REDONDO.
Hail, Caesar!
¡Salve, César! (Coen, 2015)
A lo largo de su filmografía, los hermanos Coen han utilizado ciertas manías y antojos personales de una forma tan estilística e incisiva que su sello característico ha devenido claramente de ellos. Los caprichos, por así decir, que conforman la silueta de su cine siempre han aparecido dentro de subtramas que rozan azarosamente la principal, intrincados diálogos –confusiones especulativas– y personajes casi ajenos a la narrativa central por citar algunos de sus más recurrentes, claros y obvios. Han sido, pues, estos elementos los que han dado color y calor a sus obras; su mano se pinta alrededor de ellos, incluso podemos decir que sus enredadas comedias llevan ya su nombre en la forma y la practica (en el uso y cierta boga) pero sobre todo que existe ya un número notorio de imitaciones-tributo e imitaciones-recurso.
No obstante, con “Hail, Caesar!”, su más reciente entrega, el balance al que nos tenían acostumbrado dentro de esos propios factores citados se pierde y son ellos quienes toman el control de la ilación de la trama central. Los fundamentos en los que han sostenido la rubrica de su cine se alza sobre el argumento; las situaciones que arman el intrincado que se pretende exhibir queda muy por debajo de los objetivos centrales de su propio cine. A base de sketches sumamente vistoso y sumamente apantallantes (tal vez la descripción más clara sea esa) que homenajean y satirizan la época dorada de Hollywood, los Coen le dan rienda suelta a su cincel sin lograr dosificar las piezas que les han dado tanto éxito y carisma en otras ocasiones. En distintas partes de la cinta el resultado de la escena resulta o bien en un concentrado del propio cine de ellos mismos, o bien un auto-homenaje u auto-elogio.
En contra parte, la estética de la cinta está fabricada al detalle. El look del mundo al que nos invitan estos realizadores está lleno de magia; una atmósfera reconfortante y sumamente habitable en el campo de esa fábrica onírica con que se ha vendido el cine por décadas. Los ficticios sets y películas que se nos presentan dentro de la propia cinta contienen su propio matiz, sus propios rasgos; asunto que termina por no dejar cicatrizar el eje central y nos aleja inconvenientemente de la situación a explotar: el secuestro de una estrella de clase mundial como pretexto para ironizar los recovecos y la doble moral de la industria estadounidense. Resulta, pues, mordaz que la propia magia del “cine” hollywoodense” venza la narrativa y nos deje varados con algunos de los planos más visualmente logrados de unos de los mejores realizadores de las últimos años pero con no mucho más que eso.
En efecto hay un relato, un seguimiento al cual asirnos y dejarnos llevar pero no es nada redondo, es tan simple que no tiene siquiera la oportunidad de dejar pedazos durante su paso sino todo lo contrario: es suturado. En uno de los guiones más flojos que nos han presentado los Coen, el trabajo de sus colaboradores no decae como el de ellos. La fotografía de “Roger Deakins” es sumamente elegante y bella como siempre, los decorados y vestuarios de “Cara Brower" y “Mary Zophres” son de alto impacto y sumamente eficaces; nos integran a la perfección en el mundo montado, curiosamente, por los propios realizadores bajo el nombre de “Roderick Jaynes” con alta calidad, así como la partitura de “Carter Burwell” logra una vez más su objetivo.
Queda claro entonces que “Hail, Caesar!” no es una de las cintas más brillantes de los Coen, sin embargo sí resulta en ser una de sus más vistosas e impactantes. Es una trama plana en la que podemos advertir (de sobra) su mano y en la que notamos a leguas el divertimento que hubo para ellos y todos los implicados en la construcción del filme. Se podrá suponer que en alguna ocasión es merecido eso, que todos lo merecemos alguna vez. Si es ese el caso, estos hermanos lo tienen merecido desde hace unos cuantos años gracias a su gran habilidad cinematográfica, pero esperemos que vuelvan a su cause habitual y esto sólo haya sido un gran antojo pasajero.
¡Salve, César! de los Coen.
Calificación: 2.5 de 5 (Regular)
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