REDONDO
Gisaengchung
Parásitos (Bong Joon Ho, 2019)
No resulta del todo una metáfora el decir que Parasite termina por ser una flecha lanzada al aire sin tener en realidad un blanco fijo. Al final de su trayecto, su naturaleza es de un impulso tan azaroso, multigenérico y atmosférico que su interno juego de eslabones narrativos rompe barreras, esquemas y supuestas lógicas de una forma tan sutil que uno no hace más que caer en sus redes una y otra vez. Lo que de la pantalla emana es una prisión contrastante –tan cómoda como mortificante– que nos abate a las primeras de cambio: nos embelece con su barniz, nos embriaga con sus lujos y nos ciega con sus refulgencias para cínicamente después expelernos a su oscura y laberíntica materialidad. Acaso porque todo ello resultar ser exactamente lo mismo.
El camino por el que nos guía el ya experimentado realizador coreano es de una profundidad mayúscula. Nada queda en el aire en esta torva trama que impregna su esencia en los ambivalente y contemporáneamente divagos roles del explotador y el explotado. Del abusador y el acomodado, de lo inservible y lo reutilizable. Lo que esta cinta expone no es nada sencillo ni gratificante. Su superficie es quizá uno de los reflejos más cruentos y sardónicos de la sociedad moderna: de sus nada vitales exigencias, de su negligente pragmatismo, de su coral ensimismamiento, de la ignominia que nos conquista a través de una falsa honra y de la infamia y la humillación; de una fingida modestia y cobardía. La innata condición de sus personajes son las mismas que explotamos día a día, a la que nos hemos orillado para sentirnos amenos: interpretes todos de una vida que nos ha rebasado y que sin pertenecernos del todo nos sumamos a ella histriónicamente desde el debilitamiento del otro, desde el golpe ajeno, desde el subterráneo mediático creado, desde la ambición superficial. No importa ya el nivel de la fatídica pirámide social. Nos hemos convertido, plenamente, en nuestros propios enemigos.
Apoyado de un grupo que ejecuta con soltura sus tareas, Bong Joon Ho da cátedra de un control y balance cinematográfico que no es tan habitual encontrarlo con tanta facilidad en estos días. Se acompaña entonces de la naturalista fotografía de Kyung-Pyo Hong, cuyos ambientes nos abrazan en plenitud para sostener el coeficiente de verosimilitud, así como el Diseño de Producción de Ha-Jun Lee que nos brinda los telones y espacios exactos para el desarrollo de la trama. Asimismo el montaje de Jinmo Yang que con delicadeza deja respirar el trabajo actoral y nos lleva de la mano por los diferentes escenarios emocionales de la cinta. La partitura de Jaeil Jung adorna todo el trabajo visual al tiempo que nos inyecta la medida exacta de elegancia y desasosiego con sus notas.
Inteligentemente codificada bajo ramificaciones que van desde el terror, el melodrama, la comedia (política, social, negra), el cine desastre y haciendo uso de herramientas como el suspense, Parásitos nos demuestra la multifacética cara de nuestros tiempos. Nos describe y nos allana en un espacio donde –no importando la condición, la violencia y la sinrazón– han de lograr vencernos. Donde el alejamiento a nuestras raíces humanistas, artísticas y de diferencias socioculturales nos determinan, nos representan y nos nombran. Somos, pues, esa etiqueta de marquesina con que se presenta el filme, esos vividores que privilegian la materialidad y el acomodo individual. Somos esos entes cuyos anhelos son la verdadera enfermedad de un mundo que muere en el hastío.
Parásitos de Bong Joon Ho, 2019
Calificación: 4 de 5 (Muy Buena).
1 comentario:
Se me hizo muy buena, a mi parecer es una sátira (a su muy estilo original del director) de lo que se vive en nuestros tiempos, esa falta de calidad humana, de vida que se sufre y que al mismo tiempo nos obsesiona por salir de eso para llegar a una supuesta estabilidad banal. Pero bueno, se podría decir que por ese lado es más de lo mismo la típica crítica social hacia la globalización y sus mares de desigualdades. por otra parte bien lo dices es una flecha al aire sin un blanco fijo, va a muchos lados y a ninguno...Al principio me pareció muy boba, pero creo que mientras van caminando los minutos va progresando hasta el momento en el que te vuelves complice de los parasitos, no quieres que los descubran, te compadeces de ellos y quieres que todo resulte bien. esa escena de cuando salen de la casa huyendo y empiezan a descender con la lluvia, llegan a su barrio y ven todo lo que está sucediendo y remata cuando la chica se sienta encima del retrete a fumarse un cigarro para contener la mierda que sale se me hizo de lo más chingon jaja. Reflexionando me parece que se debe aplaudir lo que logró el director, salí del cine anoche pensando si le hacía honor recibir La palma de oro, lo pensé un rato y hoy después de un baño me pareció que sí, es lo que se debe buscar premiar. Saludos, es un gusto leerte siempre.
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