REDONDO.
The Revenant
El Renacido (Alejandro G. Iñárritu, 2015)
Al final, The Revenant resulta por ser un película de un entramado simple. Una cinta que más que exigir, se autodemanda más méritos técnicos y sacrificios físicos que temperamentos actorales y cinematográficos; su director ciertamente atiende favorable y directamente a los criterios de una industria estadounidense en pos de los vistosos premios y el predicamento externo: aquel llamamiento al uso portentoso del presupuesto y la tecnología –mostrar poderío– con el que no cuentan otros circuitos; mismos que deben resolver sus temas, sus planificaciones y su escritura fílmica con los elementos formales que Hollywood a hecho a un lado en pos de una estética preciosista forzada pero sumamente bien vendida a los mercados foráneos y cierto sector de la crítica: las películas deben magnificarse visualmente, comercializar y comercializarse en “apantallantes” looks antes que aplicarse al drama, entender-exponer-y-explotar una gama emotiva variada en tesituras y niveles, así como interesarse en estructuras si bien sencillas sí con volúmenes y capas narrativas frescas.
Como en su anterior cinta “Birdman”, igualmente multipremiada, el recurso mecánico/estético se apodera desde el primer momento del filme pero con ciertos alejamientos a éste favoreciendo una fotografía exponencialmente beneficiada (y pensada así, claro) por los paisajes naturales a detallar. El siempre eficiente y bello pincel lumínico de Lubezki queda plasmado una vez más, su mano sobresale (ante la redondez que siempre debe buscarse en una obra fílmica). El reto le favorece, sí, pero de igual manera hay un dejo ya constante en sus más recientes proyectos. La historia come aparte; si bien el cine se debe a la interpretación del espectador (no puede no prestarse al factor simbólico y analítico) el encadenamiento de sucesos tiene vaivenes y elementos que más que abrirse a un factor de definición complejo, hacen ver una mano caprichosa por parte del realizador. Pero no es nada de lo cual sorprenderse, desde finales de los 80 los máximos exponentes fílmicos del cine norteamericano han logrado su sello a base de caprichos. No debería negarse ante esto el propio Inárritu al por fin haberse inmerso dentro del campo de producción donde siempre quiso estar. Se nota a sus anchas.
La trama central; una cruenta aventura de supervivencia y dedicado martirio bajo el pretexto de venganza que no llega a exponerse siquiera como expiación, queda evidente desde el inicio del conflicto, no hay mayores cánones a los cuales asirnos como espectadores. La fabricación de la trama queda enraizada en múltiples referencias que más que una edificación tributo, parece más una construcción recurso. Acaso el mejor acierto del director es mantener la trama en acciones la mayor parte del tiempo; deja a sus melodramáticos personajes callados y sufriendo. Cuando el dialogo aparece, la presunta profundidad y capacidad ideológica de la cinta queda muy por debajo de su estética; es plana y hasta cierto punto ingenua.
The Revenant, como producción, toma otras dimensiones. Hace notar a leguas la privación, el esfuerzo y la dedicación por parte de todos los miembros del crew. Parte del discurso fílmico y mercadológico ronda ante estos propios factores; lo escuchamos en diversas entrevistas y foros que dirigen los elogios más resplandecientes de la industria estadounidense. Pareciera que la cinta quisiera gritar todo lo que hubo detrás de cada secuencia y plano en vez de sumergirnos en la belleza de sus parajes expresivos y ornamentales como función principal. No es una cinta que se inscriba en la contemplación, su ritmo intermedio no llega a una lentitud que se defina a través del uso del tiempo como arma y herramienta. The Revenant, finalmente, sorprende porque ha vendido su plástica y el performance de su rol protagónico de una forma sumamente eficiente y sin caer del todo en disimulos. Supo guiar al espectador a las piezas que querían explotar de tajo, no obstante su historia no deja de ser un apoyo a ese discurso de supremacia blanca y machismo norteamericano con el que justifican toda su verborrea en contra de quienes no están de su lado.
El Renacido de Alejandro G. Iñárritu
Calificación: 3 de 5. (Buena).
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