Replicantes.

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España, 2009.

Sunset Boulevard

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España, 2009.

El que Busca Encuentra

miércoles, 8 de mayo de 2019

37 Momentos.



37  MOMENTOS. 

Antes de todo lo que hubo antes de mi, hubo muchísimas cosas
 No veo porque no deba seguir siendo así.


De entre tantos momentos que he podido vivir ajeno a mis acciones cotidianas, inmerso en esos siempre hermosos recovecos que las experiencias del arte me han permitido surcar; ya sea en las hojas entintadas de una novela, en las notas encriptadas de una canción o bien en las vividas imágenes de una película, he aquí tan sólo treinta y siete momentos de cada uno de estos adalides personales que me han enmarcado de sobremanera y que, cual retablo en galería, han forjado mi personalidad y le han dado forma a mi muy particular visión y sentido del mundo, así como de todo lo que le rodea.

Bajo entendimiento que en mi colección privada hay más de estos dichosos momentos, los citados se presentan sin ningún orden en particular. Ha sido este, pues, un ejercicio meramente de sinceridad en la memoria y la emoción. 

De LITERATURA.

1.- El Misterioso y Funesto Final de “Meridiano de Sangre” (Cormac McCarthy, 1985)
Después de deambular durante varios años por esos parajes que el autor pinta con la  más gruesa brocha del horror –y sobre las tonalidades de la violencia más recalcitrante–, el Chaval ahora es un Hombre, un anónimo sujeto cuyo destino se pacta al reencontrarse por azares del destino con el Juez Holden en un Saloon Texano. Cruzadas las palabras después del peculiar asesinato de un animal, el Hombre se hace de una prostituta y se aleja de la tensión del momento. Al salir del cuarto y dirigirse al baño se percata que varias personas se encuentran buscando a una niña que se ha perdido en también extrañas circunstancias. Haciendo caso omiso llega al meadero y al abrirlo se encuentra de lleno con el Juez Holden, quien lo estrecha “contra sus inmensas y terribles carnes” encerrándolo en el pequeño sitio. No se sabe nada más, la sombra de lo sucedido es terriblemente opaca. Muy livianamente se da una muestra de lo acontecido cuando unos hombres también van a a hacer su necesidades y al abrir el meadero deciden retirarse de inmediato al mirar el interior –deciden no decir nada de lo que han observado. Por su parte, en el Saloon dos violinistas hacen bailar a toda la concurrencia, a las prostitutas y a los comensales. Quien lidera el evento con su carisma es el Juez Holden, que desnudo se agita por todo el lugar riendo y jurando que nunca morirá. 

Meridiano de Sangre es sin duda una de las novelas más violentas que he leído pero  a su vez contrasta con una pasmosa belleza que recae en las descripción de sus imagenes, en los horizontes que presenta; siendo estos no únicamente físicos sino también como una apología de los limites humanos, de nuestras capacidades de asombro ante los hechos más terribles que alguien puede ejecutar, presenciar y/o tener que dejar pasar de largo. Su recorrido es un viaje sobre los llanos del infierno en la tierra, los demonios como nuestros actos y la bondad perdida en las palabras y promesas. Tiene como eje central al Juez Holden, quizá el personaje más temible pero al mismo tiempo interesante dentro de la literatura estadounidense en los últimos 50 años. Quizá el mejor antagonista que me haya yo encontrado hasta ahora. 

2.- La Muerte de Eva en “Mañana en la Batalla Piensa en Mi” (Javier Marias, 1994)
Victor, único testigo del extraño fallecimiento de Marta, se presenta a la cita después de confesarle a la hermana de esta que él estuvo presente en tan trágico momento para encarar ahora al marido, para develarle las piezas que él contiene sobre el misterio; entre ellas que su mujer estuvo a punto de serle infiel con quien ahora tiene delante –con quien ahora existe. Después de revelarse lo que tanto se ha mantenido en duermevela es el marido quien toma de testigo a Victor para confesarle el porque no se encontraba en la ciudad, en el país, esa noche en la que Victor casi encarna la infidelidad junto a su ahora extinta esposa. Eduardo Deán, pues, toma la palabra y relata la historia que le hizo desaparecer en dicho momento: tenia una amante. Desde hacía tiempo mantenía una aventura con una de las enfermeras del hospital contiguo a su hogar. Bajo un cuasi trance, bebiendo vasos de whiskey, Deán desahoga las sospechas que tenía sobre las propias dudas que habría podido tener Marta, su mujer, y como fue por ello que intentó alejarse de Eva, la enfermera, quien al verse cuasi negada al amor le dijo que estaba embarazada.

Deán cuenta entonces como viajó a Londres con Eva bajo el pretexto de un aborto, como la consintió y trató de la mejor manera posible mediante una cena un tanto lujosa en un restaurante Indio una noche antes de su ingreso a la clínica; como de a poco se reconstruía cierta esperanza entre ellos… Pero las cosas no podían quedarse así, claro, no podía ser tan sencillo y al final Dean descubre que todo ha sido una farsa por parte de ella. Temeroso relata como la abandonó el resto de ese día mientras trataba de calmar su enojo, como paseó por la ciudad y como ella lo encuentra en la noche para rogarle su perdón, narra como él la trata con desdén y como después de una incómoda cena en el mismo restaurante Indio ambos, molestos, se encuentran en medio de una nocturnal lluvia que los obliga a tomar improvisadamente uno de los clásicos autobuses rojos de dos pisos. Ahí, su ira le transforma y sin tomar plena consciencia de sus actos, intenta matarla, matar a Eva, la amante; le aprieta las sienes hasta dejarla mareada para posteriormente bajar sus manos al cuello e intentar asfixiarla. Cuando está por lograrlo la deja libre de la misma manera en que empezó todo, sin saber a ciencia cierta las razones. Después de que el vehículo frena en una parada, y sin saber que hacer, se queda sentado en el segundo piso viendo desde una ventana lateral como Eva escapa y se integra a la lluviosa ciudad. La ve correr y en su desesperación cruzar la calle sin tomar consciencia de los sentidos contrarios de las calles londinenses; desde su asiento entonces es testigo de como un taxi la atropella, de como la avienta a unos metros y luego le pasa por encima. Todo ello mientras se aleja de la escena pues el camión ha entrado  en marcha otra vez… Si bien no fueron sus manos quienes finiquitaron esa vida, sí fueron sus deseos los que se manifestaron. Ahora no es sólo él quien deba cargar con esa vida perdida sino también con la de su esposa, quien para ese entonces ya había muerto. Son ambos, Victor y Dean, quien al revelarse sus secretos tendrán que pesar esas existencias por el resto de sus días. 

Conocí la obra de Javier Marias por un maestro de la universidad y su estilo impactó en mi de inmediato. Sus inflexiones sobre las relaciones y los enamoramientos siempre me parecieron atrayentes en todo sentido. Su prosa es muy segura y la potencia de su voz es autentica. Con el tiempo seguí indagando sobre su obra y el mismo profesor que me lo presentó me recomendó la extraordinaria Corazón Tan Blanco (1992), la cual leí de inmediato y me apasionó. De ahí, claro, salté a Negra Espalda Del Tiempo (1998) y Mañana En La Batalla Piensa En Mi. Recuerdo muy bien que iba en movimiento, en un camión de turismo cuando leí esta parte de la novela. Fue sumamente inquietante e incomoda pero al tiempo una imagen sumamente poderosa: una mirada que se aleja observando ese atropellamiento en una nocturnal tormenta tiene ese sello de derrumbamiento y de nostalgia que tanto me caracteriza. Entre mis notas tengo la idea para un guión donde algo similar sucede hacía el último acto.


3.- El Intento de Sabotaje a la Fábrica de Levy Pants en “La Conjura de los Necios” (John Kennedy Toole, 1980. Original de 1962)
Perdido en el laberíntico mar de inflexiones que Ignatius tiene sobre todo lo que le rodea –absorto en sus “críticos” escritos que redacta no sin quejas en los interiores de cuadernos escolares– ha decidido que dentro de la fábrica donde labora las cosas no se hacen del todo bien, que la situación laboral debe de cambiar en beneficio de sus trabajadores; todos ellos de raza negra, y que para que eso suceda es necesario armar un“plan de combate” que él mismo debe guiar. Habiendo convencido, no sin serias dudas, a los empleados de la planta y posterior a escribir en sus notas una autojustificación de lo que está a punto de realizar, llega a primera hora para ultimar los detalles con los obreros y entonces todo le comienza a salir mal. Primeramente no puede subirse a una de las mesas para que le sirva como estrado; al pedir ayuda termina lastimando seriamente a uno de los trabajadores debido a su peso. Después presenta una especie de manta/bandera que nadie quiere cargar por su dudosa procedencia (manchas sumamente extrañas le dan una textura nada agradable) al tiempo que da instrucciones vagas a la división de choque que ha impuesto: el bloque que cantará, el bloque que habrá de dar los golpes, etc. 

Dada la orden todos los obreros salen de la planta con dirección a la oficina central más en el sentido de romper la rutina que seguir el plan original de Ignatius, quien queda detrás pues se les ha olvidado y lo han dejado arriba de la mesa. Como es de suponer, cuando el cuerpo de la planta entra a las oficinas donde sólo laboran tres personas, incluyendo a Ignatius, todo se sale de la lógica estipulada y nadie entiende en realidad que está pasando, inclusive los encargados de romper las cosas termina por destrozar parte de las pertenencias de su “líder". Los momentos se vuelven por demás absurdos y los obreros prefieren regresar a su labores pues nada tiene en realidad sentido alguno. Ignatius es, entonces, despedido de su trabajo, el primero que ha tenido en vida. 

Leí sobre este libro en algún artículo de una revista literaria y me llamó mucho la atención, rebusqué entre otras críticas y me di a la tarea de conseguirlo. No tardé mucho en poder adquirirlo y aunque no suelo hacerlo así, al tenerlo entre mis manos comencé a leerlo de inmediato. El libro fue una muy grata sorpresa, cada capitulo era mas intrigante y creciente en interés. Su sentido del humor y su crítica a la sociedad es por demás pujante y raya entre lo lozano y lo mordaz. El momento que relato en las pasadas líneas es solo una de tantas bellas y descabelladas viñetas que lo integran. Recuerdo muy bien que al leer este pasaje por mi mente no dejó nunca de escucharse el cántico de los trabajadores a pesar de que ya no se le describía. Fue un momento muy musical y surrealista. Sin duda alguna, aunado a la triste historia detrás de esta novela, resulta ser mi comedia favorita y uno de los libros más entretenidos que haya tenido la oportunidad de leer. 

4.- El Fallido Intento de Suicidio en la Carretera de “La Inmortalidad” (Milan Kundera, 1988)
En la quinta parte de su la novela, titulada La Coincidencia, Kundera y el Doctor Avenarius continuan con sus cavilaciones después de pasar un tiempo en la alberca; se piden una copa de vino en el bar del club y posteriormente asisten a un restaurante a cenar. Al momento en que el mesero recoge los platos de los entrantes, Agnes (la protagonista de la novela que escribe el autor debido al atemporal gesto que le vio realizar a una mujer en la alberca del club) es rebasada por unos motociclistas en la carretera que le lleva a los Alpes, se encuentra en el camino de su huida; camino a liberarse del hastío de la vida moderna, escapando totalmente de su familia –esposo e hija– después de tanto tiempo que le ha costado aceptar tal decisión. Y mientras Agnes se justifica y comprueba para si que lo hace es lo correcto, Kundera le cuenta a Avenarius que cuando comenzó a escribir la tercera parte de la novela escuchó en la radio una noticia un tanto alarmante que no se le ha podido borrar: una mujer se había intentado suicidar sentándose en medio de la carretera –su cabeza apoyada en las rodillas– logrando únicamente que tres coches tuvieran aparatosos accidentes al tratar de evitarla. En el primero de ellos habían fallecido todos, incluyendo un par de niños.

Con este relato de fondo, Kundera y Avenarius comienzan a sortear reflexiones sobre lo que posiblemente le había hecho tomar esta decisión a la muchacha. Kundera teje entonces la ficción de esta suicida con los acontecimientos que vive él, su amigo, su protagonista y quienes rodean su novela. La suicida es pues una mujer a la cual el mundo la ha olvidado, a la que le ha presentado su sordera y olvido más cruel; no hay nada que ella puede hacer, ha sido convertida en una especie muda de emociones y pensamientos dentro de ese extraño territorio donde todos habitamos. Al tiempo que se niega a todo y camina por una carretera cuasi solitaria, Avenarius sale a las calles citadinas a realizar su fetichista acto criminal; acuchillar los neumáticos de los autos aparcados salvo que en esta esta ocasión es increpado por una mujer que le descubre su cuchillo y grita acusándolo de querer ultrajarla. En el grupúsculo de gente que se junta para inculparlo aparece un abogado que le ofrece su ayuda en caso de que las cosas lleguen a mayores. Cuando Avenarius es guiado a la comisaría por un policía logra observar que el abogado es quien ha sido víctima de su cuchillo y este no puede mover su coche. Lo que no sabe es que ese personaje forma parte de la novela de Kundera, se llama Paul y es el esposo de Agnes, quien para ese entonces, en la narrativa, ha sido víctima del intento de suicidio de la muchacha. Agnes ha intentado sortear el cuerpo de la joven en la carretera y ha chocado. Y todos esos gritos, dolores y estruendosos ruidos de los choques en la carretera han despertado a la muchacha, la han regresado al mundo y este la vuelve a oír; ella puede de nuevo gritar su existencia. 

Al llegar a casa Paul busca un servicio de taxi bajo emergencia pero todo intento es en vano, sabe que su mujer está sumamente grave y pronto morirá. No dispone de un vehículo en el cual transportarse pues le han sido ponchadas sus llantas. Decide hablarle a un viejo amigo (enemistados hasta ese momento) para pedirle el suyo y este acepta. Él y su hija viajan hasta el hospital en donde se encuentra Agnes, quien al escuchar a una enfermera decir que su marido va en camino recuerda su escape, su huida y el hecho de ya no querer tener nada más que ver en esa vida. Agnes lucha entonces incansablemente con su espíritu y fuerzas para morir antes de que Paul llegue. Paul maneja desesperado por llegar, ver y besar una última vez a su mujer pero cuando llega ha muerto y no podrá tener esa última imagen soñada. Esa fantasía que sí ha conseguido Agnes… De no haber sido ultrajados los neumáticos de Pau todo hubiera sido distinto. 

Este libro de Kundera forma parte de uno de esos textos que cada cierto tiempo me doy la oportunidad de releer. Cada 5 o 6 años le sacudo del polvo de su estante y comienzo desde un inicio como si no supiera nada de lo que contiene.Y en verdad poco sé sobre el pues a pesar de ya haberlo leído unas tres veces, siempre me sorprende y aprehende. Es un libro distinto cada vez, una enseñanza nueva y no hago otra cosa que dejarme sumergir por todas las reflexiones que hay en su interior. Me demuestra, pues, que tanto –o no– he crecido como persona desde la última vez que lo tuve entre mis manos. En sus lineas me dejo guiar y cada que llego a este momento que describo es como si fuera un principiante en el texto, no puedo sino sorprenderme. Desde que se anuncia el hecho suicida, que cae como un balde de agua fría, hasta la conexión magistral que hace Kundera sobre todos los elementos que tiene en juego hasta ese momento. Para mi es una muy bella e intrigante imagen la de esta joven mujer sentada en la carretera esperando la muerte en medio de la noche. 

5.- La Venta de Singles por despecho en “Alta Fidelidad” (Nick Hornby, 1995)
A la semana de que Laura le abandonase, Rob recibe una “misteriosa” llamada de una mujer diciéndole que desea vender unos singles. Rob, dueño de una pequeña tienda de discos en vinilo sin mucho éxito, no suele ir a buscar material a las casas pero –gracias a las descripciones que ha escuchado del otro lado del auricular– intuye que puede que haya algo de interesante en el caso. Se presenta a la dirección brindada en una tarde lluviosa y enmarcada en un vecindario que tiene poco que ver con los que él habitualmente frecuenta, allí le abre la puerta una mujer entrada en sus cuarenta con cara de pocos amigos que le hace pasar sin invitarle una tasa de té o café, un vaso de agua o algo por el estilo. La mujer lo dirige de inmediato a un cuarto que resulta ser todo un templo para los melómanos: estantes tras estantes fabricados a la medida para todo tipo de formato musical: cds, cassettes, lps, digital… La mujer le señala en lo alto de un mueble el material por lo que ha venido y se retira. Rob se sube a una silla y comienza a bajar las cajas por las que ha venido; en realidad no quiere ni enterarse de lo que tiene entre las manos pero cuando empieza a husmear en el material se da cuenta que es lo que siempre ha soñado. Los sencillos que tiene entre sus dedos son algunos de las piezas más exclusivas para cualquier coleccionista serio de música. Entre las maravillas que observa hay una que le quita el aliento de inmediato, se trata del “You Left The Water Running” de Otis Redding, lanzado 7 años después de la muerte del artista y retirado del mercado casi de inmediato. 

Extasiado y casi sin palabra es interrumpido por la dueña de la casa para saber si pueden llegar a un acuerdo. Rob se sincera y le dice que en realidad no cuenta con el dinero suficiente para una colección así; la mujer le dice entonces que le de únicamente 50 libras y se puede llevar todo el lote. Rob se ríe y no cree en lo absoluto en las palabras de la dama. Ella le dice que todo va en serio y entonces Rob se de cuenta que es cierta la intención. Le pregunta sus razones a la dama y esta indica que la colección es de su marido; una especie de músico vividor que se ha fugado a España con una amiga de su hija, mismo sujeto que se ha quedado sin dinero y le ha pedido a ella que venda ese estante y que se quede con el 10 por ciento por las molestias. En su despecho, ella piensa venderla por 50, quedarse con su comisión y enmarcarla en la pared. Rob saca de sus adentros los mayores valores posibles y le dice que él no pude hacer eso y comienza entonces una inquietante negociación donde el comprador ofrece más que el vendedor. El acuerdo no llega a algún punto y Rob decide pedirle que le venda sólo el de Otis Redding en 10 libras, ella acepta solo porque ha mostrado tener principios. Rob sale de la casa en un estado acidulado; por una parte se encuentra feliz por obtener en una completa ganga uno de los singles más difíciles de encontrar en el mundo del Soul, mientras por el otro le remuerde la consciencia por dejar pasar una colección de ese tamaño casi de forma gratuita, ¿qué dirían sus trabajadores? (unos perdedores que más molestan de lo que laboran). Rob continúa con sus inflexiones y se golpea en el animo al percatarse que se ha puesto del lado de un hombre infiel, cínico macho, y no de la víctima. ¿En el fondo será una de esas tantas cosas por las que Laura lo ha dejado? 

Creo fervientemente que todo melómano llega en algún momento, por alguna coyuntura, a la pluma Nick Hornby y se deja llevar por su acometida pop repleta de grandes y jocosas referencias musicales. En sus párrafos uno descubre y re-descubre grandes canciones, grandes artistas y nuevos sentidos que darle al apasionante mundo de la música, en este caso el de la colección y todo el código de reglas no escritas que conlleva. Creo, al igual, que todo amante de la música tiene algo de Rob, el protagonista de la novela, aunque no puedo asegurarlo. Yo al menos me descubro en él durante varios pasajes dentro del recorrido del libro y no puedo sino reírme de mi mismo bajo las andanzas tonales y amorosas que se van suscitando a su alrededor. Me gusta mucho este momento de la novela pues te hace cavilar por un buen tiempo el que habrías hecho tu en su caso. Parece sencillo y banal, pero en realidad hay muchas cosas que se ponen en juego dentro de la vida de Rob. 

Nota: Aunque muchas de las grandes referencias musicales son quitadas o bien resumidas, la cinta que dirigió Stepehen Frears en el 2000 sobre esta novela no le queda mucho a deber. Es una película muy digerible que hace justicia al estilo de Hornby. Y aunque esta secuencia sí fue filmada, lamentablemente no llegó al último corte de producción. Sólo se puede ver en los extras del DVD. Vale la pena buscarla. 


6.- Un Autobús volando hacía el Fin del Mundo en “Delicioso Suicidio en Grupo” (Arto Paasilinna, 1990)
Las peripecias del colorido grupo de suicidas llega a un punto culminante con la accidental muerte de Mikko Heikkinen; quien ha caído de unos de los barrancos del Ródano en estado de ebriedad. Dadas la circunstancias, los funestos planes de la tan peculiar asociación quedan en espera pues en su natal Finlandia, “al menos en caso de defunción, siempre se suspendían las fiestas de cualquier género”. Quienes agradecen la situación son los rollizos suizos, dueños del cantón en que se hospedó el colectivo, pues buscaban que la grupal muerte no se llevará a cabo en sus terruños, sin embargo son informados –al mismo tiempo que al resto del grupo– a voz del ingeniero Jarl Hautala, que la misión continuará en Portugal, que ha sabido mediante unas postales de un Cabo llamado Sagres, conocido como “El Fin del Mundo” (debido a que se tuvo por mucho tiempo la creencia de que la tierra terminaba ahí), que de ese sitio un lanzamiento del camión que los transporta sería simplemente una muerte segura. 

Después de rendir un sentido homenaje a Heikkinen y de que se autonombrará una comisión para que este fuera enterrado en su tierra natal, el grupo se junta de nuevo días después en el Hotel Riomar a espera de su destino. No obstante el viaje ha dejado ya estragos en el grupo. Ya no son las mismas personas; le han encontrado otro sentido a la vida, han descubierto en realidad que el mundo es un sitio agradable y que quizá la solución no fuera del todo eso del suicido grupal. Inclusive hay ya algunos romances dentro de ellos y para más, Helena Pusaariha ha decidido aceptar la muda petición de matrimonio del coronel Kemppainen, quien jamás se ha atrevido a decirla. Para celebrar, todos se van a conocer el Cabo del Fin del Mundo y bailan y se regocijan inmersos en su belleza, todos menos Uula Lismanki, quien culpable de un desfalco de millones de dólares a una productora estadunidense, no pude aceptar el seguir vivo. Aprovechando la distracción del festejo se sube al camión y toma el manual de este para aprender a manejarlo. Dos horas después se siente lo suficientemente seguro para encenderlo y a todo gas dirigirse a la orilla del acantilado. El grupo de suicidas sorprendidos logran verlo agitar la mano a forma de despedida y posteriormente observar como el autobús rompe el cerco y vuela por los confines airosos del Fin el Mundo directo al mar. Corriendo todos al limite logran detallar como “una gran ola procedente de Ámerica, del otro lado del Atlántico, tomó el autocar en sus brazos y se lo llevó con ella al fondo.”

Conocí a Arto Paasilinna por esa comparativa que siempre se le hace con Aki Kaurismäki en sus estilos de comicidad negra; uno en el cine y otro en la literatura. Por aquellos años había visto un par de cintas de Kaurismäki y al estudiarle di con el nombre de Paasilinna. Sus libros se salían de mi presupuesto así que tuve que esperar unos años, en los que casi se me borra el interés, para encontrar justo este titulo en una oferta. Lo compré de inmediato y al darme el tiempo de leerlo no hice más que buscar más y más textos sobre él. Su narrativa siempre se me ha hecho una construcción bien enriquecida de absurdos en conceptos que exudan unas imágenes llenas de color y ternura que contrastan magistralmente. Lamentablemente falleció recién en 2018. 

Nota: Al rememorar estas imágenes literarias no puedo sino también traer a este espacio otro momento que siempre me ha atraído en la obra de Paasilinna, este forma parte del desenlace de La Dulce Envenenadora (1988). La imagen es la de Linnea Ravaska, la viejecita protagonista que después de matar a su sobrino y sus compinches… posterior a confesar sus fechorías al capitán ruso Anasta Troitalev, es entregada, libre de cargos, a las autoridades de su nación con bombo y platillo en una ceremonia de protocolo internacional. Y cuasi como si de una heroina se tratase, Linnea observa como se acerca a las playas de su hogar con una tranquilidad inmensa a esperas de poder vivir, por fin en calma, el resto de sus días. 

7.- La Resistencia de Auxilio Lacouture en “Los Detectives Salvajes” y “Amuleto” que sirve también como ligera apertura a “2666” (Roberto Bolaño, 1998/1999/2004)
En su pasmosa y puntal obra Los Detectives Salvajes, Roberto Bolaño ficciona la historia de Alcira Soust Scaffo, poeta uruguaya que se tornó en un hito para el movimiento estudiantil del 68 por mantenerse oculta en un baño de los campus de la UNAM cuando esta fue intervenida militarmente en septiembre del mismo año. En dicho capítulo resume de manera brillante el paso por México de la poetisa en primera persona, siendo entonces la misma Auxilio –ya afectada por todo lo acontecido– quien relata su estadía cruzando fechas, cambiando de temas recurrentemente y regresando a ellos sin previo anuncio. Parte fundamental de esta narración son ciertamente los días en que resistió el paso militar dentro de la UNAM, su acto de supervivencia tomando agua del grifo, comiendo papel de baño y observando a diversas horas del día, por una ventanilla, las tanquetas y soldados que violaron la soberanía de la Universidad. Dentro de su monologo se tejen bellamente su pasado con el campo onírico y reflexivo del arte, la poesía y la literatura, así como su vida habitual y la de los suyos pues es ella la madre de la poesía mexicana. Ella conoce a todos los poetas y todos los poetas la conocen a ella. 

No contento con la extensión de tan bello momento, Bolaño no deja esta brillante anécdota en el tintero coral de Los Detectives Salvajes sino que le otorga un peso individual. Bajo su pluma expande el relato hasta dar con toda una novela (obra de un instrumento solista según palabras del autor). Novela corta, sí, pero que resulta un ejercicio que se entrecruza con la magna obra anterior de Bolaño y da entrada al que sería el último (y primer postumo) texto del autor: 2666. En Amuleto, pues, la voz de Auxilio se extiende libremente entre su locura y su sensatez, abre su monologo ya expresado sobre los mismos temas para finalmente enfrentarnos de manera mucho más profunda a los temores perdidos de nuestra anhelada seguridad y protección. La novela  en si termina con la siguiente frase: 

"Y aunque el canto que escuché hablaba de la guerra, de las hazañas heroicas de una generación entera de jóvenes latinoamericanos sacrificados, yo supe que por encima de todo hablaba del valor y de los espejos, del deseo y del placer. Y ese canto es nuestro amuleto.”

Conocí a Bolaño por un compañero de clase cuando estudiaba cine. Él era mucho mayor a mi y un día se me acercó para decirme que Los Detectives Salvajes le había hecho querer conocer a detalle México y mucho de sus subterráneos mundos. Le dije que había oido del texto pero que no lo haba leído, me aconsejó buscarlo y la verdad es que me intrigó mucho pues pocas veces él mostraba tanto interés en algo fuera de su zona de confort. Me hice de él a los pocos días y lo comencé a leer quizá una semana más tarde. De sobre está decir que mientras las paginas se iban quedando atrás mi vida se fue trastocando. Roberto Bolaño quizá sea mi escritor favorito y el descubrirlo aquí, con esta obra, es todo un hito en mi vida como lector. Devoré el libro y no contento con ello salí a comprar casi todo lo que pude conseguir de él. Es del autor que más tengo obras y del cual he leído más. Recuerdo muy bien que en mi viaje de regreso a casa comencé 2666 y terminé la primera parte durante el vuelo. 

Nota: Fabrizio Mejía Madrid trae a colación la misma anécdota de Alcira Soust en “Esa Luz Que Nos Deslumbra” (2018), una novela que, al más puro estilo del gran cronista que es, ficciona el movimiento estudiantil del 68. No sólo se trata, pues, de la fatídica noche del 2 de octubre –junto a su conscuencte despertar– sino que atraviesa décadas para entender las cicatrices de esa generación en el México moderno. Sobre este tema –razones obvias–, se ha escrito mucho en nuestro país, pero creo que esta es una obra fundamental para un entendimiento claro sobre los orígenes y las consecuencias de todo lo que que le circunda. Dicho de otra manera, no solamente de lo que fue sino de lo que aún es. 

8.- La Muerte del Padre de Colin “En La Calle 52” (Ann Pinchot, 1962)
Colin y Rod se reencuentran y con ello las remembranzas de como se conocieron, Rod bajo una vida más que acomodada y Colin vagabundeando y más que necesitado en las calles de la ciudad. De la misma manera resurgen las impresiones primeras que tuvieron uno sobre el otro, dando esto paso a los tristes recuerdos de los últimos días del padre de Colin. Con este tono es que la autora no hace saber que Colin abandonó sus estudios universitarios en el segundo año para hacerse cargo de la granja familiar ya que su padre, de 70 años, no podía más: la enfermedad aunada con la edad y el cansancio lo consumían de manera estrepitosa. El padre, pues, no quiere ver a un doctor y únicamente le queda, sin sus totales deseos, la amarga espera del final. Durante esos días Colin desconoce a su padre, le parece otra persona. En ese estado de debilidad se percata de que es en si un mortal; esa figura paterna que siempre observó cuasi como deidad no es más que un hombre, un terrenal ente que detalla en diversas viñetas como en la lectura de su biblia o bien tomándose de la mano con su madre (cosas que jamás había visto hacerles).

“Demasiado tarde llego demasiado pronto”, se dice Colin. Y entonces, al percatarse de la mortandad de su padre, se da cuenta de la soledad propia, esa añoranza que lo ha llevado al camino del arte. Le reclama pues a la muerte por no llevarse a su padre con dignidad, le cuestiona irasciblemente sus métodos de dolor… y al igual que todos, no le queda otra cosas mas que esperar junto a sus pensamientos a que todo termine. Cierta noche el padre de Colin ya no pude con el dolor, este le domina y las lagrimas le corren por las mejillas sin que él siquiera pueda darse cuenta. Su cuerpo se agota pero resiste: “Le cuesta mucho morir”… Entonces la gracia le da unos últimos momentos de calma y después se lo lleva para siempre. Colin vaga por los campos, vaga para no hacerse cargo de los hechos y así comienza ese estilo ambulante que lo ha llevado a Rod y a la casa de la Señora Ludington: a su destino. Mientras un vecino toma control de los hechos en la granja, Colin tiene sus últimas y cruentas reflexiones ¿Ya muerto su padre se sentirá decepcionado por no vivir la plenitud de la vida encerrado en esa granja, o en efecto esa fue la abundancia que necesitaba? Colin se convence de los segundo y no se preocupa de más, sabe que él jamás podrá regresar salvo en lo que de ahora en adelante plasme a mano firme con su pluma.

Descubrí este libro en mis inmersiones a las librerías de viejos, donde suelo posarme más en los volúmenes de Novela Negra. No obstante, en un cierto peregrinar di con este texto que me pareció interesante; incluso leí un par de paginas al azar para percatarme de si el estilo me era convincente. Lo compré por una módica cantidad y lo dejé en la fila de espera hasta que llegó su momento; me pareció de una salvaje nostalgia que precede a una época que personalmente me gusta mucho en la contracultura estadunidense. El momento que cito aquí me emocionó de sobremanera la primera vez que lo leí. Y es que entre lineas se puede entender como el padre no quiere morir y se aferra a la vida mientras esta se le escapa irremediablemente. Momento sumamente cautivante.

9.- Lo Arcano y La Sobriedad de “Seda” (Alessandro Baricco, 1996)
Hervé Jancour se dedica a la compra y venta de gusanos de seda, viaja al Africa por ellos y regresa siempre a estar con su mujer. Un día la vida lo lleva a tomar la decisión de ir a Japón por los gusanos. Allí conoce a Hara Kei, un importante hombre en el país que le ha de proporcionar la mercancía, pero Hara Kei siempre está acompañado de una misteriosa y bella mujer que cautiva en demasía a Hervé. Comienza así entonces un juego de sutiles cortejos que generan un interese en ambos, pero que nunca han de llegar a nada. La mujer de Hervé presiente los hechos en su distanciamiento y su melancolía pero no dice más. Un día a Hervé le llega una carta escrita en Japonés y este busca a toda costa por alguien que se la traduzca. Conoce de esta manera a una Madame que le interpreta la carta. La vida de todos los implicados continua de alguna u otra manera en ese desgastante ciclo de la vida hasta que otra carta llega y la mujer de Hervé enferma y fallece. Hervé espera un tiempo y emprende entonces el viaje para que se la traduzcan, esta vez le cuesta un poco más dar con la Madame pero la encuentra y con ella la verdad sobre los textos. Develada la verdad, a Hervé se le cierran los nudos que había ido dejando abiertos en su vida, esto le hace tomar por fin ciertas decisiones que no se había atrevido a realizar. Su vida pasa y ya en edad avanzada la sapiencia y la disciplina le dictaminan la costumbre de visitar un lago; en el devenir del agua cree poder entender el ritmo de lo que fue su vida. De lo que es en realidad toda vida.

No hay un momento preciso en este libro que me haya cautivado sino su lectura completa en si. Con un estilo lacónico, Baricco detalla quirúrgicamente la aventura de su personaje con una precisión y una brevedad que cautiva, quizá a las primeras de cambio pudiese parecer algo sumamente sencillo pero es entre sus lineas que nos dibuja como pasajeros del viaje que detona nuestro destino, lapsos intrínsecos que no pueden ser relevados sino en el destiempo de nuestras memorias. En Seda, pues, el amor se representa como un lenguaje imposible cuya traducción debe llegar tardíamente, y es que de esa manera nos regala su contemplación: la mirada cautiva de lo que fue, lo que no fue y lo que pudo ser al mismo tiempo.

10.- El “Savoy” de José Luis Alvite (1949-2015)
Estudié cine alrededor de un año fuera del país, es una de mis más grandes pasiones junto a la música pero, fuera de todo ello, esa vieja ensoñación por la escritura y la autoría de la misma siempre ha estado presente en mis deseos desde muy corta edad, así que en aquellos años opté por tomar una curso de cuento que ofertaba una pequeña librería que descubrí a unas cuantas cuadras de la escuela donde estudiaba. Allí tuve una maestra que nos hacía improvisar relatos sobre ciertos elementos que ella lanzaba al aire. Mi estilo si bien lo criticaba (justamente) desde varias aristas, también le agradaba y felicitaba en otras tantas. Un día se me acercó de una manera muy cordial y me aconsejó que leyera a José Luis Alvite, que veía un ligero puente temático entre nosotros; que bien podía aprender algo en su estilo; recuerdo a bien que lo comentó con cierto apego y cariño, como si en realidad viera una conexión entre la voz de aquel hombre y la mía. Si soy sincero, apunté el nombre del sujeto en mi libreta y no hice a más… Cierto día entré a una librería en el centro de la ciudad y me encontré frente a un par de libros de él, por alguna extraña razón recordé muy bien su nombre así que los agarré y les di varias vueltas en mis manos. Los libros eran un tanto costosos pero sus ediciones eran bastante lindas. Decidí darle toda la confianza a mi maestra (para ese momento el curso había terminado) y me compré uno: Almas del Nueve Largo: Historias del Savoy. Llegué a mi cuarto, lo guardé en una maleta y no lo abrí nunca durante el resto de mi estadía. 

Regresé al país meses después y un día redescubrí el libro en mi estantería, lo abrí y comencé a leerlo. Para el colmo de los clichés paso lo que debía: no pude dejarlo atrás, no pude dejar de leerlo. Se volvió una especie de adicción para mi, la belleza que encontré entre sus hojas hoy me sigue llenando de una manera que no puedo dotar de palabras concretas. A bien, José Luis Alvite es un periodista y relator cuyos libros son en realidad una compilación de sus columnas. De entre todos su universo hay uno que se agrupa de manera exacta en el conservo a especie de platal: El Savoy. El Savoy es un bar ficticio donde se dan cita los mayores perdedores Noir del mundo: mafiosos, boxeadores retirados, bellezas venidas a menos y una serie de machos olvidados que circundan en un pasado que tampoco fue mejor que el presente que contemplan. La manera en que Alvite redacta la vida de todos estos personajes, dotándolos de una voz cansina y agridulcemente optimista, se inunda de nostalgia y ceniza, su comparativo ritmo es de una elegancia que poco tiene que ver conmigo pero sí con mis aspiraciones. Supongo que aquella maestra mía lo entendió mucho antes que yo y me dio uno de los mejores regalos del mundo. Desde que terminé la primera hoja de ese libro he investigado y leído por internet todo lo posible sobre Alvite, sus manías siempre me confortan y abrazan de una manera que me hace suspirar. Con el tiempo, es cierto, he intentado que mi escritura se parezca a la suya –en ocasiones cínicamente he calcado su su estilo en mis textos pero siempre me he quedado corto. Es claramente una de mis más grandes influencias y cuando logró hacer un párrafo con cierto dejo a él me da una enorme alegría… Espero un día poder decir que parte de mi obra escrita es en parte un digno tributo a ese extraordinario sitio de la narrativa que conozco, quizá donde mejor me integro y al que siempre querré ir de visita: El Savoy. 

Nota: Hace un par de años o más me di a la tarea de escribir una serie de relatos cortos bajo un concepto que tenía muy claro pero no hallaba en si la forma adecuada. Me acordé de Alvite y busqué que cosas había hecho recién. De esa manera me enteré que había fallecido meses atrás (en el 2015) y me hallé de frente con la carta de despedida que le redactó a su colega y amigo Carlos Herrera. Fue tal impacto de la noticia y la belleza nostálgica de dicha carta que esa colección de cuentos se escribieron casi solos. Pero la cosa no paro ahí, hice muchos textos más; quizá los más personalmente “Alviteños" que tenga en mi colección. En ellos, pues, por fin encontré la formula, no le copio pero no temo presentar su influencia. Aunque aún falta mucho camino por recorrer… Aquella carta de despedida de Alvite a Herrera, pues, concluía así: “Ojalá pueda volver a tu lado. Y si no vuelvo, por favor, piensa que fue sólo porque me empeñé en el estúpido sueño de llegar por ferrocarril a una ciudad sin tren.”

11.- Temor en el Camión de Pasajeros por “El Horror de Dunwich” (Howard Phillips Lovecraft, 1928)
En la rebeldía de mi adolescencia decidí salirme de la casa de mi madre en el Estado de México e irme a vivir a la de mi padre en la capital de Veracruz, a más de 300 kilómetros de distancia. De sobra está decir que el cambio fue un tanto radical pues mi locación ahora carecía de todas las cosas que uno pudiese conseguir cerca de la Ciudad de México. Por ende, cada vacación solía visitar el terreno abandonado y ahí mis hermanas me ayudaban a conseguir música y películas que no podía hallar donde ahora residía. Me quedaba unos días visitando a amigos y familiares y sobre todo coleccionando discos; así pasaba los veranos y los supuestos días santos. En cierta ocasión mi hermana mayor, a razones aún desconocidas, me dio una versión de bolsillo de El Horror de Dunwich de Lovecraft, me dijo que leyera, que me sumergiera en ese mundo de las letras; quizá pensó que ahí podría yo estar bien y reconfortarme en cierta forma. Tomé el presente y me lo llevé de regreso a casa. Sin temer mucho que hacer, comencé a leerlo.

El Terror nunca ha sido algo que me atraiga en demasía pero ese texto me atrapó de inmediato, la manera en que encaminaba al lector era espesamente seductor. Recuerdo a bien un día, cerca de concluir el libro, que me hallaba viajando hacía la casa de mi padre en el camión después de un viaje al centro de la ciudad, cuando un miedo inmenso me abrazó de una forma sumamente poderosa, me sujetó poderosamente en su imaginario espacio y me ahogó con una tensión tal que alcé la mirada y sentí que todos los que estaban acompañándome en el viaje estaban malditos, poseídos y que no tenía escapatoria alguna a las fuerzas invisibles de Yog-Sothoth… Claramente sabía que aquello no podía ser en absoluto cierto y racional; ello me hizo disfrutar a totalidad el momento y el nada reconfortante estado en que me había puesto la imaginación y el texto… Quizá este sea uno de mis primeros, sino el inical, de esos grandes abrazos que he tenido a lo largo de mi vida con la literatura. 

A los pocas cuadras bajé del vehículo y terminé el libro. No pude hacer otra cosas que seguir leyendo al autor, consiguiendo una tras otra de sus obras y sumergiéndome en esa intensa, descriptiva y fantasiosa oscuridad. Si bien ya casi no leo a Lovecraft, sí soy parte de ese mundo aleccionado por su mitos, fiel seguidor de su obra y un emisario que la recomienda cada que es posible pero, sobre todo, soy un total agradecido pues gracias a él y a ese pequeño texto me convertí en el apasionado lector que soy. 

12.- El Primer y Último Vuelo del Tio Willy en el “Tio Willy” (Willam Faulkner, 1935)
Job se ha escapado por la noche para delatar los planes del Tio Willy, estos se le hacen muy peligrosos y ha preferido que la Señor Merridew venga por él y lo encierre, como ha hecho por años debido a sus adicciones. El niño, que relata bajo el pasado de su voz el cuento, se percata de esto y se lo pregunta directamente a Job. Job le confirma lo sucedido y le dice que no tiene porque preocuparse, que la Señora Merridew y su Padre no han de tardar en llegar y estos hará entrar en razón al Tio Willy, quien ya se encuentra arriba de la avioneta. Job entonces le grita a Secretary que lo detenga pero  por el ruido este no entiende a bien el mensaje. El niño trata pues de frenar a Job mientras comienza a gritarle y hacerle señas al Tio Willy para que despegue, para que huya y este, sin saber a ciencia cierta sí el Tio Willy lo escucha, intuye que le ha entendido y entonces, junto a todos, ve como la avioneta despega y surca de repente por los aires, como se eleva por las copas de los árboles y cae casi de inmediato detrás de ellos terminando así la vida del Tio Willy, desapareciendo pero a la vez logrando lo que siempre buscó y pregonó de una manera salvaje y honesta durante toda su vida: La Libertad. 

Sin duda Fulkner es un obligado para todo lector. Si bien cuando descubrí a McCarthy su estilo me cautivo por mucho, uno de los grandes padres de ese estilo y escenarios es el propio Faulkner. Así que aunque su lectura en ocasiones no es del todo sencilla o amable con el lector, me di a la tarea de indagarlo. Comencé con una de sus obras más populares, “El Ruido y La Furia” (1929) y continúe después con sus “Cuentos Reunidos”. Allí conocí este cuento que me hizo presa de inmediato de su aire libertario, liviano ante la moralidad en turno y aún en la presente. En el nos colocamos frente a frente con el Tio Willy, un ser que ha decidido conscientemente, uno a uno,  los actos y las acciones con los ha querido vivir, un ente que no quiere formar parte de esa prisión de reglas sociales y lucha por la plena libertad, pero entiende –en los últimos instantes de su vida– que dicha libertad no se encuentra en este mundo. Así que si bien no sabes donde encontrarla sí sabe como buscarla…. Se avienta entonces al vuelo para reconocer los aires como un último deseo en vida. Y así muere, volando… Yo siempre me lo he imaginado feliz, volteando hacía el suelo desde su avioneta y con el viento despeinándolo sobre las sienes. Sabe exactamente, como siempre lo ha sabido, su destino y la prontitud de este, sabe que no falta mucho para estar donde siempre ha deseado.





De CINE. 

13.- El Infierno de “Barton Fink” (Ethan & Joel Coen, 1991).
Barton está siendo interrogado en su cuarto de hotel por una pareja de policías cuando un calor inmenso comienza a sentirse. Los agentes salen al pasillo y confirman que Mad Man Munch ha regresado, las puertas del ascensor se abren junto a unas ligeras llamaradas y entonces se hace presente. Después de que este mata a uno de los guardias con una escopeta comienza a correr y gritar como loco–fusil en mano– por el pasillo mientras todas las paredes comienzan a incendiarse. Barton sólo escucha los disparos mientras se encuentra esposado a la cama. Después de una muy extraña y simbólica conversación, Munch recoge sus cosas y se va decepcionado por el pasillo ardiente… Hollywood es el verdadero averno.

Un par de profesores y amigos me hablaban mucho de esta cinta, sobre todo de la escena del hotel; así la mencionaban sin darme más pistas sobre ella. Cuando pude verla me atrapó de inmediato y olvidé la razón del porque la había buscado. Al llegar la dichosa secuencia todo cobró sentido y sin más, se me quedó incrustada en la memoria para siempre. Si soy sincero, de vez en cuando me encuentro caminando por las calles susurrando la frase "I'll Show You The Life On The Mind" con una sonrisa diabólica en los labios. 

14.- Los Tres Universos de “Redondo” convergen (Raúl Busteros, 1986).
Después de una más de sus truncadas sesiones de escritura, Paco baja por las escaleras de su desamueblada casa encontrándose a algunos de los técnicos que están filmando la película que estamos presenciando. Detrás de él, todos los personajes de su inconclusa novela le acompañan rompiendo las barreras existentes entre la ficción, la fantasía y la locura. Al llegar al primer piso los personajes de la novela cantan y bailan alrededor suyo una melodía que hace mofa a un enojo de su esposa. Cuando llega el silencio, el autor es capaz de mirar a los ojos todos los universos que se constituyen a su alrededor. Después cantan todos una melodía de la guerra cilvil española. 

Misteriosamente un maestro muy apegado a la religión me recomendó esta película. Me habló vagamente sobre ella pero con lo que le oí decir me pareció sumamente interesante; para mi sorpresa no me fue muy complicado dar con ella. Conseguí el DVD y la vi en una tarde solitaria. De sobra está decir que varias de mis neuronas de cordura se fueron con ella para siempre. El ejercicio audiovisual es una verdadera locura que representa muy bien el ego y la inspiración de los artistas; critica todo lo que se pueda y no deja espacio para el confort. Tristemente está realizada con un escasísimo presupuesto y más que lamentablemente estuvo bajo un velo de prohibición por mucho tiempo. Lejos de todo ello, es quizá una de las obras cinematográficas más originales que haya visto en vida. 

15.- Hans habla en el Juicio Sumario de “M - Eine Stadt Sucht Einen Mörder” (Fritz Lang, 1931).
Hans Beckert, infanticida con ya varias víctimas en su legado, es descubierto y apresado en un sotano. Después de un intento fallido de escapatoria pide justicia ante el cuerpo masivo que le observa con total rencor. Sin mucha deliberación, su estado de derecho le es concedido ante los oídos de los mayores expertos legales posibles: los criminales de la ciudad. El pueblo, representado por estos delincuentes, le permite defenderse. Hans toma entonces la palabra y diferencía el caso de ellos; hombres que hacen mal a consciencia y él: un hombre atrapado en sus deseos; esencia y necesidad vital de su enfermedad. 

La cinta es una de las grandes obras dentro de la cinematografía mundial. Su manejo de la música es impresionante, la pieza Dans l'Antre du Roi de la Montagne de Peer Gynt se torna de un sentido oscuro y aterrador. Ftiz Lang es una de las más grandes escuelas para aprender el arte del cine, una de sus mejores lecciones (tiene varias) es esta producción. Y el discurso citado que se da ante ese improvisado e irascible quórum (que por su extensión no transcribiré) es quizá una de las mejores disertaciones que se dan en el cine sobre la naturaleza de un asesino serial, y es, al igual, uno de los mejores monólogos que haya visto en pantalla. Peter Lorre, por su parte, da cátedra magistral de actuación.

16.- La Resurrección de Madeleine en “Vertigo” (Alfred Hitchcock, 1958).
Scottie por fin ha convencido a Judy de que se vista, se peine y se maquille como Madeleine; ese frustrado amor que ha muerto por culpa suya al no poder salvarla del suicidio. Impaciente, de espaldas a la espera, aguarda a Judy en el cuarto de hotel – donde esta vive– para que salga del baño ya transformada. Sobre la luz verdosa del anuncio del albergue se abre la puerta y Madeleine emerge de la muerte ante la perturbadora mirada de Scottie, quien ha logrado que su obsesión tome la forma deseada. Ha derrotando a la muerte, sí, pero la oscura y cruenta verdad está a punto de revelarse y dar un paso mayúsculo en ese mismo sitio.

Hitchcock es uno de mis directores favoritos. Cuando comencé de manera formal mi pasión por este mundo del cine empecé a estudiarlo de sobremanera, conseguí libros, revistas y documentales que analizaban su trabajo En uno de ellos leí por primera vez sobre Vertigo y me di a la tarea de conseguirla. Cuando la vi por primera vez quedé impactado, sobre todo por ese quebranto a la mitad de la cinta que te deja sin saber a bien que es lo que seguirá, y lo que sigue es el terrible peso de la certidumbre oculta en nuestros más inhóspitos deseos. Es sin duda uno de mis filmes favoritos de todos los tiempos. 

Nota: El tributo que se hace de esta escena en Twelve Monkeys (Terry Gilliam, 1995) es bastante digno e igual de memorable.

17.- El Asalto a la Joyería en Du Rififi Chez Les Hommes (Jules Dassin, 1955).
Con la espera de cambiar su futuro y de todos a quienes aman, la banda de Tony Le Stéphanois lleva a cabo –detalle a detalle, minuto a minuto– el robo a la joyería parisiense con el sistema de seguridad más intrincado de la ciudad. Bajo un silencio cuasi absoluto –pues cualquier vibración detona la alarma de la caja de seguridad– la disciplina se combina con la tensión al grado de que se pueden escuchar las ansias, las gotas sudor  e incluso los respiros de todos los implicados (espectadores incluidos). Son poco más de 20 minutos de esta secuencia donde el silencio es explotado de una manera por demás brillante. Sin duda alguna uno de los mejores robos de la historia. 

Siempre he sido un seguidor del Film Noir, es un género que reúne muchos de los elementos que me interesa explotar y explorar. Rififi fue una sorpresa que descubrí en una tienda y que mi hermana mayor me regalo. La verdad nunca había oido sobre ella pero después de experimentarla me dediqué a profundizar sobre su hechura y sobre su director. La secuencia a la que hago referencia siempre me ha servido, gracias a su silencio, para ejemplificar la universalidad del cine.

18.- Regalando una Manzana en “El Espíritu de la Colmena” (Victor Erice, 1973).
La pequeña Ana mira al Maquis dormir en los interiores de la caseta cercana a las vías del tren, tuerce incluso la cabeza para verle con más detalle; es un extraño dentro de ese mundo que siempre ha conocido y cuyas fronteras comienzan a abrírsele a través del miedo. Cuando el guerrillero se despierta asustado y apuntando con su pistola ella se esconde detrás de una ahuecada pared. Ambos se miran y, bajo el hallazgo mutuo, Ana se acerca y de su mochila saca una manzana, la cual le regala al hombre para que tenga algo de comer. El Maquis la acepta y le da una mordida ante la inocente mirada de esa infante que también le resulta una figura ajena a su realidad. Este es sin pensar uno de los planos y momentos más hermosos que haya visto; símbolo de una indulgencia histórica clave y cargado de una total ternura que rebasa la barrera de la ficción. 

Cuando estudié cine tuve la oportunidad de que un colaborador de Erice me diera clases. En una sesión nos proyectó El Sur (1983) y la cinta me cautivó en demasía; en ese momento hizo eco en mi y quise conseguirla  de inmediato para tenerla en mi colección sin tener suerte alguna. Años después descubrí en una tienda El Espíritu de la Colmena, su ópera prima, de la que había oido muchas tantas cosas buenas así que la compré. La vi y de la misma manera que El Sur, me impactó y emocionó mucho, el tono y la humanidad de este director siempre me ha parecido magistral y con mucho apego a mi forma de ser y ver el cine. El momento que describo aquí me llenó inmediatamente de una total ternura al verlo como quizá no haya otro entre todas las películas que haya visto hasta el momento… Mi obtención de El Sur, claro, vendría semanas después en esa misma tienda. 

19.- Un Monstruo/Alien en el Bar de “Naked Lunch” (David Cronenberg, 1991).
Bill se encuentra con unos de sus amigos Beatnicks en la barra de un bar de poca monta. Allí le es presentado un amigo especialista en “ambigüedades sexuales”. El susodicho resulta ser una especie de engendro/extraterrestre que con una extensa lengua lame unos fluidos naranjas de un vaso alargado. Bill le mira casi sin reacción alguna, se sorprende pero se mantiene ecuánime. Su amigo escritor entonces se dirige a otra mesa dejando sola a la dispar y amorfa pareja. El ente entabla conversación con Bill dándole una misión: ir a la Interzone, un sitio donde la vida le dará sorpresas incluso aún mayores que la de ese encuentro. 

Cronenberg es uno de esos directores cuyas matrices, temas y manías no van en absoluto con mis intereses, pero que por alguna extraña razón hacen una fuerte relación conmigo. Su formalidad en el uso de su lenguaje me hace respetarlo con todo y su universo bizarro; lleno de seres y momentos escatológicos –aunque en su última etapa ha ido desapareciendo esto… Para prueba esta cinta proveniente de una extrañísima novela Beat que él mismo adapta de soberbia manera; una de las películas más extrañas que haya visto hasta la fecha y que es en realidad todo un reto para el espectador. Cuando la vi por vez primera emanó en mi un gran morbo que hizo que se abrieran las fronteras de lo osado y excéntrico en el cine que experimenta. Si bien la cinta fue una puerta, este momento que describo fue la llave de esa cerradura.


20.- La Muerte de Roy Batty en “Blade Runner” (Ridley Scott, 1982).
Deckard está apenas sostenido de una especie de saliente ante la mirada de Batty, quien paloma blanca en mano salta de un edificio a otro para verle caer al vacío. Mirándole directo a los ojos le recita: “Toda una experiencia eso de vivir con miedo, ¿verdad? En eso consiste ser un esclavo.” Deckard no escucha del todo y lucha por sostenerse ante la sonrisa de su oponente. Cuando este ya no aguanta y se suelta, Batty sorpresivamente lo agarra y lo sube al techo de la construcción. Deckard intenta alejarse pero sólo da con el reposo de un columna. Batty no le hace nada, tan sólo se sienta aún con la paloma en brazos y mira directamente a Deckard para decirle las últimas palabras de su existencia: “He visto cosas que su raza jamás podría creer. Naves de ataque embestir más allá de Orion. He visto Rayos-C brillando en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhauser, pero todos esos momentos se perderán… en el tiempo… como lagrimas en la lluvia. ¡Es tiempo de morir!” Batty agacha la mirada y fallece ante la incredulidad de Deckard, que entrecierra los ojos mientras la paloma blanca toma vuelo y se pierde en la altura de la noche lluviosa. 

Clásico obligado de la Ciencia Ficción, historia Neo-Noir que se revela ante las huellas de detectives, robots y un futuro distópico. En si, no podía tener falla bajos los elementos utilizados; siempre me han llamado la atención este tipo de claroscuros temáticos. Podría decirse que me tenía ganado desde un principio pero es hacía el final, en esta escena que describo que se abre a un encanto pocas veces, a un llamamiento sumamente bello del final. Es de las pocas citas que me sé de memoria y un par de amigos casualmente me piden que la recite. 

21.- El Destino de la Madre en “Furtivos” (José Luis Borau, 1975).
Después de que Ángel ayuda al padre a oficiar una misa por sus “intenciones” y hace que su madre comulgue, ambos se hallan caminando por un paraje completamente nevado. La madre va unos pasos adelante de su hijo, que carga su escopeta sobre uno de sus hombros. En cierto momento le pide que se detenga. Ella le pregunta a su hijo: “¿Qué vas a hacer conmigo?”, a lo que él responde: “Ya lo sabe usted.” La madre se arrodilla a expensas de esperar el destino que han ocasionado todas las acciones de su pasado. Ángel agarra su arma y le apunta… Después del hecho, Ángel llega a su casa para cerrar todas las ventanas que quedan abiertas y quedar así bajo la luz de un faro y contemplar la foto de niña de la única mujer que le ha importado, la mujer que le ha sido arrebatada por los celos de su madre. 

Nos proyectaron esta cinta cuando estudiaba cine; nuestro profesor había participado en la producción. Durante el recorrido de la película mis ánimos se fueron arrinconando hasta un punto poco conocido en mi; la tesitura moral de la película me resultó y aun resulta brillante, violento y doliente hasta el punto en que –creo fervientemente– que todo espectador se puede desconocer por desear, junto al protagonista, los actos que acomete hacía el final. Fue una película que me marcó de sobremanera, su último acto es inhabitual pero bello, fuerte y crudo pero agraciado narrativamente hablando, nos convierte en monstruos y justifica nuestros peores actos de una forma que pocos filmes logran hacer. Sin duda alguna es uno de mis momentos claves para entender de lo que es capaz el cine. 



22.- Mónologo Final de “Vargtimmen” (Ingmar Bergman, 1968).
Después de perder a su marido durante toda la vorágine acontecida y el terror surrealista vivido, Alma Borg enciende uno de los candiles de su casa y mira directamente a cámara, se dirige a nosotros, los espectadores, y realiza un monólogo que gira entre las dudas y las posibilidades de certeza en el amor; sobre la pertenencia y la libertad, sobre los celos y los entusiasmos de un relación… Casi sin abandonar esa mirada interpelativa no llega a conclusión alguna y nos deja en la total desconfianza; uno de los combustibles vitales en el cine de Bergman. “¿No es verdad que cuando una mujer vive mucho tiempo con… ¿No es verdad que ella es igual a ese hombre?… Porque lo ama… e intenta pensar como él… y ver como él. Dicen que una persona puede cambiar. ¿Será por eso que empecé a ver esos fantasmas? ¿O estaban allí de todas formas? Quiero decir, si lo hubiese amado menos y no me hubiera importado nada de lo que lo rodeaba, ¿podría haberlo protegido mejor?…”

Bergman no me entró por El Séptimo Sello (1957) o Fresas Salvajes (1957), sino por su pasmosa Trilogía de El Silencio siendo Los Comulgantes (1963) una de las películas que más me han influenciado en vida. Pero ya teniendo totalmente en el radar a este gran maestro no hice sino ver lo más que pude de su obra. En cierto momento di con esta cinta que malamente venden como el único nexo que existe entre el director sueco y el cine de terror. Me pareció una extrañeza y la adquirí, la vi con cautela. La Película en si resulta más apegada a un horror fantástico que representa la celopatía de una forma sumamente extraña. pero a la vez interesante. Es un banquete de imágenes surrealistas muy impactantes cuyo listón más fino y terrorífico proviene de este momento final que describo. Después de la orgia visual a la que nos somete nos apaga lenta y poderosamente los ánimos con este discurso destruye toda vela de amor. 

23.- El enfrentamiento inicial entre Padre e Hijo en “Karakter” (Mike Van Diem, 1997).
Jacob Katadreuffe camina apresurado por las calles de la ciudad, se dirige al edificio donde despacha Dreverhaven. Dentro del último piso recorre el improvisado pasillo que lleva hasta el escritorio del oficial de ley, saca un puñal y lo clava en la superficie.  Dreverhaven se mantiene impertérrito. Katadreuffe le dice que ha tomado juramento como abogado, que ya no lo necesita, para él ahora está muerto. Dreverhaven, cuyo rostro es tanto ofusco por la iluminación y su posición detrás del escritorio hace caso omiso y le da la espalda al joven. Jacob indicando se gira y camina hacía la salida. En medio del camino Deverhaven rompe su silencio y felicita al joven. Katadreuffe se detiene, boleta hacía él insultado por dichas palabras. Dreverhaven la estira la mano y Jacob le dice que no puede estrechar la mano de quien lo ha obstaculizado tanto. Dreverhaven le dice que no ha sido más que una ayuda para él. Jacob no dice nada y sale enojado a las calles nuevamente, se detiene y regresa corriendo hasta la oficina de Dreverhaven. Salta irascible hacía él sin que sepamos en realidad que ha pasado. La pantalla se pone en negros y coloca el titulo del filme.

Conseguí esta película por recomendaciones. Tenía alrededor de 16 o 17 años cuando opté por ver un cine más serio; alejarme de los cánones de la industria estadunidense.  Era una especie de necesidad adolescente que me nacía al buscar en el arte retos que me llevarán a rincones más alejados que los habituales. Con esta cinta comenzó esa dirección mía como espectador sin saber a ciencia cierta hasta donde llegaría. En Karakter, pues, me hallé con una película cuyo manejo temático no era tan apabullante visualmente sino que indagaba más allá de la superficie narrativa. Me gustó mucho ese lance y me quedé más comodo con esa sensación discursiva. Esta secuencia inicial mantiene tensión, intriga y un cierto sentido del humor inteligible que atrapa para después comenzar el viaje. En gran medida, con este filme comenzaría mi vida como un irremediable cinéfilo.

24.- La Gruta de la Muerte en “Macario” (Roberto Gavaldón, 1960).
Macario se encuentra huyendo de la guardia del Virrey al no poder salvarle la vida a su hijo, en su fuga se halla en el mismo sitio boscoso donde le cambió la suerte. Ahí, en el sitio que lo comenzó todo, se reencuentra una vez más con la Muerte; quien le invita a pasar a sus aposentos: donde la vida de todos los hombres son las velas que iluminan lúgubremente una enorme cueva y donde habrá de demostrársele la fragilidad de la mortandad terrenal. “Este es un sitio que ningún hombre ha viso todavía, y hay aquí cosas que debes aprender. ¡Ven!… Mira Macario, esta es la humanidad. Aquí ves arder las vidas tranquilamente. A veces soplan los vientos de la guerra, los de la peste, y las vidas se apagan por millares al azar. Las altas, las pequeñas, las derechas, las torcidas. Ahora reina la calma. Míralas arder. Son de distintas ceras, cada una es única, duran más o menos según la materia que alimenta la flama. Ves este cabo, está es la vida del hijo del Virrey. Mírala aquí, una vida. Mira que frágil es…”

En lo que a mi respecta, este es uno de los momentos más impactantes en la historia del cine. Lo he visto muchas veces y tuve alguna vez la oportunidad de verlo proyectado en pantalla grande en Bellas Artes en una exposición dedicada a Figueroa. Pocas cosas me resultan más bellas en el séptimo arte; todo se conjuga de manera perfecta: los diálogos, la luz, el tamaño, la sutileza y el momento. Es todo un momento, sí. Un momento sin falla alguna. 

De MÚSICA.

25.- El Unplugged de “Stevie Ray Vaughan”.
Habré visto este concierto unos 5 o 6 años después de su transmisión original, cuando lamentablemente ya había fallecido el buen Stevie y yo aún ni me enteraba… Mi historia con él en todo caso tiene ese concierto como pieza fundamental y se cuenta de la siguiente manera: Después de que un amigo me enseñara un par de acordes de guitarra en la azotea de la casa de mi padre y me dijera (nunca supe si por misericordia o porque fuese verdad), que me habían salido con cierta naturalidad, me di a la tarea de aprender a tocar el instrumento. Jamás hice caso a las indicaciones de mi padre a tomar clases formales, me encaprichaba en la inspiración divina del Rock e improvisaba lo que me viniera en gana hasta que un día, en la tele, apareció el video del cover que hiciera SRV al clásico de Stevie Wonder, Superstition. Me sorprendí, como cualquier habrá hecho y debe seguir haciendo, pero seguí con mi empecinamiento. Pasado un tiempo me encontraba jugando (experimentado decía yo en aquel entonces) con la guitarra frente al televisor cuando comenzó el Mtv Unplugged de SRV. En el show no había banda, era únicamente él con una guitarra de 12 cuerdas. Lo primero que salió del aparato fue su versión acústica de Rude Mood, y entonces todo cambió. No pude más que verlo detenido mientras de reojo observaba mis manos sobre el mástil de esa madera, que ahora parecía absurda, sobre mis piernas. Todo lo que había logrado hasta ese momento parecía inútil e infantil por lo que apenas acabó el programa decidí tomar clases y disciplinarme en el instrumento. Desde ese momento he tomado toda actividad artística con el mayor respeto académico posible. Y claro, Stevie Ray pertenece a mi top 3 de guitarristas con miras de jamás perder un peldaño. Es uno de mis mas grandes héroes musicales de todos los tiempos. Le debo mucho. 


26.- ”The Eternal Triangle” en el 50 Aniversario de la Verve.
Comencé a escuchar Jazz como una simple curiosidad cuando entraba a la adolescencia y de a poco, sin mucha fuerza, me fui enganchando con algunos elementos del género. En aquellos años buscaba en ciertos canales especializados transmisiones de conciertos y documentales de los más grandes exponentes como simple adscripción de cultura general. Cierta noche de fin de semana me topé con el concierto del 50 aniversario de la Verve: “Carnagie Halls Salutes The Jazz Masters” y me quedé viéndolo pues me parecía un documento interesante, además de que no tenía algo mejor que hacer –por aquel entonces solía encubrirme el mayor tiempo en casa– y apuntaba mentalmente nombres de ejecutantes y figuras históricas que se decían en las intervenciones dadas entre canción y canción hasta que, claro, todo cambió: Herbie Hancock, anfitrión central del show, anunció que en honor a la época dorada de las Jam Sessions, Pat Metheny, Roy Hargrove, Christian McBride, Jackie McLean, Stephen Scott y Al Foster interpretarían un clásico de Sonny Stitt, The Eternal Triangle. Desde el arranque la canción me amarró a mi asiento y no pude más que déjame llevar por todo lo que acontecía sobre ese escenario televisivo. Nada volvió a ser igual: el fraseo, la improvisación y esa sensación de libertad que emanaba del monitor se impregnaron en mi para jamás abandonarme. A partir de ahí tomé con tal seriedad el Jazz que es hoy uno de mis mayores canales de expresión, motor indispensable de mi día a día. No podría vivir sin el género. Y claro, The Eternal Triangle es sin duda una de mis 5 canciones favoritas de todos los tiempos. 

Nota: No volvería a escuchar esta canción hasta tiempo después. No recordaba el nombre ni sabía como poder hallarla nuevamemte; su retorno a mi vida se explica en otro momento de esta lista. 


27.- El KCT de Solos de Guitarra que contenía a “King Crimson”.
Desde muy niño tuve un cierto gusto por el Rock, mis hermanas los escuchaban y algo en él me movía de sobremanera; me llamaba a apagar ciertas calderas que hervían en mi de manera intermitente, cual dolo inapagable. Cuando entraba a mi tercer lustro de vida me decidí por experimentar sobre las fronteras del género, no quería permanecer en la barrera de lo básico así que a parte de leer bastantes revistas sobre el género compraba cintas piratas: compilaciones personales de quienes las vendían en mercados, tiendas especializadas en el trueque, o bien algunas que se armaban según algunas publicaciones editoriales del género. Solía obtenerlas por módicos precios, algunas de ellas ya usadas y en baja calidad de sonido pero fue en ellas que adquirí paso a paso un gusto mayúsculo por ciertos estilos, además que en sus metrajes descubrí a varios de mis más grandes héroes musicales. Fue en una de ellas, también –un coctel muy sui generis de guitarristas– que me topé de frente por vez primera con 21st Century Schizoid Man de King Crimson. Un clásico instantáneo que se convirtió en la entrada a una oscura pero reconfortante caverna donde me sentí arropado a las primeras de cambio y donde decidí quedarme por tiempo indefinido. Desde ahí, claro está, la historía se cuenta sola y de manera muy sencilla: me dejé atrapar por ese laberinto que es el universo crimsoniano  bajo ninguna intención de querer alguna vez encontrar la salida. Fue una de esas llamadas que te da la vida y la tomé con todo el gusto posible… Después de aquel momento me volví un fanático del Progresivo y me salté ese periodo del Metal y el Heavy Metal que todos mis amigos comenzarían a surcar un par de años después.

Nota: En una entrada pasada de este blog se encuentra un texto donde pormenorizo aquella primera vez que escuché a Crimson: un escrito que realicé bajo pretexto de la visita de la banda a México en 2017. Y con respecto al Metal, fue hasta hace poco tiempo que comencé a abrirme a ese universo de altos decibeles y largas cabelleras (sigue sin llamarme del todo).  



28.- El video de “Even Flow” con el salto al vacío de “Eddie Vedder”.
Cuando el Grunge se convirtió en la moda musical del mundo esta irrumpió muy fuerte en mi circulo más cercano. Mis hermanas, por aquellos años entre secundaria y prepa, se volvieron seguidoras y lo escuchaban continuamente pues era lo que imperaba entre los jóvenes de su generación. Al igual, detrás de mi casa había una banda que ensayaba covers y solían interpretar un par de canciones de Nirvana, si mal no recuerdo incluso el camión del gas solía pasar por la cuadra con Come As You Are a todo volumen. Mis amigos y yo (viles infantes), solíamos burlarnos del nombre de esa misma agrupación al llamarle “Mi Hermana”. No es que entendiéramos bien el fenómeno que se suscitaba alrededor nuestro, cosa más alejada a nosotros no podía haber, pero gracias a el obtuvimos nuestras primeras inmersiones en el supuesto salvaje y alocado mundo del Rock; solíamos medianamente gustar de algunas de esas canciones como símbolo y simple fantasía de ser más fuertes y más grandes de lo que en realidad éramos. Digamos que fue un juego que se volvió usanza cotidiana. La rutina, pues, cambió el día que prendí la tele, sintonicé Mtv y transmitieron el video de Even Flow de Pearl Jam… Lo primero que observé fue a un tipo greñudo y desaliñado que le pedía a un tal Josh que bajara la intensidad de las luces, que lo que se filmaba era un concierto de Rock y que le importaba un bledo el video. De ahí, todo era energía salida de la ira y la incomprensión social hacía una generación como la suya. El grupo no dejaba de moverse con enojo sobre el escenario, parecían incontrolables, incansables y llenos de un combustible que jamás había experimentado hasta ese momento. El cantante, un tal Eddie Vedder (el mismo del inicio), parecía estar bajo trance; eclipsado por un enojo que tenía años allí dentro. Durante un puente instrumental este se subía al techo, se colgaba de una especie de tubería, se columpiaba y después de llegar al borde de un balcón se dejaba caer de espaldas al público que, hipnotizado de igual manera que él, lo rescataba y lo llevaba entre sus manos al escenario. La imagen me volvió loco y me sentí abrazado por esa furia interna, esa energía que implosionaba también en mi con total potencia. Por mucho tiempo quise ser como ellos: músicos enojados que gritaban sus quejas sin tapujos y sin importarle mucho lo que dictasen las modas y el comercio. Pearl Jam, pues, se volvió una de mis bandas favoritas por años, bastantes diría yo. Después, claro, como todo, he tenido mis altibajos con ellos: mis alejamientos y mis respiros; he explorado y vivido mucho terreno desde aquellos años, pero si he de ser sincero, siempre hay algún momento para retornar a colocar algunos de sus discos en la casa y viajar a ese pasado tan mío. Les tengo mucho cariño, es una de las poquísimas agrupaciones que aún sigo con las que fui creciendo a la par.

Nota: Siempre soné con estar en un concierto con ese empuje de los primeros años del Grunge: el bodysurfing, el slam, las camisas rotas y sudadas, el polvo como testigo de las luces de los reflectores, la atmósfera pesada y esos espesos ecos que parecían no tener fin. Para estas fechas es obvio que Pearl Jam ha ido madurando como grupo y sus integrantes como persona, así que fuera de que siguen inyectando adrenalina en el escenario, esta ya no es de la misma naturaleza que en la de sus albores como banda. Creí que jamás podría vivir algo como lo que siempre había visto en esos videos de mi infancia hasta que Soundgarden, banda amiga y hermana de Pearl Jam, resucitó del retiro y se presento en la Ciudad de México. Fue un concierto de poca concurrencia, así que el sitio no se lleno y se todo se tornó de ese humo de libertad y desenfreno. Todo eso que había soñado lo pude presenciar desde lo alto de una reja a la cual me subí para formar parte de esa escenografía que siempre quise experimentar. Por instantes pude ser parte de ella. 


29.- La Nada querida obtención del “Acquiring The Taste” de “Gentle Giant”.
Desde muy pequeño tuve ese interés por los coleccionistas. Se les describía tanto como bichos raros en mi entorno que cuando me compré uno de mis primeros kcts, y una de mis hermanas me dijo que quizá algún día pudiera hacerme de una colección de música, no dude en imaginarme como uno más de ese mal-pintado clan del que se hablaba a mi alrededor. Ahora bien, en este mundo de la antología se podría decir que cada nueva adquisición es una sorpresa, cada descubrimiento un milagro. Pero si somos sinceros, siempre hay algunos que se recuerdan con mayor estima y este es uno de los que más recuerdo: Cuando empecé a tomarme más en serio eso de armar una colección de discos inicié desde abajo: cintas grabadas por amigos, kcts piratas, discos prestados sin fecha de retorno, grabaciones de la radio, grabaciones tomadas directamente de la bocina de la tele y un muy largo etcétera, etcétera y etcétera. Aquel se convirtió en un mundo donde prefería ahorrar la mayoría de mis gastos cotidianos como estudiante para hacerme de los más básicos y económicos álbumes del género; una especie de librería básica y bien sedimentada que fui armando de a poco y donde sólo tenía la capacidad para experimentar en el mundillo de los discos usados. Estos eran siempre un azar, los hallaba en una pequeña tienda que los colocaba en una caja de zapatos cerca de la entrada, allí les miraba y escogía dependiendo el nombre de la banda, el diseño de la portada o algún rasgo que me llamase la atención. El día al cual acudo fue uno de descubrimientos: primeramente hallé el segundo de los Allman Brothers, Idwild South, en muy buen estado. Ya había oído un poco de ellos y tenía muchas ganas de explorarlos más por lo que no lo dudé y lo agarré fuertemente. El precio era muy accesible así que quizá me alcanzaba para otro. Seguí buscando pero ninguno en realidad acaparaba mi interés. La dueña de la tienda me observó y rebuscó en la caja, pasó por todo lo que había en ese pedazo de cartón y me puso en la mano el también segundo de Gente Giant, Acquiring The Taste. Lo observé, no había nada en el –físicamente– que me llamara, que me dijera que debía tenerlo, pero lo compré al tratarse de una recomendación directa. Al llegar a mi casa decidí que iba a ser el primero que escucharía aunque me muriese de ganas de oír a los Allman, me dije que si algo debía salir mal, que fuera de una vez. Coloqué el álbum y fui por un vaso de agua a la cocina. Los sonidos que comenzaron a salir de las bocinas y que me acompañaron en mi caminar hicieron detenerme de inmediato. La variedad de timbres, la diversidad en la atmósfera de ese primer track (que en aquel momento cité: “es como ir a misa en otra galaxia o universo”) me hicieron no parar de escuchar. Mis oídos se abrieron al máximo y lo dejé correr por completo. Todo un firmamento nuevo se abría ante mi… Quizá haya puesto el disco un par de veces por día durante un buen rato pues lo que escuchaba era algo que jamás había siquiera imaginado. Por aquel tiempo estaba comenzando mi exploración del Progresivo fuera de King Crimson y este momento hizo que todo tuviera sentido: fue la confirmación que toda pasión necesita. Gentle Giant es una de las bandas que con más agrado escucho y aunque fue Octopus el álbum que terminó por gustarme más dentro de su discografía, este al que hago referencias fue el que lo inició todo. 

Nota: Claro está que también escuché a los Allman Brothers ese día y seguí adentrándome en su estilo y universo. Es también una de las agrupaciones que más me han marcado, sobre todo en mi forma de tocar y componer (cuando lo hacía). Colecciono casi todo de ellos y está en los puestos más alto de mi lista de agrupaciones. Se podría decir que aquel día todo se multiplico al doble…  Aún conservo ambos discos en mi colección. 


30.- Las Copias Fotostáticas del Artículo de “Joe Pass". 
De uno de mis poquísimos intentos por armar una banda nace esta historia: No recuerdo a bien como pero contacté a un baterista chiapaneco con el interés de conjuntar una grupo musical centrado en el Progresivo. Yo intentaba impregnar un sonido parecido a lo que King Crimson había lanzado en el ConstruKction of Light y él algo más parecido a la etapa setenetera de Rush, en ocasiones un amigo suyo que tocaba el corno francés nos acompañaba. De sobra está decir que a pesar de que llegamos a sacar algunas versiones y  dar con un par de temas propios (incluso llegamos a castear bajista), la situación concluyó por falta de tiempo y, porque no decirlo también, cierta disciplina grupal. Nuestras edades eran dispares (él mucho mayor a mi) y por ende nuestras situaciones un abismo en prioridades. En aquella etapa me encontraba buscando todo lo que tuviera Jazz en la etiqueta y en nuestras charlas durante los ensayos le hice saber de mis intereses. Me dijo que a él también le gustaba mucho el género, se levantó de su asiento, entró a uno de sus cuartos y me dió en las manos un artículo fotocopiado de un guitarrista que me dijo que no sólo debía escucharlo, sino estudiarlo. Se trataba de Joe Pass. Lo miré con total desconocimiento y lo guarde en la funda de mi guitarra para leerlo al otro día. El texto básicamente era una especie de biografía musical pero no abarcaba únicamente el ímpetu y virtuosismo del Pass músico sino que circundaba las causas de su estilo a través de las peripecias que atraía su personalidad y su incipiente adicción al alcohol. La anécdotas allí citadas, la descripción de su facilidad con las seis cuerdas, la innovación en sus técnicas empleadas y un largo etcétera me hicieron correr a buscar material suyo. Por aquellos años era un tanto más difícil hacerlo, así que tuve que investigar donde podía conseguir discos de Jazz en mi ciudad. A los días supe de una tienda y fui cual casto puberto a preguntar con cierto temor pues me veía por vez primera entre los especialistas y gustosos del genero. Me acerqué a una de las vitrinas y nerviosamente pregunté si tenían algo de Joe Pass. Me dijeron que sólo contaban con un álbum por el momento, My Song; su costo era alto pero no dude en gastar mis ahorros en él. Llegue a casa a escucharlo mientras releía el articulo y entonces todo cambio. La perspectiva del instrumento, su sonido, la interpretación y el fraseo se tornaban a un punto de pureza y beldad como nunca había escuchado; hasta ese momento no había experimentado tal sutileza y garbo en una ejecución de lo que ya pensaba y definía como “mi instrumento”. Me di pues a la tarea de hallar lo más que pudiese de él y así ha sido hasta el día de hoy, con que cuento con una más que extensa colección de material suyo. A Joe Pass, es obvio, lo escucho constantemente y siempre me sorprende, siempre me deja un suspiro en la punta de los labios y los dedos. Jamás me he acostumbrado a la pericia de su estilo. Para mi es uno de los más grandes que han existido y siempre he dicho que si pudiera nacer como músico en otra persona, sin duda alguna sería en él. 

Nota: El mismo colega me prestó días después el libro de Jazz de Joachim Berendt, lo leí en menos de una semana y jamás solté el género. En parte ese libro me hizo también tener ese actitud de investigador cada me interesase algo musicalmente hablando.  Por cierto, Joe Pass tiene una rareza en su discografía: un álbum de villancicos. Es el único que escucho con gusto en la temporada. 


31.- Las Luces del Árbol de Navidad sincronizadas con “Pink Floyd”. 
Una de mis hermanas comenzó a salir con un fanático de Pink Floyd y como es usual, comenzó a interesarse por la música que a él le agradaba. Él le prestó varios álbumes y junto a ella, mi otra hermana también cayó encantada en ese laberinto de sonidos y líricas potentemente sutiles. Ellas solían colocar su música en las mañanas y en una de tantas, mientras bajaba por la escalera después de levantarme, una canción acústica cargada de nostalgia inundó mis oídos y presencia; algo en ella me llamaba y me indujo a bajar para encontrar el origen de ese sonido. Se trataba obviamente de Wish You Were Here y aunque no lo puedo asegurar –pues no lo recuerdo a detalle, supongo que pedí que la repitieran un par de veces; algo me exigía adentrarme en ella. Fue así entonces como conocí a Pink Floyd, como me decanté un buen rato por ellos y emprendí el camino por seguirles la pista. Me hice de casi todos sus discos y conocía ya a bien su material cuando un día, en temporada navideña, coloqué Shine On You Crazy Diamond para darle toda mi atención. Buscaba algo en ellos que me llevará a otro nivel, algo que me regocijara como a tantos otros tantos de sus seguidores. Entonces todo cambio, las luces del árbol de navidad reflejándose en el cristal de la puerta que daba a un pequeño patio se sincronizó con el ritmo y la atmósfera de la canción y nada fue lo mismo. Esa conjugación tan detallada entre la imagen y la música, tan propia en la naturaleza del grupo, me llenó todo el cuerpo de satisfacción y encontré lo que había estado buscando. Recuerdo que me levanté de mi asiento y cerré los ojos, imágenes diversas pasaron por mi mente: colores, líneas y figuras concretas me fundieron en uno con la música. Desde aquel momento, claro, he tenido un gran cariño por la banda, han formado parte relevante en el soundtrack de mi vida. Han estado en momentos claves de mi desarrollo musical y personal. 

32.- “Dizzy” y su “Sonny Side Up”. 
De niño recuerdo que en ocasiones, en el bulevar del fraccionamiento donde viví mis primeros años, un señor se postraba en el camellón a tocar su trompeta. Las tonadas eran ligeras, casi baladas y a mi me cautivaba no sólo la nostalgia de la melodía sino el timbre del instrumento. Ese sonido siempre me agradó y cuando comencé a introducirme en el mundo del Jazz lo busqué fehacientemente. Aún estando a ciegas realmente,  sin conocer a bien el piso del género, investigué sobre un buen trompetista para de ahí partir; después de un par de pistas di con un nombre: Dizzy Gillespie (que junto a Clark Terry y Art Farmer armaron y armarán por siempre mi trio favorito en este instrumento). La búsqueda de material suyo comenzó en la misma tienda en que conseguí el disco de Joe Pass; allí se encontraban algunos discos suyos en el mostrador pero fue uno el que especialmente me llamó la atención, esto debido a su diseño: empaque/portada. Era el Sonny Side Up de 1957. Intenté comprarlo pero estaba apartado y no podían dármelo. Decidí caprichosamente que no compraría ninguno otra hasta tener ese, quería adquirir ese empaque a como de lugar e hice el pedido para que me lo trajeran y esperé… Cuando por fin lo tuve en mis manos me llené de cierta alegría sin saber a ciencia cierta las razones, supongo que para el momento me gustaba más físicamente que en las posibles repercusiones musicales que podría haber dentro suyo. Cuando llegué a casa y lo coloqué las cosas comenzaron bien; una canción agradable (On The Sunny Side Of The Street) para iniciar y dar con un tono elegante y bastante agradable para alguien que aún no se halla inmerso en el Jazz, pero al terminar este todo cambio y dio un giro inesperado. El segundo track de este álbum se trataba de The Eternal Triangle, la canción que había escuchado en un concierto televisado meses atrás y que me había llevado a abrirme por completo al Jazz. No la había escuchado desde aquella vez, ni siquiera recordaba su nombre pero la reconocí de inmediato. Era la misma melodía. Rápidamente saqué el booklet y lo leí con detenimiento. Descubrí que el autor de la canción era Sonny Stitt, parte del grupo que se conjunto para la grabación del disco y que era en ese álbum cuando se dio a conocer como una grabación de estudio. Continúe escuchando las dos últimas piezas (una un Blues pausado/la otra con un ritmo un tanto sincopado) y en vez de regresar a colocar la canción que tanto había esperado ir de nuevo un par de veces más, opté por escuchar el álbum completo una y otra vez. Me enamoré de inmediato de el; de la historia detrás de la grabación, del duelo de metales entre los dos sax tenores y la trompeta, así como de todo aquello que aún no llegaba a captar y entender pero que me tendía la mano para sumergirme en ello. De sobra está decir que me dejé empapar completamente –sin dudas ni temores– y hasta ahora sigo hundido en ese mágico universo del Bop.

33.- El KCT pirata de los Éxitos de “Leonard Cohen”.
Como a la gran mayoría de las personas les ha sucedido, mi primer acercamiento a la música fue a través de los álbumes de mis mayores; en esta caso mis padres y mis hermanas. En la casa donde crecí casi todo mundo tenía un rincón estilístico que le caracterizaba y que solía colocar a horarios dispares, así que dentro de esas paredes donde aprendí a ver y oír el mundo se construía cotidianamente una sui generis mezcla de sonoridades que iban desde Baladas Románticas Pop de cantantes de los 70 hasta independientes bandas de Rock y Blues Mexicanas, pasando por el Rock que estaba en boga a finales de los 80 y principios de los 90, como ya he comentado previamente. Si bien como infante no había algo a lo que pudiera asirme o bien negarme como tal, siempre tuve una inclinación por sonidos rebeldes, estridentes y enérgicos. Me hechizaban las guitarras eléctricas y era algo que buscaba primordialmente cuando escarbaba entre los LPs de mis padres y los Kcts de mis hermanas, sobre todo en los de ellas: cuando no había nadie en casa solía agarrar su grabadora y escoger al azar entre su pequeña colección. Si lo que salía de las bocinas no contaba con la energía que me atraía, lo quitaba de inmediato y me iba al siguiente y al siguiente, y así sucesivamente. En una de esas tantas exploraciones por la explosión de riffs y solos electrizantes di con la grabación pirata de el álbum de éxitos de Leonard Cohen de 1975. Si bien la música de Cohen resultaba completamente lo opuesto a lo que exigía en esos años, hubo algo en sus piezas que me mantuvieron en vilo cuando le di play. La sencillez con que me encontré iba más allá de la posible dulzura con que se revestían sus piezas. En su lírica y forma de cantar había misterio y dolor: cicatrices de una vida en la que el sacrificio en pos del amor ya había desgastado las ansias, flanqueado las fuerzas pero al mismo tiempo brindado el combustible para un legado al cual me apegaba por vez primera y que no dejaría de explorar. No pude soltar su música nunca. Con Leonard Cohen aprendí la afectación de la belleza y a sofisticar la dosis de energía, comprendí el peso de las letras en una canción y a partir de él me torné mucho más exigente en ese apartado. Haber dado con ese KCT, que escuché y re-escuché cientos de veces, me abrió las puertas al mundo del Folk: a Dylan, Tim Buckley, Donovan, CSN&Y, Cat Stevens, Simon & Garfunkel y un larguísimo etcétera… Todo un universo se abrió ante mi en ese momento, una dimensión a la cual soy muy apegado y sintiéndome siempre muy orgulloso de estar cercana a ella. 

Nota: En este mismo blog se encuentra un escrito donde detallo el valor que tuvo ese KCT en mi vida y las repercusiones que hubo en mi haber. Lo escribí a manera de tributo a las horas de enterarme del fallecimiento de Leonard Cohen. 


34.- Los sobrantes del Bootleg que contenía a “Derek Trucks”.
La tienda donde compraba mis cintas piratas solía rellenar los espacios sobrantes con algo que, al sentir de los gustos del dueño, iba sobre el mismo tenor de lo adquirido. Y si bien no recuerdo de que cinta se trataba la que me ha traído hasta este momento, sí conmemoró que en dichos sobrantes descubrí a Derek Trucks. Evocó a ese viaje en camión rumbo a casa cuando se acabó el material original del KCT y comenzó a sonar una banda cuyo magnetismo no sólo me imantó por su elegante fusión de Jazz, Blues y Rock Clásico, sino porque al ir a preguntar de quien se trataba a la tienda (nunca colocaban en la información con que rellenaban los espacios) me enteré que era una banda relativamente nueva, The Derek Trucks Band, integrada por unos jóvenes un par de años más grandes que yo. Eso me pareció algo sumamente interesante y una especie de llamado. Al saber que acababan de lanzar su segundo disco, ordené ambos en su versión original por un arranque de ímpetu; quería saber más de ellos. Fue un tiempo de espera largo pues la distribución de dicha agrupación era muy escasa en el país pero pasados unos meses me los consiguieron y los tuve en mano. Durante ese tiempo había rebuscado información de ellos pero nada sustancial había aparecido, ahora contaba tan solo con sus discos, los cuales escuché severas veces de manera disciplinar; era constante mi estudio sobre ellos. Su acercamiento a mi edad me demostraba que las nuevas generaciones podían ofrecer mucho, frente a mis ojos se caía el telón de ese clásico discurso de que sólo lo hecho en décadas pasadas era lo realmente valioso. Después de hallar a Derek Trucks jamás tuve miedo de obviar ese pensamiento y gracias a esa agrupación, y a él sobre todo, siempre estoy a la búsqueda de lo nuevo, de lo actual pues hay todo un universo de jóvenes que tienen un conocimiento preciso de varios géneros y los desarrollan, someten, ejecutan y multiplican de maneras por demás ricas. En aquellos años yo buscaba consolidar una música actual con toques clásicos, fusiones sutiles y puentes de comunicación entre estilos y géneros pero a mis contemporáneos sólo les interesaba sonar a las bogas para un éxito comercial. Derek Trucks, pues, desmanteló la esperanza y la hizo realidad. Gracias a él sé que hay gente en algún rincón escuchando a los grandes y preparándose para no sobajarse a ese rubor de obtener dinero antes que musicalidad, mismo rubor que me alejó de la ejecución pero jamás de la música. Desde aquella compra he seguido paso a paso la carrera de Dereck Trucks y sus músicos, de sus bandas amigas y de su entorno. Siempre lo he considerado de mis más grande influencias y para mi, es sin duda uno de los mejores guitarristas de la historia.  Junto a Duane Allman, el mejor Slide en la historia del Rock.


35.- El Video de “Harvest Moon” de “Neil Young”.
A Neil Young lo escuché por vez primera gracias al cover que Pearl Jam solía (y aún suele) hacer en sus conciertos de su clásico Rockin' In The Free World. De igual manera le vi colaborar con dicha agrupación sobre el escenario de los MTV Awards en 1993 interpretando esa misma canción y casi destrozar el sitio en un momento de energía y explosividad que me maravilló por completo; imágenes portentosas para el pre-puber que era y que corroboraron mi rebeldía por muchos años más. Como ya era un muy fiel y asiduo seguidor de la banda, me quedé con la versión y presencia de Pearl Jam. De Neil Young acaso supe algo en un par de ocasiones más gracias a que en las publicaciones que compraba sobre el Grunge se le mencionaba como una de sus influencias pilares: una especie de padre y mentor en todo ese movimiento que se había gestado en la punta noroeste de Estados Unidos y que se encontraba en el pináculo de la música occidental. De igual manera creo que llegué a conocer escuetamente un par más de sus canciones por versiones que le hiciera igualmente Pearl Jam y que hallé en algunos Bootlegs de pésima calidad que conseguía en mercados de trueque. El nombre, pues, de Neil Young estaba ahí, rondando el universo musical al que me abocaba pero su estilo, un tanto más estridente de lo que para entonces me llenaba, un tanto improvisado y con cierto embrollo enérgico no hacía del todo click conmigo. Respetaba al sujeto, sí, pero era más porque el Grunge lo respetaba a él. ¡Grave error! …Un día mi padre me llevó a visitar a un amigo suyo y mientras ellos conversaban me dejaron la tele en Mtv (pues era lo que los jóvenes de esos años veían asiduamente e intentaban de alguna manera que no me aburriera). La transmisión por esas horas se centraba en éxitos Pop y no me llamaba mucho la atención, estaba un tanto hastiado de todo ello cuando de repente se coló un video de Neil Young. Rápidamente leí su nombre en los créditos y me interesé de lleno pues al menos había algo a lo que sujetarme para lo que entonces eran mis gustos musicales. Se trataba del video de Harvest Moon y, entonces, todo cambió. Todo lo que conocía de Neil hasta ese momento habría de cambiar pues lo que ya había oído de él era por completo distinto a lo que estaba por experimentar. En la canción que presenciaba había belleza, un sutil manejo de los sonidos y una influencia muy fuerte pero elegante de los sonidos del sur de los Estados Unidos (por aquellos momentos ya era muy asiduo de los Allman Brothers). La canción me llamó la atención y también el video, aunque tiene su fuerte carga de cursi, debido a su locación y ese manejo de presentar ciertas tradiciones de dichas altitudes. Me intrigó como un tipo al que había conocido únicamente como una bomba de arranque y vigor podía llegar a tocar algo tan bello: quizá era sólo una excepción en su obra, quizá no. Para no quedarme con las dudas quise descifrarlo y me lancé a conseguir material suyo. La canción que había escuchado pertenecía a un disco homónimo pero al tiempo que investigaba descubrí que había uno de décadas pasadas llamado Harvest. Me supuse que habría cierta conexión entre ambos así que pedí que me los grabarán. Cuando los escuché me enamoré de inmediato de ese nostálgico sonido que emanaba –cuasi mágicamente– de las bocinas; tonalidades simples pero enriquecidas en texturas con dejos de Folk, Country, Blues y Orquestaciones que se complementaban con unas líricas muy sencillas pero inspiradoras: mensajes claros y honestos que se mezclaban con el perfecto momento de la melodía para alzarse a otros niveles. Mi obsesiva personalidad me hizo ir a buscar el mayor número de material que pudiera de él y de esa manera comencé un viaje que aún no termina. Con Neil Young destapé todo un mundo de sonidos que giran entorno a las emociones de un sujeto complejo que jamás se está quieto y prácticamente se reinventa cada que quiere, que toca como le venga en gana y roza casi cualquier género popularmente conocido. Su universo me impactó y su actitud ante la vida y sus letras me educaron de sobremanera. Neil Young ha sido para mi desde hace muchos años un mentor, mucho de mi personalidad proviene de su música y su activismo pro-pacifista. El haberlo conocido me mostró un camino en el que por fin pude encontrarme y sentirme entendido. Sin él no sería en totalidad lo que soy. Es uno de mis más grandes héroes musicales. 

Nota: Claro está que cuando re-escuché las canciones que ya conocía de él después de entender su mundo me parecieron distintas. Les encontré su sentido y su belleza. Las escucho asiduamente. 

36.- El KCT de Jeff Beck que contenía inconclusos los álbumes “Blow By Blow” y “Wired”.
Aficionado a los guitarristas en mis primeros años de incursión como Rockero, me dedicaba a buscar y rebuscar listas de quienes los expertos colocaban como ejecutantes obligados para todo amante del género. Como muchos de mi generación (y las generaciones previas), di con la historia de los Yardbirds y los tres grandes guitarristas que habían participado en la banda. Fue ese uno de los caminos por los que comencé, el que me hizo explorar por vez primera el trabajo de Clapton y Page, aunque para esa época ya era un ferviente seguidor de Zeppelin. Después de unos meses solo me faltaba indagar en uno, Jeff Beck, que sin saber a bien las razones lo había dejado de lado. Investigué sobre él en diversas revistas especializadas y compilaciones históricas del Rock; supe entonces sobre su irregular carrera después de de salir de los Yardbirds: una banda con Rod Stewart y Ron Wood que no salió muy bien, una segunda oportunidad a la misma con otra alienación que tuvo un desenlace similar, un intento de incursión a una agrupación estadunidense que no se pudo dar por un accidente (proyecto mismo que terminaría siendo Cactus), una segunda vuelta a ese experimento con un desinterés generalizado por parte de la industria y, finalmente, un pequeño retiro que concluyó con dos álbumes producidos por George Martin, mismos que de manera unánime, se dictaminan como piezas fundamentales en la discografía de Beck. Sin pensarlo demasiado –y ya que la historia de tan álgidos años me pareció muy particular e interesante– salí a la tienda que me grababa los discos en cintas pirata para adquirirlos. Me comentaron que ambos podían entrar malamente en un KCT de 90 min, lo pedí así para agorarme unos centavos y días después fui por el encargo. Recuerdo muy bien que ese día caminé a casa y decidí escucharlo en el trayecto. Si bien ambos discos se cortaban segundos antes de que terminaran los cortes finales, los disfruté desde el principio sin enojo alguno. Fueron de un impacto total para mi.

Una situación clave se suscito cuando llegó el cover de Stevie Wonder, Cause We've Ended As Lovers, pues hasta ese momento jamás había escuchado una canción tan seductora; su carga de sensualidad sigue siendo una de las más fuertes que conozco en la música. Y digo que fue clave porque cuando terminó la pieza fue que me percaté que no había habido en realidad voz alguna en todo el recorrido, que no se había extrañado para nada ese elemento o factor. La musicalidad de la guitarra podía llegar a tal grado que se podía obviar… Sonará algo ilógico ahora pero en realidad no me había dado cuenta del todo; claro que a mis 15 ya había oido muchos cortes instrumentales pero jamás un concepto como lo que entraba en esos momentos por mi cabeza. Estos álbumes, que para mi estaban en una sola cinta y fueron por mucho tiempo uno solo, significaron mi entrada al Rock Instrumental –igual sigo pensando que son pilares para la madurez de dicha práctica en la historia del género. Y claro, con ellos se abrió la puerta que me llevaría más tarde al Jazz y toda una gama de géneros cuya voz única y propia son los instrumentos. Jeff Beck, claro, da cátedra en otros cortes que hoy son fundamentales en mi historia musical como Scatterbrain, Love Is Green y Blue Wind; obviamente se convirtió en un músico que debía  seguir y hoy no es sino uno de mis más grandes héroes. He coleccionado casi todo de él y se encuentra en mi Top 5 de guitarristas favoritos, sinceramente no creo que alguna vez vaya a salir de ahí.

Nota: Claro que después del éxito obtenido con estos dos discos la carrera de Jeff Beck despegaría y ya no caería más. A partir de ese momento fue seguido por un nutrido grupo de personas amantes de la música y se re-valoró todo el trabajo previo a estos discos que son piezas obligadas para todo Rockero. 


37.- La canción mía y de “The Who”. 
La siguiente historia es un tanto extraña y requiere de ciertas partes para entenderse mejor:

1.
Desde muy temprana edad me llamó mucho la atención esa figuración por componer canciones. Siendo todavía un niño jugaba a improvisar por una lado ciertas líricas y por otro riffs de guitarra, bajo o piezas de batería con las que pensaba que la gente llegaría a emocionarse en un concierto multitudinario. Ahora bien, para ese entonces no sabía tocar ningún instrumento y todo recaía en un simple juego de imaginación que me acompañaba en mis largos ratos de soledad; hacía sonar esos fragmentos con mi boca –tararendolos o bien tratando de imitarlos– y en mi mente los percibía como si ya estuvieran bien grabados y producidos. De sobra está decir que muchas de esos invisibles e insistentes pedazos de piezas solían abandonarme con un estrujón del olvido pero hubo algunas, en particular una, que regresaba siempre y se inscribió muy bien en la memoria. Llegué a soñar incluso que quizá un día podría realmente darle vida, “musicalizarla. Obviamente dicha pieza jamás tuvo un nombre, era sólo una frase musical que me abrazó durante varios años y la cual me hacía creer que algún día podría ofrecerle algo al mundo.

2.
Cuando comencé a explorar el Rock clásico, queriendo conocer las influencias de las bandas que escuchaba en ese momento, di casi de inmediato con The Who. Entendí rápidamente por diversas publicaciones que eran una banda esencial en la construcción de todo lo que rodeaba el género; como siempre me ha llamado la atención la historia y el pasado quise conocer esos primeros pasos de la historia del Rock. Me hice de un disco de éxitos de ellos. Lo escuché y muchas de sus canciones me gustaron de entrada, otras tuvieron que pasar una prueba más larga de tiempo pero al final casi todo me gustó de ellos y se convirtieron en una de mis más queridas agrupaciones musicales… Pero a bien lo que rememoró aquí es que cuando llegué a cierto corte de ese álbum compilatorio con que les conocí, me encontré con una pieza cuyo riff inicial era el de mi canción, esa que había realizado previo a mis años de adolescencia. Si a bien no era del todo la misma, sí era lo suficientemente parecida a lo que yo habría esperado cuando la imaginaba ya en forma. Para mi fue una total sorpresa y la escuché repetidas ocasiones. En todas ellas no podía a bien creer la fureza de la casualidad pero sí, era la misma.

FINAL
La canción a la que me refiero es The Seeker; corte que no se encuentra en ningún álbum formal de estudio de la banda. Apareció por vez primera en un disco recopilatorio de 1971: “Meaty Beaty Big And Bouncy”. En realidad no es que yo haya tenido toda la canción en la mente, sólo el inicio. Digamos que hasta donde comienza  la batería es básicamente lo que tenía rondando en mi cerebro y oídos, lo que tuve por años y años –lo que siempre regresaba y jamás me abandonó. Quizá sean tan sólo diez segundos, sí, pero para mi fueron un llamado sumamente poderoso para quedarme en este lado de la música, una confirmación portentosa a la que no podía ser inmune. Si he de ser sincero, cuando la escucho me da cierto rubor pero también se hace presente un visceral encantamiento en una mezcla difícil de describir, creo que resulta hasta cierta parte lógico. No suelo colocarla premeditadamente pero me gusta que se escuche alto cuando oigo a los Who, es uno de sus cortes más populares y no dejo de pensar que de alguna u otra forma yo también ayudé a que tuviera vida. Si bien no es eso, sí que llegué a estar en la misma situación de inspiración que Townshend cuando la compuso, nadie puede quitarme eso… Cuando tuve la oportunidad de verlos en directo la única que vez que han pisado el país –en el no tan lejano 2016– fue la segunda que tocaron. Durante gran parte de ella cerré los ojos y sonreí un tanto maliciosamente mientras todas las gargantas allí presentes la coreaban. No podría haber sido de otra forma, el gran ciclo se cerraba. 





TOP 10 de momentos que estuvieron a punto de entrar en esta lista.

1.- El Plano Secuencia en el final en “Offret” de “Andrei Tarkovsky”
2.- El Lado A del “Apostrophe (‘)" de “Frank Zappa”
3.- Escapando del Fin del Mundo en “El Restaurante del Fin del Mundo” de “Douglas Adams”
4.- Los Reflejos del Plano Final en “All About Eve” de “Joseph L. Mankiewicz”
5.- El maestro israelí de Jazz que me dijo que al escuchar a “Keith Jarrett los ángeles bajan para escuchar de cerca, y tenía razón.
6.- El apartado sobre “Jacques Rigaut” en la “Antología del Humor Negro” de “André Breton”. 
7.- La secuencia de Créditos Iniciales de “Raging Bull” de “Martin Scorsese”.
8.- La vez que no me enteré del atraso en el concierto de los “Stickmen” y me dejaron ingresar al Soundcheck y conocí a “Tony Levin”.
9.- Salvar la vida huyendo por el mar hacía el final de la Primera Parte de “Amante Muerta No Hace Daño” de “Miguel Agustí”.
10.- Las Manos colgando del Alambre de Púas/Una mano y una Mariposa en “All Quiet On The Western Front” de "Lewis Milestone”.

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