que me
acompaño e hizo esto posible: Said Escudero, José Huerta, Alfredo Marín, Daniel
Viveros. A quienes estuvieron detrás con un apoyo incondicional: Vianey Silva y
el resto del Colectivo del cual ya no formo parte activa por razones laborales:
Pablo Sinhué, Hansel Toscano, Gabriel Sosa, Roberto Juanz y todos aquellos que
nos contactaron con los músicos que queríamos retratar: Iyari Martínez, Nadia
Armas, Eliseo Hernández y Ovidio Hernández. Que decir de nuestros diez pasajeros
a los cuales nos debemos para que esto haya sido una realidad: Ismalo Díaz,
Ovidio Hernández, Camil Meseguer, Daniel Cruz, Tor Rivera, Luis Vega, Rolando
Alarcón, Eliseo Hernández, Octavio Viveros & Norberto Cuevas.
De
todos ellos aprendí y reaprendí conceptos como Disciplina, Coraje, Valor y
Necesidad, también esa Falta y Vacío de Foros, Recursos y Oportunidad en la
ciudad. Asimismo viví Pasión, mucha Pasión en sus voces, un entusiasmo de
aquellos que se encarna y nos hace mirar al horizonte con una sonrisa malévola
en la comisura de los labios para siempre. Hice “Músicos En Ruta”, pues, porque
me di la oportunidad. La oportunidad de escuchar, de otorgar su legado a
quienes han abierto puertas, caminos y cerrado ciclos… Renacidos a la luz o las
sombras como pilares de un movimiento musical al cual no se le ha hecho total justicia.
Desde
nuestra esquina estamos claros, no hemos hecho música ni lo hemos intentado
bajo estos argumentos audiovisuales, no. Acaso, si soy sincero, mis colegas y
yo decidimos ser tan sólo un acento en las notas de estos grandes sujetos que a
muchos han hecho vibrar. Darles una voz a aquellos que decidieron ya desde
origen ser una voz y representarlos como lo que decidieron ser. Y así, tan
simple como suena, se los dimos a ver para que fuéramos todos escuchados.
A. Güiris V.
Agosto 2014
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