Replicantes.

Replicantes.
España, 2009.

Sunset Boulevard

Sunset Boulevard
España, 2009.

El que Busca Encuentra

jueves, 27 de julio de 2017

El Mesías Siempre Regresa.

El Mesías Siempre Regresa.
Un pequeño  recorrido por los cenizos 
demonios de Roy Buchanan.


Supongo que para muchas personas el 14 de Agosto de 1988 fue un día sin demasiadas sorpresas y aspavientos. Con paseos dominicales por las avenidas principales de Virginia y su verano a cuestas; con los interiores de sus casas  calurosos y reuniones familiares a base de carcajadas y alguno que otro abrazo de cariño o reconciliación. Pero no muy lejos de allí, en alguna parte de esa demarcación, y tras una larga borrachera sumada a un pleito familiar y una alteración pública por el alterado estado en que se encontraba, Roy Buchanan fue detenido y puesto a resguardo en la cárcel del condado de Fairfax. Allí, según versiones oficiales, en algún punto de la tarde noche –mientras los guardias no se encontraban vigilando– se quitó la vida ahorcándose con las mangas de su camisa. Si bien sus familiares siempre han negado esa versión, aludiendo a un maltrato policial, su fallecimiento –antes del anecdótico misterio que jamás habrá de resolverse– significó la perdida de su talento; una de las tragedias más relevantes para la guitarra del Blues y el Rock que aún siguen doliendo. 
Aunque su nombre nunca ha asomado en las populares listas de los mejores ejecutantes del instrumento, su legado es apremiante en varios de los miembros que la inscriben. El estilo de Buchanan se ha mantenido atrevido y sagaz al paso de los años, con un acento de honestidad y crudeza que pocos han logrado originar; portento y talle natural. El propio Jeff Beck ha declarado que parte de su estilo le pertenece; que a buenas le tomó medida a algo de sus manos para dedicarle poco tiempo después su ya clásica Cause We've Ended As Lovers. En pequeños brotes de entrevistas a David Gilmour se le asoma una herencia similar, aunque éste nunca se ha abierto en su totalidad al caso. Tan sólo se documenta un jam que hicieran ambos guitarristas en el Bar del hotel Richmond de Melbourne junto a otros miembros de la entonces alineación de Pink Floyd, poco meses antes del deceso.
Hijo de un granjero, la carrera y vida de Buchanan estuvieron siempre al límite del desastre e infortunio. El desventurado camino que sorteó en compañía de sus demonios es poco conocido, no así su rastro, que se enmarca en algunos de los momentos más históricos del género. Asiduo al Gospel y demás música negra –gracias a su madre– dio sus primeros pasos en la industria siendo parte de la banda de Johnny Otis, donde compartiría escenarios con gente de la talla de Pete Lewis, Jimmy Nolen (luego parte del conjunto de James Brown) y Johnny “Guitar” Watson (una de las influencias más marcadas de Frank Zappa). Con un estilo ya más refinado pasaría a ser liderado por Dale Hawkins, con quien haría sus primeras composiciones a finales de los 50. En una gira por la incipiente silueta musical de Canada, Buchanan abandonaría al equipo para formar parte del proyecto del primo de Dale, Ronnie, donde se desempeñaría en el bajo mientras enseñaba algunas cuantas técnicas al guitarrista de la banda, Robbie Robertson. Al separarse estos, Robertson armaría un proyecto: The Band. Y entonces gran parte de la historia comenzaría a re-escribirse. 
Junto a Charlie Daniels, recién entrados los 60, tendría la oportunidad de grabar su primer álbum (hasta hace poco aún perdido en las gavetas de Polydor), así como algunos cuantos sencillos que saldrían en rotación y le harían de un nombre entre los guitarristas elite de un mundo que, sin tardarse, comenzaría a comercializar el Rock como el sonido de una época. Vagos y sumamente cambiantes son los relatos de sus improvisaciones en diversos clubs de Nueva York con Jimi Hendrix, sesiones en las que se cuenta que ambos se admiraban con un respeto y un alto cariño musical. Inclusive se menciona que de estas presentaciones saldría el origen de algunos de los primeros pedales para guitarra, aunque no hay nada confirmado.
Bajo los estragos de un alcoholismo latente, aunado a una personalidad fuerte y poderosamente necia, Buchanan cortó relaciones con muchas disqueras que intentaban darle un acercamiento menos “tosco” a su música, acercarle a un sonido más afable y vendible para un publico masivo, cosa a la que lógicamente no accedió. Su férrea lucha por el trato autoral de su material hicieron que parte de su fama terminara bajo las sombras de la industria. No obstante, su estilo y asignatura siempre fueron reconocidos por los músicos más relevantes; su estilo de acople y ataque a la cuerdas era poco conocido y nadie como él para hacerlo y sacarle ese sonido al instrumento. Clapton mismo lo tomó como una de las opciones principales para armar a Derek & The Dominoes, proposición rechazada de inmediato pues Buchanan no tenía la intención de trabajar en conjunto sino liderar su propia apuesta. 
Aparentemente perdido, su carrera tendría aún más vaivenes en los 70. Gente del peso de John Lennon, Arlen Roth, Les Paul, Merle Haggard, Paul McCartney, Nils Lofgren y Mick Jagger le hicieron valida su contribución al campo activo nombrándole “El Mejor Guitarrista Desconocido del Mundo”. Inclusive los Stones le buscaron tras la salida de Mick Taylor pero igualmente fueron rechazados. El camino de Buchanan siempre tuvo las mismas intenciones y por nadie habría de cambiarlo. Con algunas cuantas apariciones televisivas, su sello y sonido comenzó a ser un tanto más reconocible, admirado y seguido; la venta de algunos de sus álbumes comenzó a hacerse mayor. No obstante, su adicción no le permitió nunca tener una producción constante y sería hasta 1985 cuando la Alligator Records le permitiera grabar con la total independencia que siempre quiso. Lamentablemente esa sería la última oportunidad que tendría.
La primera vez que oí de él fue gracias a un muy querido amigo mío que laboraba tras la barra de una cantina a la que solía acudir en mis años pos-universatiarios. Solíamos intercambiarnos material y hablar por horas y horas de la más variada música. Cargábamos memorias USB con canciones que nos queríamos dar a conocer y las escuchábamos extendiendo la conversación a tiempos innecesarios. En alguna ocasión a él se le olvido la suya en su departamento, por lo que optó apuntarme en una servilleta lo siguiente: “Roy Buchanan. You’re Not Alone”, en clara alusión a su álbum de 1978. No me dijo que esperar ni de que sonido se trataba. Simplemente dobló el papel con cautela y me lo dio deslizándolo por la barra cual cerveza fría recién abierta. Habré tardado un par de días en darme la tarea de buscar el material. Cuando lo escuché no tuve que darle segundas o terceras oportunidades para engancharme por completo. Era a bien algo que tenía cierta familiaridad y herencia pero bajo una actitud y rigor que yo no había escuchado jamás. Era un total decoro de apasionamiento personal. 
Con el paso de los meses me hice a la búsqueda de la mayor cantidad material que pudiera adquirir acerca de él, pero la poca información con la que se cuenta acerca de su carrera resulta confusa y contrastante en muchos casos. Agraciadamente cierta popularidad le ha acaecido desde hace algunos años y en ciertas tiendas especializadas y lugares de coleccionistas se pueden hallar tanto grabaciones oficiales en video como audios  piratas de algunos conciertos que diera en vida. 
La verdad es que con Roy Buchanan me pasó lo que a varios de mi generación cuando nos damos a conocer a algunos de nuestros más encarnados héroes musicales. Llegamos tarde a ellos, llegamos cuando las tumbas ya se encuentran oxidadas y no podemos siquiera llorarles la perdida en directo. Me pasó con Steve Ray, me pasó con Duane Allman y me pasó, obviamente, con Buchanan, de quien he puesto una versión en vivo de Down By The River (original de Neil Young) mientras escribo este texto para así sentir la fuerza que me llena cada que me acerco a su trabajo. Esa mezcla de nostalgia y energía, de rudeza y de pasión que pocos me hacen sentir cuando las notas salen a todo volumen de las bocinas. 
Le perdimos un trágico día del verano de 1988. Si a bien fue un suicidio o no, quizá no lo vayamos a saber jamás, pero debemos de reconocer que su destino estuvo siempre con el Blues, con el Sonido Telecaster (quizá el mejor de la historia) y un legado que es sólo para aquellos que se atreven a mirar entre el polvo de las grandes luminarias. Su mano tocó no sólo a la gente que se ha mencionado aquí, sino también a Gary Moore, Jery Garcia y hasta Martin Scorsese. Su eco aún resuena en algunos de los hogares del mundo siendo el fuego que pinta el tono del calor.
Yo ocasionalmente sueño que camino por una calle colorida con el sol pegándome de frente mientras suena la introducción de The Messiah Will Come Again de fondo. En el campo onírico me dirijo a un bar al que entro como si lo conociera de toda la vida aunque le desconozco por completo al ingresar. Allí me espera, en una sala por completo vacía, un cartel inmenso que abarca toda una pared. Lo que allí se reza es la portada del álbum con el que lo conocí: You’re Not Alone. No me sorprendo al verlo. Sólo lo admiro y me coloco frente a él; respiro para mis adentros y doy un par de pasos para acercarme más a esa incrustada silueta. Cuando me encuentro demasiado cerca, absorto de todo ese espacio reflejado, comienza la guitarra, el legendario riff de la pieza… Pero no despierto, tan sólo me integro a un espacio oscuro donde me encuentro de frente con la calma.

No hay comentarios: