REDONDO.
Saul Fia
El Hijo de Saúl (László Nemes, 2015)
Con su primer largometraje, László Nemes nos recuerda la importancia de las formas en el cine. Nos enfrenta sin tapujos al “como” de su trama apegándose a la libertad de los estilos, los sistemas y hasta manías desenfocándonos, literalmente, el contenido, sustento y contexto (el “que” de su cinta) que no sobaja ni hace menos a pesar de las apariencias. Relaciona de manera sumamente eficaz el entorno y la personalidad de su personaje para hacernos vivir la atrocidad con un grado de intimidad constante y sostenida pocas veces visto y logrado en la pantalla grande.
El entramado en si resulta narrativamente sencillo pero su naturaleza es de una amplitud dramática tal, que la catarsis obtenida es un recorrido de expiación encarnizado y sumamente cautivante. Un camino entre sombras, luces y colores deslavados, hombres muertos cuyos cuerpos no son más que una dificultad y hombres vivos cuyo destino es el mismo que la puesta en cámara: no se encuentra más que a escasos pasos de distancia. El hijo de Saúl es una película sugestiva, una impresión obtenida de las facciones inmarchitables de la segunda guerra mundial: Saúl es parte de los sonderkommandos en un campo de concentración y cree ver el cuerpo de su hijo, del cual sabe nada o casi nada, por lo que decide darle un entierro formal en vez de incinerarlo poniendo en riesgo su vida y el de toda su unidad, la cual se prepara para un motín armado.
La libertad artística ejecutada por László Nemes es de una soltura completamente hábil y competente que aunque muchos elementos no se detallen, se sienten en pleno y suman al drama tatuado en las miradas y gestos de nuestros personajes. La eminente y formidable cámara de Mátyás Erdély se complemente de tal forma con el diseño de producción de László Rajk y el invisible trabajo de edición de Matthieu Taponier para adquirir una sencillez que atrapa y guía de una forma cuasi espontánea. Estamos ahí, sumidos en esa experiencia tan atroz como humana. El diseño sonoro come aparte, el trabajo de dicho departamento crea una atmósfera áspera e indomable que todo que aquello que no se ve por el marco utilizado para la narrativa, cobra vida y peso; es un volumen esencial y trascendente.
Ganadora del gran premio del Jurado en la pasada edición del Festival de Cine de Cannes, la ópera prima de Nemes es de alta intensidad, una apuesta que malamente muchos han descrito como sencilla pero que es completamente lo contrario. El carácter de su lenguaje: una cortina homogénea ante una agilidad sobrecogedora e imponente nos recuerda las prerrogativas del cine, sus exenciones, sus licencias y sus privilegios autorales. La formalidad no es un clasicismo sino un ejercicio de consolidación, de riesgo y buena ejecución.
El Hijo de Saúl, pues, deriva en una película perspicaz, bien pensada, que se debe entre lo que muestra y lo que esconde a conciencia. Una trama humana ya contada pero que se renueva gracias a un inteligente y talentoso uso de los elementos técnicos y artísticos. Una prueba de que las conjugaciones pueden allanarse y aún así explotar con fuerza, con garbo, con cierto grado de crueldad y belleza. Y es que en pocas palabras podríamos indicar que esta obra de László Nemes es lo más cercano a lo que el cine, fielmente, se ha acercado a amoldarse como retrato.
El Hijo de Saúl de László Nemes
Calificación: 4 de 5 (Muy Buena)
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