Replicantes.

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España, 2009.

Sunset Boulevard

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jueves, 23 de mayo de 2019

Leviatán



REDONDO.

Левиафан/Leviafán
Leviatán (Andrey Zvyagintsev, 2014)

Bajo una pasmosa naturalidad, el cuarto largometraje de Andrey Zvyagintsev nos expele la condición del mundo contemporáneo: su instinto, temperamento y disposición frente a ideales que terminan por ser viles oasis dentro de la pesadillaezca experiencia de la vida cotidiana; la lucha diaria que no puede ser ganada sin el vicio del poder: sin sus falsos amparos ante la fe, sin sus disimulos ante la ley, sin sus temerosas autoprotecciones y sin ese alargado halo de la desleal superioridad. Lo que obtenemos en Leviatán, pues, no es sólo esa metáfora bíblica retomada después desde la arista política por Thomas Hobbes, sino un reflejo de las necesidades modernas, una perspectiva que si bien abraza los preceptos ya mencionados incluye también una vena social que nos engulle y nos devela a contraluces los vacíos inherentes al deseo individual; desde el aspecto carnal hasta la trascendencia generacional, pasando por un sinnúmero de puentes inconclusos que dotan al filme de un interés que no te deja estar tranquilo durante su metraje. 

Los personajes con los que se construye la trama mantienen un coraje que intenta disimular todas las debilidades y temores que el mundo les ha impuesto con gravedad. Su visión del mundo es paulatina, morosa y laberintica; pareciese que el mundo se acaba en los limites del litoral que los enmarca y embiste: el asedio. Sus problemas se multiplican ante el cuerpo de ese frío mar que sólo tiene por ofrecer cadáveres (ballenas, barcos), sin camino por el cual seguir hacía adelante. La vida es un irregular circulo donde la conveniencia es un vestigio del cielo, un atisbo a las cúpulas que señalan nuestro destino pero que bajo su sentido –fuera de que físicamente siguen en pie– ya se encuentran derruidas. 

Simbólica y humana, su entramado se centra en el litigio de un un hombre ante el alcalde de la localidad por el terreno en que está construido su hogar. Aparentemente simple –no hace falta más– este conflicto lleva al hombre a buscar a un amigo suyo, abogado, para que le ayude con el juicio. Esto activará una serie de deseos y necesidades personales por cada uno de los implicados; aspirantes todos a algo indescifrable e inimaginable que mueva de distinta manera su espacio pero que sin pensar en nadie, salvo en ellos mismos, y su posible distensión, sólo habrán de encontrar la tragedia; esa oscura y espesa esquina del mundo que les ha de marcar un funesto recorrido hacía lo que viene. Todos, claro, salvo aquellos que ostentan el vigor de la fuerza política, retablo de la corrupción y el despotismo. 

Tomando la pantalla como un lienzo, Andrey Zvyagintsev utiliza los pinceles lumínicos de Mikhail Krichman, cuya fotografía impone con gran belleza ese hundimiento moral y emocional dentro de la región seleccionada; sumándose de manera puntual está la música de Andrey Dergachev y Phillip Glass, que aumentan ese campo emotivo y no dejan momento sin inquietud, aflicción o angustia. Hay algo, pues, que se mueve por debajo que nadie es capaz de detener, los hilos han sido rotos y la inercia debe hacer su labor. Parte fundamental en ellos es el franco y real diseño de producción de Andrey Ponkratov y el Montaje de Anna Mass, que deja respirar las grandes actuaciones por parte de todo el elenco. Nos enfrentamos a una mirada contemplativa que abarca largos horizontes, sombríos destinos y errantes y extraviadas metas. 

El Leviatan de Andrey Zvyagintsev nos muestra el panorama de lo cotidiano, nos detalla la vaguedad creciente de la moralidad y el cinismo de una tradición fársica que nos ha regido y seguirá haciendo sea cual sea el tono, el discurso o el color de este. Y es que, quizá, todo lo que hemos creado a lo largo de nuestra historia: los sistemas judiciales, políticos y gubernamentales, la religión y las reglamentaciones sociales; el núcleo familiar, el matrimonio, o bien el concepto del amor, es un monstruo gigante de un enorme poder que no requiere de mucho, tan sólo abrir un poco los ojos, para acabarnos. Si bien la pelea puede ser poética, heroica e inspiracional, la victoria no ha de arribar nunca. Su fauces son tan sólo la entrada a ese mundo que le hemos cedido al caos. Nunca habremos de encontrar la libertad o la justicia, pues es en sus entrañas donde se encuentra nuestro porvenir.


Leviatán  de Andrey Zvyagintsev
Calificación: 3.5 de 5 (Muy Buena). 



     

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