Soundgarden.
Palacio De Los Deportes. México. 2013.
31/Mayo/2013
Tal vez porque estaba justo detrás de una reja cuasi
oxidada la cual la gente se empeñaba en hacer vibrar al ritmo de la música, tal
vez porque el poco quórum hizo del ambiente camaradería, o en realidad porque
nadie los esperaba con las ansías de quien mantiene las velas encendidas a
diario con inocente anhelo. Quizá simplemente porque la nostalgia nunca
apareció de una forma pretérita sino que nos hizo dar un salto temporal a
nuestros mejores años de intensa juventud; insurrecta, activa y portentosamente
“X”, para dejarnos llevar con justicia a un concierto cuyo ambiente se nos negó
en sus tiempos pero que ahora escuchamos
y vivimos bajo la siempre agradecida suma de la experiencia de los años…
En
realidad pocos lo entendimos durante el concierto, pero era una realidad
tajante que cegaba con una emoción creciente; Soundgarden estaba en México –nuestra
tierra– y sobre el escenario que se encontraba frente a nosotros mostrando
garbo, energía y buena forma. Éramos, pues, breves los testigos no de un hecho
histórico, sino de un legado personal que terminará por ser territorialmente
nuestro orgullo.
Las
primeras lecturas lo suponían, era incluso hasta lógico; contrario a otras
agrupaciones contemporáneas, Soundgarden no ha fue consumiendo seguidores a
gran escala durante sus años de retiro. Cierto olvido se ha ido apoderando de
ellos; casi se puede asegurar que sus dos más grandes éxitos (popularmente
hablando) se han convertido en clásicos gustados por las nuevas generaciones, pero
que igualmente se ha ido perdiendo (para ellas) el nombre de la banda que las
ejecuta… Las primeras lecturas, pues, lo dictaban; este sería un concierto para
todos aquellos gustosos de la banda en sus años más ilustres y exitosos.
Después
del ajetreo por la reorganización de secciones debido al poco boletaje vendido,
el concierto asumía una atmosfera de azar; ¿con quién me habría tocado estar?,
¿cómo lo habría vivido allí?... Y así como nadie se podía quejar realmente por
estar más cerca del escenario, dicha replantación trajo consigo el retraso del
evento y la gente comenzó a desesperarse ligeramente para después entrar en
sintonía con la inercia del momento; indolencia plena de los años que habrían
de retornar. Con los ánimos, entonces, en suspenso y con un poco de agobio
debido a las dudas suscitadas durante la estadía y la espera, las luces
cedieron cronométricamente en el momento correcto; cuando uno ya se había
acoplado a su sitio como hogar y conocido a sus casuales nuevos vecinos; mismos
que habrían de terminar siendo más que cofrades de un momento lleno de gratas
impresiones compartidas.
Las
figuras de antaño que se posicionaban en el entarimado regresaban a la memoria
con cierto desgaste en el cuerpo y tinte en el cabello, pero no en el arresto
de su música y su potencia. Desde el primer y hasta el último acorde hicieron
palpitar a un pequeño número de sobrevivientes de una accidentada generación
que se vio reunida nuevamente, como bien ha pasado en otros conciertos, pero
bajo un manto de franqueza y sinceridad; sin extraños en la casa, con abrazos
en los coros y saludos en los saltos. Las figuras de los brazos levantados, las
camisas fuera de la coraza corporal, las danzantes cabezas a un rimo pausado,
denso, oscuro y las siluetas de aquellos que nadaban entre los brazos de la
gente no hacían recordar el polvo sino que nos bañaban en el. No nos empapaban
de historia sino del momento. En realidad, no habría mejor forma de resumir el suceso
sino como una máquina del tiempo.
Canción
tras canción, los exaltes se fueron suscitando pues la atmosfera del concierto
fue trazada bajo lupa; combinando la pesadez de ciertas sintonías actuales con
las de himnos generacionales –nuestros himnos– que sonaron sin las barreras del
tiempo. Las fronteras de las estaciones no existieron y el primer lustro de los
90 emergió durante poco más de las dos horas que duro el concierto. Después del
único encore, posterior al último grito, las luces retornaron a la cúpula y al
dominio de la noche… La hipnosis había terminado y la rigurosa realidad
comenzaba a pesar sobre nuestros hombros; no así en la energía sobrante que aún
cargábamos junto a la ligera y mal sana sonrisa de felicidad que heredábamos
para los sueños de la velada.
Quizá
porque la descendencia de los nuestros se conjugó en su total imagen: crudeza,
inclemencia y expiación mientras pisábamos los años con las suelas de nuestros
zapatos gastados, la garganta afónica y los brazos en forma de cruz… Quizá
porque no fue sobre el mejor sonido de todos sino bajo esa tonalidad gris y
garage tan característico de nuestros años, o quizá porque no fue el mejor
concierto de todos, sino más bien mero azar, es que en realidad fue el más
emocionante, hondo e inquietante en que muchos de los presentes hemos estado.
Por lo menos aquí hablo con pluma fija y personal al decirlo así, pero puedo
asegurar que muchos de los pocos que quisimos tomar el viaje, lo siguen y
seguimos llevando en la sangre. La misma sangre que nos hervirá cada que nos lo
recordemos.
SETLIST:
Searching With My Good Eye Closed. Spoonman. Jesus Christ Pose. Rhinosaur.
Burden In My Hand. My Wave. The Day I Tried To Live. Been Away Too Long. Never
The Machine Forever. Hunted Down. Drawing Flies. Non-State Actor. Loud Love.
Mailman. Taree. Outshined. Superunknown. New Damage. A Thousand Days Before.
Fell On Black Days. Blow Up The Outside World. Rusty Cage. ENCORE: Flower. Like
Suicide. Black Hole Sun. Slaves & Bulldozers.
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