Replicantes.

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España, 2009.

Sunset Boulevard

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martes, 14 de febrero de 2012

J. Edgar


REDONDO.

J. Edgar

J. Edgar (Clint Eastwood, 2011)

Sobre uno de los personajes definitivos de la política estadounidense; emblema superlativo de la envergadura ideológica de su siempre discutible moral, la vida del otrora intocable Edgar Hoover es puesta en las manos de Clint Eastwood, director heredero de la narrativa clásica de la cinematográfica americana, dando como resultado una ambivalente trama que refresca el sentido del Eastwood más autor.

De sobra está, entonces, decir que el accionar del film se fundamenta en el desarrollo del trabajo actoral y una puesta en escena sobria, elegante y sin muchos aspavientos. El gran acierto, pues, de Eastwood –como en muchas de sus cintas anteriores como realizador– es entender a la perfección su personaje, cinematográficamente hablando. No pierde el enfoque de su construcción fílmica: sin juzgar representa, sin criticar relata: paso a paso y tratando de avanzar en el entramado. Asunto nada sencillo pues las dificultades son claramente las de un guión con severos huecos que tratan de ocultarse al señalar de forma abreviada, fragmentada y atemporalmente, ciertos casos que al final se exhiben como un paralelismo onírico de una vida que ostenta siempre a más –y de la cual nos hacemos complices– pero que en realidad nos quedan a deber un poco. No obstante, la virtud de la cinta se enfoca en la prescripción del carácter que encarna Leonardo Di Caprio, el propio Edgar Hoover, pues ambos, realizador e histrión, lo comprenden y sitúan como un símbolo entre sombras –bajo una la siempre eficiente fotografía de Tom Stern– de lo poderoso, lo temido, lo polémico y lo complejamente más humano de la debilidad introspectiva.

Bajo la pluma de Dustin Lance Black, prolífico activista de los derechos homosexuales, la cinta evoca también el lado más furtivo de nuestro protagonista. Lo cual, agradecidamente, no resulta ser una especie de embestida, sino una de las aristas más refinadas de la cinta: la parte más significativa y emblemáticamente enternecedora de toda ella. Esto, claro, bajo la mano de un director tan capazmente sutil como Eastwood. Y es que al final, la cadena de sucesos se centra en ésta relación que se mantiene oculta hasta para las conciencias de nuestros propios representantes amorosos; no así para la aparentemente inerte partitura del propio director, que la va trayendo a la vida tan etéreamente como su explosión y desenlace.

Con turbios cambios de ritmo, ya mencionados con antelación, pero eficientes elipsis en su mayoría, así como de un montaje contenido en la expresión actoral, Clint Eastwood se maneja oportunamente por una trama que tiene el propio defecto de los últimos años en Hollywood: querer abarcar demás. No obstante, fiel a su disertación del sueño americano, frescamente se da el chance en más de una ocasión de señalar algunos valores perdidos, y quizá nunca encontrados o inaugurados, a lo largo de la historia de los Estados Unidos de Norteamérica.

Resulta, pues, naturalmente a contraste con su último trabajo, el cual dejó mucho que desear. No obstante, y sin ser tampoco uno de sus trabajos más refinados, podemos catalogarlo como digno en base a un discurso honesto que ha ido labrando sorpresivamente a una edad que da prueba y fe de que la madurez artística es medular en el paso de un realizador, cosa que o bien pocos alcanzan, o malamente dan muestras de querer lograr.

J. Edgar de Clint Eastwood
Calificación: 3 de 5 (Buena a Secas).

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