REDONDO
Jo Jo Rabbit
Jo Jo Rabbit (Taika Waititi, 2019)
Recoveco mediático/bienintencionado filme codificado en la comedia que a lo largo de su metraje se anuda de más en un laberinto estilístico –en realidad no tan intrincado– cuya trama no logra resolver para salir avante; se pierde y encuentra tantas veces como decide agregar elementos durante el metraje. Resuelta desde una perspectiva diacrónica, sobre todo por un desmedido uso de la cultura pop, la mano del realizador Neozelandés (apegado en su mayoría a un circulo plenamente comercial) no logra encontrar la cohesión adecuada y se aboca a explotar la candidez de su personaje central para soportar un encadenado de acciones que no se responde a sus actos previos, su desarrollo es irregular y pareciese que varias de sus secuencias se avalan más por la necesidad de hallar obligatoriamente una carcajada o suspiro por parte del espectador que por trazar una lógica que permitiese la entrada de subtextos para su interpretación, de alegorías más enriquecidas en su contenido y así permitir el murmuro crítico y emotivo más interno; la implicación plena de la audiencia.
Sobre un intermitente guión del propio director, el conflicto central de la obra tarda en arribar y todo ese pretendidamente seductor preludio desparece y jamás encuentra un valor de salida en el último movimiento. Construida a través de un variopinto abanico de manías y ocurrencias muy coloridas, la cinta es de un ritmo trastabillante, arropada en una falsa ilusión de enternecedor amor que queda corta en la apertura a una madurez de entendimiento y comprensión de la naturaleza humana y su lucha por la búsqueda de la esperanza y guía después de un periodo bélico –sin perder el enfoque virginal con que se retrata al protagonista. En Jo Jo Rabbit, la comprensión de un escenario como lo es la Segunda Guerra Mundial queda relegado a un simple paisaje horizontal, pretexto iconográfico al que no se le da el valor y/o la consideración requerida ante los códigos históricos. Los personajes, por su parte, igualmente no cuentan con los contrapesos adecuados, se desmarcan de sus propia valía y aparecen más como un cierre de la unidad narrativa que como una parte fundamental del proceso del hecho fílmico expuesto.
Deudora por mucho en su contenido de cintas como Europa Europa (Agnieszka Holland, 1990) y estéticamente de ciertas formas del cine de Wes Anderson, la apuesta de Taika Waititi logra tener momentos que atrapan y sostienen cierto campo emotivo pero al final la redondez y cordura adecuada para la obtención de una firmeza a la cual afianzarse no ve la luz. La fotografía de Mihai Malaimare Jr. no se destaca en su sobriedad aunque mantiene una homogeneidad en la parte visual, en ello colabora el diseño de producción de Ra Vincent (en conjunto a todo el departamento de Dirección de Arte y Decorado de Sets), así como el vestuario de Nora Sopková. El montaje se entreteje bajo el irregular ritmo y no urde las acciones o actuaciones, no auxilia el cuerpo interno del filme. La partitura de Michael Giacchino es de un corte acorde al comfort tonal de la obra y no se abre a las posibilidades.
Ataviada en una fábula que hace un uso premeditadamente impetuoso de la ternura que emanan sus personajes sin importar la génesis de esta: edad, locura, deseo, incertidumbre, resulta en una severa descripción de los preceptos morales y de lo políticamente correcto de nuestros tiempos: no se compromete a nada. Ligeramente construye su entorno y no vas más allá de las aristas permitidas en una sociedad que no se abre a opinión alguna sin antes esperar el juicio del resto. Si bien algo nos deja, eso es que el camino del romance no se esquiva sino que se se encuentra en los rincones más oscuros y cercanos. Los más familiares quizá. Que el amor es un secreto camino de indolencia que no tiene respuestas y que si bien puede partir de una fantasía y querer vivirse así, es mejor salir al aire libre para disfrutar el agridulce sabor de su corta vida.
Jo Jo Rabbit de Taika Waititi
Calificación: 3.5 de 5 (Buena a Secas).
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